Las rimas del T¨ªo Sam
Un an¨¢lisis de la actualidad internacional a trav¨¦s de art¨ªculos publicados en medios globales seleccionados y comentados por la revista 'CTXT'
La historia no se repite, pero a menudo rima. La frase, ap¨®crifa, se le atribuye a Mark Twain, que muri¨® en 1910, pero bien podr¨ªa haberla acu?ado un observador de la geopol¨ªtica de la Segunda Guerra Mundial a esta parte.
En Estados Unidos, el movimiento conservador moderno se fragu¨® en los a?os setenta para asentarse definitivamente en los ochenta, capitaneado por Richard Nixon y Ronald Reagan respectivamente. Ambos pr¨®ceres de la derecha estadounidense construyeron un movimiento capaz de hacer virar la cultura pol¨ªtica de Estados Unidos durante al menos medio siglo gracias a un doble propulsor: tanto Nixon como Reagan practicaron la contrarrevoluci¨®n hacia adentro y hacia afuera. El primero lleg¨® a la Casa Blanca remando a contracorriente de una de las mayores oleadas de movilizaci¨®n social ¨Cantimilitarista, antirracista, feminista¨C jam¨¢s conocidas y el segundo lo hizo bati¨¦ndose en un duelo a muerte con los sindicatos. Toda revoluci¨®n necesita de sus victorias emblem¨¢ticas, su golpe de efecto. Nixon ¨Cflanqueado por un arrojado asesor de seguridad nacional llamado Henry Kissinger¨C rubric¨® el suyo en Chile un oto?o de 1973. Reagan lo hizo en agosto de 1981 al quebrar el espinazo del todopoderoso sindicato de controladores a¨¦reos. Ambos episodios abrieron el camino a d¨¦cadas de avasallamientos ¨Cmilitares unos y pol¨ªtico-jur¨ªdicos los otros¨C a los trabajadores de la casa estadounidense y su patio trasero latinoamericano.
En enero de 2019, el inquilino del Despacho Oval se bate en dos batallas con sabor a?ejo en el ecuador de su primer mandato. Ha perdido la primera con estr¨¦pito. Tras forzar el cierre del gobierno m¨¢s largo de la historia de Estados Unidos y amenazar con prolongarlo durante ¡°meses o a?os¡± si no consegu¨ªa su objetivo en forma de financiaci¨®n para fortificar y expandir el muro que separa los Estados Unidos de M¨¦xico, Trump se vio forzado a agachar la cabeza y entregar la cuchara.
?Por qu¨¦? Mucho se ha escrito sobre el papel de la nueva mayor¨ªa dem¨®crata en la C¨¢mara de Representantes, y c¨®mo a esta no le ha temblado el pulso a la hora de aguantar el envite de Trump. Pero el propio presidente y sus asesores daban muestras, bien entrado el mes de enero, de que la refriega iba para largo. La batalla nunca se ci?¨® al muro ni a la crisis en la frontera. Era una manera de asentar trincheras y movilizar a las bases de Trump, que necesitaba mostrarse duro en torno a la que fuera su promesa estrella como candidato. De ah¨ª las amenazas con prorrogar la pugna y mantener como rehenes a decenas de miles de trabajadores p¨²blicos sine die. Pero algo hizo saltar por los aires esa estrategia sin apenas tiempo para preparar el terreno de una derrota honrosa: los controladores a¨¦reos, esta vez de la mano de las azafatas.
El fin del cierre del Gobierno
En la revista New York Magazine, el periodista Eric Levitz cuenta c¨®mo se fragu¨® la estrepitosa derrota de Trump.¡°Todo cambi¨® el viernes, porque as¨ª lo quisieron los hombres y mujeres que controlan el tr¨¢fico a¨¦reo de Estados Unidos y asisten a los pasajeros de sus aerol¨ªneas¡±. Levitz relata el creciente descontento de ambos colectivos y su subsiguiente alianza para poner en jaque a la clase pol¨ªtica-empresarial y terminar por torcer el brazo del presidente. ¡°Despu¨¦s de soportar semanas de trabajo no pagado, los (ya de por s¨ª escasos de fondos y de personal) controladores a¨¦reos de Estados Unidos pusieron fin al cierre gubernamental al aducir estar enfermos un volumen de ellos lo suficientemente grande como para paralizar aeropuertos de todo el litoral Este del pa¨ªs¡±. En EE UU es ilegal cualquier amago de huelga estrat¨¦gica o sectorial ¨Cqu¨¦ mejor muestra de la victoria sin paliativos de Reagan¨C, de modo que los l¨ªderes sindicales se apresuraron (excusatio no petita¡) a desautorizar en una nota p¨²blica ¡°cualquier actividad coordinada que afectase negativamente a la capacidad del Espacio Nacional Aeroespacial¡±.
Por su parte, el sindicato de azafatas lo dejaba m¨¢s claro, apelando en su nota directamente al l¨ªder del grupo republicano en el Senado, Mitch McConnell: ¡°?Hemos conseguido ya que nos preste atenci¨®n, l¨ªder McConnell? El cierre gubernamental tiene que terminar inmediatamente. Toda la econom¨ªa del pa¨ªs est¨¢ en el alero¡±. Horas m¨¢s tarde, la presidenta del sindicato declaraba que, de continuar el cierre, los y las azafatas dejar¨ªan de acudir al trabajo y en lugar de all¨ª se empezar¨ªan a concentrar en la puerta del despacho de sus congresistas. La huelga no declarada prendi¨® como la p¨®lvora, y a un Trump aparentemente imperturbable ante el coste econ¨®mico del cierre y el desastre de opini¨®n p¨²blica de un cierre que llevaba semanas siendo impopular, le temblaron las piernas. S¨®lo hicieron falta unas horas de caos en los aeropuertos de Nueva York y Washington, entre otros. ¡°A la gente que maneja el cotarro¡±, se?ala Levitz, "la vida de los viajeros frecuentes les importa mucho¡±, de modo que ¡°a Trump no le quedaba otra que capitular, humillado como un perro¡±. Tras el traspi¨¦, el New York Times dibujaba a un presidente magullado: sus asesores, contaba sin citarlos el diario, empiezan a temerse algo casi inaudito en los ¨²ltimos 50 a?os, una batalla contra su propio presidente en las primarias republicanas de 2020. El columnista del Washington Post Max Boot resume el momento pol¨ªtico de un presidente en horas bajas. Trump, escribe Boot, ¡°es el presidente m¨¢s d¨¦bil desde Jimmy Carter¡±.
Pero Trump es el hombre de las mil vidas, el maestro de las remontadas, el rey de la bancarrota.
Y busca en Caracas su en¨¦sima tabla de salvaci¨®n, y de paso el propulsor hacia afuera para un proyecto contrarrevolucionario que no termina de encontrar el vigor del de Nixon y Reagan. As¨ª lo cuentan en dos art¨ªculos esclarecedores y complementarios publicados en la revista estadounidense The Nation (y traducidos al castellano por CTXT) Greg Grandin y George Ciccariello-Maher.
Trump y Venezuela
Grandin, uno de los historiadores m¨¢s l¨²cidos sobre Estados Unidos y sus interconexiones con los vecinos del Sur, analiza c¨®mo la derecha utiliza Venezuela para reorganizar la pol¨ªtica. Trump, cuenta Grandin, alent¨® a su equipo de seguridad nacional a lanzar una embestida sobre el pa¨ªs en crisis, evocando la invasi¨®n de Panam¨¢ por parte de George Bush padre en 1989. ¡°Trump flojea en sus lecciones de historia¡±, escribe Grandin, ¡°pero su instinto de ver Venezuela a trav¨¦s del prisma de Panam¨¢ es de lo m¨¢s atinado. Como Panam¨¢ entonces, Venezuela es hoy un pa¨ªs que sufre una crisis larga y aparentemente insuperable, y est¨¢ gobernada por un r¨¦gimen cuestionado por una oposici¨®n unida (o suficientemente unida), que Washington puede utilizar para justificar su intervenci¨®n y despu¨¦s instalarse en el poder una vez se haya completado la intervenci¨®n¡±. La invasi¨®n de Panam¨¢, ahonda, sirvi¨® en su momento para erosionar el principio de la no intervenci¨®n que vertebrara el orden diplom¨¢tico inaugurado por el New Deal de Roosevelt, restaurando la premisa de que EE UU tiene el derecho de hacer la guerra a pa¨ªses soberanos no s¨®lo en nombre de la seguridad nacional, sino tambi¨¦n ¡°por un prop¨®sito moral elevado, como la protecci¨®n de vidas o la defensa de los derechos humanos¡±. De aquellos polvos paname?os podr¨ªan venir los lodos venezolanos.
¡°Parece obvio que Trump¡±, escribe Grandin, ¡°que tambi¨¦n preside una naci¨®n que sufre una crisis al parecer insuperable y es cuestionado por una oposici¨®n unida (o suficientemente unida), est¨¢ desesperado por encontrar algo que le saque del estancamiento. Un r¨¢pido vistazo general revela, sorprendentemente, pocas posibilidades. Ir¨¢n es demasiado arriesgado, por el momento, y sus predecesores han exprimido lo queda de Oriente Medio y el Golfo P¨¦rsico. Venezuela es tentadora¡±.
George Ciccariello-Maher no se anda con rodeos. ¡°No importa c¨®mo se presente, un intento de golpe est¨¢ en marcha en Venezuela¡±, escribe el te¨®rico pol¨ªtico e historiador de los movimientos sociales venezolanos, que destaca una encuesta que se?ala que el ¡°presidente encargado¡± Juan Guaid¨® era desconocido por el 81% de la poblaci¨®n una semana antes de autoinvestirse. Ciccariello-Maher hace un repaso a las cuestiones constitucionales claves de la contienda: ¡°A pesar de los gritos de dictadura¡±, escribe, ¡°la oposici¨®n gan¨® las ¨²ltimas elecciones que impugnaron, asumiendo el control de la Asamblea a finales de 2015 y utilizando su poder para intentar derrocar a Maduro. Cuando la Asamblea insisti¨® en que tomaran posesi¨®n diputados acusados de fraude electoral, el Tribunal Supremo declar¨® a la Asamblea en desacato, y desde entonces asistimos a un enfrentamiento entre este poder y el judicial¡±. Ante el choque de legitimidades que se viene recrudeciendo en paralelo a una salvaje crisis econ¨®mica desde 2015, proliferaron los intentos de mediaci¨®n internacional, liderados por el expresidente del Gobierno espa?ol Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero. Pero aquellos esfuerzos descarrilaron poco antes de las ¨²ltimas elecciones, para desaz¨®n del expresidente del Gobierno, que advirti¨® a quien quisiera escucharle de la deslegitimaci¨®n ¡°preventiva¡± de las elecciones y las consecuencias catastr¨®ficas que esta tendr¨ªa. Las posturas no hicieron sino enconarse.
¡°Para romper ese bloqueo¡±, contin¨²a Ciccariello-Maher, ¡°Maduro convoc¨® elecciones para una Asamblea Nacional Constituyente, como autoriza el art¨ªculo 348 de la Constituci¨®n. La oposici¨®n boicote¨® esas elecciones argumentando condiciones electorales injustas, y, de esta manera, entreg¨® la victoria al chavismo. Cuando Maduro fue reelegido el a?o pasado, la mayor parte de la oposici¨®n nuevamente se neg¨® a participar¡±, culmina Ciccariello-Maher, que pronostica que ¡°las cosas van a empeorar para quienes resultan siempre m¨¢s afectados: los venezolanos m¨¢s pobres; aquellos que, si bien est¨¢n muy frustrados con su Gobierno, no es probable que cambien su democracia duramente ganada por un golpe inconstitucional¡±.
La coreograf¨ªa entre la oposici¨®n y la Casa Blanca ha sido tan evidente como el papel de la segunda a la hora de marcar el ritmo del baile a la primera. Este ha quedado patente no ya en las denuncias de quienes ¨Cdentro y fuera de Venezuela¨C se revuelven ante el intento de injerencia externa en forma de rima imperial. La ha detallado mejor que nadie el Wall Street Journal, diario que cumple una doble e importante funci¨®n en las ¨²ltimas semanas: desde sus p¨¢ginas de opini¨®n, alienta y telegraf¨ªa los movimientos de Washington,como cuando publicaba la noche anterior a la autoproclamaci¨®n de Guaid¨® un art¨ªculo del vicepresidente Mike Pence con indisimulado titular: ¡°Venezuela, Estados Unidos est¨¢ contigo¡±. Pero son las p¨¢ginas de informaci¨®n del diario las que m¨¢s ¨²tiles est¨¢n resultando para separar el trigo de la paja. En un art¨ªculo publicado apenas 48 despu¨¦s de la autoinvestidura de Guaid¨®, el diario detallaba la coordinaci¨®n entre Washington y el c¨ªrculo del l¨ªder opositor Leopoldo L¨®pez, padrino pol¨ªtico de Guaid¨® que cumple arresto domiciliario desde 2017.
El texto, de Jessica Donati y Vivian Salamal, reporteras bien conectadas con fuentes en el Departamento de Estado y la Casa Blanca, respectivamente, hace un relato casi cronol¨®gico de las horas previas a la autoproclamaci¨®n: ¡°La noche anterior a que Juan Guaid¨® se declarase presidente interino de Venezuela, el l¨ªder de la oposici¨®n recibi¨® una llamada del vicepresidente Mike Pence. Pence se compromet¨ªa a que Estados Unidos apoyar¨ªa al Sr. Guaid¨® de tomar este las riendas del Gobierno de Nicol¨¢s Maduro al invocar una cl¨¢usula de la Constituci¨®n del pa¨ªs¡±, cuentan las reporteras, citando a un alto cargo en el gobierno Trump como fuente. Guaid¨® cumpli¨® con su parte, y Pence no falt¨® a su palabra. ¡°Casi al instante, como hab¨ªa prometido Pence, el presidente Trump hizo p¨²blico un comunicado reconociendo al Sr. Guaid¨® como l¨ªder legal del pa¨ªs. Poco despu¨¦s llegaron los reconocimientos de Canad¨¢, Brasil, Argentina, Colombia, Chile, Per¨² y otros pa¨ªses¡±.
Casi sin poder contener el aplauso ante el despliegue de astucia intervencionista por un lado y la capacidad de seguir el guion pautado por otro, las reporteras del Wall Street Journal continuaban. ¡°La cautivadora sucesi¨®n de eventos presentaba una cara poco conocida de la pol¨ªtica exterior de Trump: preconcebido, coordinado hasta el ¨²ltimo detalle y llevado a cabo de manera r¨¢pida y eficiente¡±.
Trump y su equipo han encontrado un terreno tan f¨¦rtil, en gran parte, por los errores no forzados del Gobierno de Maduro, en especial en su pol¨ªtica econ¨®mica. Hassan Akram, economista brit¨¢nico afincado en Chile y exasesor econ¨®mico de Ch¨¢vez, apuntaba en un debate en la filial chilena de la cadena CNN a dos causas que hacen que Maduro sea, por un lado, m¨¢s impopular y por otro m¨¢s vulnerable al hostigamiento estadounidense que Ch¨¢vez supo y pudo capear: la profundizaci¨®n en la dependencia casi absoluta de las exportaciones de petr¨®leo y, sobre todo, el control cambiario r¨ªgido. El petr¨®leo ha ca¨ªdo en picado, s¨ª, pero lo ha hecho al tiempo que Venezuela no s¨®lo no utilizaba r¨¦ditos de los tiempos de bonanza para diversificar su econom¨ªa, sino que aumentaba su dependencia de las exportaciones como ¨²nica fuente de divisas con las que importar todo lo que necesita el pa¨ªs.
El asunto aparentemente t¨¦cnico de la rigidez del tipo cambiario es, seg¨²n Akram, la madre del cordero, adem¨¢s de explicar la enorme divergencia entre la marcha fulgurante de la econom¨ªa boliviana y el desastre sin paliativos de la de Venezuela: a la muerte de Ch¨¢vez, se?ala Akram, varios economistas cercanos a su gobierno intentaron convencer a Maduro de la necesidad de reemplazar el control cambiario r¨ªgido con uno de tipo?reptante, como el de Bolivia. Al no hacerlo, el Gobierno venezolano profundiz¨® una crisis en la que las menguantes divisas provenientes de la venta de crudo perd¨ªan valor al tiempo que generaban una serie de incentivos para la corrupci¨®n entre la peque?a ¨¦lite que manejaba los controles cambiarios y una fuga masiva de capitales. ¡°Si Maduro nos hubiese escuchado no tendr¨ªamos ni la crisis, ni las enormes protestas producto de la crisis, ni la represi¨®n producto de las protestas¡±, culmina Akram, quien hace un par de semanas publicaba un doble art¨ªculo con una versi¨®n extendida y detallada de su cr¨ªtica con conocimiento de causa al declive del proyecto econ¨®mico bolivariano.
Aunque m¨¢s cr¨ªtico con Maduro que Ciccariello-Maher, Gabriel Heartland levanta la voz de alarma en una l¨ªnea similar. En un art¨ªculo publicado en el diario brit¨¢nico The Guardian, el soci¨®logo experto en Am¨¦rica Latina se?ala la necesidad de un cambio en Venezuela, pero acusa a Juan Guaid¨® de haber llevado al pa¨ªs ¡°al borde de la cat¨¢strofe¡± con su autoinvestidura, ¡°que parece estar coordinada muy de cerca, si no directamente dirigida¡±, por los Estados Unidos. ¡°Lo que vaya a pasar es dif¨ªcil de aventurar. Pero una invasi¨®n por parte de Estados Unidos parece una posibilidad real. Esta v¨ªa de acci¨®n debe ser rechazada firmemente. No porque Maduro merezca la compasi¨®n ni el apoyo de nadie, sino por el incalculable sufrimiento y da?o que traer¨ªa consigo a Venezuela y la regi¨®n una intervenci¨®n militar estadounidense, y la min¨²scula probabilidad de que esta trajera consigo el cambio que necesita Venezuela¡±.
Con o sin errores no forzados que le allanen el camino, Trump aprieta el acelerador en Venezuela. Lo hace animado por un consenso casi absoluto en la prensa y el?establishment pol¨ªtico estadounidense sobre las bondades de la intervenci¨®n militar, y desempolvando dos de sus espantap¨¢jaros m¨¢s rancios para poner orden en su patio trasero: el asesor de seguridad nacional John Bolton, que nunca conoci¨® una guerra que no le gustase, y el reci¨¦n nombrado Elliot Abrams, que cuenta en su curr¨ªculum con el adiestramiento y coordinaci¨®n de escuadrones de la muerte en El Salvador, el marketing de la mentirosa y catastr¨®fica Guerra de Irak y la orquestaci¨®n y el encubrimiento del genocidio en Guatemala cuando trabajaba para Reagan, tal y como detalla en una jugosa entrevista en el noticiero Democracy Now! el periodista de investigaci¨®n Alan Nairn.
Bolton ha tenido dos apariciones estelares en la ¨²ltima semana: primero se present¨® en una rueda de prensa con un cuaderno abierto por la nota manuscrita que rezaba ¡°5.000 soldados a Colombia¡±. Sin que se le torciera el bigote, concedi¨® poco despu¨¦s una entrevista a la cadena FOX en la que declar¨®: ¡°Estamos en conversaciones con importantes empresas estadounidenses que est¨¢n en Venezuela o, en el caso de [la filial en Estados Unidos de la empresa p¨²blica de explotaci¨®n petrolera PDVSA] Citgo, aqu¨ª en los Estados Unidos¡ Venezuela es uno de los tres pa¨ªses a los que me refiero como la troika de la tiran¨ªa. Ser¨¢ muy importante para Estados Unidos econ¨®micamente si somos capaces de lograr que empresas petroleras estadounidenses inviertan y produzcan las capacidades petroleras de Venezuela. Ser¨ªa algo bueno para el pueblo de Venezuela. Y ser¨ªa algo bueno para el pueblo de los Estados Unidos¡±.
Si Bolton es el Kissinger de Trump, es sin duda un Kissinger muy?trumpiano, una versi¨®n cutre y desenfrenada del met¨®dico arquitecto del nuevo orden mundial en plena Guerra Fr¨ªa: tanto esfuerzo de d¨¦cadas puliendo la coartada de la intervenci¨®n humanitaria para terminar reconociendo a los correligionarios de la FOX que la cosa iba de petr¨®leo. Con m¨¢s de 300.000 millones de barriles, Venezuela es el pa¨ªs con m¨¢s reservas de crudo conocidas.
Venezuela es s¨®lo el principio, o m¨¢s bien una meta volante en un eterno circuito de intervenciones. En el Wall Street Journal, Jessica Donati y Vivian Salama contin¨²an su fresco de un Despacho Oval en frenes¨ª neocon, que vuelve a poner los ojos en el patio trasero latinoamericano. En un reportaje lleno de revelaciones sobre los diferentes grup¨²sculos y actores del c¨ªrculo ¨ªntimo de Trump, sus filias y sus fobias, detallan una hoja de ruta con aroma setentero: ¡°El intento por parte del Gobierno Trump de forzar la salida del presidente de Venezuela marca el arranque de una nueva estrategia para ejercer m¨¢s influencia sobre Am¨¦rica Latina¡±. Si alguna vez se fue, el T¨ªo Sam est¨¢ de vuelta. Y las reporteras del Journal se?alan a dos candidatos para la pr¨®xima intervenci¨®n: Nicaragua y Cuba. Por aquellos lares saben bien en qu¨¦ suele terminar la rima.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.