Boris Johnson y el ¡®factor Churchill¡¯
En el 75? aniversario de la victoria en Europa en la Segunda Guerra Mundial, el primer ministro contrasta con su h¨¦roe personal
¡°Desde sus comienzos como joven diputado conservador fue vapuleado y ridiculizado por su propio partido; desert¨® a las filas liberales, y aunque finalmente regres¨® al reba?o, muchos tories le consideraban un oportunista sin principios¡±. No. No se trata del en¨¦simo retrato en prensa del pol¨ªtico brit¨¢nico m¨¢s popular de las ¨²ltimas d¨¦cadas. Lo escribi¨® el propio Boris Johnson para describir el combate de Winston Churchill contra el escepticismo de sus compatriotas. The Churchill Factor: How One Man Made History (El factor Churchill: Un solo hombre cambi¨® el rumbo de la historia, Alianza Editorial) ha sido un ¨¦xito de ventas en el Reino Unido desde su publicaci¨®n en 2014. Ameno y bien escrito, es antes una declaraci¨®n de amor incondicional que un estudio riguroso sobre el primer ministro m¨¢s venerado por los conservadores brit¨¢nicos. No disimula Johnson en imitar el tono efusivo, el balbuceo impostado, la oratoria cl¨¢sica y chabacana a un tiempo, y los andares avasalladores. Solo le falta el puro. Y el contexto hist¨®rico.
El Reino Unido celebra este viernes el 75? aniversario de la victoria aliada en Europa en la Segunda Guerra Mundial con la poblaci¨®n encerrada en sus casas y un futuro econ¨®mico sombr¨ªo. ¡°En este aniversario, nos hallamos embarcados en una nueva batalla contra el coronavirus que exige el mismo esp¨ªritu de esfuerzo nacional del que disteis ejemplo hace 75 a?os. No podemos rendiros homenaje con los desfiles y celebraciones callejeras que hemos disfrutado en el pasado; quiz¨¢ vuestros seres queridos no puedan visitaros en persona. Pero permitidnos por favor, a vuestros orgullosos compatriotas, ser los primeros en mostraros nuestra gratitud y nuestro compromiso solemne: nunca os olvidaremos¡±. As¨ª concluye la carta personal que Johnson ha enviado a los veteranos de la guerra.
The Red Arrows (Las Flechas Rojas), un escuadr¨®n acrob¨¢tico de nueve cazas Spitfire, ha sobrevolado Londres a primera hora de la ma?ana. Un par de Typhoon han hecho lo mismo sobre Cardiff, Edimburgo y Belfast. El pr¨ªncipe Carlos de Inglaterra, y su esposa, Camilla Parker Bowles, han depositado flores sobre la tumba de los ca¨ªdos por la guerra en el castillo de Balmoral, en una ceremonia solitaria. La reina Isabel II se ha dirigido este viernes a la naci¨®n desde el castillo de Windsor, donde se recluy¨® al principio de la pandemia. ¡°Nuestras calles no est¨¢n vac¨ªas. Est¨¢n llenas del amor que nos tenemos los unos a los otros¡±, ha dicho la Monarca.
Johnson no anunciar¨¢ a los brit¨¢nicos hasta el domingo sus planes para comenzar a levantar el confinamiento. Y Downing Street ya ha anticipado que ser¨¢n ¡°modestos y graduales¡±, porque el virus sigue azotando a un pa¨ªs que reaccion¨® tarde y presenta ahora las peores cifras de fallecidos de toda Europa. Churchill apost¨® todo a una victoria que sus correligionarios pon¨ªan en duda y no entendi¨® la necesaria reconstrucci¨®n de una naci¨®n que sali¨® del empe?o devastada. Los brit¨¢nicos le dieron la espalda y confiaron el futuro al laborista Clement Attlee, ¨¢rido e insulso, pero capaz en cinco a?os de poner los cimientos de un estado del bienestar que la realidad reclamaba a gritos.
Johnson plane¨® la reconstrucci¨®n sin demostrar que pod¨ªa vencer una guerra. Y el virus se interpuso en sus planes. So?aba con revitalizar la econom¨ªa del Reino Unido, invertir miles de millones en nuevas infraestructuras que levantaran las regiones del norte m¨¢s empobrecidas y poner a su pa¨ªs a la cabeza mundial de la innovaci¨®n y la tecnolog¨ªa, libre de las ataduras de la Uni¨®n Europea. La osad¨ªa inicial ante la pandemia, cuando crey¨® que bastaba con lavarse bien las manos el tiempo que durara cantar el happy birthday y confiar en que la inmunidad de grupo, una vez contagiado el suficiente porcentaje de brit¨¢nicos, hiciera el resto, dur¨® poco. Le falt¨® la temeridad de Churchill y sucumbi¨® a la prudencia de Neville Chamberlain. Para alivio de sus compatriotas. Se dedic¨® a hacer lo que el resto de pa¨ªses europeos hab¨ªan hecho antes, pero con desventaja. De ah¨ª los bandazos. Dej¨® de hacer test a finales de marzo y se empe?¨® despu¨¦s en la alocada carrera de llegar a los 200.000 diarios. Y ahora no se decide a plantear abiertamente un plan de relajaci¨®n del confinamiento a pesar de repetir cada d¨ªa que el pico de los contagios se ha superado.
Churchill fue corresponsal de The Morning Post en Sud¨¢frica, durante la Segunda guerra b¨®er (1899-1902), entre el imperio brit¨¢nico y los colonos neerlandeses. Capturado y retenido como prisionero de guerra, se las arregl¨® para escapar y regresar a Inglaterra para ser recibido como un h¨¦roe. Johnson fue corresponsal de The Daily Telegraph en Bruselas. Sus exageradas cr¨®nicas contra la malvada burocracia comunitaria alimentaron el euroescepticismo brit¨¢nico. Tambi¨¦n regres¨® como un h¨¦roe. Otro tipo de h¨¦roe.
Mirarse ante el espejo de un gigante supone el riesgo de que se reflejen m¨¢s los errores imitados que los aciertos perseguidos. ¡°La sobreestimaci¨®n de nuestra posici¨®n econ¨®mica, social e internacional fue un error que pagamos durante a?os. Enderezar una econom¨ªa d¨¦bil y da?ada debi¨® ser una prioridad. No cometamos de nuevo el mismo error¡±, ha escrito en The Times Daniel Finkelstein. Y eso despu¨¦s de celebrar una victoria, que en las circunstancias actuales de combate contra el virus aparece lejana e incierta. El factor Churchill ha resultado un arma pol¨ªtica irresistible hasta ahora, pero viene cargado de trampas.
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