¡°Alguien condujo nueve horas hasta aqu¨ª para cazar hispanos¡±
Los vecinos de El Paso recordaban el domingo por la noche a las v¨ªctimas de una masacre racista que desaf¨ªa la esencia de la ciudad y dispara la furia contra el presidente Trump
Desde que el s¨¢bado por la ma?ana Patrick Crusius lleg¨® de un suburbio de Dallas e irrumpi¨® a tiros en un Walmart, para cometer el mayor crimen racista contra hispanos de la historia moderna de Estados Unidos, una frase se repite en las conversaciones con los vecinos de El Paso, Texas, y en las declaraciones de los pol¨ªticos locales: ¡°Nadie de esta comunidad podr¨ªa haber hecho algo as¨ª¡±.
Puede sonar a t¨®pico, a consuelo de una ciudad herida, a cierre de filas para tratar de sobrellevar un duelo inconmensurable. Pero caminando la noche del domingo por las calles de El Paso, charlando con los vecinos que se reun¨ªan en vigilias para recordar a los 22 muertos y rezar por los 24 heridos, se alcanzaba a comprender que la frase no es gratuita, sino que tiene un significado profundo.
¡°En El Paso hace mucho que entendimos que no importa el color, el idioma o los papeles. El Paso es una gran familia, nos amamos y mostramos al pa¨ªs nuestro amor. Esa puede ser una raz¨®n por la que el asesino eligi¨® esta comunidad¡±, apuntaba Ver¨®nica Escobar, congresista dem¨®crata por la ciudad. Dos centenares de vecinos se hab¨ªan reunido para rendir homenaje a las v¨ªctimas, convocados por un colectivo que ayuda a los cientos de refugiados centroamericanos que cruzan la frontera y llegan incesantemente a la ciudad.
Aqu¨ª la frontera es una realidad cotidiana. Algo muy alejado de esa entelequia que envenena el debate pol¨ªtico en Estados Unidos desde hace dos a?os y medio. Una l¨ªnea que, m¨¢s que separar, une a El Paso y a Ciudad Ju¨¢rez en una ¨²nica entidad metropolitana, binacional y biling¨¹e, de casi tres millones de habitantes, que no est¨¢n dispuestos a que el asesino y quienes comparten su retorcida visi¨®n del mundo se salgan con la suya.
En El Paso, la ¡°invasi¨®n hispana¡± a la que se refer¨ªa el atacante en el manifiesto que public¨® en Internet poco antes de cometer la matanza es un ir y venir cotidiano de ni?os que van al colegio y adultos que acuden a trabajar y a comprar, de un lado a otro de la frontera. Aqu¨ª, lejos de los ¡°violadores y criminales¡± de los que habla el presidente Trump, las que llegan son familias que huyen de la violencia de sus pa¨ªses para buscar una vida mejor. ¡°El d¨ªa de Navidad, un autob¨²s dej¨® en el centro de la ciudad un centenar de ni?os, sin nada en los bolsillos¡±, recordaba Michael Cerda, exfuncionario jubilado del Departamento de Defensa. ¡°Pero ya nos encargamos los vecinos de que no les faltara comida, abrigo y un lugar para dormir¡±.
Entre los congregados en la vigilia, se abr¨ªa paso dando abrazos a sus vecinos Beto O¡¯Rourke, candidato a las primarias del Partido Dem¨®crata, oriundo de El Paso, ciudad a la que tambi¨¦n represent¨® en la C¨¢mara baja. ¡°En El Paso no toleramos nuestras diferencias, las abrazamos¡±, explicaba despu¨¦s, desde el estrado. ¡°Somos una de las ciudades m¨¢s seguras del pa¨ªs, no a pesar de que somos una ciudad de inmigrantes, sino porque lo somos. A veces nuestra amabilidad se confunde con debilidad. Pero no es as¨ª¡±.
Algo cambi¨® en El Paso el pasado s¨¢bado. Y el sentir de quienes salieron el domingo a la calle a recordar a sus vecinos muertos es que ya nada ser¨¢ igual. ¡°Siento mucha tristeza pero tambi¨¦n mucho coraje, porque alguien condujo nueve horas hasta aqu¨ª para cazar hispanos¡±, aseguraba Denise Baca, maestra de 42 a?os, que hab¨ªa venido a la vigilia con sus tres hijas de 20, 18 y cinco. ¡°Mi madre es mexicana y mi pap¨¢ fue un soldado estadounidense, esto es personal para m¨ª. En su manifiesto [el asesino], dice que el problema es la gente como yo, que estudiamos, que tenemos mejores trabajos que ¨¦l. Yo no quiero que mis hijas crezcan en un pa¨ªs donde van a ser cazadas por el color de su tez. Y que no le quepa duda: las palabras del presidente son las que trajeron aqu¨ª al muchacho. Esto le cae a ¨¦l. Esto es ¨¦l. Nuestro presidente hizo que pasara esta masacre. Y esto se va a acabar. Vamos a votar y a acabar con esto¡±, subraya.
¡°Nos atacan porque somos una comunidad abierta. Porque hemos abierto nuestras puertas a los refugiados, porque estamos orgullosos de lo que somos¡±, coincid¨ªa Fernando Garc¨ªa, de la ONG Red de la Frontera por los Derechos Humanos. ¡°Pero no nos vamos a callar. Este es un punto de no retorno. Hoy en la calle, ma?ana en las elecciones. Vamos a sacar a ese presidente racista de la Casa Blanca¡±.
Las pancartas de los vecinos apuntaban en la misma direcci¨®n. ¡°Pinche mentiroso¡±, rezaba una. "Crusius el asesino, Trump el c¨®mplice", dec¨ªa otra. ¡°El racismo no es una enfermedad mental¡±, se le¨ªa en una m¨¢s, en referencia a las palabras del presidente, que no ha hablado de motivaciones racistas y se refiri¨® a la matanza como ¡°un problema de enfermedad mental¡±. Desde el estrado, los padres de Joaqu¨ªn Oliver, uno de los 17 asesinados hace un a?o en una escuela secundaria de Parkland (Florida), que el domingo habr¨ªa cumplido 19 a?os, ped¨ªan que esa furia no se desvanezca, como ha ocurrido tantas otras veces: ¡°El Paso podr¨ªa ser esa ciudad que marque un antes y un despu¨¦s en las matanzas masivas con armas de fuego¡±.
A pocos kil¨®metros de all¨ª se celebraba otra vigilia, mucho m¨¢s multitudinaria, donde centenares de vecinos rezaban por las v¨ªctimas, en un parque del este de la ciudad, cercano al centro comercial donde se produjo el ba?o de sangre. El centro comercial, y en particular el Walmart, uno de los m¨¢s concurridos de todo el pa¨ªs, encarnan esa realidad fronteriza y binacional que marca a El Paso. Patrick Crusius sab¨ªa bien d¨®nde iba a cazar hispanos.
¡°Es el m¨¢s cercano a la frontera, todos lo saben¡±, explica Reuben Ornelas, peque?o empresario de 26 a?os, cuyos abuelos llegaron del otro lado de la frontera. ¡°Aqu¨ª viene mucha gente de M¨¦xico a comprar electrodom¨¦sticos y otras cosas. En el aparcamiento ves placas de Texas junto a placas de Chihuahua. Pero esa es la esencia de este pa¨ªs. Est¨¢ fundado por inmigrantes. Los supremacistas dicen que tienen que volver a sus pa¨ªses, pero es irrelevante, porque esta tierra no es de nadie. O, m¨¢s bien, es de todos. Todo el mundo es bienvenido aqu¨ª. Que algunos perviertan esa idea es asqueroso¡±.
La vigilia terminaba con la noche ya cerrada, apenas iluminada por las luces de las velas y las linternas de los tel¨¦fonos m¨®viles. La multitud se dilu¨ªa al ritmo de los mariachis que interpretaban, amplificados por poderosos altavoces, la ranchera Amor eterno, de Juan Gabriel, que el recuerdo de las v¨ªctimas te?¨ªa de una particular tristeza: ¡°C¨®mo quisiera que t¨² vivieras / Que tus ojitos jam¨¢s / Se hubieran cerrado nunca / Y estar mir¨¢ndolos¡±.
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