Los internados canadienses del horror
La Comisi¨®n de la Verdad y la Reconciliaci¨®n estableci¨® en 2019 que 4.134 menores fallecieron en estos centros, aunque algunos expertos elevan esa cifra a 6.000
A James Papatie le arrancaron de sus ra¨ªces de cuajo. Naci¨® en 1964 en Kitcisakik, una comunidad del pueblo anicinape en la regi¨®n canadiense de Abitibi-T¨¦miscamingue (provincia de Quebec), y fue parte de los cerca de 150.000 menores ind¨ªgenas que vivieron en uno de los 139 internados abiertos en Canad¨¢ para asimilarlos por la fuerza a la cultura dominante. Los tres primeros internados se crearon en 1883; el ¨²ltimo cerr¨® en 1996. Papatie estuvo encerrado en el de Saint-Marc-de-Figuery, (a unos 450 kil¨®metros de Montreal). A¨²n re...
A James Papatie le arrancaron de sus ra¨ªces de cuajo. Naci¨® en 1964 en Kitcisakik, una comunidad del pueblo anicinape en la regi¨®n canadiense de Abitibi-T¨¦miscamingue (provincia de Quebec), y fue parte de los cerca de 150.000 menores ind¨ªgenas que vivieron en uno de los 139 internados abiertos en Canad¨¢ para asimilarlos por la fuerza a la cultura dominante. Los tres primeros internados se crearon en 1883; el ¨²ltimo cerr¨® en 1996. Papatie estuvo encerrado en el de Saint-Marc-de-Figuery, (a unos 450 kil¨®metros de Montreal). A¨²n recuerda cuando, con seis a?os, fue llevado a esta instituci¨®n. ¡°Fue un secuestro. Funcionarios del Ministerio de Asuntos Ind¨ªgenas, sacerdotes y polic¨ªas fueron a buscarnos en embarcaciones. Algunos ni?os abrazaban a sus madres y abuelas. Varios padres recibieron golpes de la polic¨ªa. Pod¨ªan ir a la c¨¢rcel por negarse a entregar a sus hijos¡±, cuenta Papatie por tel¨¦fono desde Kitcisakik.
¡°Despu¨¦s viajamos unas horas en autob¨²s. Al llegar al internado, nos quitaron la ropa tradicional y la quemaron. Nos ducharon, nos lavaron con lej¨ªa y cepillos para el suelo. Nos aplicaron un producto contra los piojos que causaba escozor. Luego nos raparon y nos dieron uniformes¡±, prosigue. Eso solo fue el comienzo del horror. ¡°Fui agredido sexualmente por un sacerdote y dos alumnos de mayor edad. Los alumnos reproduc¨ªan muchas veces lo que hab¨ªan sufrido. Recib¨ª golpes, sufr¨ª maltrato psicol¨®gico, burlas a mi cultura¡±, sostiene. El internado de Saint-Marc-de-Figuery cerr¨® en 1973. Papatie fue enviado a una residencia de r¨¦gimen algo m¨¢s abierto y vivi¨® tambi¨¦n acogido con familias no ind¨ªgenas, pero no fue devuelto a su pueblo. Dej¨® de estudiar a los 15 a?os; dice que ten¨ªa ¡°demasiados pensamientos negativos¡± en la cabeza. Se hundi¨® en el alcohol y las drogas durante a?os, pero con fuerza de voluntad dej¨® atr¨¢s esa etapa y se convirti¨® en un l¨ªder de su comunidad. Volvi¨® al lugar y a la cultura que hab¨ªan intentado extirpar de ¨¦l.
Su vivencia, como la de muchos otros, supuso ¡°un genocidio cultural¡±, seg¨²n lo defini¨® la Comisi¨®n de la Verdad y la Reconciliaci¨®n (TRC, por sus siglas en ingl¨¦s) creada para analizar lo sucedido en los internados en un informe en 2015. Ahora emergen voces en Canad¨¢ que se?alan que el adjetivo sobra. El caso de James Papatie (al que en su comunidad llaman Jimmy) resume buena parte del cat¨¢logo de horrores sufridos por los menores ind¨ªgenas. ?l recuerda muchas horas fabricando muebles en el internado. La TRC destac¨® que la explotaci¨®n laboral no fue anecd¨®tica en estos centros.
Este turbio cap¨ªtulo del pasado ha vuelto a primer plano por los hallazgos por parte de comunidades ind¨ªgenas de cementerios con tumbas sin nombre en terrenos de tres antiguos internados. El 27 de mayo se anunci¨® que se hab¨ªan encontrado los restos de 215 ni?os en Kamloops (Columbia Brit¨¢nica), el 24 de junio se hizo p¨²blico el descubrimiento de 751 tumbas sin marcar en Marieval (Saskatchewan), y el 30 de junio se inform¨® de otras 182 tumbas de este tipo en el antiguo centro de St. Eugene¡¯s Mission (Columbia Brit¨¢nica). Perry Bellegard, jefe de la Asamblea de Primeras Naciones de Canad¨¢, que agrupa a 634 l¨ªderes y unos 900.000 ind¨ªgenas (del total de 1,4 millones que se define como tal, el 4,9% de la poblaci¨®n), afirm¨® en esta ¨²ltima fecha: ¡°Este es el comienzo de los descubrimientos. Pido a todos los canadienses que se unan a las Primeras Naciones para exigir justicia¡±.
Al d¨ªa siguiente, Canad¨¢ celebr¨® su fiesta nacional. Miles de personas se manifestaron en varios puntos del pa¨ªs. Lo hicieron en recuerdo de los menores fallecidos en los internados, en apoyo a los supervivientes y para exigir que se investigue a fondo esta tragedia. Zapatos de ni?os y juguetes fueron dejados a modo de homenaje en parques y escalinatas de edificios p¨²blicos. Justin Trudeau, el primer ministro canadiense, admiti¨® a Radio-Canad¨¢: ¡°El mayor error que ha cometido este pa¨ªs es la asimilaci¨®n forzosa de los menores ind¨ªgenas a trav¨¦s de los internados¡±.
Ese error arranc¨® en 1876 con la aprobaci¨®n de la denominada Acta India, que estipul¨®, entre otros puntos, que los ni?os de las comunidades aut¨®ctonas pasaran a la tutela del Estado. Esta ley federal regula hasta hoy gran parte de las actividades de los pueblos ind¨ªgenas. John A. Macdonald, el primer ministro considerado el impulsor de la pol¨ªtica relacionada con los internados, confi¨® a su ministro de Trabajos P¨²blicos, Hector-Louis Langevin, el dise?o de esta red de centros.
El Gobierno federal financi¨® las instituciones y su administraci¨®n estuvo a cargo de grupos religiosos (m¨¢s del 70% cat¨®licos). ¡°Cuando la escuela est¨¢ en la reserva, el ni?o vive con sus padres, que son salvajes; est¨¢ rodeado de salvajes y, aunque puede aprender a leer y escribir, sus h¨¢bitos, su formaci¨®n y su modo de pensar son indios¡±, lleg¨® a decir Macdonald en un discurso parlamentario en 1883. El obispo Vital-Justin Grandin escribi¨® en esos a?os: ¡°Cuando se grad¨²an de nuestras instituciones, los ni?os han perdido todo lo nativo, excepto su sangre¡±. Dos testimonios que reflejan con claridad el desprecio por los ind¨ªgenas y su cultura.
En la ¨²ltima d¨¦cada del siglo XX, un grupo de supervivientes comenz¨® a exigir que se les pidiera perd¨®n e indemnizaciones del Gobierno y las iglesias. No hubo acuerdo entre las partes hasta 2007. Un a?o despu¨¦s, el entonces primer ministro, Stephen Harper, se disculp¨® en nombre de los canadienses ante los pueblos ind¨ªgenas por estos internados. El Gobierno federal desembols¨® 3.230 millones de d¨®lares (unos 2.730 millones de euros) entre compensaciones y gastos jur¨ªdicos. Los grupos protestantes tambi¨¦n se disculparon y cumplieron con su parte. No as¨ª la iglesia cat¨®lica. Los ind¨ªgenas esperan una disculpa del Papa y el pago de casi 18 millones de euros de los 21 fijados en el acuerdo. En medio de la oleada de indignaci¨®n por las tumbas descubiertas, ocho iglesias (seis cat¨®licas y dos protestantes) han ardido estas ¨²ltimas semanas; otros templos han sufrido actos vand¨¢licos con pintadas. Estos actos han sido condenados tanto por las autoridades como los ind¨ªgenas.
Los cementerios de los internados son el testimonio mudo de lo que los pueblos aut¨®ctonos denunciaban desde hac¨ªa tiempo: que muchos padres no volvieron a saber de sus hijos despu¨¦s de que se los quitaran. ¡°La comisi¨®n escuch¨® miles de historias. En varias salieron a colaci¨®n casos de menores que desaparecieron. No se quer¨ªa aceptar la verdad. Ahora es distinto por los hallazgos¡±, constata Brieg Capitaine, profesor de Sociolog¨ªa en la Universidad de Ottawa. La TCR estableci¨® en 2019 que 4.134 menores fallecieron en estos centros, pero algunos expertos calculan m¨¢s de 6.000 muertes.
La mitad de los decesos se debi¨® a la tuberculosis, y tambi¨¦n se registraron muertes por otras enfermedades. Otras fueron causadas por incendios o por hipotermia y ahogamiento al tratar de escapar. Tambi¨¦n hubo suicidios. No obstante, las causas siguen siendo un misterio en gran parte de los casos. ¡°Sufr¨ªamos hambre¡±, apunta Papatie. Investigadores de la Universidad de Toronto documentaron que la mala alimentaci¨®n debilit¨® el sistema inmunitario de muchos ni?os y multiplic¨® las tasas de diabetes y obesidad en generaciones posteriores.
El hacinamiento, la calefacci¨®n insuficiente y la mala comida eran la norma en numerosos centros. ¡°El Gobierno federal no quiso destinar m¨¢s recursos. Las cartas de varios misioneros los ped¨ªan. No creo que los grupos religiosos quisieran gastar un solo d¨®lar para llevar los cuerpos a las comunidades originarias. Dicho esto, enterraron a estos ni?os en tumbas sin marcar, en una muestra de racismo y deshumanizaci¨®n¡±, denuncia Capitaine. Por ello, el Gobierno y los l¨ªderes ind¨ªgenas piden que las distintas congregaciones compartan sus archivos.
Papatie afirma que el dolor ha sido muy grande: p¨¦rdida de la identidad, trauma por los abusos, dificultades para volver a hablar la lengua de sus padres, adicciones e intentos de suicidio. Tras abandonar los estudios, se adentr¨® en una vor¨¢gine de drogas y alcohol. ¡°Quer¨ªa dejar de sentir las heridas en mi alma¡±, sostiene. A los 20 a?os, luchando contra sus demonios, comenz¨® a formar parte del Consejo de Kitcisakik. Entre 1997 y 2005, fue jefe de su comunidad. Ahora es responsable de la gesti¨®n de los recursos naturales.
Impacto intergeneracional
Diversos trabajos acad¨¦micos han mostrado el impacto intergeneracional de los centros para menores ind¨ªgenas. Papatie explica: ¡°Mi madre y yo fuimos a internados. Despu¨¦s no sabes c¨®mo criar a tus ni?os. Tienes demasiada tristeza e ira. Algunos padres e hijos de mi comunidad pasamos a?os en la residencia Notre-Dame-de-la-Route. No solo los internados reconocidos por Ottawa en el acuerdo de reparaci¨®n causaron problemas. En las residencias se dieron tambi¨¦n casos de violencia, de agresi¨®n sexual. Nuestros hijos, que ahora son padres, vivieron cosas similares¡±, agrega. La comunidad de Papatie y otras m¨¢s presentaron una demanda exigiendo indemnizaciones por los da?os ocasionados en este centro quebequ¨¦s.
El Gobierno federal ha recibido m¨¢s de un centenar de solicitudes pidiendo fondos para investigar en otros antiguos internados. Ottawa ha ofrecido casi 23 millones de euros; Columbia Brit¨¢nica, Alberta y Ontario, otros 25. Especialistas citados por el diario The Globe and Mail afirman que la factura podr¨ªa rozar los 1.000 millones de euros. Encontrar, identificar y rendir homenaje a los menores desaparecidos ya fue una de las recomendaciones del informe presentado por la TCR en 2015. Canad¨¢ ya no puede mirar hacia otro lado.
Suscr¨ªbase aqu¨ª a la newsletter de EL PA?S Am¨¦rica y reciba todas las claves informativas de la actualidad de la regi¨®n