Canci¨®n de hielo y fuego
A los brincos temibles del ambiente y el consecuente deterioro de las condiciones de vida de millones, los negadores del cambio clim¨¢tico responden con terquedad suicida
El pasado domingo 30 de junio cay¨® una tormenta de granizo sobre Guadalajara, mi ciudad, como no se hab¨ªa visto antes. En algunos puntos se acumul¨® metro y medio de hielo en las calles. Autom¨®viles y motocicletas fueron arrastrados como ramitas. Decenas de casas y comercios se inundaron y perdieron sus puertas, ventanas, macetas, mercanc¨ªas... S¨²bitamente helada, la ciudad parec¨ªa una colecci¨®n de postales de Alaska o Siberia. A la vez (y a 10.000 kil¨®metros de distancia en diagonal hacia el norte, si miramos un mapa), en Berl¨ªn, Alemania, donde se acostumbran en los meses de fr¨ªo las temperaturas muy por debajo del cero, la calle ard¨ªa. Los visitantes est¨¢bamos agazapados en la sombra, aplastados por el calor¨®n, y los term¨®metros del verano registraban 39 cent¨ªgrados. Todo un r¨¦cord. La radio emit¨ªa recordatorios para ancianos y ni?os sobre la necesidad de rehidratarse y la gente dejaba platos de agua fresca para perros y gatos en las puertas de sus casas y negocios.
Fr¨ªo donde nunca lo hubo y sofocos en sitios donde no se conoc¨ªan. Esto nos ha tocado ver. Las temperaturas del planeta se desquician, el ?rtico y los hielos eternos se disuelven, el nivel de los oc¨¦anos crece y amenaza la vida en las costas, la deforestaci¨®n campea y la posibilidad (casi la certeza) de la extinci¨®n acorrala a millones de animales, insectos y plantas. El agua potable se contamina y sus reservas disminuyen, las acumulaciones de pl¨¢sticos y desechos t¨®xicos desbordan playas, mares, pueblos, campos. Y sin embargo, sobra quien piense que decir esto es una exageraci¨®n, un alarmismo o parte de un complot y que se?alarlo es cosa de neur¨®ticos o quisquillosos. Como en aquella pel¨ªcula llamada Erik el Vikingo (de Terry Jones, uno de los Monty Python), en la que los griegos de una isla que se hunde se resisten a creer que el nivel del agua est¨¦ subiendo hasta que se ahogan, nuestros pol¨ªticos se obstinan en negar que las consecuencias del cambio clim¨¢tico sean reales.
A los brincos temibles del ambiente y el consecuente deterioro de las condiciones de vida de millones, los negadores responden con terquedad suicida. Los ejemplos sobran. Donald Trump, el presidente de Estados Unidos, desestima de plano el concepto mismo de cambio clim¨¢tico, abre ¨¢reas naturales protegidas a la explotaci¨®n y manda eliminar incluso las referencias al calentamiento global de los documentos oficiales. Jair Bolsonaro, el mandatario de Brasil, da marcha atr¨¢s a las medidas destinadas a proteger la selva amaz¨®nica y la pone a merced de ganaderos, taladores, mineras y explotadores en general. El Gobierno de Andr¨¦s Manuel L¨®pez Obrador, en M¨¦xico, le apuesta al carb¨®n y a la refinaci¨®n de petr¨®leo y relega las energ¨ªas renovables al caj¨®n. El nuevo alcalde de Madrid, Jos¨¦ Luis Mart¨ªnez-Almeida, se afana en revertir las medidas para paliar el exceso de veh¨ªculos y contaminaci¨®n en el centro de su ciudad...
Y esos mismos pol¨ªticos fomentan y multiplican, entretanto, otros debates que entierran y marginan la discusi¨®n sobre el cambio clim¨¢tico, que deber¨ªa resultar central. Pero su negativa a aceptar la realidad del tema no puede ser considerada, de ning¨²n modo, ingenua. Rechazar, como se hace, los informes cient¨ªficos y estad¨ªsticos y las recomendaciones de pol¨ªticas p¨²blicas que se desprenden de ellos (y que indican, cada vez, la urgencia de cambiar nuestros patrones de consumo y comportamiento) y mostrar, como se hace tambi¨¦n, una infinita manga ancha para que los intereses industriales, comerciales y extractivistas manejen los recursos naturales a su antojo ha dejado de ser un asunto de conveniencias pol¨ªticas y es directamente un atentado contra el conjunto de los humanos y el planeta.
El otro d¨ªa le¨ªa a un articulista profetizar que el nuestro siglo ser¨¢ recordado como el de la irresponsabilidad. Y me dije: este es un optimista que piensa que el mundo seguir¨¢.
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