La interminable digesti¨®n econ¨®mica de la reunificaci¨®n alemana
La misi¨®n imposible de privatizar las mastod¨®nticas industrias de la Rep¨²blica Democr¨¢tica Alemana lastra la equiparaci¨®n de las dos Alemanias 30 a?os despu¨¦s
Toneladas de maquinaria pesada, pal¨¦s y bobinas habitan una de las imponentes f¨¢bricas de ladrillo rojo de Kirow, a las afueras de Leipzig. Cuesta creer que esta empresa fuera adquirida por un marco alem¨¢n a principios de los noventa y haya acabado siendo l¨ªder mundial en el mercado de gr¨²as ferroviarias. En el oeste del pa¨ªs, Kirow ser¨ªa un cl¨¢sico ejemplo de esas industrias hiperespecializadas alemanas que conquistan el mundo. Aqu¨ª, en el Este, constituye toda una rareza. Porque con la ca¨ªda del Muro y la reunificaci¨®n alemana, de la que ahora se cumplen 30 a?os, la ruinosa econom¨ªa planificada tuvo que adaptarse de la noche a la ma?ana al capitalismo global en un proceso de turboprivatizaci¨®n muy traum¨¢tico, que sembr¨® de cad¨¢veres industriales el este del pa¨ªs, puso a millones de trabajadores en la calle y que no ha acabado a¨²n de digerirse. ¡°Aquello fue misi¨®n imposible. Fue muy muy doloroso¡±, recuerda ahora Ludwig Koehne, el due?o de Kirow, quien trabaj¨® durante los primeros a?os de la reunificaci¨®n en la Treuhand, la instituci¨®n encargada de privatizar las grandes empresas de la Rep¨²blica Democr¨¢tica Alemana (RDA). Comprender ese proceso econ¨®mico resulta fundamental para entender la Alemania reunificada y los traumas que parte de su poblaci¨®n todav¨ªa arrastra.
La alemana fue en muchos aspectos una reunificaci¨®n admirable y mod¨¦lica, gracias a un extraordinario impulso pol¨ªtico y una lluvia de millones que tres d¨¦cadas m¨¢s tarde ha logrado la casi total convergencia en la esperanza de vida, el n¨²mero de hijos y muchos otros indicadores. Pero tambi¨¦n es cierto que las econom¨ªas del Este y el Oeste no acaban de equipararse y el tejido industrial sigue estando repartido de manera desigual en el mapa de Alemania.
Si el PIB per capita en el Este era un 37% comparado con el del Oeste el a?o de la reunificaci¨®n, hoy se sit¨²a en el 79,1%. El salario, sigue siendo de media un 14% menor en los llamados nuevos Estados miembros. ¡°La mayor¨ªa de la gente mira con confianza hacia el futuro, pero a pesar de los ¨¦xitos impresionantes, la reunificaci¨®n alemana no ha satisfecho a todos los ciudadanos por igual. En los nuevos Estados federados, las heridas de la dictadura de la SED (partido socialista de la Rep¨²blica Democr¨¢tica) y la profunda sacudida social y econ¨®mica que sigui¨® a la reunificaci¨®n sigue doliendo todav¨ªa hoy¡±, reza el informe del comisionado para la reunificaci¨®n presentado este mes.
Las sacudida econ¨®mica tiene nombre propio: Treuhandanstalt. Esa fue la instituci¨®n oficial anclada en el Tratado de Reunificaci¨®n, encargada de ejecutar la transici¨®n de una econom¨ªa planificada a una de mercado y por cuyas manos pasaron 8.500 empresas y cuatro millones de trabajadores. La Treuhand se convirti¨® en el s¨ªmbolo de la destrucci¨®n de la RDA. ¡°Cuando cay¨® el Muro, nadie lo esperaba ni estaba preparado. Ni en Bonn en la pol¨ªtica, pero tampoco en la econom¨ªa¡±, recuerda Marcus B?ick, historiador especialista en la Treuhandanstalt de la Universidad del Ruhr en la ciudad de Bochum. B?ick creci¨® en el Este, en Sajonia-Anhalt, anhelando como tantos otros ni?os los bienes de consumo occidentales. Cuenta que cuando llegaba a su casa un paquete de su familia del Oeste, aquello era todo un acontecimiento. ¡°Hab¨ªa un deseo muy profundo de vivir como en el Oeste. Por supuesto de ser libres, pero tambi¨¦n de una mejora de la vida material¡±.
Coincide en parte Kurt-Ulrich Mayer, un abogado de la CDU, el partido de Angela Merkel, que lleg¨® del Oeste, de Renania Palatinado, para tantear el terreno pol¨ªtico tras la ca¨ªda del Muro. ¡°La gente pens¨® que su nivel de vida se iba a equiparar en seguida al del Oeste, pero eso no fue posible. En primer lugar, porque el Oeste subestim¨® la situaci¨®n de la RDA. Se creyeron la propaganda oficial de que esta era una gran naci¨®n. Pero la realidad era distinta. Era una industria envejecida, que no ten¨ªa oportunidades para competir en el mercado y era altamente contaminante. La RDA estaba en una situaci¨®n de crisis extrema, ahogada por las deudas¡±, relata en su despacho, junto a la majestuosa biblioteca universitaria de Leipzig. Mayer ejerci¨® durante los primeros meses tras la reunificaci¨®n de asesor municipal y empresarial. ¡°No ten¨ªan ni idea de c¨®mo funcionaba la administraci¨®n moderna, yo ten¨ªa que ense?arles qu¨¦ es un alcalde y c¨®mo funciona la administraci¨®n¡±.
La transformaci¨®n de Leipzig
Leipzig es hoy una ciudad magn¨¦tica, estudiantil y sembrada de parques que le proporcionan una espectacular calidad de vida. Los manifestantes salen ahora a la calle a protestar por la gentrificaci¨®n de la ciudad, pero en aquellos a?os, ped¨ªan libertad, reformas y ciudades vivibles. La contaminaci¨®n te?¨ªa de gris una ciudad alimentada por carb¨®n de mala calidad y convert¨ªa los cielos en capotas asfixiantes.
Tambi¨¦n por eso, en aquellos meses posteriores a la ca¨ªda del Muro, las expectativas eran inmensas. La calle transpiraba un ambiente euf¨®rico, muy emocional, alimentado por unos pol¨ªticos en campa?a que promet¨ªan lo divino y lo humano. El propio canciller, Helmut Kohl, padre de la reunificaci¨®n, prometi¨® un futuro color de rosa con la famosa frase en la que vaticin¨® para los nuevos Estados federados ¡°paisajes floridos¡± y pr¨®speros. Con el paso de los a?os y las dificultades propias de una tit¨¢nica reunificaci¨®n, la frase ha envejecido mal y se repite con sorna por todo el pa¨ªs, al recordar aquellas enso?aciones.
Las altas expectativas se tornaron pronto en profunda decepci¨®n, en buena medida debido a los desaf¨ªos que planteaba coser dos sistemas pol¨ªticos, pero tambi¨¦n econ¨®micos, diametralmente opuestos. En marzo de 1990 habl¨® Kohl en la Augustusplatz de Leipzig (entonces todav¨ªa Karl-Marx-Platz) ante 300.000 personas. Cuatro a?os m¨¢s tarde, apenas 4.000 personas salieron a escucharle en Leipzig y le pitaron. En un acto lleg¨® incluso a volar un huevo crudo.
En ese contexto comenz¨® a operar la Treuhandanstalt y precisamente all¨ª fue a parar Koehne, el due?o de Kirow, el fabricante de gr¨²as de v¨ªas de tren. Koehne hab¨ªa crecido en D¨¹sseldorf (Oeste) y estudiaba en Inglaterra cuando cay¨® el muro. ¡°Inmediatamente pens¨¦ que eso significaba la reunificaci¨®n. Hay fuerzas en al historia que son m¨¢s fuertes que la voluntad de los pol¨ªticos¡±, reflexiona ahora en el despacho de su oficina en un precioso pol¨ªgono de Leipzig, de extraordinaria belleza industrial, compuesto por naves de ladrillo rojo protegidas.
¡°Cuando cay¨® el muro, pens¨¦ que aquello era hist¨®rico y que ten¨ªa que ir a Berl¨ªn. Llegu¨¦ entusiasta, aquellos d¨ªas eran una fiesta¡±. Koehne comenz¨® a trabajar en la sede central de la Treuhandanstalt en 1992. ¡°Primero se agrupaba a las empresas seg¨²n la rama a la que pertenecieran y si no pod¨ªan vender, se transfer¨ªan a otro departamento en el que se les daba dos o tres meses para ser vendidas. Las consideradas invendibles, tras una ¨²ltima oportunidad, hab¨ªa que cerrarlas¡±.
Venta de empresas
La ley de la Treuhand establec¨ªa tres criterios: el precio de venta, el n¨²mero de empleos que garantizara el inversor y la cantidad que aportara comprador. Al final el precio fue lo de menos y las empresas se vend¨ªan de forma simb¨®lica por un marco alem¨¢n. Hab¨ªa tambi¨¦n un subsidio para el inversor y una cl¨¢usula que dec¨ªa que el Estado cubrir¨ªa las p¨¦rdidas durante tres a?os. Un tercio de las empresas cerraron (unas 3.700) y dos tercios se privatizaron, pero despidiendo al 80% de los trabajadores. En cuatro a?os, tres millones de personas perdieron su trabajo. Esa brecha no acaba de cerrarse. El a?o pasado, el desempleo en el Oeste marc¨® un m¨ªnimo hist¨®rico en el este del 6,4%. En el oeste fue de 4,7%.
Para las empresas, el shock que sigui¨® a la implantaci¨®n del marco alem¨¢n, se sum¨® el de la demanda. Los pa¨ªses del entorno viv¨ªan sus propias revoluciones; ya no hab¨ªa raz¨®n para seguir comprando a la fuerza productos de la ex-RDA. Los b¨²lgaros se hab¨ªan especializado en autobuses, los checos en tranv¨ªas, los alemanes en gr¨²as de trenes. Eran todo monopolios. El bloque del Este se divid¨ªa los sectores y los mercados, pero de repente el mundo se ampli¨®. La gente pod¨ªa viajar y las empresas tambi¨¦n. Ahora pod¨ªan comprar algo mejor de Francia o de Espa?a o en Asia, como sucedi¨® por ejemplo con la competencia a la que se tuvo que enfrentar de golpe la industria textil de Sajonia.
B?ick, el acad¨¦mico, sostiene que el caso alem¨¢n fue especialmente duro. ¡°No hubo tiempo para hacer reformas previas. Fue el proceso m¨¢s traum¨¢tico de todos los pa¨ªses del este por tener que adaptarse de la noche a la ma?ana al marco alem¨¢n. No hab¨ªa empresa capaz de sobrevivir en esas circunstancias.Inyectaron miles de millones para mantenerlas vivas, pero hab¨ªa que dejar de quemar dinero p¨²blico y encontrar r¨¢pido una soluci¨®n¡±. La din¨¢mica pol¨ªtico-hist¨®rica no permit¨ªa pausas. La velocidad era vertiginosa, en 1992 se privatizaban 500 empresas al mes. El desmoronamiento de la estructura industrial result¨® en una fragmentaci¨®n empresarial, que pervive hasta hoy, como demuestra la ausencia de compa?¨ªas del este en el prestigioso DAX alem¨¢n. Un 8% de las empresas en el este tienen m¨¢s de 250 empleados, mientras que esa cifra asciende al 23% en el oeste. Y otro dato m¨¢s: la cuota de exportaci¨®n en el este es del 36,6%, frente al 50,3% del oeste.
Gas a cambio de gr¨²as
De la noche a la ma?ana se acab¨® el sistema por el que los jerarcas de la RDA pod¨ªan obtener petr¨®leo o gas a cambio de gr¨²as por ejemplo. En tiempos del colapso de la RDA, las grandes empresas eran una ruina. Hab¨ªan funcionado como monopolios durante d¨¦cadas, con plantillas que engordaban a?o tras a?o sin aparente fin, sin despedir a nadie y ahogadas en procesos burocr¨¢ticos. En cuesti¨®n de semanas les dijeron que ten¨ªan recortar un 80% la plantilla y ser competitivos.
¡°Mi trabajo consist¨ªa en decidir si las empresas cerraban o no. Ten¨ªamos consultores, abogados, que nos ayudaban a hacer la evaluaci¨®n y trat¨¢bamos de encontrar inversores. A las que cerraban se les daba una compensaci¨®n y los trabajadores se iban al paro¡±. Koehne calcula que en Leipzig, apenas un 5% de las empresas sobrevivi¨®.
Las gr¨²as de Koehne sobrevivieron en parte debido a la suerte. Su familia compr¨® la empresa poco despu¨¦s de la reunificaci¨®n por un marco alem¨¢n porque ten¨ªan experiencia en el sector y creyeron que era salvable . Un par de semanas despu¨¦s, para su sorpresa, los rusos no cancelaron un pedido pendiente de 20 gr¨²as, lo que equival¨ªa a dos a?os de trabajo. Luego llamaron a su puerta los africanos, los chinos y tambi¨¦n los estadounidenses para un programa de desarme de cabezas nucleares. Contra pron¨®stico, sobrevivieron y a¨²n mantienen a los 180 trabajadores con los que compraron la empresa, aunque lejos de los 3.000 que en tiempos de la RDA trabajaban all¨ª. Eran trabajadores muy bien formados, recuerda Koehne, pero no ten¨ªan acceso a nuevos componentes. Tuvieron que modernizar la maquinaria.
Empresarios del Oeste como Koehne llevaron la voz cantante en la Treuhand y en la privatizaci¨®n de la RDA. Los padres de la reunificaci¨®n consideraron que los del Este no ten¨ªan el conocimiento necesario del sistema. La presencia de los occidentales, junto con la celeridad y el trauma que supuso el recorte dr¨¢stico de las plantillas, produjo un shock sociol¨®gico de una poblaci¨®n que en buen medida se sinti¨® conquistada por occidentales que consideraron arrogantes; una ¨¦lite que vino a ponerles en la calle. Un estudio del Instituto de Estudios Econ¨®micos de la Universidad de Munich publicado este mes confirma que las empresas m¨¢s productivas fueron a parar a manos de empresarios del Este. Que en 1995, cuando acab¨® la misi¨®n de la Treuhand, m¨¢s de la mitad de las antiguas empresas estatales, que representaban un 64% de las ventas y un 68% de los empleos estaban en manos de ciudadanos del oeste.
¡°Ovejas negras del Oeste¡±
La imagen de los empresarios del Oeste no era buena, en parte porque hubo muchas estafas. Mayer, el abogado, recuerda ahora divertido c¨®mo ¡°llegaron muchas ovejas negras del Oeste, que pensaron que aqu¨ª pod¨ªan hacer mucho dinero. Vino gente de Austria, de Holanda y muchos del Oeste de Alemania, claro. Llenaban las praderas con coches para venderlos de segunda mano. Recuerdo que un amigo ten¨ªa encargado un Lada (del Este) y cancel¨® el pedido para comprarse un BMW reci¨¦n pintado. La carrocer¨ªa estaba tan oxidada, que la hab¨ªan cubierto con cemento. Vend¨ªan joyas falsas, de todo¡±.
Mayer explica que la velocidad y la naturaleza del cambio fue un f¨¢brica de decepci¨®n. ¡°La Treuhand cometi¨® muchos fallos, claro. Se cerraron demasiado r¨¢pido y mucha gente perdi¨® su trabajo de un d¨ªa para otro. De repente, su vieja vida ya no val¨ªa. En la RDA, todos trabajaban y ten¨ªan su salario. Con la reunificaci¨®n y la quiebra, la gente perdi¨® su trabajo y con ¨¦l, el sentimiento de seguridad. Mucha gente se decepcion¨®, ten¨ªan que ponerse a buscar trabajo y no estaban acostumbrados. En el oeste tuvimos la suerte de tener un plan Marshall despu¨¦s de la guerra, pero la gente aqu¨ª no tuvo esas oportunidades¡±, interpreta este abogado, que vive desde hace 30 a?os en Leipzig ¡°feliz¡±.
La decepci¨®n se vio alimentada adem¨¢s porque la transformaci¨®n econ¨®mica implic¨® adem¨¢s cambios sociales y culturales de profundo calado. Porque las empresas eran en el sistema socialista mucho m¨¢s que centros de trabajo. Eran el eje vertebrador de la vida social y cultural, con sus clubs deportivos, sus escuelas infantiles y teatros. Todo eso se evapor¨®. En muchas regiones del Este, el desempleo se dispar¨® y m¨¢s de dos millones de personas (de una poblaci¨®n de 16,4) emigraron, despoblando zonas rurales, deprimidas hasta hoy. Si en 1990 la poblaci¨®n del Este representaba el 23% de la poblaci¨®n alemana, hoy alcanza el 19%, a pesar de que desde hace un par de a?os ha habido m¨¢s emigraci¨®n del oeste hacia el este que en direcci¨®n contraria, seg¨²n datos de la oficina oficial de Estad¨ªsticas.
Uwe Schwabe fue uno de los protagonistas de la revoluci¨®n pac¨ªfica que tumb¨® el muro a golpe de protestas con el movimiento ciudadano Neues Forum y ya entonces tuvo claro que la asimetr¨ªa econ¨®mica generar¨ªa importantes distorsiones. ¡°Le advertimos a la gente que les vender¨ªan, que las empresas del oeste no ten¨ªan inter¨¦s en tener competidores aqu¨ª, que habr¨ªa mucho paro, pero la gente no quer¨ªa escuchar. Daba igual lo que les dijeras, quer¨ªan vivir como la gente del oeste lo antes posible¡±, cuenta Schwabe, quien ahora preside el Archivo del Movimiento Ciudadano de Leipzig y que trabaja en el museo de la ciudad que explica a las nuevas y viejas generaciones los asombrosos cambios que ha atravesado este pa¨ªs.
Schwabe explica que la digesti¨®n econ¨®mica de la reunificaci¨®n var¨ªa mucho seg¨²n la edad con la que te hubiera pillado. ¡°Con 30 a?os, como yo, ten¨ªas muchas posibilidades de reinventarte, pero si ten¨ªas 40 y 50, no hab¨ªa ninguna oportunidad para ti en el nuevo mercado laboral. Han ido dando tumbos de un trabajo temporal a otro, hasta que se han jubilado y eso se aprecia en las pensiones¡±. La jubilaci¨®n es uno de los agravios comparativos que con m¨¢s frecuencia salen a relucir a pie de calle. ¡°Cobran 500, 600 u 800 euros y han trabajado toda su vida y piensan: yo no soy m¨¢s est¨²pido que los del Oeste. Por eso todo esto surge ahora de nuevo y los partidos aprovechan para instrumentalizarlo¡±. Schwabe alude a la fortaleza de la ultraderecha, Alternativa por Alemania (AfD), que en el Este tiene su basti¨®n y que explota con maestr¨ªa el resentimiento que anida en esta parte de Alemania, llamando a una nueva revoluci¨®n como la de 1989, esta vez contra el establishment.
Esa frustraci¨®n es el l¨ªquido amni¨®tico del que se nutre la ultraderecha populista y que se reparte de manera desigual por el antiguo territorio de la RDA. Mientras ciudades como Leipzig o Dresde florecen y atraen a estudiantes, artistas y empresarios, hay tambi¨¦n un mundo rural despoblado y alica¨ªdo, en el que AfD cosecha excelentes resultados, por encima del 20% y hasta del 30%, haciendo sentir a sus votantes que ellos, a diferencia de los pol¨ªticos de Berl¨ªn, s¨ª les escuchan. Koehne, una suerte de ciudadano global que logr¨® incluso que el mism¨ªsimo Oscar Niemeyer dise?ara un espectacular edificio esf¨¦rico anejo a su f¨¢brica, se lleva las manos a la cabeza cuando piensa en el avance populista. ¡°Somos una empresa que depende de la exportaci¨®n. Ser¨ªa un desastre si Alemania del Este vuelve a tener la reputaci¨®n de extrema derecha¡±, Koehne teme, como tantos otros, que las flores de los campos de los que habl¨® Kohl se marchiten antes de tiempo.
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