La necropol¨ªtica como r¨¦gimen de gobierno
El propio funcionamiento de los Estados de Am¨¦rica Latina promueve en muchas ocasiones pol¨ªticas de la muerte
Brasil y Colombia se disputan el miserable primer puesto del pa¨ªs m¨¢s peligroso para los defensores de derechos humanos. Si se trata de la tierra o del medio ambiente, Colombia es el pa¨ªs m¨¢s violento; si hablamos de los derechos de las mujeres o de la poblaci¨®n LGTBI, Brasil lidera la tasa de homicidios. La divisi¨®n de las cuestiones de derechos humanos es una forma de clasificar los temas de mayor riesgo en cada pa¨ªs, pero historias concretas de activistas amenazados o asesinados muestran que la frontera es incierta. Yirley Velasco es campesina, superviviente de la masacre de El Salado (Colombia). Fue v¨ªctima de violencia sexual en el a?o 2000 y recibi¨® amenazas de muerte por su activismo pol¨ªtico en defensa de los derechos de las mujeres en Montes de Mar¨ªa, donde Mar¨ªa del Pilar Hurtado fue asesinada frente a sus hijos. Tal¨ªria Petrone ejerce como diputada federal, fue amiga de Marielle Franco?¡ªla concejal asesinada por milicias en R¨ªo de Janeiro¡ª, es?una voz activa en favor los derechos humanos en la pol¨ªtica nacional brasile?a y ha sido amenazada.
?C¨®mo definir la frontera entre la lucha de Yirley o de Tal¨ªria? ?Ser¨ªan cuestiones de tierra o cuestiones urbanas? ?Luchas feministas o de l¨ªderes comunitarios? Estas preguntas permiten? entender la complejidad de la agenda de los derechos humanos en la actualidad, en particular en Am¨¦rica Latina. Hay un cruce permanente entre la precariedad de la vida que hace a algunos l¨ªderes pol¨ªticos m¨¢s vulnerables y lo que Achille Mbembe llam¨® la ¡°necropol¨ªtica¡±: pol¨ªticas de muerte para el control de la poblaci¨®n. Mbembe se inspira en Michel Foucault, en su clase final del curso Defender la sociedad, en 1976. En su curso, Foucault introdujo la idea de c¨®mo el racismo de Estado ser¨ªa uno de los mecanismos del biopoder y de la biopol¨ªtica. Entre el poder de ¡°hacer vivir y dejar morir¡±, el racismo de Estado determinar¨ªa qui¨¦n vive y qui¨¦n muere. Mbembe fue m¨¢s lejos que Foucault y mostr¨® como el biopoder es insuficiente para entender las relaciones de enemistad y de persecuci¨®n contempor¨¢neas, ya que hay una necropol¨ªtica en marcha para producir los ¡°mundos de la muerte¡±.
Yirley ha le¨ªdo en el mensaje depositado en su casa, ¡°la instrucci¨®n es eliminarte¡±. Tal¨ªria fue informada por la polic¨ªa que los planes para matarla son viejos y orquestados en la deep web. Las dos l¨ªderes de derechos humanos pidieron protecci¨®n a sus Gobiernos para mantenerse con vida. La solicitud de Tal¨ªria fue ignorada por el gobernador del Estado de R¨ªo de Janeiro, de donde es diputada federal. Ella cont¨® en las redes sociales su historia; Yirley us¨® el canal de Youtube de Daniel Samper Ospina para contar la suya. ?Por qu¨¦ Tal¨ªria e Yirley eligieron un camino de exposici¨®n p¨²blica tan similar y alternativo a los canales oficiales del Estado? Porque los corsarios y las milicias de la necropol¨ªtica est¨¢n sumergidos en la pol¨ªtica gubernamental de nuestros pa¨ªses. Es el propio funcionamiento de los Estados-naci¨®n que promueve pol¨ªticas de la muerte, como el racismo, la misoginia o la homofobia. Son, como describe Mbembe, Estados asesinos porque son racistas.
Las dos historias nos hacen pensar sobre lo que pasa en Latinoam¨¦rica, describimos los cambios pol¨ªticos como olas conservadoras, populistas o evang¨¦licas. Todas esas son t¨¢cticas de la necropol¨ªtica para establecer el corte entre lo que ¡°puede hacer vivir y lo que puede dejar morir¡±. Cuanto m¨¢s fr¨¢giles son las poblaciones, como las mujeres y las ni?as afrodescendientes, ind¨ªgenas o con discapacidad, mayor el desequilibrio entre el poder de la vida y de la muerte. No es casualidad que ¡°feminicidio¡± fue una palabra puesta en circulaci¨®n por las mujeres del Sur Global, as¨ª como ser una activista mujer de derechos humanos es, cada d¨ªa m¨¢s, una actividad arriesgada. Las relaciones de enemistad, como describe Mbembe, se entablan por el derecho a matar, ¡°establecen recortes de aceptabilidad para tomar una vida¡±, instaurando los reg¨ªmenes de miedo y precariedad. Cuando el funcionamiento del Estado deja clara la necropol¨ªtica como r¨¦gimen de gobierno de las poblaciones, pasamos a describir el desorden como ¡°emergencia¡±, ¡°conflicto armado¡± o ¡°crisis humanitaria¡±. La verdad es que las t¨¢cticas de exclusi¨®n y persecuci¨®n ya estaban instauradas mucho antes de nombrarlas por las palabras de horror.
Debora Diniz es una antrop¨®loga brasile?a, investigadora de la Universidad de Brown (EE UU).
Giselle Carino es una polit¨®loga argentina, directora de IPPF/WHR
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