El dilema de los refugiados: quedarse cerca de Ucrania o imaginar una nueva vida lejos
Los m¨¢s de tres millones de personas que han huido a los pa¨ªses vecinos afrontan ahora el reto de reconstruir su presente sin saber cu¨¢nto durar¨¢ la guerra
Para la multitud de mujeres y ni?os ucranios que huyen a la vecina Polonia en trenes abarrotados, la pr¨®xima estaci¨®n se llama desconcierto. Las dos palabras que m¨¢s se escuchan estos d¨ªas en los puntos donde recalan los refugiados (estaciones de tren y de autobuses, centros de acogida temporal, pasos fronterizos¡) es ¡°no s¨¦¡±. Se la dicen entre ellos cuando inquieren el nombre de la localidad polaca en la que se encuentran, ad¨®nde lleva el siguiente tren o si tienen que hacer alg¨²n tr¨¢mite para entrar en Alemania o Italia, pese a encontrarse ya dentro de la zona Schengen de libre tr¨¢nsito. Dud...
Para la multitud de mujeres y ni?os ucranios que huyen a la vecina Polonia en trenes abarrotados, la pr¨®xima estaci¨®n se llama desconcierto. Las dos palabras que m¨¢s se escuchan estos d¨ªas en los puntos donde recalan los refugiados (estaciones de tren y de autobuses, centros de acogida temporal, pasos fronterizos¡) es ¡°no s¨¦¡±. Se la dicen entre ellos cuando inquieren el nombre de la localidad polaca en la que se encuentran, ad¨®nde lleva el siguiente tren o si tienen que hacer alg¨²n tr¨¢mite para entrar en Alemania o Italia, pese a encontrarse ya dentro de la zona Schengen de libre tr¨¢nsito. Dudas que normalmente resuelven los voluntarios all¨ª desplegados, varios de ellos ucranios, o polacos que hablan ruso, ucranio o ingl¨¦s. Tambi¨¦n responden a menudo ¡°no s¨¦¡± a los periodistas que les preguntan ad¨®nde se dirigen. Algunos ucranios cruzan con una idea m¨¢s o menos clara (que generalmente consiste en llegar a la casa de familiares o amigos que ya viv¨ªan en otras partes de Europa), pero muchos otros simplemente han metido a toda prisa lo imprescindible en maletas y bolsas de la compra sin m¨¢s proyecto que escapar de una guerra que nadie sabe cu¨¢nto durar¨¢.
Ya en la UE, recobrado el aliento y con una tarjeta SIM polaca que reciben como regalo, comienza para muchos el dilema: Y ahora, ?qu¨¦? ?Quedarse en las zonas m¨¢s pr¨®ximas a Ucrania de los pa¨ªses fronterizos, con la esperanza, m¨¢s visceral que racional, de que la guerra acabe en breve? ?O perge?ar una nueva vida en un pa¨ªs desconocido?
Ya hab¨ªan escapado de la guerra unos 2,6 millones de ucranios ¡ªde los tres millones que ya han huido¡ª cuando Dasha Liniuk, que se resist¨ªa a hacerlo, tom¨® con su madre y su hermano el primer tren a la ciudad polaca de Chelm, a unos 20 kil¨®metros de la frontera. La madrugada del 11 de marzo, su ciudad, Lutsk, en Ucrania occidental y con 213.000 habitantes, hab¨ªa sido bombardeada por primera vez desde el inicio del conflicto, el pasado 24 de febrero. ¡°Honestamente, no tenemos ni la menor idea de qu¨¦ hacer. Nuestro ¨²nico plan ahora mismo es reunirnos con mi padre. Conduce un cami¨®n y est¨¢ trabajando por ah¨ª; un d¨ªa duerme en Espa?a; otro en Francia o Italia, as¨ª. La guerra le pill¨® fuera de Ucrania. Mi plan ahora es darle un abrazo y muchos besos¡±, asegura mientras hace cola ante una ventanilla en el vest¨ªbulo de la estaci¨®n, repleto de refugiados.
¡°Quiero quedarme en Polonia porque est¨¢ m¨¢s cerca de Ucrania, para poder volver pronto. No nos hemos ido antes porque est¨¢bamos a salvo en nuestra ciudad. Pero vamos a volver a Ucrania. Al 100%. Es mi patria. Y supongo que cada uno lo piensa de su pa¨ªs, pero para m¨ª es el mejor del mundo¡±, dice con una risotada que relaja el preocupado rostro de su madre. Liniuk trabaja en Lutsk de camarera, pero ahora no va a buscar trabajo en la hosteler¨ªa: vive su estancia en Polonia como tan temporal que no ve sentido a recorrer cafeter¨ªa tras cafeter¨ªa para obtener un salario que, adem¨¢s, teme que sea en negro.
En el and¨¦n de la misma estaci¨®n, pero en otro lugar mental, est¨¢ Irina Klimkina. Tiene 22 a?os, viene de Kiev y arrastra una pesada maleta hacia el tren a Lublin, donde conectar¨¢n hacia Varsovia y, de all¨ª, a Alemania. El mismo motivo ¨Dsu cuerpo menudo¨D por el que asegura que no se ha alistado en el Ej¨¦rcito, pese a sus ganas de ¡°matar ocupantes rusos¡±, es el que la deja fuera del vag¨®n cuando comienza la lucha por subir y se llena. Como le toca esperar al siguiente, tiene tiempo para contar su historia. ¡°Calculo que la guerra durar¨¢ medio a?o o un a?o, y que estar¨¦ en Alemania uno o dos a?os¡±, dice junto a la que llama su ¡°bestie¡± (mejor amiga), Kasia. ¡°Sentimos un dolor horrible de estar aqu¨ª. Quer¨ªa unirme al Ej¨¦rcito y defender mi pa¨ªs y morir en nuestra tierra. Durante mucho tiempo pensamos que no pod¨ªamos tomar la decisi¨®n correcta. Y no s¨¦ si es esta¡±, se?ala. Klimkina tiene un familiar en Alemania y cuenta con que enchufe a ambas en la empresa empaquetadora de botellas en la que trabaja. ¡°Ser¨¢ f¨ªsicamente muy duro, pero nos servir¨¢ para sobrevivir en un pa¨ªs extranjero¡±, se?ala.
Klimkina muestra las dos frases motivacionales que tiene tatuadas en ruso (su primera lengua), una en cada mu?eca. Son ¡°No decaigas de esp¨ªritu¡± y ¡°No envejezcas de coraz¨®n¡±. ¡°Cuando termine la guerra, me har¨¦ un tatuaje con la inscripci¨®n ¡®Buque ruso, vete a la mierda¡±, promete divertida. Es la frase ¨Dconvertida en s¨ªmbolo de la lucha ucrania hasta el punto de inspirar un sello postal¨D con la que un militar que defend¨ªa una isla estrat¨¦gica respondi¨® al marinero ruso que le exig¨ªa la rendici¨®n. La joven la tiene tambi¨¦n en su tarjeta de cr¨¦dito virtual.
A la estaci¨®n de tren de Chelm, a la de autob¨²s en la cercana ciudad de Lublin o a los centros de acogida temporal de refugiados de la zona llegan estos d¨ªas quienes han aguantado en la Ucrania m¨¢s castigada hasta que la situaci¨®n se ha vuelto insostenible. Proceden de sitios como la asediada Sumi ¨Den el este, cerca de Rusia, 264.000 habitantes¨D o Krvogi Rig, unos 100 kil¨®metros al oeste de Zaporiyia (716.000 censados), la ciudad con la mayor central nuclear de Europa que las tropas rusas tomaron el pasado d¨ªa 4.
Tras 20 d¨ªas de bombardeos, m¨¢s de la mitad de los 3,5 millones de habitantes de Kiev han escapado de la capital ucrania, seg¨²n explic¨® el martes su alcalde, Vitali Klitschko. Lublin, con cerca de 350.000 habitantes, es la mayor ciudad en el este de Polonia a la que llegar desde la capital ucrania, casi directamente por la carretera E373. La capital polaca ¨Ddonde vive una importante comunidad ucrania y de cuyo aeropuerto salen ahora vuelos a numerosas partes del mundo¨D est¨¢ a apenas dos horas por carretera, pero algunos refugiados prefieren quedarse en Lublin, m¨¢s cerca ¨Df¨ªsica y emocionalmente¨D de su pa¨ªs.
¡°No eligen venir aqu¨ª, solo cruzan desde Kiev. Pero luego algunas se quedan porque creen en su fuero interno que la guerra va a acabar pronto. Quieren estar cerca de sus familias y maridos. Algunas creen que los soldados ucranios van a poder cruzar la frontera, reunirse con ellas y luego volver a combatir¡±, explica Karolina Wierzbinska, coordinadora y cofundadora de la ONG polaca Homo Faber, que administra un centro de ayuda a los refugiados en Lublin al que los ucranios pueden llamar en su idioma cualquier d¨ªa de la semana a cualquier hora.
Blanca Garc¨¦s, experta en migraciones e investigadora del think tank CIDOB, con sede en Barcelona, recuerda que ¡°el 80% de los refugiados en el mundo est¨¢n en los pa¨ªses lim¨ªtrofes, que son adem¨¢s con los que suelen tener m¨¢s afinidad cultural, ling¨¹¨ªstica o hist¨®rica, y donde suelen tener redes, que son fundamentales¡±. ¡°Por lo general, se quedan lo m¨¢s cerca posible, porque muchos siguen pensando que van a volver pronto, incluso en unos d¨ªas¡±, explica por tel¨¦fono. Polonia, un pa¨ªs de 38 millones de habitantes donde antes de la guerra ya viv¨ªa un mill¨®n de migrantes econ¨®micos ucranios y se habla una lengua similar, ha recibido el 60% de los refugiados ucranios, aunque muchos sigan luego hacia otras partes de Europa.
Libre movimiento
Este ¨¦xodo, el m¨¢s r¨¢pido en el continente desde el fin de la II Guerra Mundial, est¨¢ siguiendo un patr¨®n parecido a anteriores, con una primera oleada de aquellos con ¡°m¨¢s posibilidades materiales, pero tambi¨¦n capital social, que es muy importante¡±, y una segunda de quienes escapan de la guerra con menos dinero y redes de apoyo, se?ala Garc¨¦s, quien apunta, no obstante, una diferencia importante. Al no aplicarse a los ucranios el reglamento de Dubl¨ªn ¨Dque obliga al pa¨ªs de llegada a tramitar la petici¨®n de asilo y caus¨® cuellos de botella en la crisis de refugiados y migrantes de 2015¨D ¡°no est¨¢ habiendo un debate sobre el reparto de responsabilidad, como pasaba antes, que hasta un barco con 200 personas originaba una crisis diplom¨¢tica. Como se pueden mover libremente por la UE, acabar¨¢n eligiendo ellos d¨®nde¡±.
Este movimiento m¨¢s org¨¢nico se refleja en los casos de Galina Kurnetsova, de 42 a?os, y Denis (prefiere no dar su apellido), de 39. No se conocen, pero tienen dos cosas en com¨²n: el punto de inflexi¨®n para su huida fue la toma rusa de Zaporiyia, y han acabado con sus familias el mismo d¨ªa en un centro de acogida de refugiados en Hrubieszow (Polonia), a cinco kil¨®metros de su pa¨ªs natal. Mientras Denis se mueve acelerado, Kurnetsova mira al infinito con la cabeza apoyada en el poste de una porter¨ªa de f¨²tbol sala reubicada para hacer espacio a cientos de camas plegables, colchones y mantas. Ha llegado ocho horas antes, de madrugada, con sus dos hijos, dos hermanas, un sobrino y un nieto. Su localidad, Vasilivka, est¨¢ a 50 kil¨®metros de Zaporiyia, bordeando hacia el sur el r¨ªo Dnieper que ba?a ambas localidades. ¡°En cuanto se supo [la toma de la central], las mujeres empezaron a llevarse a los hijos¡±, cuenta. ¡°Yo, honestamente, no quer¨ªa ni pensar lo que podr¨ªa pasar, porque est¨¢n siendo como animales¡±.
Kurnetsova y sus hermanas no tienen dinero ni plan. Solo ¡°esperar a que pase el peligro y entonces volver a Zaporiyia¡±. Y hacerlo en Polonia porque ¡°la lengua es m¨¢s f¨¢cil y est¨¢ m¨¢s cerca de Ucrania¡±. Su preocupaci¨®n m¨¢s urgente es encontrar un trabajo. Lo repite tres veces y a?ade: ¡°De lo que sea. Algo tendr¨¢n que comer estos ni?os¡±, asegura mientras los se?ala con una mueca para subrayar que no est¨¢ precisamente en condiciones de elegir de qu¨¦. Quiz¨¢s, se?ala, ensamblar televisores en la empresa de un conocido en Polonia, su ¨²nico contacto en la UE. ¡°Nos iremos de aqu¨ª [el centro de acogida] en cuanto encontremos un sitio en el que quepamos los siete y que podamos pagar¡±, dice. Hasta ahora no ha tenido que gastar dinero en Polonia. En los lugares de paso de los refugiados se puede obtener f¨¢cilmente alojamiento, comida, billetes de tren, pa?ales o medicamentos b¨¢sicos gratis.
Denis hace justo lo contrario: alejarse ¡°lo m¨¢s posible¡± de su pa¨ªs. ¡°Era un ni?o [ten¨ªa entre tres y cuatro a?os en 1986], pero recuerdo Chern¨®bil¡±, subraya. Su familia hizo las maletas la misma noche de la conquista de Zaporiyia y salieron con el alba. ¡°O¨ªamos bombas alrededor y rez¨¢bamos para que no cayese ninguna sobre el coche¡±, recuerda. Explica que se ha ido de la bombardeada J¨¢rkov, en el este del pa¨ªs y donde trabajaba de cocinero, ¡°solamente por el peligro nuclear¡± y por sus hijos. Y que su objetivo es seguir hacia al oeste del continente. Solo ha dormitado un par de horas sobre un colch¨®n del centro, pero ya encaja como puede el tetris de instalar en un coche humilde a su mujer, sus tres hijos (por los que est¨¢ eximido de la obligaci¨®n legal de quedarse en Ucrania), un perro y cinco gatos. ¡°Ahora vamos hacia Gdansk [en el norte de Polonia] y supongo que all¨ª alquilaremos algo, pero no s¨¦¡ no es suficientemente lejos de Zaporiyia. Toda Polonia est¨¢ demasiado cerca. O quiz¨¢s los deje en un lugar seguro y vuelva a combatir. Pero volveremos a J¨¢rkov en cuanto acabe la guerra. Hace dos meses acabamos de pagar la hipoteca del piso. ?Te das cuenta? Toda nuestra vida est¨¢ all¨¢. Toda. Amigos, casa, barrio¡ vida¡ todo¡±.
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