Los obreros uruguayos ponen l¨ªmite al acoso callejero a las mujeres
Dos a?os de campa?a del sindicato de la construcci¨®n logra importantes avances en la erradicaci¨®n del piropo no consentido
Nadie podr¨ªa decir cu¨¢ndo exactamente cambiaron las cosas y si se trata de algo generalizado y perenne, pero lo cierto es que pasar delante de una obra en construcci¨®n ha dejado de ser un momento desafiante para las mujeres uruguayas, antes acostumbradas a cambiar de ruta para evitar el lugar o, cuando no quedaba m¨¢s remedio, encoger los hombros para encajar cualquier exclamaci¨®n procedente del andamio. Estos d¨ªas, en la calle Mar¨ªa Esp¨ªnola de Montevideo coinciden cuatro obras en curso con sus respectivas cuadrillas. Las vecinas del barrio, las trabajadoras del almac¨¦n o del local de comidas pueden dar fe: en varias semanas ni un solo grito, groser¨ªa u ocurrencia. Dos quincea?eras pasan por all¨ª para ir de compras: nada. La escena se repite en muchas zonas de la capital.
La due?a del almac¨¦n asegura que la convivencia est¨¢ siendo perfecta y, cuando se le pregunta desde cu¨¢ndo este tipo de acoso callejero dej¨® de ser un problema, tiene la impresi¨®n de que es as¨ª desde hace a?os. Incluso desde siempre. Pero la realidad es otra, porque varias etapas han marcado un debate que est¨¢ fechado y tiene protagonistas. Un nombre clave es Laura Alberti, de 42 a?os, miembro de la direcci¨®n del sindicato de trabajadores de la construcci¨®n (Sunca) y obrera del gremio de los ceramistas. ¡°Nosotros tenemos una consigna clara: el acoso callejero es violencia. Entendemos que cuando uno increpa a una mujer se trata de acoso porque es una intromisi¨®n en su vida. Porque las mujeres no necesitan el piropo, no es algo que les aporte algo en su vida. Hay que hacerles entender que no me tienen que respetar porque podr¨ªa ser una madre, una hermana o una t¨ªa, me tienen que respetar porque soy un ser de derechos¡±, explica Alberti.
En Uruguay hay aproximadamente 45.000 trabajadores de la construcci¨®n, seg¨²n el registro a la seguridad social. Se trata de un sector con una fuerte rotaci¨®n, ya que las obras suelen durar dos o tres meses. Alberti y el Sunca realizan asambleas mensuales para poder seguir de cerca a los trabajadores e introducir temas como el acoso callejero, algo que hacen desde hace varios a?os. ¡°Nos cost¨® mucho y tuvimos momentos de mucho rechazo. Los compa?eros nos dec¨ªan cosas como que la culpa la tiene ¡®el inventor de la calza¡¯ (o pantal¨®n ajustado) o la culpa la tienen ustedes por vestirse as¨ª¡±, explica la responsable sindical.
Varios trabajadores de una de las obras de la calle Mar¨ªa Esp¨ªnola hacen una pausa. En medio de la espl¨¦ndida primavera montevideana, se han sentado a almorzar en la vereda, debajo de un ¨¢rbol. Los m¨¢s j¨®venes no recuerdan haberle dicho nunca nada a una mujer: est¨¢n algo perplejos ante el asunto, como si no hubiera existido nunca. El caso de los mayores es distinto: uno de ellos da un paso al frente, evoca el tema del machismo y reconoce vagamente que se han hecho campa?as contra el acoso.
En realidad, las campa?as tienen una fecha precisa: comenzaron en noviembre de 2016, despu¨¦s de un caso que deriv¨® en una denuncia p¨²blica de fuerte repercusi¨®n. Un centenar de trabajadores de una obra hab¨ªan parado sus actividades en un hotel en construcci¨®n y, en medio de las consignas de protesta contra la empresa, lanzaban silbidos y groser¨ªas a cada mujer que pasaba por el lugar. Una periodista que trataba de cubrir el evento recibi¨® todo tipo de improperios. Indignada, denunci¨® el asunto en su p¨¢gina de Facebook y se publicaron varios art¨ªculos al respecto. Los dirigentes del Sunca se disculparon p¨²blicamente y lanzaron la campa?a Uruguay sin acoso, que incluy¨® consignas como ¡°Mordete la lengua. El acoso es violencia¡± o ¡°El trabajador digno no acosa¡±.
Los casos no se han erradicado completamente en Uruguay. Alberti reconoce que reciben denuncias (de familias o vecinos) e intervienen en algunas obras puntuales para convencer a los trabajadores de cambiar de actitud. En este momento, la dirigente sindical est¨¢ m¨¢s preocupada por feminizar el sector, porque las mujeres no llegan al 2% entre los trabajadores de la construcci¨®n. Dentro de unos a?os quiz¨¢ haya tantas mujeres en las obras que muchos pensar¨¢n que siempre fue as¨ª.
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