En el frente de la guerra siria: relato desde los dos lados de la ofensiva turca
La retirada de las tropas estadounidenses ha provocado una nueva metamorfosis del conflicto sirio. Los enviados de EL PA?S relatan desde Qamishli y Ceylanpinar el impacto local de un pulso con consecuencias globales
La retirada de las tropas estadounidenses del norte de Siria ha vuelto a poner patas arriba un conflicto que afecta directamente a los equilibrios de poder en Oriente Pr¨®ximo. EL PA?S relata desde los dos lados de la frontera turco-siria el impacto local de las nuevas alianzas: en la localidad de Qamishli, habitada por kurdos, ¨¢rabes, musulmanes y cristianos, que sufre los bombardeos de las fuerzas de Erdogan mientras afronta los riesgos del pacto con Damasco; y en?Ceylanpinar, una de las?ciudades turcas que se est¨¢n vaciando por miedo a los enfrentamientos en el pa¨ªs vecino.?
Entre la amenaza turca y el regreso de El Asad
Natalia Sancha, Qamishli (Siria)
Del p¨¢nico al alivio, a la incertidumbre. Esa es la terrible monta?a rusa emocional que sacude a los habitantes de Qamishli, una ciudad del noreste de Siria habitada por musulmanes y cristianos, por kurdos y ¨¢rabes en la frontera con Turqu¨ªa, cuyas fuerzas libran una ofensiva para hacerse con una amplia franja de territorio del pa¨ªs vecino. Tras la estampida provocada por los bombardeos turcos, la ciudad recobraba este martes parcialmente el pulso.
El pacto sellado el domingo entre las autoridades kurdas que controlan desde hace a?os este territorio en el norte de Siria y Bachar el Asad frente a la ofensiva turca ha cambiado los equilibrios militares, las perspectivas pol¨ªticas y los sentimientos de civiles e uniformados en esta localidad.
En Qamishli, a la mezcla ¨¦tnico-religiosa se suma la cohabitaci¨®n de fuerzas militares. En sus calles, los puestos de control del Ej¨¦rcito regular sirio se alternan con los de las milicias kurdas. ¡°Quien se case con nuestra madre, ser¨¢ nuestro padre¡±, resume la profesora de origen armenio Anahida Bedrus, en la sesentena. Una postura compartida por muchos vecinos, aunque el pacto con El Asad despierta sentimientos muy diferentes en las distintas comunidades.
Bedrus habla con los ojos acuosos ante la fachada de su casa, reventada tras ser alcanzada por un mortero que lanzaron tres d¨ªas atr¨¢s las tropas turcas. Sobre el asfalto ennegrecido por la deflagraci¨®n se?ala el lugar donde vio morir con el cr¨¢neo reventado a su vecino Abu Khaled, musulm¨¢n. Junto a ¨¦l fue gravemente herida por la metralla Julia, su vecina cristiana. ¡°Los kurdos nos protegieron del ISIS, el r¨¦gimen nos puede defender de los turcos. Solo queremos seguridad y pan¡±, acota.
Sacudidos en los d¨ªas pasados por los bombardeos y los morteros a escasos cuatro kil¨®metros de la frontera con Turqu¨ªa, miles de vecinos salieron en estampida de Qamishli hacia el centro del pa¨ªs para alejarse de la artiller¨ªa turca. M¨¢s de 160.000 personas han sido desplazadas en todo el norte de Siria en menos de una semana de ofensiva. Las calles quedaron vac¨ªas, los comercios echaron el cierre y los que se quedaron juntaron en una mochila sus joyas, la documentaci¨®n y dinero por si hab¨ªa que salir de improviso ante el r¨¢pido avance de las milicias proturcas que acechan desde el oeste. Al caos reinante se ha sumado el ISIS, con m¨²ltiples atentados con coches y motocicletas bomba y tentativas de fuga de c¨¢rceles y campos.
Hace apenas 24 horas que los comerciantes han reabierto sus tiendas. Cientos de vecinos han retornado a sus hogares. Al menos los que han recibido con alivio el anuncio de un acuerdo entre las milicias kurdas y el Gobierno de Bachar el Asad.
La ciudad refleja la tremenda complejidad del conflicto sirio con sus m¨²ltiples confesiones, etnias y facciones.
El barrio cristiano de Wusat segu¨ªa festejando este martes un eventual retorno de toda la ciudad bajo el manto del Gobierno central. ¡°Aqu¨ª siempre apoyamos al Ej¨¦rcito y a Bachar, nunca hubo manifestaciones o protestas¡±, dice el due?o de un comercio en cuyos cristales alguien ha pegado una foto del presidente sirio El Asad en atuendo militar y con gafas de sol.
En el mercado central de Qamishli, sin embargo, los comerciantes kurdos y ¨¢rabes se muestran m¨¢s desconfiados. Tras cinco a?os viviendo bajo la Administraci¨®n Auton¨®mica del Norte y Este de Siria (NES) que gestionan representantes civiles kurdos y ¨¢rabes, volver a estar bajo el gobierno centralizado de antes de la guerra se antoja imposible para muchos. ¡°El acuerdo dice que el Ej¨¦rcito se despliegue en la frontera porque es el responsable de la seguridad del pa¨ªs, pero no que se haga cargo de la administraci¨®n interna de las ciudades¡±, arguye uno de los hombres en el corrillo que se va formando. En plenas negociaciones entre los kurdos y Damasco, la letra peque?a resulta determinante para la aceptaci¨®n ciudadana.
¡°Todo depende de las concesiones. Tenemos que compartir los ingresos de la econom¨ªa, como los del petr¨®leo, pero no la seguridad en las calles¡±, interviene Masud Musa, pe¨®n de 45 a?os. ¡°?Y los que hemos participado en las protestas contra el r¨¦gimen, qu¨¦ ser¨¢ de nosotros?¡±, lanza Abu Mohamed, de 36 a?os, quien asegura que de desplegarse el r¨¦gimen en la ciudad, muchos j¨®venes emprender¨¢n el camino del exilio rumbo a Europa, Irak o L¨ªbano. ¡°Si hay que elegir entre los americanos y El Asad para frenar a los turcos, nos quedamos con El Asad¡±, zanja un cuarto, due?o del comercio. Parad¨®jicamente, este hombre admite que el 80% de los productos que se venden en el norte de Siria provienen de Turqu¨ªa.
En las calles del norte de Siria, muchos parecen parafrasear a Mazkoum Abdi, el comandante jefe de las Fuerzas Democr¨¢ticas Sirias (un compendio de fuerzas que bajo el mando kurdo han luchado con la coalici¨®n internacional contra el ISIS) que este lunes fue el encargado de anunciar el pacto con Damasco. ¡°Si tenemos que elegir entre el compromiso y el genocidio, elegimos a nuestra gente¡±, fueron las palabras del comandante.
Son precisamente los detalles del ¡°compromiso¡± lo que preocupa a los m¨¢s recalcitrantes ante un nuevo despliegue de las tropas regulares sirias en el norte. ¡°Si me piden que entregue mis armas a los soldados del r¨¦gimen, no lo har¨¦¡±, asevera un miliciano aferrado a su Kal¨¢shnikov en un puesto de control de los Assayish (fuerzas de seguridad kurdas). ¡°He luchado en muchos frentes y he perdido a muchos m¨¢rtires, su sangre no puede ser derramada en vano¡±, arremete quien asegura que, de no ser por las armas, los kurdos seguir¨ªan oprimidos por el gobierno central.
Al igual que sus l¨ªderes, este miliciano reitera que no busca la independencia sino la autonom¨ªa y un gobierno combinado entre local y central. Para estos combatientes, el pacto con Damasco es una derrota, pero mucho menos amarga que una invasi¨®n turca. El mejor escenario para ellos, en las circunstancias actuales, ser¨ªa replicar el que Damasco ha instaurado en otras ciudades con poblaciones minoritarias como los cristianos o los drusos, donde las milicias locales se encargan de la seguridad interna mientras que Damasco gestiona la Administraci¨®n.
¡°Esto es Siria, claro que vamos a recuperar todo el control, incluidas las ciudades¡±, responde por su parte un soldado regular sirio en Qamishli. ¡°Estamos combatiendo en Manbij contra los turcos, pero luego tendremos que restaurar el control en todo el pa¨ªs¡±, agrega. Con el 25% del territorio nacional que controlan los kurdos, El Asad retomar¨ªa el control de la casi totalidad del pa¨ªs.
Durante los ocho a?os y medio de guerra, Qamishli ha vivido pr¨¢cticamente ajena a las hostilidades y hasta ha prosperado con la puesta en marcha de universidades y hospitales antes inexistentes. Hasta hoy, un acuerdo t¨¢cito de no confrontaci¨®n ha permitido el acceso al aeropuerto de Qamishli para todos los civiles del lado progubernamental y del lado prokurdo de la ciudad. Por ah¨ª se han aprovisionado de armas los soldados regulares, pero por ah¨ª tambi¨¦n han volado los estudiantes kurdos del norte de Siria para examinarse en las universidades de Damasco, o los enfermos de c¨¢ncer para tratarse en los hospitales p¨²blicos de la capital.
¡°Tememos que soldados del r¨¦gimen y milicianos kurdos contrarios al acuerdo acaben provocando una guerra. Es una situaci¨®n muy vol¨¢til y delicada¡±, explica en sus oficinas un alto cargo de la inteligencia kurda. En el centro de Qamishli, las furgonetas cargadas con milicianos atraviesan los controles del Ej¨¦rcito regular y luego los kurdos. Sin embargo, un a?o atr¨¢s, un rifirrafe entre dos de ellos acab¨® en un fuego cruzado y con 18 muertos.
Las heridas siguen abiertas en un pa¨ªs donde hasta a las conexiones de Internet se les pone nombre de m¨¢rtires. Los milicianos kurdos han perdido a 11.000 combatientes en el ¨²ltimo lustro luchando contra el Estado Isl¨¢mico. Los soldados regulares, a m¨¢s de 100.000 en los ocho a?os y medio que dura ya la guerra. Pero a pesar de los temores, este martes, soldados leales a Damasco y milicianos kurdos combatieron codo con codo contra turcos y sus milicias locales aliadas. En Qamishli, cada bando mantuvo sus posiciones y en la calle principal que atraviesa la ciudad y que custodian soldados y milicianos de ambos lados, el p¨®ster con el rostro del l¨ªder kurdo Abdul¨¢ Ocalan sigue frente al de Bachar el Asad.
La ofensiva que vac¨ªa las ciudades turcas de la frontera
Andr¨¦s Mourenza, Ceylanpinar
El parque, en Ceylanpinar, en el oeste de Turqu¨ªa, ofrece una imagen peculiar de la guerra. Los bancos barnizados, el cemento impoluto; el c¨¦sped, muy verde. Pero no hay nadie, ni ni?os, ni mujeres, ni hombres, ni ancianos en una agradable tarde a 25 grados. De fondo, ruido de ametralladoras: los combates suceden a apenas a mil metros, al otro lado de la frontera, ya en Siria. La mayor¨ªa de los 87.000 habitantes de Ceylanpinar han abandonado la ciudad.
Se han refugiado en pueblos cercanos y apenas un pu?ado de tiendas est¨¢n abiertas. Las calles interiores se ven vac¨ªas y solo hay algo de movimiento en la avenida principal, flanqueada por carteles que desean ¡°la victoria¡± al Ej¨¦rcito turco: ¡°Por la seguridad de nuestra patria y la paz de nuestra naci¨®n¡±. En uno de los colmados que desaf¨ªan a la incertidumbre, una mujer y varios ni?os le piden al tendero que les f¨ªe la compra. ?l acepta, resignado, como parece aceptar resignado tener la guerra a la puerta de casa: ¡°Llevamos as¨ª una semana, los proveedores no vienen y comienzan a faltarme algunos productos¡±.
Desde una colina a las afueras de Ceylanpinar, se divisa perfectamente el lado sirio, donde varias columnas de humo gris¨¢ceo se elevan del interior de Ras al Ain. Un proyectil procedente de Siria dibuja una par¨¢bola y cae en un terreno de labranza unos 300 metros al este de la colina. ?sta es la raz¨®n del ¨¦xodo civil: desde el inicio de la ofensiva contra las milicias kurdas, y seg¨²n datos del Gobierno de Ankara, han ca¨ªdo m¨¢s de 700 cohetes y morteros sobre territorio turco ¡ªdecenas en Ceylanpinar¡ª que han provocado la muerte a 20 civiles y herido a m¨¢s de 150.
Lo que hoy es la frontera entre Turqu¨ªa y Siria era, hace 100 a?os, la l¨ªnea de ferrocarril otomana hacia Bagdad. Despu¨¦s de la Primera Guerra Mundial, en 1921, Par¨ªs pact¨® con Ankara que hasta ese punto se extender¨ªa el protectorado franc¨¦s de Siria y m¨¢s al norte ser¨ªa territorio turco. Pero las ciudades en la linde de ambos pa¨ªses se extienden hoy a ambos lados como barrios gemelos, como si todav¨ªa pasasen por aqu¨ª las v¨ªas del tren. Y de ah¨ª el inmenso n¨²mero de desplazados que ha causado el conflicto fronterizo.
Desde Ceylanpinar hasta Ak?akale, a 120 kil¨®metros al oeste, se extiende el territorio que, al otro lado, centra la ofensiva turca. Solo un muro de cemento de reciente construcci¨®n permite dilucidar que la llanura y los campos de cereal ya cosechado se convierten en otro pa¨ªs. De este lado de la frontera, j¨®venes pastorean las ovejas y aldeanas con velos de colores recogen el algod¨®n en flor, mientras por la carretera el trasiego de veh¨ªculos militares es constante. Del otro lado, m¨¢s columnas de humo indican los bombardeos de la aviaci¨®n y la artiller¨ªa turcas.
Los medios locales informan de que las fuerzas turcas han penetrado hasta 35 kil¨®metros en territorio sirio. Y todo indica que la ofensiva dista a¨²n de llegar a su fin. Ni las sanciones decretadas por EE UU contra varios miembros del Gobierno turco, ni la congelaci¨®n de exportaciones militares decidida por varios pa¨ªses europeos parecen mover un ¨¢pice los planes de Ankara. ¡°Turqu¨ªa continuar¨¢ con su operaci¨®n antiterrorista en Siria hasta que todos los objetivos sean alcanzados¡±, reiter¨® ayer el presidente, Recep Tayyip Erdogan.
En la ciudad de Ak?akale, la guerra se percibe en que est¨¢ fuertemente militarizada: puestos de control, piquetes de polic¨ªa, agentes de paisano con fusiles de asalto ¡ªalgunos con rifles de francotirador¡ª, soldados... Durante la pasada semana sufri¨® el mismo destino que Ceylanpinar. Pero, poco a poco, Ak?akale recupera la normalidad a medida que el Ej¨¦rcito turco afianza su control sobre la poblaci¨®n vecina, Tel Abyad, de la que ha expulsado a las milicias kurdosirias. La mayor¨ªa de los negocios en Ak?akale han reabierto, pero a¨²n se escuchan disparos de la artiller¨ªa turca en direcci¨®n sur y, de vez en cuando, explosiones en la ciudad siria. ¡°Son explosivos o minas dejados por los terroristas que estamos detonando, a¨²n prosigue la limpieza de Tel Abyad¡±, explica un oficial de las Fuerzas Armadas.
¡°El viernes pasado fue duro en Ak?akale, cayeron siete proyectiles. Gracias a Dios, cinco no estallaron. Los otros dos s¨ª y uno mat¨® a dos personas¡±, dice Mustaf¨¢, que regenta una casa de comidas. ¡°Hubo mucha gente que se fue por miedo, nosotros permanecimos abiertos porque apoyamos a nuestro Ej¨¦rcito¡±, a?ade haciendo el saludo militar. Cuando pasa un convoy de varias tanquetas y algunos veh¨ªculos de las milicias sirias leales a Ankara, un grupo de vecinos se cuadra y extiende una bandera turca en se?al de respeto.
El apoyo en esta ciudad a la ofensiva turca es palpable, aunque tampoco ser¨ªa muy sensato en Turqu¨ªa oponerse p¨²blicamente cuando m¨¢s de 500 personas han sido investigadas y un centenar detenidas por criticarla. Pero hay una raz¨®n m¨¢s: a lo largo de las poblaciones fronterizas, todo el mundo tiene alg¨²n t¨ªo o primo segundo en el otro lado y, aunque la guerra ha roto en parte las comunicaciones, los lazos familiares siguen contando. Cuando las milicias kurdas tomaron Tel Abyad en 2015 ¡ªantes controlada por el ISIS¡ª parte de la poblaci¨®n ¨¢rabe cruz¨® a Ak?akale a refugiarse en casa de sus parientes. Ahora, los desplazados de aquel entonces lo f¨ªan todo a que Turqu¨ªa ¡°libere¡± Tel Abyad para poder volver, aunque sea a costa de que los habitantes kurdos de la localidad sean igualmente desplazados. La guerra civil en Siria, exacerbada ahora por la intervenci¨®n turca, ha puesto en jaque los equilibrios ¨¦tnicos y la convivencia entre turcos, ¨¢rabes y kurdos de la zona.