El hambre levanta a los barrios contra Maduro
Las zonas populares de Caracas que tradicionalmente fueron fieles a Ch¨¢vez protestan ahora ante las carencias
Mar¨ªa Fernanda Rodr¨ªguez muestra con orgullo la cacerola que destroz¨® hace unas semanas. Un recipiente negro y rojo completamente abollado por los golpes que le ha propinado. Hasta el 21 de enero, se los daba desde su casa, medio a escondidas, cuando escuchaba un sonido similar desde otras ventanas. Esa madrugada fue diferente. El runr¨²n de que la gente estaba saliendo a las calles de su barrio se expandi¨® muy r¨¢pido. Sali¨® de casa disparada y baj¨® los 80 escalones que dan al cuartel de la Guardia Nacional. La ¨²nica forma que le quedaba de expresar su agotamiento. ¡°Estoy cansada de pasar hambre¡±.
Esta manicurista de 36 a?os, un torbellino de locuacidad, vive en el sector de Los Pinos, de Cotiza, un barrio de Caracas que se levant¨® en la v¨ªspera del 23 de enero, el d¨ªa en que la oposici¨®n volvi¨® a salir a las calles para protestar contra el Gobierno de Nicol¨¢s Maduro. Cotiza tiene un valor simb¨®lico enorme. Los barrios, en Venezuela, tienen una connotaci¨®n espec¨ªfica, no son una parte m¨¢s de una ciudad: son las zonas populares, las m¨¢s golpeadas, las que empoder¨® Hugo Ch¨¢vez, donde empez¨® a construir su programa Misi¨®n Vivienda, las que lo mantuvieron en el poder. Y las que tambi¨¦n han comenzado a decir basta.
¡°Cotiza era un sector chavista que jam¨¢s se levantaba, jam¨¢s marchaba, jam¨¢s sal¨ªa a protestar, por eso todo el mundo se qued¨® sorprendido. Fue un boom. Despu¨¦s, salieron otros barrios a protestar¡±, celebra Rodr¨ªguez, que admite que si no lo hab¨ªa hecho antes era por miedo: ¡°Siempre te dicen que si sales a marchar te van a matar, te van a meter presa¡ todav¨ªa me dicen: ¡®Mar¨ªa, mosca [alerta], cuidado¡¯. Pero yo les digo: ¡®Tranquilos, estoy con Dios, soy cristiana¡±.
La necesidad, que abarca el hambre, la falta de agua o los continuos cortes de luz, entre otras muchas carencias cotidianas, se impone a la pol¨ªtica en esta Venezuela convulsa. ¡°El hambre tiene cara de perro, eso ha llevado a muchas personas a estar contra el Gobierno, el hambre puede m¨¢s. He vivido el hambre en carne propia y es muy fuerte. Me he tenido que adaptar a cosas del Gobierno por necesidad¡±, dice Rodr¨ªguez. ¡°Hoy, el venezolano no vive, sino que sobrevive¡¡±, a?ade un poco m¨¢s tarde uno de sus vecinos, Julio Camargo, de 25 a?os, que regres¨® a Venezuela hace un a?o desde Colombia, donde pas¨® ocho meses. ¡°Todo ha empeorado, se me hace dif¨ªcil cubrir los gastos de pa?ales para mi beb¨¦. Gasta 20 pa?ales semanales, equivalente a un salario m¨ªnimo (18.000 bol¨ªvares, unos seis d¨®lares), es decir, al mes gasto unos 60.000 bol¨ªvares en pa?ales¡±.
Camargo dej¨® de estudiar enfermer¨ªa porque no pod¨ªa compaginar la universidad con el trabajo. Ahora ayuda a sus padres con la bodega [tienda] que tienen en el barrio. Su madre, cuenta, ha ido guardando poco a poco todos los s¨ªmbolos que recordaban a Ch¨¢vez que ten¨ªa en casa: camisetas, un cuadro pintado¡ El joven, sin embargo, no se atreve a decir que sus padres hayan dado la espalda al chavismo. Si acaso, al madurismo. Y tampoco del todo. ¡°Piensan que ellos tienen la casa que tienen gracias a Ch¨¢vez¡±.
¡°Ch¨¢vez tom¨® la decisi¨®n, conscientemente o no, de usar el discurso grupoc¨¦ntrico como uno de los elementos para hacer campa?a¡±, opina Daniel Varnagy, profesor de la Universidad Sim¨®n Bol¨ªvar. ¡°?Qu¨¦ significa el grupoc¨¦ntrico? Ricos contra pobres, blancos contra negros, profesionales contra personas sin formaci¨®n, es decir, elementos a trav¨¦s de los cuales en el discurso t¨² planteas una dualidad permanente a una cosa que se llama la atribuci¨®n diferenciada a una de las cualidades... Ch¨¢vez retoma y lleva a su m¨¢xima expresi¨®n este discurso cuando sataniza, por ejemplo, el concepto de propiedad privada con expropiaci¨®n y eso despert¨® una caracter¨ªstica que s¨ª exist¨ªa en la poblaci¨®n venezolana, incluso hay estudios que lo determinan, pero estaba dormida, que era el resentimiento de clases¡±, analiza este doctor en Ciencias Pol¨ªticas, para quien ese ¡°resentimiento en t¨¦rminos emocionales y psicol¨®gicos se tradujo como la polarizaci¨®n de la sociedad porque hab¨ªa una parte que cumpl¨ªa con uno de los elementos de esta escisi¨®n grupoc¨¦ntrica por el lado positivo, es decir, poblaci¨®n de una tez m¨¢s oscura, menor nivel econ¨®mico que, de alguna manera, era muy proclive a recibir un discurso populista y hab¨ªa otro grupo de la poblaci¨®n menor num¨¦ricamente que eran los blancos, los ricos, los amos del valle. Esa polarizaci¨®n fue una estrategia muy clara por parte de Ch¨¢vez para amarrar emocionalmente a la mayor parte de la poblaci¨®n¡±.
La sensaci¨®n en Cotiza es que la supervivencia no concibe ideolog¨ªas, no es un asunto ya de izquierdas o derechas, sino de estructuras m¨¢s coercitivas como los CLAP, las cajas de alimentos que promueve el Gobierno de Nicol¨¢s Maduro. ¡°Nosotros no dependemos de la caja del CLAP, pero s¨ª vemos c¨®mo la gente del barrio depende de ellas y todo el tiempo est¨¢ preguntando cu¨¢ndo llegar¨¢. Viven de falsas expectativas porque les prometen que la caja llegar¨¢ quincenal y no mensual. Ofrecen pernil, huevos y no llegan¡±, asegura Camargo.
Las protestas se han contenido la ¨²ltima semana. El miedo a la represi¨®n est¨¢ latente, como las amenazas de quedarse sin ayudas a aquellos que alcen la voz. ¡°Han amenazado con no dar las cajas de comida y tampoco los bonos de ayuda. Mi mam¨¢ me dice que me relaje, pero escucho tantas cosas que me indigno¡±, asegura Rodr¨ªguez, la manicurista, que se informa por lo general con el celular de su t¨ªa, a trav¨¦s de lo que le llega. No tiene duda de que volver¨¢ a salir a protestar. ¡°Yo bajo del barrio y sigo con mi rebeli¨®n¡±.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.