A mis amigos rusos
Ahora Putin no se va a conformar con vuestro silencio; querr¨¢ vuestra aquiescencia. Y si no le dais lo que quiere, pod¨¦is intentar iros, de alguna manera, o ser aplastados. Dudo que ve¨¢is otra opci¨®n. Pero hay una. Que es derrocar a este r¨¦gimen de una vez por todas
Mis queridos amigos rusos: algunos de vosotros de hace a?os, otros m¨¢s recientes, algunos que no conozco personalmente, amigos del esp¨ªritu y de la mente. Los tiempos son dif¨ªciles para vosotros tambi¨¦n en este momento. Me he comunicado con muchos de vosotros durante el ¨²ltimo mes. Al igual que las vidas de todos los ucranios, las vuestras, nunca sencillas, se est¨¢n viendo trastocadas por completo. Muchos de vosotros est¨¢is huyendo de Rusia. Y muchos de vosotros me hab¨¦is expresado sentimientos de culpa, de verg¨¹enza, por lo que vuestro pa¨ªs est¨¢ haciendo a vuestro vecino. ...
Mis queridos amigos rusos: algunos de vosotros de hace a?os, otros m¨¢s recientes, algunos que no conozco personalmente, amigos del esp¨ªritu y de la mente. Los tiempos son dif¨ªciles para vosotros tambi¨¦n en este momento. Me he comunicado con muchos de vosotros durante el ¨²ltimo mes. Al igual que las vidas de todos los ucranios, las vuestras, nunca sencillas, se est¨¢n viendo trastocadas por completo. Muchos de vosotros est¨¢is huyendo de Rusia. Y muchos de vosotros me hab¨¦is expresado sentimientos de culpa, de verg¨¹enza, por lo que vuestro pa¨ªs est¨¢ haciendo a vuestro vecino. Por lo que le est¨¢n haciendo a Ucrania en vuestro nombre.
Algunos de vosotros, los activistas, hab¨¦is estado machacados durante mucho tiempo, y os hab¨¦is estado preparando para el golpe final. El 4 de marzo escrib¨ª a Aleksandr Cherkasov, un viejo amigo de [la asociaci¨®n] Memorial. ¡°Te cuento luego m¨¢s tarde¡±, respondi¨® Sasha en su habitual tono lac¨®nico. ¡°Ahora mismo, tras el registro, vagamos entre ruinas (Ordenadores destripados. Cajas fuertes reventadas)¡±. Otros de vosotros, personalidades de la cultura, artistas, cr¨ªticos, escritores, est¨¢is aturdidos por el colapso repentino de vuestro fr¨¢gil mundo. A ninguno de vosotros os gusta Putin ni su r¨¦gimen de ladrones y fascistas, la mayor¨ªa los odi¨¢is. Pero, seamos sinceros: salvo muy pocos de vosotros (los que trabaj¨¢is con Memorial, Novaya Gazeta, EkhoMoskvy, Meduza, la organizaci¨®n de Navalni y unos pocos m¨¢s), ?cu¨¢ntos hab¨¦is hecho algo para resistir a ese r¨¦gimen? ?Aparte de sumarse a las manifestaciones, cuando las hubo? ?Podr¨ªa ser, entonces, que vuestros sentimientos de verg¨¹enza y culpa no sean solo algo abstracto? ?Podr¨ªan deberse tambi¨¦n a vuestra propia apat¨ªa, a vuestra larga indiferencia ante lo que ocurr¨ªa a vuestro alrededor y a vuestra complicidad pasiva, que seguramente sent¨ªs ahora en vuestros huesos y en vuestra alma?
No siempre fue as¨ª. Durante un tiempo, en la d¨¦cada de 1990, tuvisteis algo de libertad y democracia, turbias, incluso sangrientas, pero reales. As¨ª y todo, 1991 acab¨® como 1917. ?Por qu¨¦ cada vez que por fin ten¨¦is vuestra revoluci¨®n, acab¨¢is con tanto miedo a la ¡°¨¦poca de problemas¡± que volv¨¦is a cobijaros bajo los faldones de un zar, ll¨¢mese Stalin o Putin? No importa a cu¨¢ntos mate, os parece m¨¢s seguro, en cierta manera. ?A qu¨¦ se debe? Es cierto que se cometieron errores. En lugar de irrumpir en los archivos del KGB y exponerlos a la luz del d¨ªa, como hicieron los alemanes con la Stasi, os dejasteis distraer por la estatua de Dzherzinski, y permitisteis que el KGB pasara desapercibido, se reagrupara, se reconstruyera y se hiciera con el control de vuestro pa¨ªs. Cuando se os dio a elegir entre el saqueo del pa¨ªs o el regreso de los comunistas, no luchasteis por imponer una tercera v¨ªa y consentisteis el saqueo. En 1998, vuestra econom¨ªa se derrumb¨®, y eso supuso pr¨¢cticamente el fin de las grandes manifestaciones por una mayor justicia social o contra la guerra de Chechenia. La supervivencia se convirti¨® en la preocupaci¨®n primordial.
Y entonces trajeron a Putin. Joven, audaz, agresivo, prometiendo la destrucci¨®n de los terroristas y un giro de la econom¨ªa. Pocos de vosotros os lo cre¨ªsteis, pero o le votasteis o no fuisteis a votar. Y cuando empez¨® a arrasar Chechenia por segunda vez, la mayor¨ªa de vosotros cerrasteis los ojos y os disteis la vuelta. Recuerdo muy bien aquellos a?os. Estaba trabajando en Chechenia, prestando ayuda a las innumerables v¨ªctimas de la ¡°operaci¨®n antiterrorista¡± de Putin, recorriendo las ruinas de Grozni y Katyr-Yurt e Itum-Kale y muchas otras ciudades. A veces, regresaba a Mosc¨² para descansar y me iba de fiesta con vosotros, mis amigos. Beb¨ªamos, bail¨¢bamos y luego intentaba contaros los horrores que ve¨ªa all¨ª, los civiles torturados, los ni?os asesinados, los soldados que vend¨ªan los cuerpos de los muertos a sus familias. Y vosotros me dec¨ªais: ¡°Jonathan, estamos hartos de tu Chechenia¡±. Recuerdo muy bien esas palabras. Y me enfurec¨ªa con vosotros: ¡°Oye, que no es mi Chechenia, es vuestra Chechenia. Es vuestro puto pa¨ªs, no el m¨ªo. No soy m¨¢s que un est¨²pido extranjero aqu¨ª. Es vuestro Gobierno el que est¨¢ bombardeando una de vuestras ciudades, matando a vuestros conciudadanos¡±. Pero no, era demasiado complicado, demasiado doloroso, no quer¨ªais saberlo.
Luego lleg¨® la gran expansi¨®n econ¨®mica de mediados de la d¨¦cada de 2000, impulsada por el aumento de los precios del petr¨®leo y la voluntad de Putin de permitir que parte del dinero robado cayera en cascada sobre la clase media. Muchos de vosotros ganasteis dinero, algunos mucho, e incluso los m¨¢s pobres de vosotros conseguisteis pisos nuevos y mejores trabajos. Los precios subieron, pero no importaba, Mosc¨² estaba radiante, resplandeciente, elegante, era divertida. Cuando asesinaron a los opositores (Yuri Shchekochijin, Anna Politk¨®vskaia, Aleksandr Litvinenko y otros), expresasteis horror y conmoci¨®n, pero la cosa no pas¨® a mayores. Cuando Putin, despu¨¦s de dos mandatos, entreg¨® la presidencia a su primer ministro y ocup¨® el puesto de este, apenas os disteis cuenta, por lo que pude ver. Cuando Rusia, a los pocos meses de la presidencia de Medv¨¦dev, invadi¨® Georgia, la mayor¨ªa de vosotros lo pasasteis por alto o callasteis. Y en los a?os siguientes, ?con cu¨¢ntos de vosotros me encontr¨¦ en las pistas de esqu¨ª de Gudauri, haciendo senderismo por Kazbegi o disfrutando de los caf¨¦s y los ba?os de vapor de Tiflis mientras vuestro Ej¨¦rcito ocupaba parte del pa¨ªs? Tampoco nosotros, aqu¨ª en Occidente, hicimos mucho, si es que hicimos algo. Unas cuantas quejas, unas cuantas sanciones; pero, ?qu¨¦ importaban las atroces violaciones del derecho internacional en comparaci¨®n con el atractivo del petr¨®leo, el gas y el mercado interior de Rusia?
Sin embargo, a finales de 2011, vosotros, mis amigos rusos, despertasteis. Cuando Putin volvi¨® a cambiar de asiento con Medv¨¦dev, coloc¨¢ndose de nuevo en el sill¨®n presidencial, muchos de vosotros decidisteis que con ese truco sucio se hab¨ªa pasado de la raya, y salisteis en masa a protestar. Navalni se convirti¨® en un nombre conocido y durante seis meses llenasteis las plazas, metiendo miedo al r¨¦gimen y haciendo que se tambalease. Entonces, el r¨¦gimen devolvi¨® el golpe. Primero organiz¨® contramanifestaciones, luego aprob¨® m¨¢s leyes represivas y empez¨® a llenar sus c¨¢rceles. Detuvieron a miles de personas. Algunos fueron condenados a penas muy largas. Y el resto os rendisteis y os fuisteis a casa. ¡°?Qu¨¦ podr¨ªamos haber hecho?¡± Escuch¨¦ esto muchas veces, y sigo escuch¨¢ndolo ahora. ¡°El Estado es muy fuerte, y nosotros somos muy d¨¦biles¡±. Bueno, mirad a los ucranios. Mirad lo que hicieron, dos a?os despu¨¦s de vosotros. Una vez que ocuparon Maid¨¢n, en su rabia por un presidente prorruso que hab¨ªa traicionado su promesa de m¨¢s Europa, nunca la abandonaron. Montaron una ciudad de tiendas de campa?a, totalmente autoorganizada y dispuesta a defenderse. Cuando la polic¨ªa fue a intentar disolverla, se defendieron con palos, barras de hierro y c¨®cteles molotov. Al final, la polic¨ªa abri¨® fuego. Pero en lugar de huir, los de Maid¨¢n cargaron. Muchos de ellos murieron, pero ganaron. Fue Yanuk¨®vich el que sali¨® corriendo, y los ucranios recuperaron su democracia, su derecho a elegir a sus dirigentes y a echarlos cuando no hacen bien su trabajo.
A Putin no le hizo ninguna gracia lo de Maid¨¢n. Era un mal ejemplo. As¨ª que se apoder¨® de Crimea mientras todo el mundo estaba todav¨ªa desconcertado. Muy pocos de vosotros tambi¨¦n protestasteis por ello, pero en vano. Muchos estaban entusiasmados. El 91% de los rusos aprob¨® la anexi¨®n, me parece. ¡°?Maravilloso, maravilloso! ?Crimea es nuestra!¡±, coreaban vuestros conciudadanos, s¨²bitamente ebrios de gloria imperial. No me refiero solo a la gente m¨¢s pobre de los recovecos asolados del pa¨ªs, donde el l¨ªmite de la pol¨ªtica lo marcan el vodka y las patatas, sino a algunos de vosotros, amigos m¨ªos, amigos personales. Escritores. Editores. Intelectuales. Lo mismo ocurri¨® con Donb¨¢s. Novorossia, la Nueva Rusia. De repente se erigi¨® un nuevo mito, y algunos de vosotros, que hab¨ªais despreciado a Putin y a su camarilla, de repente cambiasteis de opini¨®n y lo adorasteis. No s¨¦ por qu¨¦, ya que r¨¢pidamente dejamos de hablar despu¨¦s de eso. En cuanto a los dem¨¢s, los que segu¨ªais siendo mis amigos, os mantuvisteis principalmente en silencio. ¡°No me interesa la pol¨ªtica¡±, dec¨ªais. Y volv¨ªais a la literatura, o al cine, o a los cat¨¢logos de Ikea, o a disfrutar de los flamantes parques con los que el alcalde de Mosc¨² hab¨ªa sembrado la ciudad desde 2012, con sus c¨®modos pufs y su wifi gratuito y sus caf¨¦s hipster. S¨ª, Donb¨¢s quedaba lejos, y Mosc¨² molaba, cada vez m¨¢s.
De Siria apenas os disteis cuenta siquiera. En cualquier caso, todos eran terroristas, ?verdad? Daesh o lo que fuera. Incluso el editor moscovita que public¨® mi libro sobre Siria lo critic¨® despu¨¦s en una entrevista, diciendo que yo no entend¨ªa nada de lo que estaba pasando en Siria. Bueno, al menos yo hab¨ªa estado all¨ª, viendo c¨®mo ni?os de la misma edad que los m¨ªos eran asesinados a sangre fr¨ªa por francotiradores del r¨¦gimen en las calles de Homs. Los ¨²nicos rusos que fueron all¨ª fueron los de vuestro Ej¨¦rcito, que en 2015 empezaron a bombardear a miles de civiles y a practicar para su pr¨®xima guerra seria.
Seguro que muchos de vosotros conoc¨¦is las famosas palabras del pastor Martin Niem?ller: ¡°Primero vinieron a por los socialistas, y no dije nada, porque yo no era socialista. Luego vinieron a por los sindicalistas, y no dije nada, porque yo no era sindicalista. Y luego vinieron a por los jud¨ªos, y no dije nada, porque yo no era jud¨ªo. Luego vinieron a por m¨ª, y ya no quedaba nadie que pudiera hablar por m¨ª¡±.
?Cu¨¢ntos de vosotros hab¨¦is hablado en favor de los chechenos, los sirios o los ucranios? Algunos lo hicisteis. Pero demasiados callasteis. Algunos, es cierto, habl¨¢is ahora, gente como Dmitri Glujovsk, Mija¨ªl Shishkin, Mija¨ªl Zygar, Maksim Osipov, otros tambi¨¦n. La mayor¨ªa habla desde fuera del pa¨ªs, unos pocos desde dentro, como Marina Ovsyannikova, arriesg¨¢ndose a que la manden a unirse a Navalni en su gulag. En cuanto al resto, entend¨¦is en qu¨¦ pa¨ªs viv¨ªs, mejor que la mayor¨ªa. Y por eso estoy seguro de que comprend¨¦is esto: cuando Putin acabe con los ucranios (pero a¨²n m¨¢s si no es capaz, como parece probable, de acabar con ellos) vendr¨¢ a por vosotros. A por todos vosotros, amigos m¨ªos: a por los que hab¨¦is salido a protestar con valent¨ªa, pero en la mayor¨ªa de los casos de forma individual, y que por ahora solo hab¨¦is sufrido condenas leves, pero que pronto ser¨¢n mucho m¨¢s duras. A por los miles de personas que hab¨¦is firmado peticiones, que hab¨¦is expresado vuestra desaprobaci¨®n en las redes sociales (quiz¨¢ solo con un cuadrado negro en Instagram), o que hab¨¦is hablado en privado con vuestros compa?eros de trabajo. Los d¨ªas en los que uno recib¨ªa 10 a?os de privaci¨®n de libertad por una broma, o incluso 25, no est¨¢n tan lejanos en el pasado, y ahora tambi¨¦n est¨¢n en vuestro futuro, muy probablemente. ?Y qui¨¦n hablar¨¢ entonces por vosotros? ?Qui¨¦n quedar¨¢?
Los ucranios, ahora incluso m¨¢s que en 2014, est¨¢n dando un ejemplo aterrador para el r¨¦gimen de Putin: est¨¢n demostrando que se le puede combatir, y que si uno es inteligente, y est¨¢ motivado, y es valiente, incluso se le puede parar, sin importar su abrumadora superioridad sobre el papel. Claro que, aparentemente, casi nadie en Rusia es consciente de esto, y ni siquiera de que hay una guerra. Pero vosotros, amigos m¨ªos, sab¨¦is lo que est¨¢ pasando. Le¨¦is las noticias extranjeras en Internet, todos ten¨¦is amigos o incluso familiares en Ucrania a los que envi¨¢is mensajes. Y Putin sabe que vosotros lo sab¨¦is. As¨ª que tened cuidado. Sab¨¦is hacia d¨®nde va esto. Los d¨ªas de la buena vida a cambio de vuestro silencio se han acabado. Vuestras elecciones son una farsa; vuestras leyes, salvo las represivas, no valen ni el papel en el que est¨¢n escritas; vuestros ¨²ltimos medios de comunicaci¨®n libres han desaparecido; vuestra econom¨ªa se hunde m¨¢s r¨¢pido de lo que puedo escribir; ya no ten¨¦is ni siquiera tarjetas de cr¨¦dito para comprar un billete de avi¨®n de ida, si es que quedan vuelos. Ahora Putin no se va a conformar con vuestro silencio; querr¨¢ vuestra aquiescencia, vuestra complicidad. Y si no le dais lo que quiere, pod¨¦is intentar iros, de alguna manera, o ser aplastados. Dudo que ve¨¢is otra opci¨®n.
Pero hay una. Que es derrocar a este r¨¦gimen de una vez por todas. Probablemente se necesitar¨ªa menos de lo que pens¨¢is, en la situaci¨®n actual. Pensad en ello. La chispa no vendr¨¢ de vosotros: con el colapso econ¨®mico que est¨¢ a punto de golpear a Rusia, lo m¨¢s probable es que venga de las provincias, de las ciudades menos importantes; all¨ª, cuando los precios se disparen y se dejen de pagar los salarios, todos aquellos que votaron a Putin todos estos a?os, porque quer¨ªan pan y paz, se echar¨¢n a las calles. Putin lo sabe, y les tiene mucho m¨¢s miedo que a los intelectuales y a la clase media de Mosc¨² y San Petersburgo, que sois vosotros, queridos amigos. Pero si cada ciudad se manifiesta por su cuenta, como ya ha sucedido ocasionalmente, a Putin no le costar¨¢ moverse y reprimirlas. Habr¨¢ que coordinar y organizar las cosas. Habr¨¢ que convertir a la turba en masa. Ten¨¦is esa magn¨ªfica y m¨¢gica herramienta llamada Internet, que el r¨¦gimen puede obstaculizar, pero a la que se puede hacer funcionar independientemente de casi cualquier circunstancia. La organizaci¨®n de Navalni ha sido desmantelada, pero se pueden formar otras, m¨¢s informales, m¨¢s descentralizadas. Sois muy numerosos, sois millones. La polic¨ªa de Mosc¨² puede manejar 30.000 personas en la calle, incluso 100.000. Con m¨¢s de 300.000, estar¨ªan desbordados. Tendr¨ªan que llamar al Ej¨¦rcito, pero a la hora de la verdad, ?luchar¨ªa este Ej¨¦rcito por Putin? ?Despu¨¦s de lo que les ha hecho hacer en Ucrania, de lo que les ha hecho?
Habr¨¢ un peligro terrible, por supuesto. Algunos tendr¨¦is miedo, y los que teng¨¢is hijos estar¨¦is aterrados de que les pueda pasar algo. Esto es natural, es normal. Yo tambi¨¦n, en vuestro lugar, tendr¨ªa miedo. En Siria, y ahora en Ucrania, Putin trat¨® de mostraros, mediante el ejemplo, lo que le ocurre a un pueblo que se atreve a desafiar a su jozein, a su amo y se?or, que se atreve no solo a pedir la libertad, sino a intentar tomarla. Pero, si no hac¨¦is nada, muchos estar¨¦is perdidos de todos modos. Y lo sab¨¦is. Uno de vuestros hijos har¨¢ una broma en un chat de videojuegos y ser¨¢ detenido; una de vuestras hijas expresar¨¢ su indignaci¨®n en Internet y ser¨¢ arrestada; un querido amigo vuestro cometer¨¢ un error y morir¨¢ en una celda h¨²meda molido a palos por la polic¨ªa. Esto es lo que lleva ocurriendo desde hace a?os, y es lo que seguir¨¢ ocurriendo, cada vez a mayor escala. As¨ª que no ten¨¦is elecci¨®n. Si no hac¨¦is nada, ya sab¨¦is c¨®mo acabar¨¢. Ahora es el momento de vuestro propio Maid¨¢n. Sed inteligentes, sed estrat¨¦gicos y encontrad la manera de hacerlo realidad.
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