Los euroesc¨¦pticos advierten a May que no tolerar¨¢n que retrase el Brexit
¡°La gente nunca nos perdonar¨¢¡± una rendici¨®n ante Bruselas, dicen Johnson y Davis
"El problema no es el Brexit, es la primera ministra". El ultraderechista Nigel Farage, exl¨ªder del UKIP y en la actualidad miembro del Parlamento Europeo, no tiene pelos en la lengua. Su virtud, en cualquier caso, es decir, claramente lo que los euroesc¨¦pticos del Partido Conservador no se atreven a decir a las claras. Pocas horas despu¨¦s de que se hiciera p¨²blica la ¨²ltima carambola de Theresa May, aceptar una extensi¨®n del periodo de transici¨®n hasta la salida definitiva de Reino Unido de la UE para desencallar las negociaciones, el ala dura de su partido le ha escrito una carta abierta en la que le exige que "no escenifique un juego de resistencia y discusi¨®n que lleve al final a una rendici¨®n", porque "la gente nunca nos lo perdonar¨ªa".?
La carta, que lleva la firma del exministro de Exteriores Boris Johnson, del exministro para el Brexit David Davis y del ultranacionalista Jacob Rees-Mog, entre otros, intenta mantener las formas y el tono pero respira rebeli¨®n interna por sus poros. "Exigimos a la primera ministra que deje claro que no vincular¨¢ a Reino Unido al purgatorio perpetuo de la pertenencia a la Uni¨®n Aduanera, ya sea a trav¨¦s del backstop [la salvaguarda irlandesa propuesta por Bruselas] o a trav¨¦s de cualquier otra ruta". Se refieren con esa "otra ruta" a la posibilidad sopesada por May y sus colegas comunitarios de extender por un plazo de hasta 12 meses el periodo de transici¨®n hasta la salida definitiva, previsto para el 31 de diciembre de 2020.
Es el ¨²ltimo clavo ardiente al que se aferra Londres para intentar negociar una relaci¨®n comercial definitiva con la UE antes de que sea necesario establecer cualquier tipo de control aduanero entre Irlanda del Norte y la isla. Ese es el tal¨®n de Aquiles de May, que no ha dejado de proclamar en los ¨²ltimos meses que har¨ªa lo imposible por preservar la integridad territorial de Reino Unido.
Los euroesc¨¦pticos se permiten el lujo de ignorar las endiabladas dificultades t¨¦cnicas y pol¨ªticas que afrontan Londres y Bruselas en las negociaciones. Sus argumentos son de brocha gorda. Defienden un pacto comercial a la canadiense con la UE que, aseguran, "traer¨¢ consigo el premio de un amplio abanico de oportunidades comerciales que ya existen fuera del marco comunitario y nos liberar¨¢ de todas las ataduras regulatorias que ahora mismo nos imponen". No concretan, sin embargo, qu¨¦ soluci¨®n podr¨ªa tener el problema de Irlanda del Norte, o cu¨¢les ser¨ªan los costes econ¨®micos a corto y medio plazo de la salida a las bravas que proponen.
La clave de su empe?o es mucho m¨¢s prosaica. Una extensi¨®n del periodo de transici¨®n, temen, les llevar¨ªa a las puertas de las pr¨®ximas elecciones generales sin haber concluido la pesadilla del Brexit. No solo supondr¨ªa un electorado conservador irritado y frustrado, sino la ocasi¨®n de que el Partido Laborista pudiera hacerse con el poder y revertir o renegociar una situaci¨®n que ya corre el riesgo de pudrirse.
Theresa May concentra su d¨ªa a d¨ªa en ganar tiempo. Regresa de Bruselas sin resultados concretos y con un m¨ªnimo margen de maniobra. No hay a¨²n acuerdo definitivo de retirada, ni por tanto texto alguno que llevar al Parlamento brit¨¢nico. Su ¨²ltima estrategia, por lo que parece, consiste ¨²nicamente en derrotar por agotamiento al sector euroesc¨¦ptico de su partido, que solo puede gritar cada vez m¨¢s alto sus argumentos frente a cada nuevo giro de unas negociaciones que siguen sin despejar ninguna incertidumbre.
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