Dos coronaciones en una vida: ¡°Isabel II era como nuestra t¨ªa. Mi generaci¨®n ha crecido con Carlos¡±
Kathleen Winch vio desde una posici¨®n privilegiada la procesi¨®n de la Reina en 1953. Setenta a?os m¨¢s tarde, defiende la vigencia de la ceremonia

La memoria almacena los grandes acontecimientos en peque?os detalles. Kathleen Winch (Durban, Sud¨¢frica, 76 a?os) recuerda que, para anunciarles la ceremonia de coronaci¨®n de la reina Isabel II, todas las ni?as de su colegio en Wimbledon fueron congregadas en un oscuro pasillo y cada una recibi¨® una cucharilla de plata ¡ª¡°Me pregunto d¨®nde habr¨¢ ido a parar¡±¡ª. Cuando lleg¨® el 2 de junio, su padre, que trabajaba en la entonces Casa de Sud¨¢frica, llev¨® a la peque?a Kate, de siete a?os, y a su hermano mayor a la azotea del imponente edificio situado en Trafalgar Square. ¡°La barandilla es bastante alta, y yo no llegaba. Tuve que mirar todo con la cabeza metida entre dos balaustres, pero fui de las primeras en ver c¨®mo llegaba la carroza desde el palacio de Buckingham, atravesando The Mall¡±, recuerda. ¡°Esta vez lo he tenido que seguir en televisi¨®n, pero cuando el desfile lleg¨® hasta esa curva esquinada, que resulta complicada de tomar, tuve la sensaci¨®n de que estaba viendo todo de nuevo¡±.
Ha costado convencerla para que compartiera sus recuerdos. No los consideraba tan valiosos como para ser publicados. En su peque?o jard¨ªn, al oeste de Londres, ha ido emocion¨¢ndose al repasar su vida en paralelo a la de Isabel II y a la de Carlos III. ¡°El rey pertenece a mi generaci¨®n. Para nosotros la reina era casi como una t¨ªa, y as¨ª lo fue toda la vida. Aunque yo con quien nunca dej¨¦ de identificarme fue con la princesa Ana [la hermana del monarca]. Era igual de brusca que ella¡±, r¨ªe y brillan sus ojos verdes.
¡°Recuerdo un entusiasmo general. Gente que hasta entonces no ten¨ªa un aparato de televisi¨®n se lanz¨® a compr¨¢rselo. En el s¨®tano de la Casa de Sud¨¢frica tambi¨¦n instalaron uno. Y recuerdo sobre todo la comida que sirvieron, algo espectacular en un tiempo en que todav¨ªa exist¨ªa el racionamiento¡±, recuerda Winch. ¡°Los s¨¢bados nos dejaban elegir a mi hermano y a m¨ª un solo caramelo¡±.
Winch y su esposo George vieron el s¨¢bado del primer al ¨²ltimo minuto la ceremonia de coronaci¨®n de Carlos III. ¡°Y antes no hab¨ªamos dejado de leer este bombardeo de detalles sobre todo el evento. Nada que ver con lo que ocurri¨® en 1953. Recuerdo la sensaci¨®n de que todo era m¨¢s remoto. Son nuestros recuerdos, y 70 a?os sin dejar de hablar de aquel acontecimiento, los que han hecho que lo acab¨¢ramos idealizando. Por eso casi me alegr¨¦ de que ayer lloviera, como ocurri¨® en la pasada coronaci¨®n. Le aport¨® el necesario toque de realismo¡±, dice.
Ha viajado por medio mundo. Es hija de holandesa y brit¨¢nico de Sud¨¢frica. Trabaj¨® en el mundo del cine, como montadora, en Estados Unidos. Estuvo luego en Alemania, como int¨¦rprete t¨¦cnica de varias empresas, y en los ¨²ltimos a?os ejerci¨® de gu¨ªa tur¨ªstica y art¨ªstica de Inglaterra. Se ha recorrido el pa¨ªs de punta a punta, y visitar con ella la abad¨ªa de Westminster es un regalo, por su pasi¨®n por cada detalle. Es profundamente creyente, pero sobre todo es una apasionada de la m¨²sica ¡ª ¡°la seleccionada para la coronaci¨®n fue, sencillamente, deliciosa y llena de significado¡±¡ª y de la liturgia. ¡°Ninguna ha sido igual. La entrega al rey de algunos de los objetos simb¨®licos por parte de los l¨ªderes religiosos, musulm¨¢n, sij o jud¨ªo, habr¨ªa sido impensable en 1953. Entiendo que el ciudadano medio no sea capaz de percibir algunos detalles, como los cambios en los juramentos o en los textos recitados, pero han sido cambios enormes, y demuestran que ninguna coronaci¨®n es id¨¦ntica a la otra. Se han ido adaptando lentamente¡±, dice Winch.
¡ªPero la de 1953 tiene casi un car¨¢cter m¨ªstico. Los miembros de la familia real y sus vidas privadas no inundaban los medios¡
¡°Desde luego no era lo mismo, pero tampoco muy distinto. Ahora veneramos a Isabel II, pero durante los a?os sesenta cometi¨® errores, y la imagen que ten¨ªamos de ella no era la que luego se acab¨® consolidando. Mi madre, que era muy mon¨¢rquica, estaba furiosa con la reina cuando impidi¨® que su hermana Margarita se casara con el amor de su vida, Peter Townsend. ¡®Voy a cancelar mi suscripci¨®n al Daily Mail¡¯, lleg¨® a gritar. Y nuestra vecina, que ten¨ªa un humor profundamente brit¨¢nico, le solt¨® algo que se convirti¨® desde entonces en una peque?a broma familiar: ¡®Querida, estoy segura de que se sentir¨¢n profundamente decepcionados¡±.
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