La grieta pol¨ªtica parte en dos Ecuador
Los seguidores de Andr¨¦s Arauz y Guillermo Lasso fijan posiciones irreconciliables y sin matices
¡°Que ya viene Guillermo, que ya viene Guillermo¡±, grita un joven tras el volante de una gigantesca todoterreno. Sonia y Cristina Vel¨¢zquez, madre e hija, ondean una bandera azul y blanca. Acaba de caer un chaparr¨®n y las mujeres apenas han logrado refugiarse bajo la marquesina de una tienda. Llevan una hora en ese esquina del casco hist¨®rico de Quito, a dos calles del Palacio de Carondelet, la sede del Gobierno de Ecuador, y a cuatro del bar que abrieron hace diez a?os en ese barrio de oficinistas. Este mi¨¦rcoles han cerrado un poco antes que de costumbre. Escucharon en la radio que la caravana del candidato presidencial Guillermo Lasso pasar¨ªa por all¨ª para despedirse de la capital antes de cerrar la campa?a en Guayaquil. El domingo, el candidato conservador disputar¨¢ la presidencia en segunda vuelta con Andr¨¦s Arauz, el hombre del corre¨ªsmo. ¡°Arauz es la copia de Rafael Correa¡±; ¡°Arauz quiere terminar con la dolarizaci¨®n y volver al sucre¡±; ¡°Arauz har¨¢ fraude¡±; ¡°Arauz nos convertir¨¢ en Venezuela¡±. Sonia y Cristina repiten como un mantra lo mismo que la decena de seguidores de Lasso que esperan en esa esquina el paso del candidato conservador.
A pocas cuadras de all¨ª, en la plaza frente a Carondelet, un grupo de simpatizantes de Arauz viste remeras naranjas y reparte panfletos y banderas. Un volante a todo color anticipa en letras azules: ¡°Correa vuelve¡±. ¡°All¨ª vive el traidor¡±, dice Luis Kaiza, un mec¨¢nico jubilado de 80 a?os que trabaj¨® toda su vida en el Ministerio de Obras P¨²blicas. Y se?ala la sede del Gobierno, para que quede claro se que se refiere a Len¨ªn Moreno, el actual presidente, delf¨ªn pol¨ªtico de Correa y luego enemigo. A su lado, Mar¨ªa Quirsimba, un ama de casa de 60 a?os, dice que votar¨¢ por Arauz ¡°porque Lasso es el del feriado bancario¡±, como llaman a aquel d¨ªa de marzo de 1999 en el que cientos de miles de ecuatorianos perdieron todos sus ahorros. Lasso asumi¨® como ministro de Econom¨ªa en agosto, cuatro meses despu¨¦s del feriado, y su nombre ha quedado asociado para siempre a aquel acontecimiento fat¨ªdico.
¡°Que ya viene Guillermo¡±, vuelven a gritar desde otra todoterreno. Y esta vez es cierto. A lo lejos se ven banderas azules y se escucha m¨²sica de trompetas. ¡°Viene en un Chivas Quito¡±, celebra Sonia, la due?a del bar que ha cerrado antes de hora. Las chivas quite?as son camiones con la caja abierta a los lados que pasean gente por la ciudad al ritmo de m¨²sica atronadora. Lasso se asoma enfundado en un poncho rojo y saluda con una mano. Alba V¨¢zquez tiene 74 a?os y una trenza que llega hasta la cintura. Hasta la cuarentena contra el coronavirus vend¨ªa caramelos en la calle. ¡°El 26 de marzo de 2020 mis hijos me prohibieron volver al trabajo¡±, dice, con buena memoria. Ha burlado el encierro y se ha acercado a la esquina del casco hist¨®rico para saludar a Lasso. ¡°Queremos que gane para que no haya m¨¢s corrupci¨®n, se robaron todo¡±, dice, en referencia a los diez a?os de Gobierno de Rafael Correa. Desde una camioneta le arrojan un tapabocas azul, regalo de su candidato.
La caravana de Lasso avanza entre vendedores ambulantes y comercios que promocionan sus productos con parlantes montados en la vereda. Dos mujeres ind¨ªgenas, la m¨¢s joven con un ni?o en la espalda, observan apoyadas contra la pared el paso de las banderas azules. Venden manzanas y aguacates a un d¨®lar la bolsa. Est¨¢n serias. ?Votar¨¢n a Arauz? ¡°El voto es secreto¡±, responden cortantes. ¡°Pero mire, ni un barbijo [cubrebocas] nos han dado, nada de nada¡±, se indigna la madre del ni?o.
En la plaza frente a Carondelet la cosa se ha animado. Lasso ya ha pasado y la zona queda en manos de los corre¨ªstas. Los sondeos anticipan un empate t¨¦cnico entre Ara¨²z y Lasso, pero en ese punto naranja de la plaza nadie duda de quien ser¨¢ el triunfo. ¡°Ara¨²z ser¨¢ un buen presidente, porque har¨¢ obras¡±, dice Marcos Picuasi, de 47 a?os. Ofrece tapabocas por un d¨®lar, sin mucho ¨¦xito.
Son las cinco de la tarde y en una hora el imponente centro colonial de Quito quedar¨¢ vac¨ªo. Los pocos que a¨²n trabajan en el centro deber¨¢n llegar a sus casas antes de las ocho de la noche, cuando empezar¨¢ el toque de queda. Kaiza, el mec¨¢nico jubilado, se quedar¨¢ all¨ª todo lo que le permita la polic¨ªa porque, asegura, esa plaza es su segundo hogar. ¡°Si habremos escapado aqu¨ª de las balas¡±, dice. Y enseguida se pierde en an¨¦cdotas de golpes de Estado y revoluciones. Y cuenta la historia del presidente que en 1875 muri¨® a machetazos en ese mismo sitio v¨ªctima del soldado al que hab¨ªa robado la mujer. Y de la barber¨ªa que funciona ¡°de toda la vida¡± en el frente del Palacio de Carondelet .¡±All¨ª se afeit¨® Richard Nixon¡±, asegura. Y de la alfombra roja que pon¨ªan para las visitas oficiales, entre la casa de Gobierno y el hotel Savoy, un edificio bicentenario reconvertido en oficinas. ¡°Ya no quedan pol¨ªticos¡±, se lamenta enseguida. ¡°Ahora todos roban, pero Correa era una buena persona, yo lo conoc¨ª en el ministerio¡±. El domingo, Kaiza votar¨¢ a Arauz ¡°para que vuelva Correa¡±.
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