?Qu¨¦ demonios le pasa al Reino Unido?
El antiguo asesor del ex primer ministro Tony Blair analiza c¨®mo el Brexit desencaden¨® el hundimiento de la reputaci¨®n de la pol¨ªtica brit¨¢nica
¡°Nuestra pol¨ªtica es respetada en todo el mundo¡±, dijo Liz Truss en los ¨²ltimos d¨ªas de su mandato, mientras intentaba aferrarse al poder y apelaba a la unidad de su partido dividido y de su Gobierno en ruinas. El problema para ella era que, mientras hablaba, sus diputados estaban llegando a la conclusi¨®n de que, por mucho que se respete la pol¨ªtica del pa¨ªs, a ella no se la respetaba. Se hab¨ªan dado cuenta de lo que muchos de nosotros les hab¨ªamos advertido durante meses... hab¨ªan elegido a una in¨²til como l¨ªder, y como resultado, se convirti¨® en la persona que ha liderado el Gobierno de forma m¨¢s ef¨ªmera de nuestra historia.
Es verdad que la pol¨ªtica brit¨¢nica fue respetada. En tiempos pasados. Nuestra democracia y tradiciones parlamentarias, la vitalidad de sus debates, la expectativa de que los pol¨ªticos deb¨ªan decir la verdad, y si no lo hac¨ªan, deb¨ªan dimitir; la calidad de los l¨ªderes pol¨ªticos que llegaron a la cima; la relativa ausencia de corrupci¨®n en comparaci¨®n con otros pa¨ªses; el compromiso absoluto con el Estado de Derecho.
Debido a que muchos de los principios que hemos dado por sentados durante tanto tiempo han desaparecido, el respeto por nuestra pol¨ªtica, tanto en nuestro pa¨ªs como en el extranjero, est¨¢ en el espejo retrovisor. La mentira se ha normalizado; la corrupci¨®n y el amiguismo se han normalizado; el Estado de Derecho y las instituciones dise?adas para hacer que los pol¨ªticos rindan cuentas se han socavado deliberadamente. Boris Johnson se vio obligado a abandonar su cargo no porque fuera un mentiroso y un infractor de la ley, dos hechos establecidos desde hace mucho tiempo en la mente del p¨²blico, sino porque los diputados tories ya no lo ve¨ªan como un ganador. Ahora que Truss y su minipresupuesto kamikaze, basado en recortes de impuestos sin financiaci¨®n y en la incontinencia fiscal, han destrozado las hipotecas y las pensiones de los ciudadanos, se ha regalado a la oposici¨®n laborista una ventaja en las encuestas inimaginable hasta ahora. As¨ª que ella tambi¨¦n ten¨ªa que irse.
La misma falta de conciencia de s¨ª misma que le hizo pensar que estaba a la altura de ser primera ministra est¨¢ infectando ahora a Johnson y a sus partidarios, que creen que puede volver, a pesar de haber degradado el cargo, y a pesar de que se est¨¢ investigando si minti¨® al Parlamento sobre sus fiestas durante el estado de alarma. Esto plantea la tentadora posibilidad de que vuelva a Downing Street, solo para ser forzado a salir de nuevo cuando la investigaci¨®n concluya.
En los ¨²ltimos d¨ªas, a veces he tenido que apagar el tel¨¦fono, tan numerosos han sido los mensajes del extranjero preguntando ¡°?qu¨¦ demonios le ha pasado a tu pa¨ªs?¡±.
Una palabra para explicar el declive: Brexit
Como ocurre con cualquier acontecimiento o tendencia importante, no hay una respuesta sencilla. Pero si se me permitiera una sola palabra para explicar c¨®mo hemos llegado hasta aqu¨ª, esa palabra ser¨ªa Brexit.
El refer¨¦ndum del 23 de junio de 2016 fue uno de esos momentos en los que un pa¨ªs elige su propio declive. Ahora se ha comido a cuatro primeros ministros, David Cameron, Theresa May, Boris Johnson y Liz Truss, con un quinto que llegar¨¢ dentro de unos d¨ªas. Cinco primeros ministros en seis a?os, cuatro ministros de econom¨ªa en cuatro meses; este es el tipo de cambio sobre el que los conservadores sol¨ªan hacer bromas en relaci¨®n con Italia o las rep¨²blicas bananeras del Tercer Mundo. Ahora son los que se r¨ªen de nosotros en todo el mundo. Cuando el expresidente ruso Dmitri Medv¨¦dev tuitea que una lechuga ha sobrevivido a Truss, se percibe que a nuestro pa¨ªs no se lo toma tan en serio como antes.
Gracias al Brexit, a Boris Johnson y a Liz Truss, no solo hemos asistido al hundimiento de nuestra econom¨ªa, sino al de nuestra reputaci¨®n mundial. Ahora, los mismos que nos dieron los dos peores primeros ministros de nuestra historia dicen que son ellos los que nos dar¨¢n el pr¨®ximo, que debemos confiar en los diputados tories para reducir el n¨²mero de candidatos a dos, y luego permitir que los miembros del partido que nos dieron a Truss tengan la ¨²ltima palabra.
Hay algo muy apropiado en el hecho de que Johnson entre en el caos dejando correr las especulaciones de que buscar¨¢ ser primer ministro de nuevo a pesar de haber sido expulsado de Downing Street tan recientemente. Porque el punto de inflexi¨®n en la decadencia que han elegido nuestra pol¨ªtica y nuestro pa¨ªs lleg¨® gracias a ¨¦l, a sus mentiras y al Brexit que han impulsado, y al hecho de que nadie haya tenido que rendir cuentas por ellas, o que el Brexit que se prometi¨® tenga poca relaci¨®n con el Brexit que tenemos ahora.
Es una prueba de su ¨¦xito en la degradaci¨®n total de los est¨¢ndares de la vida p¨²blica que alguien pueda siquiera empezar a imaginar que ¨¦l, un mentiroso y un infractor de la ley probados, al que el esc¨¢ndalo siempre se unir¨¢, deber¨ªa ser la respuesta a los enormes desaf¨ªos a los que se enfrenta actualmente el pa¨ªs. Pero es una prueba de las profundidades en las que se ha hundido nuestra pol¨ªtica. Esa es la mala noticia.
La buena noticia es que, como resultado del caos pol¨ªtico y de la cat¨¢strofe econ¨®mica que han creado, los tories est¨¢n seguramente acabados. Despu¨¦s de 12 a?os de un programa de austeridad injusto, un Brexit ca¨®tico y autodestructivo, y ahora la bola de demolici¨®n del minipresupuesto, el pa¨ªs siente que ha tenido suficiente. Las posibilidades de un Gobierno laborista han aumentado notablemente. Eso, m¨¢s que cualquier valoraci¨®n genuina del inter¨¦s nacional, explica la desesperaci¨®n de los tories por evitar unas elecciones generales que tantos piden. Est¨¢n acabados. Y son unos ilusos si no pueden verlo.
Los tiempos serios requieren un Gobierno serio. Los tories, bas¨¢ndose en el espect¨¢culo de horror que se est¨¢ desarrollando ante los ojos del mundo, simplemente no pueden proporcionarlo.
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