Venezuela, ?negociar o no negociar?
Las negociaciones han fracasado porque suponen que es un conflicto entre venezolanos cuando, en realidad, se trata de un pa¨ªs intervenido por Cuba
En febrero de 1985, durante la guerra civil en El Salvador, una tregua permiti¨® que cientos de miles de ni?os pudieran ser vacunados. En octubre de 1986 un terremoto dej¨® m¨¢s de 2000 muertos y 200.000 damnificados y los guerrilleros decretamos un cese de fuego para que el gobierno pudiera concentrarse en rescatar v¨ªctimas. En El Salvador la guerra dej¨® 80.000 muertos que incluyeron dirigentes pol¨ªticos, sacerdotes, monjas, empresarios, ministros, mandos militares, jefes guerrilleros, miles de civiles y combatientes de ambos bandos y numerosas masacres. A pesar de los muertos, las atrocidades y los agravios, hubo gestos humanitarios y pol¨ªticos y dos a?os de negociaciones que transformaron y pacificaron el pa¨ªs. La negociaci¨®n no es un camino alternativo a la guerra, sino un instrumento de esta. Ese camino jam¨¢s debe cerrarse porque se puede negociar bajo las balas o incluso desde la prisi¨®n como Mandela.
Hubo negociaciones entre Vietnam y Estados Unidos; en Sud¨¢frica, a pesar del apartheid; en el complejo conflicto de Irlanda del Norte y en Guatemala, donde hubo un genocidio. Las hay ahora en Afganist¨¢n entre Estados Unidos y los talibanes, a pesar del 11 de septiembre; y en Birmania donde hay un genocidio. Donald Trump se reuni¨® a negociar con Kim Jong-un; el Gobierno de Colombia negoci¨® con las FARC a pesar del terrorismo y el narcotr¨¢fico y, recientemente, se firm¨® un acuerdo de paz en Mozambique donde, en 15 a?os, hubo un mill¨®n de muertos. Estos casos bastan para preguntarse ?por qu¨¦ raz¨®n, despu¨¦s de tantos a?os con un conflicto en Venezuela, que no es guerra, no ha habido una soluci¨®n negociada, mientras, en casos m¨¢s graves y complejos, esta ha sido posible?
Todos los conflictos involucran intereses regionales y globales; as¨ª fue en Centroam¨¦rica, Sud¨¢frica, Colombia, Mozambique, etc. Sin considerar el contexto internacional, la soluci¨®n dom¨¦stica es imposible. Las negociaciones en Venezuela han fracasado porque suponen que es un conflicto entre venezolanos cuando, en realidad, se trata de un pa¨ªs intervenido por Cuba. En el 2016 y 2018 Maduro pudo negociar unas elecciones en las que su partido hubiese salido bien, pero esto no conven¨ªa a Cuba. Erradamente se enfatizan los intereses de China y Rusia, pero el apoyo de estos gobiernos a Maduro se ha reducido significativamente y si la democracia retornara a Venezuela sus intereses no se ver¨ªan afectados. Los reg¨ªmenes de Cuba y Venezuela son mutuamente dependientes. Sin Maduro el r¨¦gimen cubano termina y sin el apoyo cubano Maduro termina. Cuba controla apoyos en la ONU y el Caribe y es la autoridad sobre las FARC, el ELN, el Foro de Sao Paulo y toda la extrema izquierda. El castrismo tiene larga experiencia sobre c¨®mo conservar el poder en condiciones extremas. Sus servicios de inteligencia han desmantelado decenas de conspiraciones dentro de las Fuerzas Armadas Bolivarianas contra Maduro.
La intervenci¨®n cubana en Venezuela se construy¨® durante a?os, asegur¨¢ndose la extracci¨®n de petr¨®leo y d¨®lares, dise?ando pol¨ªticas sociales, organizando la inteligencia, redefiniendo la doctrina de las Fuerzas Armadas, entrenando a miles de profesionales civiles, militares, polic¨ªas y militantes partidarios. En El Salvador la comunidad internacional aceptaba, sin discutir, que el pa¨ªs estaba intervenido por Estados Unidos y solo hab¨ªa cien asesores. Ra¨²l Castro reconoci¨® en abril del 2019 que hab¨ªa 20.000 cubanos apoyando a Maduro. Casi la mitad de los que enviaron a la guerra de Angola. Sin embargo, los gobiernos europeos y latinoamericanos no toman en serio el control cubano sobre Venezuela. La guerra psicol¨®gica de Donald Trump ha sido la excusa para no aceptar la realidad y tambi¨¦n el miedo a que la extrema izquierda procubana genere violencia como lo hizo recientemente en Chile, Ecuador y Colombia. En privado, todos reconocen que en Venezuela el castrismo se juega la vida, pero solo Estados Unidos presiona a Cuba. Ni siquiera la propia oposici¨®n venezolana asume la liberaci¨®n de su pa¨ªs como una bandera central.
Rusia sostuvo a Bachar el-Asad a sangre y fuego sin importarle la destrucci¨®n de Siria porque esta es su principal frontera geopol¨ªtica en Medio Oriente. Europa y Estados Unidos fueron derrotados y millones de refugiados sirios se convirtieron en un problema europeo. En Am¨¦rica, Venezuela es para Cuba lo que Siria es para Rusia. No es casual que Siria y Venezuela sean las crisis migratorias m¨¢s grandes del mundo. Al castrismo, mientras pueda obtener petr¨®leo, no le importa el desastre humanitario, ni la emigraci¨®n de millones de venezolanos y las consecuencias que esto tiene para Colombia, Per¨², Ecuador y todo el continente. Los cubanos son el poder real en Venezuela y sin se?alar su responsabilidad, sin presionarlos, sin exigirles su retirada y sin sentarlos en la mesa no es posible una negociaci¨®n. La soluci¨®n es que Cuba transite a la democracia y al capitalismo de una vez por todas.
Comparado con conflictos realmente cruentos en Venezuela la violencia verbal es m¨¢s extrema y esto afecta una posible negociaci¨®n. Un empresario nicarag¨¹ense pregunt¨® a un dirigente sandinista por qu¨¦ Ch¨¢vez insultaba tanto, la respuesta fue: ¡°es que en Venezuela no ha habido 50.000 muertos¡±. La violencia verbal, sin haber una guerra, debilita el pragmatismo. La negociaci¨®n es traici¨®n para algunos opositores y propaganda para el gobierno. El dilema no es negociar o no, sino qu¨¦, c¨®mo y con qu¨¦ garant¨ªas internacionales. Los guerrilleros salvadore?os empezamos negociando con un Gobierno apoyado por Estados Unidos que nos ped¨ªa la rendici¨®n. Dos a?os despu¨¦s est¨¢bamos reformando la Constituci¨®n, disolviendo las polic¨ªas y creando una nueva, depurando a jefes militares de alto rango y dando independencia al poder judicial. En un conflicto negociar no es rendirse sino luchar en otro terreno que demanda paciencia, persistencia y pragmatismo. Las negociaciones no son entre amigos, sino entre enemigos que no se reconocen ni pol¨ªtica ni moralmente, por lo tanto, no parten de la confianza, sino de la desconfianza. La presi¨®n, la debilidad y el aislamiento del contrario son oportunidad para negociar y no momento para esperar su final.
La negociaci¨®n en Venezuela es para recuperar la democracia no para limitarla, porque solo esta puede salvar a Venezuela de la destrucci¨®n que padece y de la cat¨¢strofe mayor que generar¨¢ la covid-19. Frente a esto seguramente muchos chavistas y militares deben estar convencidos de que es urgente regresar a la democracia. El consenso internacional sobre esto es abrumador, incluso a Rusia y China les conviene. Pero Cuba no quiere una negociaci¨®n, el chavismo teme a una negociaci¨®n. Estados Unidos est¨¢ negociando con mensajes p¨²blicos y la oposici¨®n no est¨¢ unida en este tema. Algunos opositores creen que el Gobierno puede caerse solo, otros consideran que la soluci¨®n es una intervenci¨®n militar que podr¨ªa ocurrir, pero que no depende de ellos y los m¨¢s desesperados piensan que contratando un Rambo pueden salir de Maduro.
Las crisis econ¨®micas hacen perder elecciones a gobiernos democr¨¢ticos, pero las dictaduras no caen por desajustes macroecon¨®micos. Zimbabue, con 40 a?os de dictadura, es un Estado fallido con el 80% de sus habitantes viviendo con dos d¨®lares diarios y Cuba lleva 60 a?os con una econom¨ªa par¨¢sita en bancarrota. Toda crisis es una oportunidad y en un conflicto los gestos son una obligaci¨®n ¨¦tica y una necesidad pol¨ªtica. Ambas cosas son parte de la batalla por la legitimidad moral. El verdadero reto que tiene la oposici¨®n venezolana es c¨®mo ser oposici¨®n frente a una dictadura en el momento que un virus amenaza la vida y la supervivencia econ¨®mica de los venezolanos y de todos los habitantes del planeta.
Joaqu¨ªn Villalobos fue guerrillero en El Salvador y asesor del Gobierno colombiano en el proceso de paz con las FARC.
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