?Ofensiva trumpista contra la discriminaci¨®n positiva?
Un activista conservador sienta a Harvard en el banquillo para que deje de dar prioridad a negros y latinos sobre los asi¨¢ticos (como tapadera para poner fin a d¨¦cadas de acci¨®n positiva)
No importa si es por la noche o al mediod¨ªa, incluso a la hora del desayuno pasear por Harvard deja cierta sensaci¨®n de anticl¨ªmax. Unos turistas se fotograf¨ªan a las puertas de la principal biblioteca de la joya de la corona de las universidades americanas, esa que entre m¨¢s de 42.000 solicitudes de plaza admite a menos de 2.000 estudiantes cada curso escolar. Quiz¨¢ sea esa exclusividad la que cada a?o atrae a m¨¢s de ocho millones de turistas hasta la adyacente Harvard Square, para poder sentir, aunque sea en una hora de paseo, la brisa de la que goza la ¨¦lite de la ¨¦lite universitaria de Estados Unidos. Tantos son los turistas, que las autoridades del centro acad¨¦mico han colocado carteles en el campus rogando que sean respetuosos con los estudiantes y les dejen hacer su vida...
Con el oto?o y la hojarasca naranja cubriendo las entradas a las facultades, este a?o adem¨¢s han llegado a Harvard periodistas nacionales y extranjeros. M¨¢s anticl¨ªmax. Todos en busca de la respuesta a la pregunta sobre la que un tribunal federal de Boston (ciudad a unos 20 minutos en coche al este de la universidad) debe dictar sentencia. ?Es justa Harvard en su fase de admisi¨®n? Con esta cuesti¨®n, se ha abierto un proceso hist¨®rico que pone en tela de juicio la discriminaci¨®n positiva, en ingl¨¦s llamada ¡°acci¨®n afirmativa¡±, y que busca mejorar las oportunidades de grupos como las mujeres y las minor¨ªas, que hist¨®ricamente han quedado excluidas de la sociedad norteamericana. Fue el presidente John F. Kennedy el primer mandatario que en 1961 us¨® el t¨¦rmino a trav¨¦s de una orden ejecutiva.
La demanda contra una instituci¨®n que atesora casi 400 a?os de historia, y en la que han estudiado ocho presidentes (adem¨¢s de Bill Gates y Mark Zuckerberg, aunque la lista de personalidades sigue y sigue), ha sido interpuesta por Students for Fair Admissions (SFFA, siglas en ingl¨¦s, Estudiantes a favor de Admisiones Justas), un grupo que representa a solicitantes asi¨¢tico-americanos que consideran que Harvard viola sus derechos civiles al rechazar su entrada por discriminaci¨®n racial para facilitar as¨ª el acceso a otras minor¨ªas, como los negros o los latinos. Alegan estos solicitantes que teniendo mejores notas, la baza de la raza jug¨® en su contra. El departamento de Justicia que dirige Jeff Sessions se ha alineado con estos estudiantes y cuestiona la legalidad de las pr¨¢cticas que sigue la prestigiosa instituci¨®n para facilitar el acceso a aquellas minor¨ªas, al considerar que crean una desventaja y refuerza estereotipos.
De entre m¨¢s de 42.000 solicitudes de plaza, Harvard admite a menos de 2.000 estudiantes cada curso escolar
La postura de Sessions se enmarca en un contexto en el que el presidente Donald Trump anul¨® el pasado julio un total de 24 directivas que hab¨ªa firmado su predecesor, Barack Obama, para potenciar la presencia en las universidades de las minor¨ªas hispana y afroamericana mediante la ¡°acci¨®n afirmativa¡±.
¡°Students For Fair Admissions ya hab¨ªa demandado a Harvard ante los tribunales en 2014. En 2017 el Gobierno del presidente Donald Trump inici¨® una investigaci¨®n sobre el caso y ahora ha llegado a un tribunal¡±, explica Huang, 22 a?os, estudiante de Derecho y que prefiere dar solo su nombre. Los estudiantes que prestaron su tiempo ¡ªvalioso en Harvard¡ª a EL PA?S prefirieron no aportar su apellido, refugi¨¢ndose en que existe un juicio en marcha y consideran que es mejor no involucrarse hasta que la justicia decida. Los que est¨¢n a favor de la demanda contra Harvard se limitan a repetir un ¨²nico discurso: Que la raza no sea un factor, en ning¨²n caso.
Sentados con sus ordenadores a la entrada del Crema Cafe, apurando los ¨²ltimos rayos de un sol que todav¨ªa calienta en octubre, un grupo de estudiantes discute lo que se dirime en el juzgado. Skyler, blanca, 20 a?os, explica ¡°el an¨¢lisis hol¨ªstico¡± que Harvard hace de cada aspirante, en el que se tiene en cuenta tanto factores acad¨¦micos como personales, ya sean las notas, las cartas de recomendaci¨®n, el car¨¢cter, el lugar de procedencia o la raza. ¡°Puedes haber nacido en la zona m¨¢s rural de Iowa pero tener una mente privilegiada¡±, razona. ¡°Entonces, es probable, que tu candidatura ser¨¢ aceptada¡±. ¡°Es un proceso similar a una caja negra¡±, contraargumenta esc¨¦ptico Dylan, tambi¨¦n blanco, y que concede que est¨¢ en manos de los ¡°todopoderosos oficiales de admisiones¡± qui¨¦n entra, qui¨¦n no y por qu¨¦. ¡°Creo que la selecci¨®n es demasiado opaca pero creo que ayuda si eres hijo de un donante o al contrario, si eres muy pobre pero tus notas est¨¢n en la estratosfera¡±. Cleavon y Patrice, ambos negros, creen que sin la discriminaci¨®n positiva los afroamericanos no habr¨ªan tenido cabida en Harvard ni otros muchos centros educativos y de trabajo de EE UU¡±.
Existen solicitantes asi¨¢tico americanos que consideran que Harvard viola sus derechos civiles al rechazar su entrada por discriminaci¨®n racial
Los asi¨¢tico-americanos suponen cerca de un 23% de los estudiantes que cada a?o admite Harvard. El resto de la tarta se reparte as¨ª: 15% son afroamericanos; 12% latinos; un ¨ªnfimo 1,90% pertenece a los llamados nativos americanos; y cerca del 50% a blancos.
Patrice plantea una pregunta que es clave: ?Qui¨¦n est¨¢ al frente de la organizaci¨®n que acusa a Harvard de discriminar a los asi¨¢ticos? La joven, con un port¨¢til plagado de consignas activistas, desde el #metoo a la prohibici¨®n de los transg¨¦nicos o el famoso pu?o negro de las olimpiadas de M¨¦xico en 1968, aporta un nombre: Edward Blum. Y a?ade: ¡°Blum est¨¢ utilizando a los estudiantes asi¨¢ticos como una tapadera para lograr su causa.
Blum es un activista conservador que lleva a?os concibiendo una serie de demandas contra pol¨ªticas que incluyen la raza como factor de corte. A sus 75 a?os, Blum ¡ªque no es abogado¡ª es una f¨¢brica de encontrar demandantes que se ajusten a su causa para sumar victoria tras victoria con el fin ¨²ltimo de borrar cualquier rastro de discriminaci¨®n racial positiva del d¨ªa a d¨ªa estadounidense. La ofensiva blanca y trumpista no ha hecho m¨¢s que empezar.
Camino del Tribunal Supremo
Si bien el proceso que se desarrolla en Boston puede acabar la semana que viene, la juez, Allison Burroughs ¡ªquien por cierto no logr¨® ser admitida en Harvard a pesar de ser hija de un licenciado all¨ª¡ª, no est¨¢ obligada a dictar sentencia al concluirse, por lo que podr¨ªan pasar meses antes de que se conozca un veredicto. Habr¨¢ recurso casi seguro. En opini¨®n de Adam Harris, periodista de The Atlantic, lo que Blum est¨¢ escenificando en Boston es un ensayo para probar y perfeccionar su estrategia cuando logre llevar el caso ante el Tribunal Supremo de EE UU. Ese es su objetivo final. Con los dos ¨²ltimos jueces nombrados por Donald Trump (Neil Gorsuch y Brett Kavanaugh), la discriminaci¨®n positiva podr¨ªa ser cosa del pasado en unos a?os.
Hasta ahora, Blum ha logrado llevar dos de sus casos ante la mayor autoridad jur¨ªdica del pa¨ªs. El primero lo perdi¨®. Era 2016. Trump no hab¨ªa llegado a la Casa Blanca y el Supremo era otro. Abigail Noel Fisher, una mujer blanca, demand¨® a la Universidad de Texas porque consideraba que no deb¨ªa usar la raza como factor de admisi¨®n a favor de negros y latinos sobre blancos y asi¨¢tico-americanos. El segundo lo gan¨®. En ¨¦l tumbaba partes de la ley de derecho al voto de 1965, considerada una de las piezas m¨¢s importantes en legislaci¨®n de derechos civiles de la naci¨®n. Veremos si hay tercero y de qu¨¦ lado se inclina la balanza de la ley.
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