Una crisis cr¨®nica
Los militares venezolanos no creen en una invasi¨®n, aunque no descartan una operaci¨®n ¡°quir¨²rgica¡±. Ellos son la clave de una crisis que ha vuelto a parecer cr¨®nica
Juan Guaid¨®, que para m¨¢s de 50 pa¨ªses es el presidente interino de Venezuela, regres¨® ayer a Caracas, despu¨¦s de una gira por pa¨ªses de la regi¨®n que consideran que Nicol¨¢s Maduro est¨¢ usurpando el poder. La escena a la que se incorpor¨® Guaid¨® es muy distinta de la que dej¨® antes de emprender su viaje. La segunda del r¨¦gimen, Delcy Rodr¨ªguez, amenaz¨® desde Mosc¨² con que se le sancionar¨ªa. Las dos facciones que protagonizan el trist¨ªsimo drama venezolano se endurecieron despu¨¦s de que el dictador Maduro impidi¨® el ingreso de ayuda humanitaria. La pretensi¨®n de restablecer la democracia por la v¨ªa electoral sigue siendo la ¨²nica saludable. Y, en el corto plazo, la alternativa m¨¢s ut¨®pica.
El 23 de febrero, cuando bloque¨® el reparto de bienes de primera necesidad para aliviar las penurias de la poblaci¨®n, Maduro alcanz¨® un objetivo que se vuelve m¨¢s indispensable cuanto mayor es su d¨¦ficit de legitimidad. Demostr¨® otra vez que controla el territorio. Sus opositores y muchos de los gobiernos que lo desconocen, con el de los Estados Unidos a la cabeza, reajustan sus expectativas. Cada facci¨®n se radicaliza un poco m¨¢s.
La jura de Guaid¨® como presidente fue seguida de manifestaciones multitudinarias en contra de Maduro. A los pocos d¨ªas, reunido con un grupo de embajadores europeos, el dictador adelant¨® que no reprimir¨ªa las protestas, esperando el descenso de la ola. Ese tono contemplativo dej¨® lugar, en estas horas, a una renovada agresividad. Maduro ubic¨® en primera l¨ªnea a los titulares del m¨¢s inclemente aparato represivo. Iris Varela, responsable de las c¨¢rceles. Y Freddy Bernal, un ex polic¨ªa que est¨¢ al frente de los colectivos. Estas agrupaciones dejaron hace mucho de ser militantes barriales para convertirse en bandas armadas, casi siempre vinculadas a la delincuencia. Cuando hubo que impedir el ingreso de ayuda humanitaria, los colectivos prestaron para sus jefes un servicio invalorable: sembraron el p¨¢nico en las fronteras con Brasil y con Colombia.
Al utilizar estas camarillas, el r¨¦gimen desnuda su ferocidad. Pero tambi¨¦n confiesa su debilidad: la incertidumbre sobre el grado de subordinaci¨®n de polic¨ªas y militares. Por eso, cuando Guaid¨® comenz¨® a recorrer el pa¨ªs aclamado por las masas, Maduro decidi¨® que lo vean visitando los cuarteles.
El alineamiento de los uniformados frente al conflicto de legitimidades es la principal inc¨®gnita que presenta Venezuela. Muchos altos mandos militares cambian su obediencia por negocios. Controlan un sector de la miner¨ªa, la importaci¨®n de alimentos y hacen ganancias siderales con un acceso privilegiado a las divisas. Estas corruptelas explicar¨ªan su disciplina. Pero no ser¨ªan el ¨²nico factor. Hay especialistas, como Roc¨ªo San Miguel, que consideran que el 90% de los soldados detesta a Maduro. Y que la mayor¨ªa pasa las penurias del com¨²n de la gente. Si no se rebelan es porque tienen miedo al castigo del chavismo o a la justicia de su sucesor.
El juego de los militares es todav¨ªa m¨¢s misterioso para los principales rivales de Maduro. El departamento de Estado de los Estados Unidos, por ejemplo, apost¨® a que la jura de Guaid¨®, en enero, ser¨ªa saludada con un levantamiento militar contra Maduro. Y se lo hizo saber a gobiernos amigos. No ocurri¨®. Para Jeffrey Sachs y Francisco Rodr¨ªguez fue otra demostraci¨®n de los errores de c¨¢lculo que suele cometer Washington. En 2011 Barack Obama anunci¨® la inminente ca¨ªda del sirio Bachar el Asad, del mismo modo que en 2003 George W. Bush se ufan¨® de haber terminado con ¨¦xito lo que ser¨ªa la interminable invasi¨®n a Irak.
Donald Trump, inspirado por el senador Marco Rubio, mira con ansiedad hacia Venezuela. Al derrumbe venezolano le suceder¨ªa el cubano y el nicarag¨¹ense. Es el domin¨® que hay en su cabeza. En plena campa?a electoral, le gustar¨ªa ser considerado un peque?o Reagan: el hombre que termin¨® en la regi¨®n con algo, para ¨¦l, parecido al comunismo.
Guaid¨® so?¨® ayer que su regreso triunfal a Venezuela relanzar¨¢ a la oposici¨®n hacia un horizonte esperanzado. Cuando fracas¨® la distribuci¨®n de ayuda, consign¨® en un tuit que, en adelante, estaban disponibles todas las opciones. Algunos dirigentes de su entorno consultaron a Washington por una alternativa militar. Tambi¨¦n los rivales del r¨¦gimen se radicalizaron. Sin embargo, cualquier fantas¨ªa sobre el uso de la fuerza se disolvi¨® con la gira sudamericana: ning¨²n gobierno aceptar¨ªa esa salida. Los pa¨ªses del Grupo de Lima lo documentaron hace una semana, en Bogot¨¢.
Esta columna se redacta mientras en Caracas se configura una nueva jugada de ajedrez. La posibilidad de que Maduro deje de consentir las movilizaciones en su contra y castigue a Guaid¨®, que para m¨¢s de 50 pa¨ªses es el presidente interino, tiene una extraordinaria densidad. El gobierno de Donald Trump ten¨ªa previsto intervenir por la fuerza ante tres eventuales agresiones: contra sus diplom¨¢ticos, contra la Asamblea Nacional o contra Guaid¨®.
Los militares venezolanos no creen en una invasi¨®n. Pero no descartan por completo una operaci¨®n ¡°quir¨²rgica¡±. Ellos hablan al o¨ªdo de Maduro. Son la clave de una crisis que ha vuelto a parecer cr¨®nica.
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