El funeral de Felipe de Edimburgo marca el principio del fin de una era en el Reino Unido
El castillo de Windsor ha sido el escenario de una ceremonia solemne pero ¨ªntima, restringida por las medidas de distanciamiento f¨ªsico
Esta vez, una de los miles de leyendas atribuidas a la familia real brit¨¢nica se confirm¨® con los hechos. ¡°Arr¨®jame en la parte trasera de un Land Rover y termina cuanto antes¡±. Era la broma privada entre Felipe de Edimburgo y su esposa cuando pensaban en el futuro funeral del pr¨ªncipe consorte. A bordo de ese veh¨ªculo, que ¨¦l mismo dise?¨®, llegaron este s¨¢bado a la capilla de San Jorge, en el castillo de Windsor, los restos del compa?ero de Isabel II durante casi 70 a?os de reinado. Una cere...
Esta vez, una de los miles de leyendas atribuidas a la familia real brit¨¢nica se confirm¨® con los hechos. ¡°Arr¨®jame en la parte trasera de un Land Rover y termina cuanto antes¡±. Era la broma privada entre Felipe de Edimburgo y su esposa cuando pensaban en el futuro funeral del pr¨ªncipe consorte. A bordo de ese veh¨ªculo, que ¨¦l mismo dise?¨®, llegaron este s¨¢bado a la capilla de San Jorge, en el castillo de Windsor, los restos del compa?ero de Isabel II durante casi 70 a?os de reinado. Una ceremonia solemne, pero ¨ªntima, resalt¨® la soledad de la monarca y marc¨® el principio del fin de la segunda era isabelina.
Durante la semana anterior, centenares de personas hab¨ªan participado en los ensayos de un funeral que supon¨ªa todo un desaf¨ªo. El Reino Unido sigue sometido a estrictas medidas de distanciamiento social por la pandemia, pero tanto el palacio de Buckingham como Downing Street eran conscientes de que un evento de esta magnitud no pod¨ªa ser m¨¢s discreto de lo debido. Y el deseo del propio Felipe de Edimburgo de que sus exequias no tuvieran rango de Estado era casi imposible de cumplir, cuando todas las instituciones brit¨¢nicas y una gran parte de los ciudadanos se hab¨ªan aferrado al recuerdo y homenaje al pr¨ªncipe consorte para conjurar a?os de polarizaci¨®n pol¨ªtica y el decaimiento general provocado por el coronavirus.
La soluci¨®n intermedia fue dotar de la mayor gravitas, pompa y circunstancia a una ceremonia ¨ªntima y privada para la casa de los Windsor pero impecablemente transmitida en directo a todos los brit¨¢nicos y la mitad de la humanidad. A lo largo de la ma?ana, diferentes cuerpos y bandas militares desfilaron por los alrededores del castillo de Windsor. El Gobierno de Boris Johnson hab¨ªa pedido a los ciudadanos que evitaran concentrarse en la zona, y decenas de polic¨ªas permanecieron vigilantes durante todo el d¨ªa. Aun as¨ª, centenares de curiosos quisieron acercarse a la peque?a localidad situada a unos 40 kil¨®metros del centro de Londres.
A las 15.41, hora peninsular espa?ola, ocho miembros del cuerpo de granaderos reposaron el f¨¦retro con los restos mortales de Felipe de Edimburgo en el Land Rover Defender TD5 130 para que comenzara el cortejo f¨²nebre. Escoltado por miembros de diferentes estamentos militares, ech¨® lentamente a rodar seguido por un grupo m¨ªnimo de nueve miembros de la familia real. A la cabeza, el heredero del trono, Carlos de Inglaterra, y su hermana la princesa Ana. En tercera fila, los pr¨ªncipes Guillermo y Enrique. En medio de ambos hermanos, seg¨²n el protocolo aprobado por Isabel II, su primo Peter Phillips. Un modo de diluir la tensi¨®n fraternal que ha estado en el centro de la mayor crisis institucional sufrida por la Corona brit¨¢nica en los ¨²ltimos meses. Y un claro mensaje tambi¨¦n de que, en esta ocasi¨®n, el protagonismo no reca¨ªa en ellos.
Durante casi 70 a?os de reinado, Felipe de Edimburgo camin¨® dos pasos por detr¨¢s de su esposa en cada acto oficial. En el ¨²ltimo que protagonizaron juntos, los papeles se revirtieron. Isabel II era la ¨²ltima del cortejo, a bordo del Bentley real y acompa?ada ¨²nicamente por su dama de honor, Susan Hussey. Algunos medios brit¨¢nicos creyeron atisbar, a trav¨¦s de las ventanillas ahumadas del veh¨ªculo, c¨®mo la monarca se retiraba las l¨¢grimas con un pa?uelo. M¨¢s all¨¢ de los gestos, la imagen m¨¢s impactante de la ceremonia fue la de una Isabel II, de 94 a?os, reducida por el luto y la mascarilla, que entr¨® sin compa?¨ªa alguna a la capilla ¡ªla recibi¨® a las puertas el decano de Windsor, David Conner¡ª y presidi¨® el servicio religioso en una esquina del coro.
El protocolo y las medidas de distanciamiento f¨ªsico acentuaron el papel solitario que le aguarda a la reina en la c¨²spide del sistema constitucional brit¨¢nico. ¡°Es algo muy, muy profundo, en la vida de cualquier persona, y en la de toda la naci¨®n. A los que crean, les pido que recen por ella. A los no creyentes, que simpaticen en sus corazones, le ofrezcan sus condolencias y conf¨ªen en que pueda encontrar las fuerzas necesarias en lo que, sin duda, ser¨¢ un momento de angustia¡±, hab¨ªa dicho a la BBC el arzobispo de Canterbury horas antes de la ceremonia religiosa.
Juntos, Conner y Justin Welby, oficiaron un servicio de apenas 50 minutos en el que no hubo sermones ni alabanzas hacia la figura de Felipe de Edimburgo. Los 30 miembros de la familia real se distribuyeron a lo largo de los asientos del coro para escuchar las lecturas que el propio pr¨ªncipe consorte hab¨ªa escogido meticulosamente en los a?os previos a su fallecimiento.
La BBC retransmiti¨® tambi¨¦n el minuto de silencio que vivi¨® todo el Reino Unido justo antes de que comenzara el servicio religioso. El primer ministro, Boris Johnson, solo y solemne a las puertas de Chequers, la residencia oficial de descanso; Nicola Sturgeon, la ministra principal de Escocia, en su residencia de Edimburgo; y los centenares de ciudadanos concentrados a las puertas del palacio de Buckingham y el castillo de Windsor, con la seriedad improvisada en cualquier muestra popular de respeto. Fue el Decano de Windsor, con sus palabras, el que resumi¨® la ¨²ltima versi¨®n del duque de Edimburgo, una figura objeto de controversia durante d¨¦cadas, a la que ha decidido agarrarse una mayor¨ªa de brit¨¢nicos: ¡°De una lealtad inquebrantable hacia la reina, a su servicio a la naci¨®n y a la Commonwealth, y con una gran valent¨ªa, fortaleza, fe, amabilidad, humor y humanidad¡±, expres¨® el obispo anglicano que ostenta la m¨¢xima autoridad religiosa en los dominios de Windsor.
Los miembros de la familia real decidieron abandonar a pie la camilla, y recorrer juntos la colina que conduce hacia el castillo de Windsor. Isabel II se retir¨® sola, a bordo del veh¨ªculo oficial. Los restos de su esposo elevados durante el funeral en el mismo catafalco donde repos¨® su padre, Jorge VI, descendieron a la cripta de la capilla de San Jorge. La reina protagoniz¨® de un modo aislado el acto m¨¢s triste de su longevo periodo en el trono brit¨¢nico. Durante toda la semana, medios e instituciones se han volcado en ensalzar, a trav¨¦s del recuerdo del duque de Edimburgo, las siete d¨¦cadas de estabilidad proporcionadas por la segunda era isabelina. Cada reafirmaci¨®n del valor de la monarqu¨ªa era un recuerdo de que una ¨¦poca se acaba.