El giro derechista de Liz Truss abre un cisma en el Partido Conservador entre moderados y radicales
La rebeli¨®n interna ante la rebaja de impuestos acaba con la autoridad de la reci¨¦n nombrada primera ministra brit¨¢nica
El mensaje estaba claro para sus destinatarios, aunque Liz Truss lo camuflara en el discurso del pasado mi¨¦rcoles. Cuando la nueva primera ministra brit¨¢nica habl¨® ante los miembros del partido en el congreso anual de los conservadores, en un intento desesperado por salvar un Gobierno con apenas un mes de vida y que ya daba se?ales de su hundimiento, quiso se?alar al enemigo com¨²n. Lo llam¨® la ¡°coalici¨®n anticrecimiento¡±. Todas las fuerzas conjuradas, seg¨²n ella, para que la econom¨ªa del Reino Unido no avanzara y se vinieran abajo los planes econ¨®micos presentados por el nuevo equipo de Downing Street. Incluy¨® a la oposici¨®n laborista, a los liberales dem¨®cratas, a los nacionalistas escoceses, a los sindicatos, a los tertulianos, a los intereses creados, a los ecologistas... y a los negacionistas del Brexit.
La fractura interna que provoc¨® en el partido el refer¨¦ndum de 2016, cuando una mayor¨ªa de brit¨¢nicos respald¨® la salida de la UE, desplaz¨® definitivamente del poder a todos aquellos conservadores con una visi¨®n moderada y centrista. Una derecha extrema, neoliberal y antieuropea se hizo con las riendas de la formaci¨®n. Boris Johnson la utiliz¨®, y se dej¨® utilizar por ella para medrar pol¨ªticamente. Su sucesora, Truss, ha ondeado esa bandera con el fanatismo del converso. Pero en el peor de los momentos. Con un pa¨ªs en recesi¨®n, que sufre una aguda crisis del coste de la vida, y que, seg¨²n todas las encuestas, ha dado la espalda estrepitosamente a los tories.
¡°Se trata de un partido m¨¢s fragmentado y dividido de lo que yo he conocido hist¨®ricamente¡±, se lamenta resignado Timothy Kirkhope. Fiel hasta el final a su partido, ha participado activamente esta semana en los debates generados en torno al congreso conservador. Desde su esca?o en la C¨¢mara de los Lores, todav¨ªa batalla contra los intentos legislativos del Gobierno de minar su relaci¨®n con Bruselas. Sabe que es ¡°el ¨²ltimo mohicano¡±, pero intuye que su partido solo podr¨¢ resucitar si recupera la senda de la moderaci¨®n. ¡°La idea general apuntaba a que, una vez desapareciera Boris Johnson, el l¨ªder que le sustituyera extender¨ªa una mano de amistad a todos aquellos que fueron marginados durante la era Johnson, para crear una coalici¨®n lo m¨¢s amplia posible, como pide la ciudadan¨ªa. Me temo, sin embargo, que lo que ha hecho Truss es tomar prestado el manual de instrucciones de su predecesor y repartir los puestos, con una visi¨®n a¨²n m¨¢s estrecha, entre sus fieles. Ha logrado alienar a los que apoyaron a su rival en las primarias, Rishi Sunak, y a los que no comparten su visi¨®n de extrema derecha. Lo que tenemos finalmente son tres o cuatro corrientes del partido enfrentadas entre ellas¡±, lamenta Kirkhope.
Siempre han estado latentes esas corrientes. Moderados, moderados-europe¨ªstas, conservadores sociales o neoliberales consumados con una profunda visi¨®n anti-UE. Johnson se apoy¨® en estos ¨²ltimos y conden¨® al ostracismo al resto. Bien los alej¨® del partido, bien los convirti¨® en backbenchers (literalmente, los diputados de los esca?os de atr¨¢s). Nadie pod¨ªa poner en cuesti¨®n el atractivo electoral del primer ministro. Hasta que dej¨® de tenerlo. El hundimiento de Johnson puso a los conservadores frente al espejo de la derrota. Despu¨¦s de 12 a?os en el poder, las encuestas suger¨ªan un cambio de ciclo. Los laboristas consolidaban una ventaja cada vez m¨¢s rotunda. Una mayor¨ªa de los afiliados que participaron en las primarias del partido del pasado agosto se aferr¨® a Truss, a su promesa de bajada de impuestos, a su discurso neoliberal y a su vaga semblanza con Margaret Thatcher para so?ar con una remontada.
¡°No tiene la capacidad para hacer frente a toda esta tormenta. No tiene la visi¨®n pol¨ªtica necesaria. No es Margaret Thatcher. Podr¨ªamos necesitar a alguien como Thatcher en estos momentos. Pero, desde luego, ese alguien no es Truss¡±. Rosalind Stewart pertenece al Grupo de Pol¨ªticas Comerciales del Foro Europeo Conservador. Afiliada desde hace d¨¦cadas a la formaci¨®n que, seg¨²n ella, ten¨ªa las mejores respuestas a los problemas generados en un pa¨ªs como el Reino Unido, culpa a Truss de haber conducido a los conservadores hacia un laberinto maldito, y duda de que la primera ministra llegue m¨¢s all¨¢ de las Navidades.
¡°Creo que est¨¢ completamente atascada en un bucle maldito. No puede deshacerse de Kwasi Kwarteng [el ministro de Econom¨ªa, tan convencido de la rebaja de impuestos como la propia Truss, y el primero en rectificar para calmar a los mercados] y culparle a ¨¦l de los errores, porque ella estaba metida de lleno. No puede echar atr¨¢s el paquete de medidas anunciado, porque aparte de las ayudas directas para la factura energ¨¦tica, ha sido hasta ahora su ¨²nica pol¨ªtica. No puede convocar elecciones, como hizo Johnson, porque las perder¨ªa con total seguridad. As¨ª que todos estamos atrapados en el mismo bucle¡±, se lamenta Stewart.
No todos tienen una visi¨®n tan negativa de Truss. Un partido pol¨ªtico tiene algo de secta, y sus miembros, antes de entrar en la fase en la que se aniquilan unos a otros, intentan evitar el naufragio. Te¨®ricamente, la primera ministra no est¨¢ obligada a convocar elecciones generales hasta dentro de dos a?os. Y con la perspectiva que apuntan las encuestas ¡ªla ¨²ltima de YouGov daba a los laboristas una ventaja de 33 puntos porcentuales¡ª, lo ¨²ltimo que quiere nadie en la formaci¨®n son unas elecciones anticipadas.
¡°El problema del mensaje¡±
¡°No ha sido uno de los congresos m¨¢s optimistas a los que he asistido. Pero la primera ministra se merece que le permitamos intentar llevar a cabo sus pol¨ªticas y que tenga tiempo para que el mensaje llegue a la sociedad. Creo que ha empezado a lograrlo en este congreso¡±, explica Daniel Hamilton, concejal conservador en el distrito de Wandsworth (Londres), candidato al Parlamento por la circunscripci¨®n de Stockport y asiduo a los c¨®nclaves anuales del Partido Conservador desde hace 23 a?os. ¡°Truss dej¨® claro desde un principio que era un tipo de conservadora muy a favor de los impuestos bajos. Fue bastante honesta respecto a su posicionamiento y a sus expectativas¡±, se?ala Hamilton, que recuerda ¡°que el partido siente frustraci¨®n por el aumento de gasto p¨²blico que supuso la pandemia y por el nivel impositivo actual, mucho mayor del que la gente querr¨ªa¡±. ¡°Creo que hay consenso sobre la necesidad de rebajar los impuestos. El problema de las dos ¨²ltimas semanas ha sido a la hora de trasladar el mensaje¡±, admite. Sobre todo, la impopular idea de anular el tipo m¨¢ximo del 45% a las rentas m¨¢s altas ¡ª¡±no fue quiz¨¢ el mensaje pol¨ªtico m¨¢s inteligente¡±¡ª, que la primera ministra tuvo que echar atr¨¢s ante la creciente rebeli¨®n entre los diputados.
La sensaci¨®n general era que el Partido Conservador, decidido a bajar impuestos y a recortar servicios para equilibrar el presupuesto y controlar la deuda, volv¨ªa a convertirse en el nasty party (el partido feo, desagradable) de los a?os de austeridad del Gobierno de David Cameron, justo despu¨¦s de la crisis financiera de 2008. ¡°Si existe ese temor, es producto de un malentendido. Si te fijas, por ejemplo, el paquete de ayudas directas a hogares y empresas para hacer frente a las facturas del gas y de la electricidad es uno de los m¨¢s generosos de toda Europa. Este Gobierno quiere ayudar a la gente¡±, defiende Hamilton.
Truss, como otras figuras pol¨ªticas antes que ella, ha demostrado hasta ahora que solo acierta cuando rectifica. Notables del partido que la primera ministra ha decidido marginar en la nueva etapa, como los exministros Michael Gove o Julian Smith ¡ªuno a favor del Brexit, el otro en contra, pero ambos representantes de la moderaci¨®n¡ª han sido los impulsores de la rebeli¨®n contra la bajada de impuestos a los m¨¢s ricos o la voluntad del Gobierno de no actualizar al nivel de la inflaci¨®n las prestaciones y ayudas sociales. Su lealtad, han dejado claro, es primero hacia s¨ª mismos y hacia sus votantes, antes que a una primera ministra en cuarentena. ¡°El primer trabajo de un diputado es defender los intereses de los votantes de su circunscripci¨®n y el inter¨¦s nacional. No podemos aplaudir durante un mes a m¨¦dicos, enfermeros y personal esencial, y meses despu¨¦s recortar los impuestos de los millonarios. Por eso doy la bienvenida a la decisi¨®n de revertir la supresi¨®n del tipo m¨¢ximo del 45% a las rentas m¨¢s altas. Una recaudaci¨®n impositiva justa es esencial para que el Gobierno pueda llevar a cabo su tarea¡±, asegura Smith.
En apenas una semana, el Parlamento brit¨¢nico reanudar¨¢ sus sesiones. Truss se enfrentar¨¢ a la tarea ardua de controlar, y convencer, a un grupo parlamentario que ya le ha dejado claro en los ¨²ltimos d¨ªas que su autoridad como primera ministra es muy limitada, y su mandato se halla sometido a libertad vigilada.
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