Solo v¨ªctimas
M¨¢s de un 40% de los habitantes de Gaza nacieron cuando Ham¨¢s ya gobernaba la Franja y han vivido tres guerras
Los ni?os de Gaza escuchan boquiabiertos cuando sus padres les cuentan que, en un tiempo no tan lejano, iban de compras a Ramala y a comer a Jerusal¨¦n y volv¨ªan a dormir a casa sin atravesar un solo control militar. El relato est¨¢ tan alejado del peque?o y miserable planeta en el que a ellos les ha tocado nacer y crecer que parece una pel¨ªcula de ciencia ficci¨®n.
M¨¢s de un 40% de los casi dos millones de habitantes de la Franja tiene menos de 14 a?os. Nacieron cuando el movimiento islamista Ham¨¢s ya gobernaba Gaza y en su corta existencia han vivido tres guerras. Saben reconocer el zumbido de un F-16 y el ruido de un cohete palestino que surca el cielo en direcci¨®n a Israel y probablemente han perdido familiares o amigos en un bombardeo. Solo han visto a trav¨¦s de una pantalla el mundo que est¨¢ m¨¢s all¨¢ de las alambradas que marcan la frontera y muchos arrastran traumas que se traducen en agresividad, hiperactividad o pesadillas, males del alma dif¨ªciles de atender en la Gaza de 2021.
El miedo forma parte de sus vidas y el bloqueo que Israel aplica sobre Gaza desde 2007 les corta esas alas invisibles que hacen que los ni?os sean felizmente ni?os.
Este implacable aislamiento, acompa?ado de las restricciones impuestas durante a?os por Egipto en el sur, tiene consecuencias dram¨¢ticas e insospechadas en las vidas diarias de los civiles de la Franja. Estudiar, buscar un trabajo, poner un plato de comida en la mesa, educar a los hijos o afrontar una enfermedad cuando se vive encerrado en 365 kil¨®metros cuadrados, una superficie que equivale, por ejemplo, a un quinto de la provincia de Gipuzkoa, y de la que no se sale sin autorizaci¨®n, es un desaf¨ªo diario.
Im¨¢n, de 37 a?os y con c¨¢ncer de pecho desde hace cuatro, ha perdido la cuenta de los permisos solicitados a Israel. Todos en vano. Solo pide que le abran la puerta de Gaza para poder acudir a un hospital palestino de Jerusal¨¦n a recibir radioterapia, inexistente en la Franja debido al bloqueo. Pero nacer en Gaza la condena, sin duda, a una muerte silenciosa y temprana por un c¨¢ncer que en otro lugar podr¨ªa haberse controlado y probablemente curado.
A su miedo se une una indescriptible soledad en una sociedad cada d¨ªa m¨¢s cerrada, conservadora y patriarcal, donde la salud de las mujeres no es prioritaria y las enfermas de c¨¢ncer son despreciadas y abandonadas. El bloqueo israel¨ª, las divisiones internas entre Ham¨¢s y la Autoridad Palestina del presidente Mahmud Abbas y la inacci¨®n de la comunidad internacional han acelerado este cruel retroceso como sociedad.
Ante el drama de Gaza hay quien prefiere cerrar los ojos o escudarse en la idea estad¨ªsticamente imposible de que todos los civiles son c¨®mplices de las decisiones de sus gobernantes. En Gaza falta el aire siempre y, bajo los bombardeos, la angustia de miles de personas que no tienen ad¨®nde huir torna su interminable noche m¨¢s oscura y asfixiante.
Beatriz Lecumberri es periodista y codirectora del documental Condenadas en Gaza.
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