?Qu¨¦ seguridad p¨²blica?
Los que lleguen a ser los modos justificados de usar la fuerza han quedado ma?osa o coincidentemente en lo que haya de ser la Guardia Nacional de L¨®pez Obrador
La creaci¨®n del derecho suele realizarse en complejas tensiones. ?Sus normas deben dar cuenta de lo existente o impulsar lo deseable? Con lo primero, ser¨ªan fotograf¨ªas de la realidad presente; con lo segundo, dise?os para cambiar. En la historia jur¨ªdica, como en el Eclesiast¨¦s, ha habido tiempos de permanencia y tiempos de cambio. Nunca todo siempre, ni nunca nada nunca. Ante nuestros ojos est¨¢ por darse una importante y profunda transformaci¨®n jur¨ªdica. Una de esas que en el presente parecen necesarias, pero que en el futuro cercano pueden considerarse equivocadas. Me refiero a lo que va a quedar definido como seguridad p¨²blica. Las posibilidades de actuaci¨®n de los cuerpos dotados del uso leg¨ªtimo de la fuerza estatal.
Desde que se inici¨® la as¨ª llamada guerra contra el narco, de a poco y mal han querido crearse instancias y procesos para las fuerzas armadas y las polic¨ªas. El resultado es algo abigarrado e ininteligible cuya existencia depende de la marca "sistema nacional". Palabras que evocan lo inexistente y permiten suponer que algo hay. Que, al haber seguridad, la violencia no tiene que fragmentarse en tribus o depositarse en las manos de cada cual. Las discusiones en el Congreso tratar¨¢n de articular el diluido monopolio del uso de la fuerza estatal para materializar las ausencias que la poblaci¨®n reclama y el Estado requiere. El contexto es favorable para nuevos dise?os. Para la dotaci¨®n de posibilidades operativas en quienes se desea traigan seguridad y paz. Para simplificar discursos y lograr consensos, el cambio se ha personificado en un cuerpo.
En el imaginario, la Guardia Nacional ya ha desplazado todo lo dem¨¢s. Un instrumento, entre muchos, ha desalojado al modelo al cual se debe. Lo que sea la seguridad p¨²blica, lo que sean las posibilidades intromisivas del Estado frente a los delincuentes o los habitantes ordinarios, los que lleguen a ser los modos justificados de usar la fuerza o de registrar a los criminales declarados o presumidos, ha quedado ma?osa o coincidentemente en lo que haya de ser la Guardia Nacional. El distractor, m¨¢s all¨¢ de su propia importancia, ha funcionado. Un verde ¨¢rbol marcado con las letras GN, nos est¨¢ impidiendo ver el espeso y laber¨ªntico bosque al que entraremos.
Tomemos perspectiva. La seguridad p¨²blica no es un fen¨®meno natural. Es una construcci¨®n dependiente de tradiciones, retos y posibilidades tecnol¨®gicas, decidida en un espec¨ªfico contexto pol¨ªtico. Para mantener condiciones tenidas por valiosas, se forman cuerpos con un estatus propio e integrantes autorizados para hacer cosas prohibidas a los dem¨¢s. Todo pasa por saber qui¨¦nes, c¨®mo, por qu¨¦, para qu¨¦, ante qui¨¦n, cu¨¢ndo y d¨®nde, pueden actuar esos sujetos eximidos y armados. Con la seguridad p¨²blica quieren re-crearse y no reproducirse lo dado. Por ello, se discuten las normas jur¨ªdicas que la prevean y la posibiliten. Cada punto est¨¢ abierto de manera velada. La decisi¨®n t¨¦cnica sobre el correcto uso de la fuerza por polic¨ªas o soldados, tiene que ver con las posibilidades ciudadanas y no solo con los actuares delictivos. Las relaciones entre guardias nacionales y polic¨ªas locales, no es solo un asunto competencial o tarifario, sino la posible entronizaci¨®n federal y su correlativa centrifugaci¨®n estatal. As¨ª con cada tema hasta alcanzar nuevas composiciones.
Al hablarse de seguridad p¨²blica suele aludirse a las relaciones entre polic¨ªas y delincuentes y delincuentes y sociedad, dejando de lado las de las polic¨ªas y la colectividad. Como la definici¨®n de esos porosos conjuntos termina resultando de lo que las normas permitan hacer a quienes ejerzan esa funci¨®n, ello es lo que est¨¢ en juego al discutirse las leyes correspondientes en el Congreso. En el juego infantil de los polic¨ªas y ladrones, no hab¨ªa sociedad ni individuos intermedios. En la compleja realidad presente, desde luego los hay. Por ello, una y otros deben ser pensados e incorporados. No caigamos en otro juego, ¨¦ste s¨ª poco infantil: el de suponer que a las autoridades solas y por el hecho de serlo, les corresponde nuestro completo y total cuidado.
Twitter: @JRCossio
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