Sud¨¢n define dividido su nuevo lugar en el mundo
Los militares del Gobierno de transici¨®n marcan la pol¨ªtica exterior del pa¨ªs mientras dejan al margen a las autoridades civiles
Cuando a finales de noviembre una delegaci¨®n de Israel aterriz¨® por primera vez en Sud¨¢n desde el anuncio, un mes antes, de que ambos pa¨ªses se disponen a normalizar relaciones, lo hizo en una visita marcada por la confusi¨®n. La radio del Ej¨¦rcito israel¨ª hab¨ªa avanzado su llegada, pero, en Jartum, el Gobierno civil que pilota la transici¨®n democr¨¢tica del pa¨ªs neg¨® tener informaci¨®n al respecto mientras sus l¨ªderes militares permanec¨ªan en silencio.
A los ...
Cuando a finales de noviembre una delegaci¨®n de Israel aterriz¨® por primera vez en Sud¨¢n desde el anuncio, un mes antes, de que ambos pa¨ªses se disponen a normalizar relaciones, lo hizo en una visita marcada por la confusi¨®n. La radio del Ej¨¦rcito israel¨ª hab¨ªa avanzado su llegada, pero, en Jartum, el Gobierno civil que pilota la transici¨®n democr¨¢tica del pa¨ªs neg¨® tener informaci¨®n al respecto mientras sus l¨ªderes militares permanec¨ªan en silencio.
A los pocos d¨ªas, Mohamed Al Faki Suleiman, portavoz del Consejo Soberano sudan¨¦s, el ¨®rgano c¨ªvico-militar que act¨²a como jefe de Estado durante la transici¨®n, reconoci¨® al canal de televisi¨®n Alhurra que el encuentro, de car¨¢cter militar, hab¨ªa tenido lugar, y justific¨® que no se hubiera anunciado alegando que la cita no fue ni significativa ni pol¨ªtica. El 5 de diciembre, sin embargo, el ministro de Informaci¨®n, Faisal Mohamed Salih, volvi¨® a la carga en una entrevista con la emisora local S24, y repiti¨® que la visita no se hab¨ªa coordinado con el Ejecutivo. ¡°Se supone que [las relaciones exteriores] est¨¢n en manos del consejo de ministros¡±, insinu¨®. Critic¨® as¨ª que los asuntos relativos a la normalizaci¨®n con Israel hayan sido gestionados ¡°unilateralmente por el Ej¨¦rcito¡±.
El dardo de Salih fue la ¨²ltima muestra de la tensi¨®n que existe entre civiles y militares en el Gobierno de transici¨®n sudan¨¦s. Pero su inusual reprobaci¨®n p¨²blica tambi¨¦n dej¨® al descubierto sus diferencias en pol¨ªtica exterior justo cuando Sud¨¢n empieza a reintegrarse en la escena internacional tras el derrocamiento del dictador Omar al Bashir, en abril de 2019, y comienza a definir el nuevo lugar que quiere ocupar en el mundo.
¡°Esta tensa relaci¨®n entre los civiles y los militares es una realidad de la transici¨®n. Existe una disputa constante por el poder, y uno de los ¨¢mbitos donde esto se ve con mayor claridad es en la pol¨ªtica exterior¡±, se?ala el diplom¨¢tico Alberto Miguel Fern¨¢ndez, jefe de la misi¨®n diplom¨¢tica de Estados Unidos en Sud¨¢n entre 2007 y 2009.
El caso de las relaciones con Israel es en el que las consecuencias de esta divisi¨®n, sumada a las formas precipitadas de la Administraci¨®n de Donald Trump, son m¨¢s evidentes. As¨ª, su normalizaci¨®n es parte del pol¨¦mico acuerdo anunciado en octubre por el presidente saliente de EE UU en el que la Casa Blanca se compromet¨ªa a sacar a Sud¨¢n de la lista negra de pa¨ªses que patrocinan el terrorismo. Tambi¨¦n promov¨ªa restaurar su ¡°inmunidad soberana¡± a cambio de que Jartum pague compensaciones millonarias a las v¨ªctimas de los atentados en las embajadas de EE UU en Kenia y Tanzania, en 1998, y establezca lazos con Israel. Al recuperar la inmunidad, todos los casos abiertos contra Jartum en tribunales estadounidenses quedar¨ªan anulados y no se admitir¨¢n nuevas demandas contra el Gobierno sudan¨¦s.
A pesar de que Washington retir¨® a Sud¨¢n de la lista de pa¨ªses que apoyan el terrorismo el pasado lunes, casi dos meses despu¨¦s del anuncio, el acuerdo todav¨ªa parece hacer agua por momentos. Sud¨¢n e Israel a¨²n no han rubricado un texto; sus relaciones las monopolizan los militares sudaneses; y la inmunidad soberana ¡ªque nunca estuvo en manos de la Casa Blanca¡ª sigue estancada en el Congreso de Estados Unidos, donde senadores dem¨®cratas quieren extraer todav¨ªa m¨¢s concesiones a Sud¨¢n. Adem¨¢s, el Senado cerrar¨¢ el 21 de diciembre hasta febrero, lo que retrasar¨ªa todo el proceso hasta el a?o que viene.
¡°La Administraci¨®n Trump estaba mucho m¨¢s interesada en hacer un anuncio de acuerdo que en los detalles de ese acuerdo¡±, considera Cameron Hudson, investigador del Atlantic Council. ¡°Han logrado lo que quer¨ªan, pero ahora que tratan de implementar el pacto se est¨¢n dando cuenta de que pasaron detalles importantes por alto y est¨¢n haciendo que se desmorone¡±, agrega el tambi¨¦n exjefe de gabinete del enviado especial de Estados Unidos a Sud¨¢n.
M¨¢s all¨¢ de EE UU
Otro punto de bifurcaci¨®n entre las autoridades sudanesas empieza en Rusia. A mediados de noviembre, el presidente Vlad¨ªmir Putin aprob¨® un acuerdo ¡ªpendiente de ratificaci¨®n¡ª para establecer en Sud¨¢n una base log¨ªstica de la Armada que, seg¨²n un borrador de la agencia TASS, podr¨ªa alojar a 300 efectivos y cuatro buques, incluido uno nuclear.
El exjefe de la Armada rusa Viktor Kravchenko se?al¨® en noviembre a Interfax que el principal objetivo de la base, que ser¨ªa la segunda del pa¨ªs en la regi¨®n, es restaurar y aumentar su presencia en una zona de importancia geoestrat¨¦gica como es el mar Rojo. Pero el acuerdo, que es el primero de esta envergadura desde que se inici¨® la transici¨®n y que se construye sobre un pacto de 2019 entre Mosc¨² y militares sudaneses, solo contempla contrapartidas militares.
¡°La normalizaci¨®n [de relaciones] con Israel y la base naval rusa son decisiones que han sido tomadas por los militares y que solo benefician a los militares¡±, apunta Kholood Khair, directora de Insight Strategy Partners, un centro de investigaci¨®n con sede en Jartum. ¡°El Ej¨¦rcito est¨¢ tomando decisiones sin consultar a los civiles, que en lugar de hablar sin reservas de ello permanecen callados¡±, observa Hudson, que a?ade que eso muestra la ¡°debilidad fundamental¡± del Gobierno civil.
Una din¨¢mica similar ocurre con dos de las principales potencias del Golfo, Arabia Saud¨ª y Emiratos ?rabes Unidos. Riad y Abu Dabi fueron las capitales que ofrecieron un apoyo m¨¢s sustancial a la Junta Militar que asumi¨® las riendas en Sud¨¢n tras derrocar a Al Bashir, incluidos 3.000 millones de d¨®lares (2.500 millones de euros) en asistencia, en un gesto que pareci¨® emular la intervenci¨®n para cimentar a Abdelfat¨¢ Al Sisi en Egipto tras su golpe de Estado en 2013. Pero desde que Sud¨¢n inici¨® su transici¨®n, el apoyo financiero del Golfo se ha detenido.
¡°A los saud¨ªes y emirat¨ªes no les interesa averiguar c¨®mo toman forma las complejidades pol¨ªticas: quieren algo f¨¢cil y conveniente. Y en el Ej¨¦rcito, con su cadena de mando, solo necesitas hablar con una persona¡±, considera Khair, que cree que tampoco quieren que su propia gente ¡°vea a Sud¨¢n pasar de una autocracia a una democracia con ¨¦xito¡±. Un caso singular en este ¨¢mbito se ha dado con Egipto y Etiop¨ªa, vecinos de Sud¨¢n con los que Jartum ha mantenido tensas negociaciones sobre la gesti¨®n de la presa que los et¨ªopes est¨¢n ultimando en el Nilo. Aunque incluso con estas conversaciones lideradas por civiles, El Cairo y Adis Abeba est¨¢n en contacto tambi¨¦n con los militares por la gran importancia del proyecto.
Pese a esta preeminencia de los militares, Fern¨¢ndez cree que no se trata de una realidad monol¨ªtica. ¡°Los civiles se han ganado con su labor una buena consideraci¨®n ante parte de la comunidad internacional. Los militares tienen mucho poder y ciertamente pueden mover las cosas en una direcci¨®n determinada, pero al final del d¨ªa la mayor¨ªa de la comunidad internacional quiere que [ambos] jueguen bien juntos¡±, considera.
Hudson, en cambio, apunta que una de las principales razones por la que los militares est¨¢n pudiendo definir la pol¨ªtica exterior de Sud¨¢n es que los aliados del pa¨ªs, ya sean recientes, como EE UU, Israel o pa¨ªses europeos; o tradicionales, como las monarqu¨ªas del Golfo, se dirigen primero a los militares en lugar de a los civiles cuando quieren dialogar con Jartum. ¡°Hasta que los aliados no empiecen a dirigirse a los l¨ªderes civiles, estos van a seguir marginalizados¡±, sentencia.