?El fin de las universidades?
Muchos se preguntan si ha llegado el fin de las universidades o, por lo menos, del modelo de provisi¨®n de educaci¨®n superior tras la irrupci¨®n de las nuevas tecnolog¨ªas digitales
Desde hace a?os, con la irrupci¨®n la cuarta revoluci¨®n industrial, es decir, el papel de las nuevas tecnolog¨ªas digitales, la inteligencia artificial, la rob¨®tica o el big data en los procesos econ¨®micos, industriales y sociales, muchos se preguntan si ha llegado el fin de las universidades o, por lo menos, del modelo de provisi¨®n de educaci¨®n superior con que han operado por siglos. Quiz¨¢, dir¨ªa Mark Twain, esos rumores son meras exageraciones, pero no as¨ª las disfunciones que dicho modelo exhibe en distintas partes del mundo.
Recientemente, por ejemplo, la Organizaci¨®n de Estados Iberoamericanos para la Educaci¨®n, la Ciencia y la Cultura (OEI), present¨® un robusto informe: un llamado a la acci¨®n com¨²n, que puede resumirse de la siguiente forma. En promedio, la tasa bruta de matr¨ªcula entre la poblaci¨®n en edad universitaria (18-22/23 a?os) en Am¨¦rica Latina y el Caribe creci¨® del 17% en 1991 al 42% en 2017 (Banco Mundial, 2017), solo dos puntos porcentuales abajo del promedio OCDE; de continuar estas tendencias, seg¨²n la evidencia de Martin Trow, todav¨ªa habr¨ªa espacio para llegar al 50%, a partir del cual se considera la pr¨¢ctica universalizaci¨®n de este nivel educativo. Buenas noticias.
Sin embargo, esa notable expansi¨®n solo podr¨¢ aprovecharse a cabalidad si la educaci¨®n proporcionada es capaz de adaptarse a las exigencias de una sociedad y una econom¨ªa mucho m¨¢s sofisticadas y complejas, en las que la calidad, la reputaci¨®n institucional, la flexibilidad y la excelencia de los programas acad¨¦micos, entre otras cosas, sean de tal pertinencia que, como dice la OEI, permita a los egresados integrarse en un mercado de trabajo que ¡°requiere una alta cualificaci¨®n y la adquisici¨®n de competencias transversales como el dominio de nuevas tecnolog¨ªas, la capacidad de innovaci¨®n y la capacidad de adaptaci¨®n a esas innovaciones¡±. Ese es el desaf¨ªo crucial que las universidades deber¨¢n afrontar, pensando fuera de la caja y tomando decisiones audaces, si quieren ser competitivas en el siglo XXI.
V¨¦anse por ejemplo algunas de las disfunciones del sistema de educaci¨®n superior de M¨¦xico, el m¨¢s grande y complejo de Iberoam¨¦rica, pero relativamente similares en toda la regi¨®n. En lo que va del siglo, M¨¦xico pas¨® de dos millones de estudiantes en 2001 a 4,5 millones en 2018. Esto quiere decir que la cobertura de educaci¨®n superior creci¨® del 32% al 38,4% y, con cifras preliminares, podr¨ªa llegar al 39,4% en 2019. A pesar de ello, existe una profunda desconexi¨®n entre la composici¨®n de la oferta de educaci¨®n superior y la naturaleza de lo que demanda, en un sentido integral, el desarrollo de este pa¨ªs, derivada en parte de que la modernizaci¨®n de la econom¨ªa mexicana transform¨® su estructura manufacturera, urbana y de servicios, hasta convertirla en la m¨¢s diversificada de Am¨¦rica Latina. M¨¢s a¨²n, algunos indicadores sobre empleabilidad de egresados, retornos financieros de la educaci¨®n y capacidades base, muestran brechas que sugieren que la sola obtenci¨®n de un t¨ªtulo universitario ya no garantiza autom¨¢ticamente movilidad econ¨®mica y social relevante. Las razones son varias.
En primer lugar, el aumento en la esperanza de vida, cercana ya a los 77 a?os promedio en el pa¨ªs. Esto supone que la edad de retiro de las personas que trabajan se extender¨¢ unos a?os m¨¢s, lo que, junto con otros factores, como la automatizaci¨®n de ciertos procesos productivos o la crisis de las pensiones, reducir¨ªa la creaci¨®n de nuevos empleos. En segundo, el crecimiento sostenido de las clases medias. El INEGI, la autoridad de estad¨ªstica mexicana, calcula que en lo que va del siglo la poblaci¨®n de clase media creci¨® 33,8 por ciento, esto es, el n¨²mero de familias que se sumaron a este segmento pas¨® de 11,8 a 15,8 millones, lo que aument¨® la demanda de educaci¨®n y, naturalmente, la presi¨®n del egreso por los empleos. Una tercera tendencia es que la generaci¨®n, transmisi¨®n y adquisici¨®n de conocimiento dejaron de ser lentas, escasas y estables: hasta 1900 el conocimiento humano se duplicaba aproximadamente cada siglo; hoy sucede al menos cada 13 meses, lo que introducir¨¢ enorme presi¨®n en el dise?o y la estructura curricular de carreras y especialidades universitarias, pues el conocimiento se volver¨¢ r¨¢pidamente obsoleto. Y finalmente hay una transici¨®n del empleo que hace que, seg¨²n la OCDE, ocho de cada 10 nuevos puestos se est¨¦n creando en campos con un componente importante de innovaci¨®n y de mediano y alto valor agregado, los cuales no necesariamente est¨¢n siendo prove¨ªdos por las universidades tradicionales.
La evidencia es m¨¢s preocupante cuando se observan la tasa de desocupaci¨®n de los egresados, la ineficiencia en el financiamiento destinado a la educaci¨®n superior o las tasas de retorno. Por ejemplo, conforme a la Encuesta Nacional de Ocupaci¨®n y Empleo del INEGI del tercer trimestre de 2018, la tasa de desocupaci¨®n desagregada por nivel de instrucci¨®n, muestra que el 29% de los desempleados cuenta con estudios superiores, mientras que en el mismo trimestre de 2000 era 17%. La explicaci¨®n a este fen¨®meno no es sencilla. Por un lado, es posible que el incremento acelerado en la oferta de egresados de disciplinas no demandadas por el mercado laboral o la baja calidad de sus competencias base est¨¦n dificultando su inserci¨®n eficiente a los empleos relacionados con su carrera y, si lo hacen, el salario de entrada es poco competitivo, en torno a 270 d¨®lares mensuales seg¨²n una encuesta reciente.
Pero por otro, como han propuesto Levy y L¨®pez Calva, ¡°los retornos a la educaci¨®n han ca¨ªdo debido a que la demanda de trabajadores m¨¢s educados se ha rezagado¡±, sobre todo entre empresas y sectores econ¨®micos de bajo valor agregado o baja productividad. Si bien la prima salarial es a¨²n alta en Latinoam¨¦rica si se tiene educaci¨®n superior, se ha ido estrechando. Siguiendo la ecuaci¨®n de Mincer, la diferencia salarial entre los poseedores de educaci¨®n superior versus lo que solo tienen primaria completa ha decrecido de entre 97% y 115% en 1996-2000 a alrededor del 70% en 2016 (Levy, 2018). Cualquiera que sea la mejor hip¨®tesis, y es probable que ambas lo sean dependiendo de los mercados laborales y econ¨®micos de que se traten, el resultado es que la desconexi¨®n entre oferta y demanda est¨¢ afectando el futuro laboral de los egresados. Por tanto, de continuar la precarizaci¨®n del empleo ser¨¢ mayor el costo que el beneficio de haber estudiado una carrera, al menos desde el punto de vista salarial, y la productividad del pa¨ªs seguir¨¢ siendo baja. Y en segundo lugar, el problema del financiamiento. M¨¦xico tiene un nivel relevante de gasto en educaci¨®n, pero lo ejerce de manera ineficiente. Cuando se contrasta el crecimiento, el ingreso de las personas, la productividad laboral, y, en general, la competitividad del pa¨ªs, hay poca evidencia de que la mayor aplicaci¨®n de recursos a la educaci¨®n superior haya tenido un efecto significativamente alto.
Por ¨²ltimo, a pesar del aumento de la oferta y los campos de formaci¨®n, M¨¦xico (y de hecho Am¨¦rica Latina) no sobresalen en actividades de investigaci¨®n aplicada y de calidad, innovaci¨®n y desarrollo. Este hecho quiz¨¢ explique el insuficiente posicionamiento de sus instituciones educativas en las clasificaciones internacionales que eval¨²an capacidades de investigaci¨®n. En un ranking global reciente (Times Higher Education), que incluye 1250 instituciones, las universidades latinoamericanas mejor situadas, con excepci¨®n de seis, lo est¨¢n en la posici¨®n 601 en adelante; en cambio, las 10 mejores asi¨¢ticas se ubican entre las posiciones 22 y 95 a escala global.
En ese horizonte, el desarrollo de talento de muy alto nivel seguir¨¢ siendo el factor cr¨ªtico para toda Iberoam¨¦rica, y llevar¨¢ a una disrupci¨®n en el modelo de la educaci¨®n superior y a reinventar universidades y centros de investigaci¨®n para alcanzar la educaci¨®n pertinente y de extraordinaria calidad que se necesita.
Otto Granados?es presidente del Consejo Asesor de la OEI. Previamente fue secretario de Educaci¨®n P¨²blica de M¨¦xico.
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