Antonio Scurati: ¡°Putin no sigue una l¨®gica pol¨ªtica, sino criminal¡±
El autor de la monumental biograf¨ªa sobre Mussolini, traza los paralelismos entre Hitler y Putin y cree que el l¨ªder ruso solo se detendr¨¢ por la fuerza
El horror inexplicable de la guerra invita a menudo a buscar paralelismos para intentar entenderla. Y a pesar de la dificultad del ejercicio, el ¨²ltimo gran periodo b¨¦lico que vivi¨® Europa ofrece algunas respuestas. Antonio Scurati (N¨¢poles, 52 a?os), autor de El rumor sordo de la batalla (Alianza, 2008) y de la monumental biograf¨ªa sobre Benito Mussolini, se encuentra estos d¨ªas escribiendo el tercer volumen de su obra, en la que narra el momento en que Italia se embarc¨® en la Segunda Guerra Mundial de l...
El horror inexplicable de la guerra invita a menudo a buscar paralelismos para intentar entenderla. Y a pesar de la dificultad del ejercicio, el ¨²ltimo gran periodo b¨¦lico que vivi¨® Europa ofrece algunas respuestas. Antonio Scurati (N¨¢poles, 52 a?os), autor de El rumor sordo de la batalla (Alianza, 2008) y de la monumental biograf¨ªa sobre Benito Mussolini, se encuentra estos d¨ªas escribiendo el tercer volumen de su obra, en la que narra el momento en que Italia se embarc¨® en la Segunda Guerra Mundial de la mano de Adolf Hitler. Y en ese personaje, explica por tel¨¦fono desde su casa de Mil¨¢n, es en el que hay que fijarse para entender la psicolog¨ªa y estrategia del protagonista del conflicto actual, Vlad¨ªmir Putin.
Pregunta. Escribiendo este tercer volumen, ?ha encontrado alguna analog¨ªa con el momento actual?
Respuesta. Soy cauto haciendo paralelismos con hace un siglo. La situaci¨®n mundial es muy distinta. Y previendo que el conflicto se ampl¨ªe, no veo que pueda parecerse. Pero las analog¨ªas entre la conducta de Hitler y la de Putin existen. En la manera de hacer la guerra o en la de justificar la invasi¨®n de un pa¨ªs fronterizo. Tambi¨¦n Hitler, como Putin, en la invasi¨®n de Checoslovaquia y Polonia, justific¨® el recurso a las armas como una necesidad de defender a las minor¨ªas german¨®fonas. Es verdad que Hitler no usaba la palabra genocidio como Putin¡
P. Porque no exist¨ªa todav¨ªa en el vocabulario pol¨ªtico, ?no?
R. Claro, pero denunciaba la persecuci¨®n violenta y el exterminio de las minor¨ªas alemanas en el ¨¢rea de Los Sudetes y el corredor de Danzig. Lo justific¨® con la necesidad de protegerlos de un verdadero exterminio, aunque todo el mundo supiese que era mentira. Pero hay otra analog¨ªa m¨¢s fuerte. Como not¨® el historiador alem¨¢n Johann Gottfried Gruber, lo que ni Mussolini ni el resto del mundo entendieron de Hitler es que ya no era un hombre pol¨ªtico. Su visi¨®n y su modo de pensar Europa y las relaciones internacionales respond¨ªan a una ¨®ptica casi religiosa de tipo escatol¨®gica seg¨²n la cual se hab¨ªa precipitado en una batalla final contra un enemigo mortal. El otro d¨ªa, el oligarca [Mij¨¢il] Jodorkowski apuntaba que los occidentales no entendemos a Putin porque aplicamos una l¨®gica pol¨ªtica, cuando hay solo una l¨®gica criminal.
P. ?En qu¨¦ sentido?
R. En el sentido de la criminalidad de verdad. Lo ¨²nico que cuenta es la fuerza. De modo que si Putin contin¨²a violando la legalidad internacional y no choca contra una demostraci¨®n de fuerza que le imponga pararse, continuar¨¢. ?l tantea la disponibilidad del enemigo a ese recurso y, si no la encuentra, sigue adelante. Es un l¨ªder con una visi¨®n estrat¨¦gica pospol¨ªtica animada por ideas y proyectos de hegemon¨ªa que responden a una lectura hist¨®rica y religiosa del destino de Rusia. Es lo que hizo Hitler, cuando no se par¨® con la anexi¨®n de Austria y cambi¨® el mapa de Europa; pero luego invadi¨® Checoslovaquia, y despu¨¦s Polonia. Es un avance obstinado y obsesivo que no atiende a expectativas racionales de un mundo que todav¨ªa razona en t¨¦rminos pol¨ªticos.
P. ?Ucrania no es la ¨²ltima parada del conflicto?
R. No s¨¦ si tiene un dise?o con un programa tipo ¡°primero Ucrania, luego los pa¨ªses b¨¢lticos¡±, pero lo mueve la idea de que las antiguas rep¨²blicas sovi¨¦ticas han sido extirpadas del leg¨ªtimo derecho de Rusia de dominarlas. As¨ª que cada acci¨®n militar de invasi¨®n es una leg¨ªtima reconquista. No s¨¦ si Letonia, Estonia y Lituania est¨¢n ya en el programa. Pero el ataque a Ucrania no es fruto de un incidente diplom¨¢tico, es la expresi¨®n de una idea de hegemon¨ªa y de dominio que podr¨ªa prolongarse a otros Estados. El otro aspecto que lo asemeja a Hitler es el militar. Esa voluntad de potencia inspirada por un fanatismo pararreligioso que no se detiene ante la hip¨®tesis de la total aniquilaci¨®n del enemigo y de sus ciudades. Presupone una consideraci¨®n del enemigo como un tipo de subhumano. No reconoce el derecho del enemigo de plantearle una guerra. Es como si considerase que tiene derecho al exterminio. Arrasar ciudades es lo que hac¨ªa el nazismo, lo que hizo con Rotterdam al inicio de la guerra para desmoralizar a los holandeses.
P. La diplomacia, pues, no parece que vaya a frenarlo.
R. No se detendr¨¢. Y es una caracter¨ªstica de Rusia, contra lo que choc¨® la Alemania nazi. Seguir¨¢ hasta el final. Por eso va m¨¢s all¨¢ de la pol¨ªtica. No hay un c¨¢lculo prudencial o econ¨®mico.
P. ?La historia dir¨ªa que sin Putin terminar¨ªa esta guerra?
R. Yo espero que la soluci¨®n pueda llegar en la defenestraci¨®n del tirano. Se habla de autocracia para referirse a Rusia, pero el r¨¦gimen putiniano se sosten¨ªa sobre un apoyo amplio de la poblaci¨®n rusa, creado en cierto modo por esa idea de riqueza y bienestar organizado en torno a las oligarqu¨ªas. Pero actualmente el apoyo es algo sostenido por el nacionalismo y la propaganda. Y este tipo de r¨¦gimen en la historia rusa no sobrevive a una derrota militar, a una guerra perdida. Si eso sucediese, aunque no sea en su terreno, es posible que ¨¦l fuese depuesto. Y eso confiere un sentido a defender estrat¨¦gicamente a Ucrania.
P. ?Y qu¨¦ suceder¨ªa con Rusia?
R. Permanecer¨ªa el problema de una Rusia que tras un momento de esperanza, a caballo entre Gorbachov y Putin, se aleja de una apertura a Occidente y de la vida democr¨¢tica. La ca¨ªda de Putin no resolver¨ªa ese problema. Rusia no es Europa desde el punto de vista pol¨ªtico. El ¨²nico terreno coincidente es el de la cultura, pero pol¨ªticamente nunca lo ha sido.
P. ?Estamos a las puertas de la Tercera Guerra Mundial?
R. No, y me molesta mucho ese argumento que se usa en Italia por los equidistantes: los que dicen que no est¨¢n ni en contra ni a favor de Putin. El silogismo de que si no cedemos a su violencia vamos a la Tercera Guerra Mundial es falso. No es una reacci¨®n de Putin a una situaci¨®n geopol¨ªtica amenazante para Rusia, es una expresi¨®n de su voluntad de potencia que solo se puede frenar con la disuasi¨®n ejercitada por la fuerza. As¨ª que la alternativa no puede ser entre someterse a la violencia del despotismo de Rusia o prepararse para la Tercera Guerra Mundial.
P. ?Est¨¢bamos preparados para una guerra en el jard¨ªn trasero de la Uni¨®n Europea?
R. Es un verdadero cambio antropol¨®gico en la sociedad europea configurada entre el final del siglo pasado y el comienzo de este, cuando naci¨® lo que llamo telespectador total. Una desestructuraci¨®n de la experiencia humana a trav¨¦s de los medios de comunicaci¨®n. El telespectador total gramaticaliza la experiencia televisiva y la convierte en conducta de vida: es el abandono del compromiso, de la participaci¨®n pol¨ªtica, del actuar c¨ªvico¡ Y eso lo crea el espect¨¢culo televisivo de la guerra, con una fecha concreta: la noche entre el 17 y 18 de enero de 1991, cuando se asiste al primer directo televisivo en un frente de guerra con la CNN y Peter Arnett retransmitiendo con la antena parab¨®lica.
P. ?Lograr¨¢ cambiar ese paradigma Ucrania?
R. Es una inc¨®gnita. Ahora los medios cuentan que hay una respuesta emotiva de la gente muy fuerte, que ya no hay indiferencia. Pero el cambio presupone que la respuesta adecuada a la imagen de muerte y destrucci¨®n sea ir m¨¢s all¨¢ de las emociones democr¨¢ticas, de compasi¨®n y contra la tiran¨ªa. Tendr¨¢ que transformarse en razonamiento y renovar el sentimiento de la civilizaci¨®n y de ser europeos. Si es mera emoci¨®n provocada por im¨¢genes, solo confirmar¨¢ nuestra condici¨®n de telespectadores.
P. En Irak se aprendi¨® tambi¨¦n el poder de las im¨¢genes con aquel pato manchado de petr¨®leo. Pero Putin puede bombardear un hospital materno infantil sin coste para su imagen.
R. Aquello fueron guerras medi¨¢ticas. Se combat¨ªan en el campo con sangre y cuerpos, pero con mucha atenci¨®n al impacto que pod¨ªan tener las im¨¢genes difundidas. En 2001, con la estampa de las Torres Gemelas vomitando fuego, este tipo de armas medi¨¢ticas se us¨® contra Occidente. Pero Putin parece ajeno a ese desarrollo hist¨®rico entre el modo de combatir una guerra y el modo de contarla, que aqu¨ª han estado siempre unidas. Su ¨²nica preocupaci¨®n es que los rusos no sepan nada.
P. ?Y eso qu¨¦ quiere decir?
R. Simplemente que Putin no pertenece a Occidente. Le importa un bledo la narraci¨®n de la guerra y puede desarrollar una guerra sucia y oscura que no dar¨¢ origen a una memoria gloriosa. Es un tirano oriental. No es un l¨ªder militar de Occidente.
P. ?Y qu¨¦ tipo de l¨ªder es, en cambio, Volod¨ªmir Zelenski, el presidente de Ucrania?
R. Algunos amigos intelectuales lo critican, lo llaman charlat¨¢n. Un tipo que se convierte en la realidad en el personaje de uno de sus shows¡ S¨ª, puede ser verdad. Pero desde el momento en que un l¨ªder se pone a la cabeza de un pueblo que se levanta en armas para defender su libertad se convierte en un gran l¨ªder. En esto, la guerra es la madre de todas las cosas. Zelenski en un panorama internacional dominado por l¨ªderes d¨¦biles, es un gigante.
Sigue toda la informaci¨®n internacional en Facebook y Twitter, o en nuestra newsletter semanal.