Los n¨²meros de dos d¨¦cadas de chavismo
La imagen que dejan los datos es la de un r¨¦gimen autoritario que emple¨® las rentas del petr¨®leo para apuntalar su poder
Hiperinflaci¨®n, ¨¦xodo de migrantes, criminalidad, la sombra del hambre extendi¨¦ndose¡ la imagen que ofrece Venezuela tras dos d¨¦cadas de chavismo es oscura, sobre todo para sus propios habitantes. Pero lo es m¨¢s todav¨ªa en contraste con la que tanto el r¨¦gimen como algunos datos ofrec¨ªan hace una d¨¦cada. Cuando se cumplen 20 a?os del ascenso de Hugo Ch¨¢vez al poder, echar la vista atr¨¢s con los n¨²meros en la mano es particularmente iluminador.
As¨ª, mientras entre 2004 y 2007 la tasa de pobreza en el pa¨ªs bajaba a pr¨¢cticamente la mitad, el ¨ªndice de escolarizaci¨®n ya se hab¨ªa disparado en los primeros a?os de Gobierno socialista. Los programas pro-educaci¨®n y redistributivos del mismo se convirtieron en su bandera por aquel entonces. Sin embargo, la mejora de la situaci¨®n no alcanzaba otras variables, como la incidencia de la violencia, de ascenso imparable. Este tipo de problemas contaban con causas mucho m¨¢s profundas que las que puede causar la reciente llegada de un nuevo partido pol¨ªtico al poder. Tambi¨¦n quedaban fuera del alcance del verdadero motor de los a?os de bonanza bajo la ense?a de Ch¨¢vez: el petr¨®leo.
En la d¨¦cada de 2004 a 2014, el precio medio del barril de Brent pr¨¢cticamente triplicaba al del periodo 1998-2003. La estrategia central de gobierno del chavismo se centr¨® en emplear las enormes rentas que esto produc¨ªa para un pa¨ªs que acumula unas reservas casi ilimitadas de crudo. Las emple¨® para distribuirlas como nunca antes se hab¨ªa hecho, dec¨ªan sus defensores. Cre¨® con ellas una estructura clientelista que intercambiaba apoyo por subsidios, contestaban sus detractores. Ambos tienen raz¨®n, en realidad: la desigualdad y la pobreza descend¨ªan en Venezuela mientras el PSUV (que se fund¨® en 2007) constru¨ªa poco a poco la base a la que fiar¨ªa su resistencia pol¨ªtica. Lejos de un proyecto de izquierda t¨ªpica occidental, que se habr¨ªa basado en mecanismos redistributivos que funcionasen de manera no discrecional y fuesen sostenibles en el largo plazo de manera que se sometiesen a los vaivenes del juego democr¨¢tico, la de Ch¨¢vez fue una estrategia nacional-clientelista.
La inyecci¨®n de liquidez en la econom¨ªa y la captura de la pol¨ªtica monetaria por parte del poder ejecutivo acabar¨ªan produciendo una inflaci¨®n que primero fue elevada (hasta 2007, en la franja del 10%-30%), luego exagerada (hasta el 56% de 2014) y hoy d¨ªa est¨¢, esencialmente, disparada.
La hiperinflaci¨®n venezolana no alcanza las surrealistas cotas de la h¨²ngara en la posguerra o de las de los pa¨ªses balc¨¢nicos en los conflictos que rompieron Yugoslavia a principios de los noventa. Pero es con poca duda la m¨¢s alta de los ¨²ltimos 25 a?os, un periodo en el que se supon¨ªa que este tipo de valores eran cosa del pasado.
Ni que decir tiene que semejantes niveles de inflaci¨®n generan pobreza al destrozar la capacidad adquisitiva de la poblaci¨®n. Sin ella no puede explicarse que, seg¨²n los datos de la Encuesta de Condiciones de Vida de la Universidad Cat¨®lica Andr¨¦s Bello, ocho de cada diez venezolanos est¨¦n por debajo del umbral de la pobreza. Una cifra que tomamos de una entidad privada porque el Instituto Nacional de Estad¨ªstica no tiene estimaciones en su web despu¨¦s de 2015, cuando ya se sospechaba de su parcialidad (y la diferencia entre el valor oficial y el independiente deja claro el por qu¨¦). Lo cual nos lleva necesariamente al ¨²ltimo, al m¨¢s relevante aspecto de la evoluci¨®n de Venezuela bajo Ch¨¢vez: su regresi¨®n democr¨¢tica.
Bajo cualquier par¨¢metro anal¨ªtico, Venezuela ha dejado de ser una democracia. Lo ha dejado de ser seg¨²n la definici¨®n m¨ªnima de un sistema democr¨¢tico, esa que defienden polit¨®logos como Jos¨¦ Antonio Cheibub o Adam Przeworski: hay democracia cuando la alternancia en el poder es posible. Nicol¨¢s Maduro no tiene rival, y no lo tiene porque ha continuado el trabajo de su antecesor liquidando las posibilidades institucionales para la existencia de una oposici¨®n. Desde perspectivas m¨¢s amplias de democracia, que incluyen toda una serie de libertades (opini¨®n, reuni¨®n, organizaci¨®n) como parte de su esencia, el pa¨ªs de hoy califica a¨²n menos como tal. El ¨ªndice del think tank Freedom House apunta en esa direcci¨®n: Venezuela se ha acercado inexorablemente a Cuba, referencia de r¨¦gimen cerrado en la regi¨®n. A su alrededor, los Estados andinos han convergido mientras tanto a una situaci¨®n de libertad con algunos problemas, pero en todos los casos bajo ¨®rdenes abiertos en comparaci¨®n con el extremo.
En definitiva, Venezuela es una anomal¨ªa en su entorno inmediato. La imagen que dejan estos datos es la de un r¨¦gimen autoritario que durante d¨¦cada y media emple¨® las ingentes rentas del petr¨®leo para apuntalar su poder. Un r¨¦gimen que, en los ¨²ltimos a?os, ha logrado borrarse a s¨ª mismo cualquier beneficio que alguna vez pudo presumir de haber logrado para su poblaci¨®n.
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