El miedo ha cambiado de bando en Argelia
Buteflika, por su enfermedad y la monstruosidad de su reinado inmoral, representa la lenta agon¨ªa de esta casta que se niega a morir
Un helic¨®ptero da vueltas en un magn¨ªfico cielo azul. Quiz¨¢ est¨¦ filmando una escena inveros¨ªmil e inesperada en Argelia: decenas de miles de manifestantes, j¨®venes, ancianos, familias y ni?os que gritan consignas contra Buteflika. Hace apenas unas semanas, dos j¨®venes fueron arrestados y condenados a seis meses de prisi¨®n por mostrar, en una ciudad del interior, una pancarta que dec¨ªa: ¡°No al quinto mandato¡±. Estos j¨®venes no son los primeros: el r¨¦gimen argelino se enfrenta con virulencia al nuevo liderazgo surgido de las redes sociales. Muchos est¨¢n en la c¨¢rcel, o lo han estado ya, por mostrar una imagen de Buteflika, un eslogan, una caricatura. Cuanto m¨¢s se hund¨ªa el r¨¦gimen de Argel en el surrealismo de una dictadura descarnada, m¨¢s cruel se mostraba con la generaci¨®n m¨¢s joven. Una especie de infanticidio de larga duraci¨®n cometido por la generaci¨®n de descolonizadores, todos mayores de 75 a?os, contra los ni?os del nuevo mundo argelino. En Argelia, el techo de cristal es generacional: si no se ha tomado parte en la guerra de liberaci¨®n o no se es un pariente cercano de la casta de los descolonizadores y sus secuaces, hay que exiliarse, marcharse, huir o callarse.
Buteflika, por su enfermedad, su degradaci¨®n f¨ªsica, su obstinaci¨®n, la monstruosidad de su reinado inmoral, representa la lenta agon¨ªa de esta casta que se niega a morir; el anuncio de un quinto mandato de ¡°la momia¡±, como lo llaman los argelinos, ha abierto la cerradura del miedo.
En Or¨¢n, yo estaba entre esas decenas de miles de argelinos. A la una de la tarde, en el centro de la ciudad, la gran plaza frente al Ayuntamiento. Solo unos pocos. Tuve un momento de angustia: si hoy la movilizaci¨®n no es espectacular, el r¨¦gimen ganar¨¢. As¨ª que esper¨¦ junto a otros: selfis, primeras retransmisiones en directo en Facebook, preparaci¨®n de pancartas. De repente, un hombre toma la palabra y milagrosamente la multitud se multiplica: ¡°No nos avergonc¨¦is: ni violencia ni destrozos. Los malos son ellos, no nosotros. Los polic¨ªas son como t¨² y yo: hijos del pueblo¡±. Le aplauden. ¡°No debe correr ni una sola gota de sangre, de lo contrario, ser¨¢ un pretexto para sumergirnos de nuevo en la d¨¦cada oscura¡±. La d¨¦cada de 1990, la de la guerra civil entre islamistas y soldados. A su alrededor, los j¨®venes escuchan atentamente. No son activistas, sino j¨®venes que sue?an con tener un visado, llegar a Espa?a o ser reclutados como polic¨ªas a cambio de un salario. En media hora, la multitud se convierte en ¡°pueblo¡±: es la hora de la salida de las mezquitas. El r¨¦gimen ha tratado de usar a los imanes para calmar los ¨¢nimos, pero no ha servido de nada; los fieles han abandonado las mezquitas revolucionados.
Una hora despu¨¦s llegan las marchas, fabulosas, enormes. Vibro, me dejo llevar, emocionado, sin nombre. Las consignas se convierten en aliento. Los manifestantes se dirigen hacia las escaleras del Ayuntamiento, bloqueadas por los antidisturbios. No se mueven. Caras cansadas. Saben que est¨¢n en el lado equivocado de la barrera. Los esl¨®ganes son un programa y respuestas ingeniosas a las ¨²ltimas declaraciones de los apparatchiks del r¨¦gimen. Primero el famoso ¡°Silmiya, Silmiya¡±. Traducci¨®n: marchas pac¨ªficas. ¡°Ciudadanos, polic¨ªas, hermanos y hermanas¡±, para oponerse al chantaje del r¨¦gimen que repite desde hace d¨ªas que el pa¨ªs correr¨¢ la misma suerte que Siria. Luego vienen los debates: ¡°Argelia no es una monarqu¨ªa, es una rep¨²blica¡±. Aparecen enormes banderas. El ruido de los helic¨®pteros rasga el cielo. Seguramente est¨¢n grabando; el r¨¦gimen parece observar desde detr¨¢s de las persianas. Por primera vez desde la independencia, la gente puede invadir la calle sin miedo. En general esto se traduce en una dura represi¨®n, violencia. Esta vez, no. El miedo ha cambiado de bando.
Pero el eslogan m¨¢s ¡°nacional¡±, el m¨¢s popular, y que es imposible de traducir, es el enigm¨¢tico ¡°No habr¨¢ 5? [mandato] oh Buteflika, aunque traigas al BRI, o aunque traigas al Trueno¡±. Es dif¨ªcil traducirlo, bajo el hermoso sol del momento: el BRI, son las Brigadas de Investigaci¨®n e Intervenci¨®n. Los ¡°Truenos¡± son unidades de ¨¦lite de la polic¨ªa. Se grita con el coraz¨®n y con el cuerpo. ?Qui¨¦nes son? A las tres de la tarde eran j¨®venes, en moto, a pie, chicas y chicos. A las cuatro, se les unen familias, ni?os, personas mayores, toda la ciudad. Banderas en los balcones de los edificios, barcas. Camino bajo el sol con un amigo, algo aturdido. La multitud gira, recorre las calles, canta. En el fondo, quiere marchar sobre Argel y all¨ª, tal vez reunirse, amenazar la sede de la Presidencia. Tal vez invadirla en un ¨²ltimo gesto extra?o: esta Presidencia lleva a?os desierta. Buteflika, un hombre enfermo, ya no vive all¨ª. Vive en su residencia hipermedicalizada de Zeralda, en la costa de Argel. La Presidencia es la sede de un poder fantasmal, de los testaferros, de los clanes del r¨¦gimen, secuaces de la familia Buteflika.
?De qu¨¦ estar¨¢ hecho el ma?ana? Buteflika y su familia pueden disparar contra la multitud o coger un avi¨®n. Pueden apostar por el desgaste; ya han malgastado 20 a?os. Juego peligroso. Regreso. Ma?ana empezaremos de nuevo, por supuesto. ¡°El Harraga, que Dios tenga piedad de sus almas¡±, gritan, tristes, bajo los muros de Or¨¢n. El Harraga son esos j¨®venes que se echan al mar en una patera para llegar a Espa?a. No por falta de pan, sino por falta de sentido. Ese sentido que los j¨®venes de hoy encuentran y cantan.
Kamel Daoud es escritor y periodista argelino.
Traducci¨®n de News Clips
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