Al Bagdadi, el rostro del r¨¦gimen de terror yihadista
El l¨ªder del Estado Isl¨¢mico instaur¨® un ¡®califato¡¯ que gobern¨® con mano de hierro partes de Irak y Siria
?Qui¨¦n era Abubaker al Bagdadi? La respuesta corta es el inquietante cl¨¦rigo que proclam¨® el califato desde una poco conocida mezquita de Mosul el 29 de junio de 2014, instaur¨® un r¨¦gimen brutal sobre un amplio territorio de Irak y Siria, y alent¨® los ataques terroristas en el resto del mundo. La respuesta larga remite a una perversa interpretaci¨®n del islam que ha emponzo?ado las sociedades musulmanas y sus relaciones con Occidente, y que un joven Al Bagdadi abraz¨® antes incluso de adoptar ese apodo. Se convirti¨® entonces en el rostro de la ideolog¨ªa yihadista, una hidra con m¨²ltiples cabezas que sin duda va a sobrevivirle.
La noticia de su muerte se produce medio a?o despu¨¦s de que se difundiera un v¨ªdeo en el que supuestamente aparec¨ªa felicitando a los autores de los atentados de Sri Lanka, el primero desde 2014. En dos ocasiones anteriores se le ha dado por muerto err¨®neamente. Esta vez, sin embargo, el presidente de EE UU, Donald Trump, ha hecho un anuncio oficial.
El oscuro individuo que pasar¨¢ a la historia como fundador del Estado Isl¨¢mico (la organizaci¨®n sobre la que se apoyaba su pretendido califato) naci¨® en 1971 como Ibrahim Awwad Ibrahim al Badri, en el seno de una familia modesta y piadosa de Samarra, una ciudad situada a 130 kil¨®metros al norte de Bagdad. Quienes han rastreado sus or¨ªgenes afirman que ya de cr¨ªo pasaba las horas muertas leyendo el Cor¨¢n, lo que motivo que sus compa?eros de instituto le apodaran ¡°El Creyente¡±.
Fuera natural o inducida, su vocaci¨®n religiosa llev¨® a graduarse en Estudios Isl¨¢micos en la Universidad de Bagdad en 1996. Alguno de sus bi¨®grafos asegura que durante esa ¨¦poca, y alentado por un t¨ªo suyo, se uni¨® a los Hermanos Musulmanes, un movimiento islamista sun¨ª surgido en Egipto, pero con versiones locales en otros pa¨ªses.
No queda claro c¨®mo dio el salto desde esa ideolog¨ªa conservadora hasta el extremismo violento de los yihadistas (salafistas que aceptan el uso del terror para alcanzar sus objetivos). Pero en 2010, aquel joven cl¨¦rigo que se convirti¨® en imam de una mezquita en un barrio de Bagdad donde ense?aba a los chavales a recitar el Cor¨¢n y jugaba con ellos al f¨²tbol, se convirti¨® en l¨ªder de Al Qaeda en Irak, uno de los grupos que iban a formar el Estado Isl¨¢mico en Irak y Siria (de donde quedar¨ªan las siglas inglesas ISIS). Para entonces, ya ten¨ªa dos mujeres y seis hijos.
Seg¨²n algunas versiones, el jeque Ibrahim al Samarrai (el de Samarra), como era conocido entre sus parroquianos, ya hab¨ªa abrazado el yihadismo bajo el mandato de Sadam Husein y tras la invasi¨®n de EE UU ayud¨® a fundar un grupo insurgente. Otros analistas defienden, sin embargo, que se radicaliz¨® durante los 10 meses de 2004 que pas¨® en Camp Bucca, un centro de detenci¨®n estadounidense en el sur de Irak donde hab¨ªa numerosos cabecillas de Al Qaeda. ¡°All¨ª absorbi¨® la ideolog¨ªa yihadista y se hizo un nombre entre ellos¡±, recuerda Hisham al Hashemi, experto iraqu¨ª en extremismo.
Recompensa de 25 millones de d¨®lares
Sea como fuere, en Camp Bucca estableci¨® contactos tanto con yihadistas como con leales de Sadam, que le fueron ¨²tiles para adquirir relevancia dentro de Al Qaeda. Sus dirigentes le enviaron a Siria para ocuparse de la propaganda del grupo, lo que no le impidi¨® acabar su tesis y doctorarse en Sharia en 2007. Esa formaci¨®n, su linaje tribal (pertenece a la estirpe de los Qurayshi, que se reclaman descendientes del profeta, algo que los puristas consideran indispensable para ser califa) y las muertes de sucesivos dirigentes de Al Qaeda en Irak, le llevaron a la c¨²spide de esa franquicia.
Con Al Bagdadi al frente, el grupo, que ya sus predecesores hab¨ªan rebautizado Estado Isl¨¢mico, abandon¨® la fidelidad a la casa madre en 2013, en preparaci¨®n de su golpe de efecto del a?o siguiente en Mosul. EE UU le hab¨ªa designado ¡°terrorista¡± un par de a?os antes y ofrec¨ªa una recompensa de 10 millones de d¨®lares (9 millones de euros) por informaci¨®n que permitiera su captura o su muerte y que con los a?os se fue incrementando hasta los 25 millones.
Eso no impidi¨® que el l¨ªder del ISIS, con fama de ser tan bien organizado en la gesti¨®n como despiadado en el campo de batalla, desafiara al mundo desde la gran mezquita de Al Nuri autoproclam¨¢ndose califa de un Estado que durante algunos meses pareci¨® real con su sistema administrativo, su moneda e incluso sus multas de tr¨¢fico. En aquel territorio que se extend¨ªa a ambos lados de la frontera sirio-iraqu¨ª y en el que llegaron a vivir ocho millones de personas, Al Bagdadi impuso una versi¨®n extremista de la ley isl¨¢mica y persigui¨® a todo aquel que no comulgaba con su ortodoxia, en especial a las minor¨ªas ¨¦tnicas y religiosas.
Esa brutalidad y su desaf¨ªo a la legalidad internacional, ayudaron a forjar una coalici¨®n internacional que result¨® instrumental para que Irak lograra recuperar su territorio y el ISIS perdiera tambi¨¦n su feudo en Siria. No obstante, la ideolog¨ªa radical que aliment¨® ese sue?o a caballo entre el puritanismo isl¨¢mico y el supremacismo sun¨ª a¨²n sobrevive en algunos rincones. De ah¨ª, que la desaparici¨®n del considerado como el hombre m¨¢s buscado del mundo no signifique el final del ISIS.
¡°El Daesh no se va a ver afectado por la muerte de su m¨¢ximo dirigente¡±, defiende Al Hashemi que se refiere al grupo por su acr¨®nimo ¨¢rabe. Este investigador explica que en los grupos yihadistas cuando muere el l¨ªder ¡°se congelan los ataques terroristas hasta que se elige un nuevo l¨ªder, ese proceso suele producir divisiones en la organizaci¨®n y algunos miembros aprovechan para quedarse con el dinero¡±.
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