¡°Esto no es una revuelta, somos solo un pu?ado de personas frustradas¡±
Las protestas por el confinamiento en Estados Unidos congregan a una amalgama de ciudadanos variopintos y azuzan el esp¨ªritu libertario como reacci¨®n a una intervenci¨®n masiva del Estado
Gary Golden asegura que nunca, en sus 55 a?os de vida, hab¨ªa levantado una pancarta. Para estrenarse escribi¨® ¡°Reabrir Virginia¡± en una cartulina que portaba, este mi¨¦rcoles al mediod¨ªa, a las puertas del edificio que alberga la oficina del gobernador en Richmond, la capital del Estado. Una pancarta m¨¢s discreta que las aparatosas banderas de la campa?a de Donald Trump que enarbolan al viento, junto a una vieja Biblia, cinco individuos con pantalones de camuflaje y camisetas negras con el logo de los Guerreros Patriotas del Sur, colectivo vinculado al supremacismo blanco, que se han unido a la protesta contra las medidas restrictivas de libertades impuestas en el Estado de Virginia para frenar la expansi¨®n de la pandemia del coronavirus.
Las protestas que se suceden estos d¨ªas en Estados Unidos congregan a una amalgama de ciudadanos variopintos, con el denominador com¨²n de una defensa rigorista de las libertades individuales. ¡°Esto no es una revuelta, somos solo un pu?ado de personas frustradas¡±, explica Golden. ?l, por ejemplo, por mucho que discrepe con el gobernador dem¨®crata Ralph Northam, nunca llevar¨ªa una pancarta como la que, a pocos metros, lo compara con Hitler. ¡°Yo soy jud¨ªo, y evidentemente la comparaci¨®n est¨¢ fuera de lugar¡±, explica. ¡°Pero precisamente por ser jud¨ªo esto me toca de una manera personal. S¨¦ lo que es la presi¨®n de un Gobierno a unos ciudadanos, mi familia lo ha vivido. Tambi¨¦n en el Holocausto se utilizaron argumentos m¨¦dicos para quitar libertades¡±.
Nacido y criado en la bah¨ªa del Chesapeake, por donde entraron los colonos de Virginia en busca de tierras libres, a los 13 a?os Golden se embarc¨® con sus padres y su hermana peque?a en una traves¨ªa de dos a?os, a bordo de un velero de 14 metros, que les llev¨® por aguas del Atl¨¢ntico, el Caribe y el Mediterr¨¢neo. Regres¨®, estudi¨® Econ¨®micas, y en 2014 volvi¨® a navegar durante un a?o y medio, esta vez con su mujer y su hijo, con quien ahora regenta una compa?¨ªa de seguros para barcos en Fredericksburg, Virginia. ¡°Siempre me he considerado un luchador por la libertad, pero nunca he tenido la oportunidad de luchar de verdad por ella¡±, explica. ¡°Esta restricci¨®n de libertades que estamos viviendo no tiene precedentes. Para m¨ª, la sociedad no es nada si no honras a los individuos. Todo el mundo sabe ahora ser cauto, si no lo sab¨ªa antes. La mayor¨ªa de los que protestan por las medidas de confinamiento se centra en la econom¨ªa, pero para m¨ª es un tema m¨¢s grande, de libertades¡±.
Para Ashlyn Landrum, de 29 a?os, la cuesti¨®n econ¨®mica pesa. ¡°Los peque?os negocios son esenciales¡±, dice el texto de su pancarta, escrito con adornada caligraf¨ªa en una cartulina rosa. Posee un peque?o negocio de maquillaje art¨ªstico en Richmond que se ha visto obligado a cerrar durante la pandemia. ¡°No me recuperar¨¦ este a?o, no hay manera, todo se ha perdido¡±, lamenta. ¡°No puedo apoyar a mis empleadas, ni siquiera puedo apoyarme a m¨ª misma. Mi empresa es demasiado peque?a para solicitar los pr¨¦stamos que ha aprobado el Gobierno. Al final logr¨¦ una ayuda al desempleo, pero no me da ni para pagar el alquiler. La gente tiene demasiado miedo, nos han cancelado citas hasta en octubre. El miedo es m¨¢s poderoso que el virus. No soy solo yo. Richmond es una ciudad de peque?os negocios. Esto nos afecta a todos¡±.
Landrum ha venido con su hermana, Victoria, y su madre, Sharon. ¡°Ser libres es nuestro derecho constitucional. Proteger nuestra vida, nuestra libertad y buscar nuestra felicidad. Debemos defender nuestro derecho a reunirnos, que est¨¢ ahora siendo atacado, y nuestro derecho a la libertad religiosa, que tambi¨¦n est¨¢ siendo atacado porque han cerrado las iglesias. El Gobierno de Virginia no deber¨ªa tener la competencia para restringir esos derechos constitucionales¡±, defiende Victoria, de 27 a?os, trabajadora en el departamento de recursos humanos de una empresa de ingenier¨ªa. Para su madre, Sharon, la libertad de culto que mencionaba su hija es el principal motivo por el que protesta. ¡°No podemos rezar libremente, y eso es muy grave para m¨ª¡±, explica. ¡°Yo voy a misa cada domingo, y entre semana me re¨²no con la gente de mi iglesia. Ahora no podemos reunirnos y el rezo es virtual. Eso no es lo que dios quiere. Estoy horrorizada por c¨®mo se han llevado todas nuestras libertades en un abrir y cerrar de ojos¡±.
Hay una docena de personas protestando, animadas por una caravana de rancheras, con grandes banderas estadounidenses y de la campa?a de Trump, que dan la vuelta a la manzana tocando el claxon. Forman parte del grupo Virginianos por los Derechos Constitucionales 2020, que tiene m¨¢s de 35.000 miembros en Facebook. Fue creado por una activista antivacunas como Reabrir Virginia, pero cambiaron de nombre para que Facebook no lo cerrara. La red social anunci¨® el 20 de abril que cerrar¨ªa los anuncios de eventos de las protestas en determinados Estados por violar las directrices del Gobierno.
Algunas protestas, en los Estados de Michigan y Washington, han congregado a cientos de manifestantes. Pero las m¨¢s habituales son peque?as. Amplificadas por la extrema derecha, jaleadas por el presidente Trump con la vista puesta en las elecciones noviembre, las protestas contra el confinamiento han azuzado el esp¨ªritu libertario. ¡°La respuesta a la pandemia podr¨ªa representar una caricatura de lo que los cr¨ªticos desde?an del progresismo¡±, escribe John F. Harris, fundador del progresista Politico. ¡°Un Estado lleno de p¨¢nico respondiendo a los titulares y a la histeria, atropella la libertad individual y el sector privado, creando un problema cuyo remedio es una expansi¨®n a¨²n mayor del Estado¡±. La intervenci¨®n m¨¢s asombrosa del Estado en las vidas de los ciudadanos desde la Segunda Guerra Mundial, advierten algunos analistas, generar¨¢ efectos colaterales en la pol¨ªtica estadounidense.
Aqu¨ª en Richmond se ha unido a la conversaci¨®n un sujeto que defiende que respirar tras una m¨¢scara es nocivo para la salud, y que propone colgar a Bill Gates y a Anthony Fauci, epidemi¨®logo que representa a la ciencia en la respuesta de la Casa Blanca a la pandemia. Cuando los Guerreros Patriotas del Sur reconocen a un activista antifascista que graba con el m¨®vil desde la esquina, se acercan a su encuentro. Le llaman por su nombre. Es Goad Gatsby, de Richmond, que rastrea y documenta en v¨ªdeo a diferentes grupos fascistas. ¡°Mantened la distancia¡±, les dice. ¡°Tranquilo, solo tengo una cosa que decirte", le responde uno. "Tengo una camiseta de los Hiwaymen para ti, una camiseta verdadera y original de los Hiwaymen. La pr¨®xima vez que te vea, llevar¨¦ mi mochila y te la doy¡±. Los Guerreros Patriotas del Sur, habituales en eventos de nost¨¢lgicos de los Estados Confederados, son un grupo surgido de los Hiwaymen, que era una de las bandas supremacistas que participaron en los disturbios de Charlottesville en 2017, en los que un extremista estrell¨® su coche contra una multitud de contramanifestantes, matando a una persona e hiriendo a 19. All¨ª estuvo tambi¨¦n, entre los contramanifestantes, Goad Gatsby. ¡°Hay gente muy buena en ambos lados¡±, dijo entonces Donald Trump.
¡°Cuando personas as¨ª apoyan tu causa¡±, opina Gatsby, ¡°quiz¨¢ deber¨ªas reconsiderar tu postura¡±. No es lo que piensa el libertario Gary Golden. ¡°Participar en estas protestas me permite encontrarme con esta gente que lucha por lo mismo que yo, abrazarlos. Formamos una sociedad¡±, concluye.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.