La lucha de los ucranios que viven bajo ocupaci¨®n rusa: ¡°Hemos vivido juntos muchos a?os y ahora los odiamos¡±
Las cuatro provincias anexionadas por Putin y Crimea, que Mosc¨² controla desde 2014, ocupan un 22,5% del territorio ucranio. Es una zona que tradicionalmente ha vivido a la sombra de la influencia rusa
¡°En cuanto me cure la pierna y arregle el coche, vuelvo¡±. Tatiana, de 67 a?os, lo tiene claro. Kuibisheve est¨¢ bajo ocupaci¨®n rusa, pero asegura que no tiene otra alternativa que regresar a su casa. Esa localidad se halla en la provincia ucrania de Zaporiyia, que desde el viernes Rusia considera de manera unilateral como parte de su territorio junto a las de Donetsk, Lugansk y Jers¨®n. Han pasado poco m¨¢s de 24 horas desde que Tatiana salvara su vida de milagro en el bombardeo en el que murieron 30 personas y otras 88 resultaran heridas en la ciudad de Zaporiyia. Sabe que ha tenido suerte, pues solo presenta rotura de tibia y algunos golpes de piedras del momento en el que el misil impact¨® no lejos de donde estaba, dejando un cr¨¢ter de varios metros de profundidad. El jard¨ªn del hospital n¨²mero 9, donde est¨¢ ingresada, sirve para que Lera, su nieta de 19 a?os, la pasee en silla de ruedas este s¨¢bado. Es el d¨ªa en que la ciudad ha celebrado un d¨ªa de luto oficial por la matanza de civiles de la que Kiev responsabiliza a Mosc¨².
Todo ocurri¨® a las dos horas de llegar al volante de su coche el viernes junto a otras dos mujeres a la explanada, ocupada antes por un mercado de veh¨ªculos. ¡°Por la ma?ana nos pusimos con el coche en la cola. Hab¨ªa dos filas, todos civiles, entre ellos m¨¦dicos que iban al territorio bajo control de Rusia, porque no tenemos hospitales all¨ª y casi todos los m¨¦dicos han salido. Sin que sonaran alertas ni nada, escuchamos un silbido¡±, relata la mujer gesticulando en el momento en que explica c¨®mo la explosi¨®n la tir¨® al suelo. Su relato alterna algunas l¨¢grimas con medias sonrisas que agradecen el poder contar lo ocurrido sin lesiones de gravedad.
Pero, ?qu¨¦ impulso irrefrenable lleva a Tatiana a tener que volver a su pueblo nada m¨¢s ser v¨ªctima del ataque y en medio de una ocupaci¨®n cada vez m¨¢s feroz? Su explicaci¨®n sirve para ayudar a comprender c¨®mo afecta la actual guerra a la sociedad ucrania. La familia de Tatiana ha quedado dividida. Hace unos d¨ªas, la mujer sali¨® de la zona ocupada para visitar a Lera, que estudia Derecho en la ciudad de Dnipr¨®. ¡°Le llev¨¦ la ropa de invierno¡±, comenta. Su viaje a zona controlada por Kiev coincidi¨® con la organizaci¨®n por parte de Mosc¨² de referendos ilegales para tratar de dar cierto marchamo de oficialidad a sus planes anexionistas de las cuatro regiones. Tatiana no eligi¨® la fecha al azar. No quer¨ªa bajo ning¨²n concepto participar en una consulta en la que hombres armados acompa?aban a los portadores de las urnas casa por casa para coaccionar a los vecinos para que participasen. Ahora insiste en volver porque en Kuibisheve la esperan su marido, Volod¨ªmir, y la madre de este, Nina, de 99 a?os, ¡°que no puede andar¡± ni ser evacuada. Pero le aterra ese regreso forzado por las circunstancias y no quiere ni media foto para no ser reconocida por el invasor.
Algo se ha roto en Ucrania. Y algunos aseguran que definitivamente. Tatiana comenta perpleja la evoluci¨®n de los acontecimientos. Pese a las desavenencias gubernamentales entre Kiev y Mosc¨², los lazos entre las dos sociedades eran estrechos tras d¨¦cadas de convivir bajo la Uni¨®n Sovi¨¦tica. ¡°?ramos vecinos. Nos respet¨¢bamos. Es horrible. Nosotros no hemos hecho nada, no los hemos provocado. No tengo palabras para lo que han hecho. Hemos vivido juntos muchos a?os y ahora los odiamos¡±, sentencia. ¡°No necesitamos cambios impuestos desde fuera. Los queremos hacer nosotros¡±, agrega.
Ninguna de las cuatro provincias que reclama Putin y que ahora considera rusas est¨¢n totalmente bajo el control de sus tropas (en Lugansk, donde las tropas del Kremlin m¨¢s territorio dominan, queda un min¨²sculo reducto en manos ucranias). Sus enso?aciones nacionalistas no le impiden, sin embargo, haberlas acogido bajo el manto de sus planes imperialistas. Si se suman estas provincias a la ocupaci¨®n ilegal de la pen¨ªnsula de Crimea desde 2014, Rusia reclama ya como propios unos 135.000 kil¨®metros cuadrados de los 600.000 que ocupa Ucrania (el 22,5% del pa¨ªs). El peso de ese territorio se vuelca hacia el este, que tradicionalmente ha vivido a la sombra de la influencia rusa frente al oeste, con la vista m¨¢s puesta en Europa.
En el este, Lugansk y Donetsk, con una extensi¨®n cada una de unos 26.000 kil¨®metros cuadrados, son desde 2014 escenario de un enfrentamiento, por una parte, de Mosc¨² y milicianos separatistas y, por otra, del ej¨¦rcito ucranio. La primera est¨¢ casi ¨ªntegramente en manos rusas; la segunda, a medias. Estas dos provincias integran lo que se conoce como Donb¨¢s, el ¨¢rea m¨¢s preciada por el presidente Putin de la vecina Ucrania, pues es donde el influjo ruso ha sido m¨¢s estrecho. De hecho, erigieron en ellas unas autoproclamadas rep¨²blicas populares a las que ya Mosc¨² consideraba como entes independientes.
En aquel 2014 a?o viv¨ªan entre estas dos regiones unos siete millones de habitantes, pero desde entonces, aproximadamente un mill¨®n ha salido hacia zonas m¨¢s seguras de Ucrania, seg¨²n ha explicado esta semana el periodista Denis Kazanski en el programa de televisi¨®n La F¨¢brica de las Noticias. Hay, adem¨¢s, miles de personas que han cruzado la frontera hacia Rusia, a?adi¨® este analista pol¨ªtico que tuvo que salir de Donetsk en 2014, aunque la cifra exacta no se puede concretar.
En el sur, las reclamadas provincias de Zaporiyia, de 27.000 kil¨®metros cuadrados, y Jers¨®n, de 28.000, se han unido al frente de batalla a ra¨ªz de la invasi¨®n rusa que comenz¨® el 24 de febrero. Kuibisheve, la localidad de Tatiana, equidista unos 80 kil¨®metros de dos importantes puertos a orillas del mar de Azov. Berdiansk se halla en la regi¨®n de Zaporiyia y es escenario, a falta de tropas locales que puedan combatir al invasor, de una resistencia ejercida a base de coches bomba que en las ¨²ltimas semanas han matado a dos de los cargos locales de la autoridad impuesta por los ocupantes.
Mariupol, en Donetsk, se ha convertido en un s¨ªmbolo desde que miles de combatientes hicieran frente al asedio de las tropas del Kremlin, que les acabaron ganado la partida a mediados de mayo. La provincia de Zaporiyia acoge, adem¨¢s, la mayor central nuclear de Europa, ocupada desde el comienzo de la invasi¨®n por los rusos y escenario permanente de ataques.
Los planes del Kremlin con las cuatro provincias que considera anexionadas son los mismos que puso en marcha cuando ocup¨® Crimea en 2014. Desde entonces ejerce all¨ª su autoridad de facto pese a las sanciones y las presiones de la comunidad internacional. Mosc¨² tiene derecho de veto en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas y eso le permite frenar iniciativas que traten de obstaculizar sus pretensiones expansionistas. Ni siquiera un pa¨ªs como China, estrecho aliado de Mosc¨² en la ¨®rbita del frente antioccidental, ha reconocido derecho alguno de Rusia sobre territorio de Ucrania.
Irina Shevchenkova, de 65 a?os, lleg¨® hace unos d¨ªas a Zaporiyia procedente de Jers¨®n. Es una de las decenas de miles de personas que escapan de las zonas ocupadas de Ucrania, donde Rusia quiere obligar a los hombres de entre 18 y 35 a?os a que se alisten en su ej¨¦rcito y combatan contra sus compatriotas. Shevchenkova reflexiona sobre su pa¨ªs, Europa y el mundo preocupada y rodeada de incertidumbres. ¡°?Qu¨¦ garant¨ªas tenemos de que en Europa vayamos a poder hacer frente a la amenaza rusa? Necesitamos de la unidad europea para que Rusia no nos destruya¡±, comenta sentada en un banco del aparcamiento de un centro comercial de Zaporiyia convertido en zona de acogida para los que salen de territorio invadido. Esas instalaciones se encuentran a poco m¨¢s de un kil¨®metro del lugar que fue bombardeado el viernes.
En ese mismo lugar, Yuli, de 44 a?os, recog¨ªa el s¨¢bado sus escasas pertenencias y pon¨ªa fin a varios meses en los que ha vivido bajo la carpa de la ONG World Central Kitchen, que lidera el cocinero espa?ol Jos¨¦ Andr¨¦s. Yuli, que hasta el comienzo de la invasi¨®n rusa regentaba el centro recreativo Azov en la ahora ocupada Berdiansk, se va porque entiende que Rusia considera ya cualquier lugar una instalaci¨®n militar susceptible de atacar. Asegura que se va a vivir a un bosque. Apela al esp¨ªritu cosaco para seguir resistiendo y ganar la guerra. Pero sus ¨¢nimos no parecen casar mucho con los de los aguerridos guerreros, representados con una pegatina en el que considera su ¡°caballo¡±, una moto tipo scooter. El miedo tambi¨¦n ha podido con Yuli.
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