¡°No podemos avanzar ni retroceder. Perdimos todo en el camino¡±
El cierre de fronteras por el coronavirus bloquea al menos a 33.000 migrantes en ?frica y cercena los medios de vida de comerciantes y pastores
¡°Estamos 30 personas en una habitaci¨®n, hay mujeres con sus beb¨¦s y gente de muchos pa¨ªses. Antes de la covid-19 sal¨ªamos a buscarnos la vida pero ahora no hay trabajo. Algunos d¨ªas no tenemos ni agua ni comida. No podemos avanzar ni retroceder. No tenemos nada¡±. La voz de Maxim, un joven marfile?o de 23 a?os, suena quebrada al tel¨¦fono. Est¨¢ en Agadez, al norte de N¨ªger, en una de las decenas de viviendas clandestinas que albergan a emigrantes en tr¨¢nsito hacia Europa y que se conocen como ghettos. Est¨¢ clavado all¨ª. solo espera. Con todo en contra, se agarra a una fe asombrosa, inqueb...
¡°Estamos 30 personas en una habitaci¨®n, hay mujeres con sus beb¨¦s y gente de muchos pa¨ªses. Antes de la covid-19 sal¨ªamos a buscarnos la vida pero ahora no hay trabajo. Algunos d¨ªas no tenemos ni agua ni comida. No podemos avanzar ni retroceder. No tenemos nada¡±. La voz de Maxim, un joven marfile?o de 23 a?os, suena quebrada al tel¨¦fono. Est¨¢ en Agadez, al norte de N¨ªger, en una de las decenas de viviendas clandestinas que albergan a emigrantes en tr¨¢nsito hacia Europa y que se conocen como ghettos. Est¨¢ clavado all¨ª. solo espera. Con todo en contra, se agarra a una fe asombrosa, inquebrantable. Pero ¨¦l es solo una gota de un inmenso oc¨¦ano.
El dr¨¢stico cierre de fronteras para tratar de frenar el contagio del coronavirus, que en ?frica ha provocado unos 300.000 casos, casi 8.000 fallecidos y se est¨¢ acelerando, ha reducido a la mitad los movimientos en el oeste y centro del continente con respecto al a?o pasado y ha bloqueado a 33.000 migrantes, seg¨²n la Organizaci¨®n Mundial de las Migraciones (OIM). ¡°solo en los seis centros de tr¨¢nsito que tenemos en N¨ªger hay entre 2.500 y 3.000 personas¡±, asegura Florence Kim, portavoz de este organismo en ?frica occidental, ¡°hemos tenido que habilitar lugares provisionales para poder mantener las medidas de distanciamiento obligadas por la epidemia. Estamos trabajando para que se reabra un pasillo humanitario para aquellos que quieren regresar a casa y ahora mismo no pueden¡±. Pero esta es solo es la punta del iceberg.
Maxim no aparece en las estad¨ªsticas. Perdi¨® ya la cuenta del tiempo que hace que sali¨® de su Abiy¨¢n natal, donde vend¨ªa carb¨®n y deambulaba por las estaciones de transporte haciendo peque?os trabajos para ganarse la vida. ¡°Tuve que dejar la escuela, mi familia no ten¨ªa recursos¡±, explica. El viaje en autobuses fue una sucesi¨®n de robos a mano armada. ¡°En las fronteras, en cada puesto militar, en cada control policial nos ped¨ªan 25 o 30 euros, si no ten¨ªas te pegaban, te quitaban el tel¨¦fono y no te dejaban pasar¡±. Abiy¨¢n, Buak¨¦, Bobo-Dioulasso, Uagadug¨², Kantchari, Niamey, Tahoua. La ilusi¨®n se iba desgastando a medida que las ciudades pasaban tras el cristal y los ¨¢rboles se convert¨ªan en arena del desierto.
En Niamey, la capital de N¨ªger, el religioso genov¨¦s Mauro Armanino lleva una d¨¦cada ofreciendo apoyo a los migrantes. ¡°Ahora hay menos lugares de paso y m¨¢s represi¨®n. Antes de llegar a Agadez les roban todo y una vez all¨ª no pueden seguir adelante ni ir a ning¨²n lado sin arriesgar su vida¡±, explica. Ya en 2015, cuando N¨ªger aprob¨®, a instancias de Europa, una ley que convirti¨® el tr¨¢fico de personas en un crimen con penas de hasta 30 a?os de c¨¢rcel, las cosas empezaron a ponerse complicadas. La cifra de migrantes que pasaba cada a?o rumbo a Europa cay¨® de 150.000 a unos 10.000. Pero con el refuerzo de la vigilancia en las fronteras y la prohibici¨®n estricta de tr¨¢nsito debido a la pandemia, cruzar se ha convertido en una aut¨¦ntica odisea.
¡°Algunos compa?eros han intentado continuar el viaje¡±, narra Maxim, ¡°pero los militares est¨¢n por todas partes y tuvieron que regresar a Agadez. Mi sue?o es seguir adelante, pero hemos perdido todo en el camino y da miedo escuchar lo que pasa en Libia. As¨ª que me encantar¨ªa intentar la v¨ªa legal. S¨¦ que es muy dif¨ªcil. Algunos quieren volver a sus pa¨ªses, pero yo prefiero continuar, no puedo regresar a Abiy¨¢n. ?Qu¨¦ voy a hacer en mi casa despu¨¦s de haber gastado tanto? ?C¨®mo me van a recibir?¡±. En los ¨²ltimos dos meses y medio, unos 500 j¨®venes han sido interceptados por las patrullas nigerinas en la frontera con Libia. M¨¢s sue?os rotos.
Bajo un chamizo, un grupo de j¨®venes guineanos graba un v¨ªdeo con un tel¨¦fono m¨®vil. ¡°Aqu¨ª estamos m¨¢s de 200 personas. Hace m¨¢s de tres meses que nos echaron de Argelia y nuestras condiciones son insoportables. Estamos a 48 grados de temperatura, en pleno desierto, no estamos acostumbrados a este clima, muchos de nosotros est¨¢n enfermos. Pedimos perd¨®n al Gobierno guineano. Por favor, vengan en nuestra ayuda para sacarnos de aqu¨ª. Perd¨®n, perd¨®n¡±. En realidad no es un v¨ªdeo, es un grito de socorro.
M¨¢s al sur las cosas tampoco pintan bien. Hasta hace unos meses, decenas de restaurantes y locales de comidas, estaciones de transporte, talleres mec¨¢nicos y mercados de Niamey supon¨ªan una oportunidad para que los migrantes ganaran unas monedas con las que proseguir su viaje gracias a peque?os trabajos. Hacer un recado, llevar un bulto, ayudar en la fabricaci¨®n de un sof¨¢ eran una alternativa mejor a la siempre dura mendicidad. Con las medidas adoptadas ante la covid-19, que aisl¨® a Niamey del resto del pa¨ªs, toda esa actividad se detuvo en seco. ¡°La vida de la ciudad se ralentiz¨® y estos j¨®venes no reciben ninguna ayuda, su propia supervivencia est¨¢ comprometida¡±, asegura Tcherno Hamadou Bulama, portavoz de la asociaci¨®n nigerina Espace Citoyen.
La otra gran ruta migratoria hacia Europa pasa por Marruecos, uno de los pa¨ªses africanos con m¨¢s casos de covid-19 y donde el confinamiento a¨²n persiste. Se estima que all¨ª hay unos 20.000 migrantes africanos a la espera de una oportunidad. ¡°No es que antes estuvieran para tirar cohetes, pero ahora lo est¨¢n pasando realmente mal¡±, asegura Oussama Chakor, coordinador de Alianza para la Solidaridad en Rabat. ¡°Se buscan la vida trabajando en lo informal, pero con las medidas adoptadas por el Gobierno apenas pueden salir a la calle, han perdido su fuente de ingresos¡±, a?ade.
El endurecimiento de los controles no les permite avanzar. ¡°El flujo migratorio no se va a parar, pero es verdad que se ha complicado, ahora es como si hubiera fronteras entre ciudades¡±, explica Chakor. Mientras en el norte de Marruecos se cierran las puertas, en el Sahara Occidental se abre una ventana. En lo que va de a?o, m¨¢s de 2.600 personas han tocado tierra en Canarias y en su inmensa mayor¨ªa han zarpado de Dakhla, El Aai¨²n y Nuadib¨², en la vecina Mauritania. ¡°Lo m¨¢s normal es que fueran personas que ya estaban por la zona, porque la movilidad ahora mismo es muy complicada¡±, a?ade Chakor.
Migraciones intraafricanas
Pero aquellos que van hacia Europa representan apenas el 15% del total de migrantes africanos. El resto se desplaza entre los propios pa¨ªses del continente. ¡°En Dakar hay decenas de miles de guineanos, malienses, mauritanos o congoleses y todas nuestras capitales son as¨ª. La gente va all¨ª donde hay una oportunidad de trabajar¡±, asegura Badara Ndiaye, presidente de la Asociaci¨®n Di¨¢spora, Desarrollo, Educaci¨®n y Migraciones (Diadem). Ellos tambi¨¦n sufren las consecuencias de la covid-19. ¡°Muchos no est¨¢n registrados y no reciben ayudas. Pero el drama es que las instituciones de microfinanzas que les dan cr¨¦dito est¨¢n quebrando, as¨ª que con la ca¨ªda de la actividad econ¨®mica se han quedado sin nadie a quien acudir para salvar su inversi¨®n, sus tiendas o negocios¡±, a?ade Ndiaye.
En la des¨¦rtica y orgullosa Gao, ciudad del norte de Mal¨ª, saben bien lo que es una quiebra. Asomada al r¨ªo N¨ªger y capital hist¨®rica del imperio Songhay, sobresaltada cada cierto tiempo con un atentado, un ataque o la explosi¨®n de una mina, este cruce de caminos comercial entre Argelia, Mal¨ª, N¨ªger y Burkina Faso ha resistido todos los embates. Ahora, sin embargo, languidece. ¡°Antes de la epidemia mucha gente viv¨ªa del comercio, todas las mercanc¨ªas pasaban por aqu¨ª. Ahora las carreteras est¨¢n cerradas y veo a la gente pasarlo mal¡±, asegura Ahmed Ag Okitane, un joven emprendedor que iba a buscar veh¨ªculos a Coton¨² para venderlos en Gao que ha tenido que parar.
¡°Todo se ha puesto car¨ªsimo. Los ¨²nicos que sacan partido son los grandes empresarios, propietarios de camiones. Ellos tienen contactos y consiguen los papeles, se est¨¢n enriqueciendo con todo esto. No hay piedad con el resto¡±, a?ade Ag Okitane. La paradoja es que en Gao no hay casos registrados de covid-19, es como sufrir las graves consecuencias de un mal lejano. De hecho, en la casa de los migrantes de esta ciudad, un albergue gestionado por C¨¢ritas, se nota un incremento de j¨®venes de diferentes nacionalidades que han sido rechazados en la frontera con Argelia. ¡°Lo siguen intentando. Muchos no creen en la enfermedad, se sienten inmunes. Lo intentan en los camiones que transportan alimentos¡±, asegura Eric Kamben, responsable del establecimiento.
Las primeras lluvias est¨¢n al caer. Es el momento en que, como ha ocurrido durante siglos, los pastores semin¨®madas de la regi¨®n se desplacen con sus animales en busca de pastos. Para ellos las fronteras son rayas en un papel inservible. Al menos hasta la covid-19. No lejos de Gogui, entre Mauritania y el oeste maliense, el viejo Makan Ciss¨¦ lleva 22 d¨ªas y 22 noches esperando para cruzar con un millar de corderos. ¡°Este es nuestro ¨²nico de medio de vida¡±, asegura su sobrino Mody Diallo, ¡°los animales est¨¢n al l¨ªmite. Si no llegan r¨¢pido a la comida van a morir y con ellos toda la esperanza de nuestra familia¡±.
El experto Badara Ndiaye lo tiene claro. ¡°La libre circulaci¨®n de personas tiene un l¨ªmite en la seguridad y el riesgo sanitario. Eso lo entendemos todos. Pero la movilidad no es solo una costumbre con fuerte arraigo entre nuestra poblaci¨®n sino un derecho. Los pa¨ªses africanos deben ir levantando este bloqueo de manera ordenada porque de lo contrario vamos a vivir una enorme tensi¨®n social¡±. L¨¦opold S¨¦dar Senghor, poeta y primer presidente de Senegal, dec¨ªa que ¡°en ?frica no hay fronteras, ni siquiera entre la vida y la muerte¡±. Hasta que lleg¨® el coronavirus.
La vida sin remesas
En el barrio de Altieri Nord, en la ciudad senegalesa de Louga, la vida serpentea estos d¨ªas entre las reuniones para tomar el t¨¦ a la sombra que regalan los escasos ¨¢rboles, las visitas a los amigos y familiares y esa especie de modorra que trae el calor pesado que precede a la estaci¨®n de lluvias. Sin embargo, entre sus calles de arena esparcida por el viento, algo ha cambiado. Awa Sow, joven estudiante de costura de 20 a?os, ya no sonr¨ªe tanto. ¡°Las cosas se han vuelto m¨¢s dif¨ªciles. Mi padre ya no puede ayudarnos como antes y lo estamos notando mucho¡±, asegura.
Su padre, Abdou Sow, vive desde hace dos a?os en Palma de Mallorca. No hay pesar ni dolor en ello. Las gentes de Louga llevan d¨¦cadas en el camino. Gab¨®n, el Congo, luego Francia, Italia o Espa?a saben de este esfuerzo, de la b¨²squeda de un futuro mejor de los habitantes de esta regi¨®n que se asoma al inmenso Sahel. ¡°Las cosas iban bien, cada mes nos mandaba algo de dinero que aqu¨ª nos permit¨ªa salir adelante, pero ahora nos dice que no puede salir de casa, que no vende nada, que no hay trabajo¡±, explica la joven Sow.
Amadou Ba, tambi¨¦n vecino de Altieri Nord y profesor de Secundaria, tampoco tiene mucho que hacer desde que suspendieron las clases. Ahora forma parte del comit¨¦ que se encarga del reparto de ayuda estatal a los m¨¢s vulnerables. ¡°En Louga, las familias de los emigrantes siempre han sido las que ten¨ªan mejores casas, las que viv¨ªan mejor. Ahora me piden que las incluya en la lista de beneficiarios de ayuda porque est¨¢n pasando muchas dificultades¡±, revela. El Gobierno senegal¨¦s ha puesto en marcha un plan de emergencia para hacer frente a los problemas derivados de la ralentizaci¨®n econ¨®mica y distribuye desde hace semanas productos de primera necesidad como aceite, arroz, pasta y az¨²car entre los m¨¢s vulnerables.
El Banco Mundial prev¨¦ que en 2020 habr¨¢ una ca¨ªda de hasta el 23% en el volumen de las remesas que los migrantes env¨ªan a la regi¨®n de ?frica subsahariana. Para un pa¨ªs como Senegal, donde estos env¨ªos representan un 10% del Producto Interior Bruto (PIB), el golpe es duro. Pero para la regi¨®n maliense de Kayes, hogar de los impenitentes viajeros sonink¨¦s, es una aut¨¦ntica tragedia. No lejos de la ciudad de Yeliman¨¦ vive Khadiya Diawara, una mujer de armas tomar. Su marido se fue a Francia en los a?os ochenta y sus hijos crecieron con ese gusanillo de marchar. Y se fueron. ¡°Los dos est¨¢n en Mil¨¢n. Cada noche le pido a Dios que no enfermen y que todo esto pase de una vez. Mi marido est¨¢ convaleciente y yo estoy mayor para trabajar, los necesito¡±, asegura.