El idioma compartido
Volveremos a comunicarnos, sin importar que las historias sean tristes o monstruosas
En su extraordinario ensayo Coger un papel y dibujar, John Berger cuenta de manera pormenorizada la noche en la que ¨¦l y la escritora Latife Tekin, quien era monoling¨¹e en turco ¡ªidioma del que el artista y escritor ingl¨¦s no conoc¨ªa ni una palabra y media¡ª, se las arreglaron para comunicarse.
Berger y Tekin se hab¨ªan citado a cenar, junto con un par de amigos en com¨²n que fungir¨ªan como traductores, pues las novelas de la escritora hab¨ªan maravillado al intelectual ingl¨¦s. La pareja de amigos, sin embargo, qued¨® desplazada desde el comienzo: la primera mirada que Berger y Tekin intercambiaron fue de recelo y el ambiente, de golpe, se carg¨® de una terrible timidez.
Para romper aquella timidez, Berger recurri¨® al otro idioma que conoc¨ªa: sac¨® un bloc de notas de su mochila y se dibuj¨® a s¨ª mismo leyendo una de las novelas de Tekin. Tras re¨ªrse y darle la espalda a la pareja de amigos, la escritora tom¨® el bloc y dibuj¨® una barca volcada, anunciando as¨ª que no sab¨ªa dibujar. Pero Berger no estaba dispuesto a darse por vencido: tom¨® el bloc y gir¨® el dibujo de Tekin, para que ¨¦ste quedara boca arriba. Ella, entonces, hizo otro dibujo: todas las barcas, aseveraba, se acaban hundiendo.
A partir de ese momento, la conversaci¨®n se volvi¨® ¨ªntima y profunda: ¡°Yo le dije que en el fondo del mar hab¨ªa p¨¢jaros. Ella me dijo que hab¨ªa un ancla en el cielo. (Est¨¢bamos bebiendo raki, como los dem¨¢s). Entonces me cont¨® la historia de las excavadoras municipales que derribaban las chabolas que se constru¨ªan por la noche. Y yo le cont¨¦ la historia de una anciana que viv¨ªa en una furgoneta. Cuanto m¨¢s dibuj¨¢bamos, mejor nos entend¨ªamos. Terminamos ri¨¦ndonos de nuestra propia velocidad, aunque las historias fueran tristes o monstruosas¡±.
Antes, en el mismo ensayo, Berger cuenta c¨®mo aprendi¨® a dibujar en el internado al que sus padres lo enviaron, observando las diferencias entre los modelos y los dibujos de uno de sus maestros antes que copiando aquellos modelos. Despu¨¦s, hacia el final del texto, narra la historia de un dibujo de Picasso, un torso de mujer que, a diferencia del resto de su obra, no era ni ¡°una de sus figuras inventadas¡± ni tampoco ¡°una de sus figuras al natural¡±, pues parec¨ªa, m¨¢s bien, ¡°aparecer en el papel como aparecer¨ªa en un recuerdo¡±.
Lo que Berger hace en el texto referido es utilizar estas tres historias para demostrar que, en esencia, hay ¡°tres maneras distintas en las que funcionan los dibujos¡±. ¡°Hay dibujos que estudian y cuestionan lo visible (como los de su maestro), otros que muestran y comunican ideas (como los que intercambiaron ¨¦l y Tekin), y, por ¨²ltimo, aquellos que se hacen de memoria (como el torso de la mujer de Picasso)¡±.
Cuento esto aqu¨ª porque me parece que el postulado de Berger tambi¨¦n puede aplicarse al habla. Finalmente, como nos ha quedado claro gracias, entre muchos otros, a George Didi Huberman o a Giorgio Agamben, la palabra es una imagen, en la misma medida en que la imagen es una palabra.
Digamos entonces que hay tres maneras en las que funciona el habla ¡ªen relaci¨®n, obviamente, con sus detonantes¡ª: est¨¢ la que estudia y cuestiona lo visible, est¨¢ esa otra que muestra y que comunica ideas y, por ¨²ltimo, est¨¢ aquella que se hace de memoria.
En el primer caso, el habla que estudia y cuestiona lo visible, las palabras resultar¨ªan de la tensi¨®n que se crea entre la realidad y quien decide nombrarla, es decir, las palabras ser¨ªan la consecuencia del enigma que encierra cualquier hecho, suceso o evento, por nimio que parezca.
Como si yo, Emiliano Monge, tras observar a una pareja de migrantes, aprendiera a nombrarla, m¨¢s que por lo que yo mismo soy capaz de expresar, por lo que alguien m¨¢s es capaz de enunciar a voz en cuello: ¡°Me entristeci¨® observar sus ¨²ltimos momentos, el hombre y la mujer se desped¨ªan, probablemente para siempre. No quedaba, entre ellos dos, m¨¢s que silencio¡±.
En el segundo caso, el habla que muestra y comunica ideas, las palabras se gestar¨ªan en sentido opuesto, o avanzar¨ªan, por decirlo de otro modo, en sentido contrario: buscar¨ªan llevar al mundo lo que antes, lo que primero hubiera sido imaginaci¨®n. En estos discursos, las palabras construir¨ªan lo que deber¨ªa habitar el mundo, por lo que, en lugar de vincularse con la verdad, se vincular¨ªan con la veracidad.
Como si Andr¨¦s Manuel L¨®pez Obrador, por ejemplo, aseverara en una de sus conferencias matinales ¡ªy todos le crey¨¦ramos al escucharlo¡ª: ¡°Los migrantes ya no enfrentan lo que antes enfrentaban en M¨¦xico. Ahora tienen v¨ªa libre. Si los ven sentados en una banqueta, es porque est¨¢n descansando. Todos ellos reciben ahora un permiso humanitario, que les permite, adem¨¢s, migrar en grupo, en pareja, en familia. M¨¦xico es un pa¨ªs amigo, ya no es un territorio de enemigos y peligros¡±.
En el tercer caso, el habla que se hace de memoria, las palabras se convertir¨ªan en herramientas de redenci¨®n. Ser¨ªan, en otros t¨¦rminos, las llaves que abrir¨ªan las puertas de las mazmorras en las que un recuerdo, una impresi¨®n, un apunte involuntario o un pedazo de informaci¨®n mal digerida habr¨ªa dejado encadenado al tiempo. En estos discursos, las palabras ni construir¨ªan ni cuestionar¨ªan, sino que exorcizar¨ªan, para que el tiempo volviera a transcurrir sobre sus rieles.
Como si alguno de ustedes, tras haber visto una y mil veces a los migrantes que atraviesan M¨¦xico, de pronto, intempestivamente, aseverara: ¡°S¨ª, ellos est¨¢n ah¨ª y han sido traicionados, obligados a volver a huir de las fuerzas policiales de un Gobierno que les hab¨ªa prometido otra cosa. Y nosotros estamos en la acera de enfrente, sin hacer nada. No lo hab¨ªa pensado as¨ª, pero esto es lo importante: ?c¨®mo podr¨ªamos hacer algo?¡±.
O como si cualquiera de ustedes, cenando con Latife Takin, quien no sabe dibujar ni habla una palabra de espa?ol ¡ªme atrevo a suponer que ustedes tampoco saben turco pero que tienen dedos ¨¢giles¡ª, despu¨¦s de que ella modelara una barca volteada, le dieran vuelta al pedazo de migaj¨®n con que ella est¨¢ jugando, para que la barca quedar¨¢ boca arriba.
Como si ustedes, tras re¨ªrse despu¨¦s de que Takin modelara el ancla del cielo, esculpieran la parvada del fondo del mar. Y luego de que ella diera forma a las excavadoras derribando las chabolas, tallaran a los migrantes que se despiden, cada madrugada, en alguna frontera.
Y es que solo as¨ª, dibujando, escribiendo o modelando, buscando desesperadamente alg¨²n idioma compartido, lograremos entendernos nuevamente.
Y volveremos a comunicarnos, sin importar que las historias sean tristes o monstruosas.
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