La maldici¨®n sobre las mujeres de matrimonios mixtos se enquista en L¨ªbano
Una ley centenaria discrimina a las libanesas casadas con un extranjero, que tienen vetado transmitir la ciudadan¨ªa a su descendencia. El problema afecta sobre todo a los matrimonios con sirios y palestinos
Desde el balc¨®n de su piso de clase media de Zarba, un distrito cristiano del norte de Beirut, la libanesa Elsa y el palestino Cristian llevan una doble vida sin apellidos ni rostros reconocibles en L¨ªbano, un pa¨ªs que les da la espalda. Para sus amigos m¨¢s cercanos son solo dos personas que se quieren. Se conocieron en 2013 y se casaron en 2019. Para sus respectivas familias, la relaci¨®n es vista como un tab¨² y constante causa de preocupaci¨®n. Los vecinos no saben qui¨¦nes son realmente. ¡°No nos a...
Desde el balc¨®n de su piso de clase media de Zarba, un distrito cristiano del norte de Beirut, la libanesa Elsa y el palestino Cristian llevan una doble vida sin apellidos ni rostros reconocibles en L¨ªbano, un pa¨ªs que les da la espalda. Para sus amigos m¨¢s cercanos son solo dos personas que se quieren. Se conocieron en 2013 y se casaron en 2019. Para sus respectivas familias, la relaci¨®n es vista como un tab¨² y constante causa de preocupaci¨®n. Los vecinos no saben qui¨¦nes son realmente. ¡°No nos atrevemos a decirles que ¨¦l no es liban¨¦s¡±, musita ella con semblante sombr¨ªo mientras acaricia al peludo Latte, el gato de un joven matrimonio sin hijos. ¡°Mi padre dej¨® de hablarme cuando me cas¨¦¡±, puntualiza. ¡°No me volvi¨® a dirigir la palabra hasta hace poco¡±.
Cristian, ingeniero electr¨®nico de 32 a?os, naci¨® en Beirut, como su padre. Su abuelo lleg¨® exiliado desde Nazaret en el ¨¦xodo palestino forzado en 1948 por el nacimiento del Estado de Israel. Tiene que renovar cada tres a?os el permiso de residencia en su pa¨ªs natal y carece de derechos b¨¢sicos, como la educaci¨®n o la sanidad p¨²blicas. El piso en el que vive con su esposa no puede estar a su nombre: los bancos le niegan la hipoteca. Su pasaporte con perfil de ap¨¢trida lo expide la UNRWA, la agencia para los refugiados palestinos de la ONU. ¡°Pago los mismos impuestos que cualquier liban¨¦s. No tengo seguridad social. Tampoco puedo firmar los proyectos que dirijo¡±, lamenta su sino de ciudadano de segunda clase.
¡°La Constituci¨®n libanesa declara que el hombre y la mujer son iguales, pero yo me siento discriminada porque mis futuros hijos no podr¨¢n tener mi misma ciudadan¨ªa¡±, protesta Elsa, de 32 a?os, soci¨®loga empleada en una ONG. Una ley centenaria impide a las mujeres transmitir la nacionalidad a su descendencia si est¨¢n casadas con un extranjero. ¡°Afecta en particular a los matrimonios de libanesas con sirios [m¨¢s de un mill¨®n de refugiados], y sobre todo con palestinos [cerca de 300.000]¡±, aclara al tiempo que ambos describen sus tribulaciones.
¡ªPara m¨ª, Cristian es un ser humano, no un extranjero. Nos encontramos a trav¨¦s de Facebook, y al principio no sab¨ªa que era palestino, admite ella.
¡ªYo no tard¨¦ mucho en dec¨ªrselo a Elsa. Antes hab¨ªa salido con otra libanesa, y cuando le revel¨¦ que ten¨ªa otra nacionalidad me dej¨® plantado, confiesa ¨¦l.
Norma colonial francesa de 1925
Sumido en una grave crisis pol¨ªtica y econ¨®mica desde hace tres a?os, L¨ªbano es visto como un pa¨ªs avanzado en materia de derechos civiles en un entorno retr¨®grado como Oriente Pr¨®ximo. Ha despenalizado las relaciones consentidas en el seno de la comunidad LGTBIQ. Las mujeres que quieren ser madres sin declarar la paternidad del beb¨¦ trasmiten la ciudadan¨ªa con todas sus atribuciones. Sin embargo, una ley aprobada en 1925 bajo el mandato colonial franc¨¦s impide a una madre libanesa conferir la nacionalidad al hijo concebido con un extranjero.
¡°Queremos formar una familia, a pesar de que sabemos a ciencia cierta que nuestros hijos no podr¨¢n ir a la universidad en L¨ªbano y ser¨¢n considerados siempre unos parias¡±, desgrana la soci¨®loga libanesa un memorial de agravios. ¡°Por eso no dejamos de pensar en marcharnos a otro pa¨ªs para poder ofrecerles una vida normal¡±, admite Elsa. Canad¨¢. Espa?a. Irlanda. B¨¦lgica.... Son destinos que cita. Seg¨²n estimaciones de Naciones Unidas publicadas en 2009, entre 1995 y 2008 se registraron 18.000 matrimonios entre una mujer libanesa y un extranjero. Algunos jueces han invocado la Constituci¨®n para otorgar la nacionalidad a pesar de la prohibici¨®n legal, pero los tribunales superiores siempre han acabado revocando la decisi¨®n.
El reverso del drama personal de Elsa lo mostraba la palestina Yamal Qasem, de 39 a?os, madre de un hijo liban¨¦s, como su padre, mientras exhib¨ªa su pulgar derecho tintado despu¨¦s de votar el pasado domingo en las elecciones legislativas en un colegio electoral de Dahiye, al sur de Beirut. ¡°Este es mi carn¨¦ de identidad liban¨¦s tras mi matrimonio en 2016. Pone: nacida en Nablus (Palestina), aunque tambi¨¦n tengo la documentaci¨®n en regla de la UNRWA como refugiada¡±, se ufanaba tras depositar su voto. Ambos casos opuestos constatan la paradoja libanesa en la defensa a ultranza del complejo equilibrio ¨¦tnico y confesional entre las 18 comunidades, con 15 estatutos de derechos diferenciados, que integran el pa¨ªs m¨¢s diverso del Mediterr¨¢neo oriental.
¡°La revocaci¨®n de la desfasada ley de nacionalidad que discrimina a las mujeres no ha figurado apenas en los debates de la campa?a, centrados sobre todo en el caos de la econom¨ªa¡±, explica la polit¨®loga Aya Majzub, investigadora de la ONG Human Rights Watch en L¨ªbano. En otros 25 pa¨ªses se producen situaciones similares que limitan los derechos de las mujeres. ¡°Hay partidos que han planteado una reforma de esta norma en anteriores comicios, pero no se han atrevido a llevarlas a cabo¡±, precisa en la sede de su organizaci¨®n en el centro de Beirut. ¡°Los derechos de las mujeres migrantes, sometidas en el servicio dom¨¦stico a la kafala, explotaci¨®n en semiesclavitud, o la elevaci¨®n hasta los 18 a?os de la edad m¨ªnima para contraer matrimonio han sido otras de nuestras preocupaciones durante la campa?a¡±, concluye Majzub.
¡°Ahora nuestras familias aceptan que les visitemos y nuestros vecinos probablemente est¨¦n haciendo la vista gorda. Pero nosotros queremos tener hijos pronto y no vemos que L¨ªbano vaya a cambiar. Aqu¨ª no tenemos futuro¡±, reflexiona en voz alta Elsa, quien declara su voto a favor de Ciudadanos por un Estado, una de las coaliciones opositoras e independientes que ha roto el monopolio de los partidos tradicionales confesionales para hacerse con el 10% de los esca?os del Parlamento. Cristian, su marido, no tiene derecho al sufragio.
¡°Nuestra familia y nuestros amigos nos respetan, pero en el barrio preferimos no salir del armario. Por favor, no publique nuestros apellidos ni fotograf¨ªas que nos identifiquen¡±, suplican antes de despedirse. Sin contar a los palestinos, siete de cada diez ap¨¢tridas en el heterog¨¦neo pa¨ªs del Levante mediterr¨¢neo tienen madre libanesa.
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