El asesino le da su m¨¢s sentido p¨¦same
La divisi¨®n de poderes, el Estado de derecho o el pluralismo pol¨ªtico solo son ¨²tiles como adornos para el poder absoluto y sin l¨ªmites del zar. Eso es lo que funciona en Rusia y lo que gusta cada vez m¨¢s en otras partes del mundo, donde la fuerza de la ley retrocede en favor de la ley de la fuerza
Todo un detalle. Un gesto que no todos merecen. El asesino ha querido rendir homenaje p¨²blico a su v¨ªctima. No se puede decir que sus palabras sean sentidas. No lo son. En todo caso, medidas y exactas, una forma educada de presentar las condolencias a la familia por la muerte que ¨¦l ha ordenado y que personalmente no siente en absoluto. Que nadie vea en Putin una conciencia dividida respecto a la vida de Prigozhin. As¨ª hubiera sido en la l...
Todo un detalle. Un gesto que no todos merecen. El asesino ha querido rendir homenaje p¨²blico a su v¨ªctima. No se puede decir que sus palabras sean sentidas. No lo son. En todo caso, medidas y exactas, una forma educada de presentar las condolencias a la familia por la muerte que ¨¦l ha ordenado y que personalmente no siente en absoluto. Que nadie vea en Putin una conciencia dividida respecto a la vida de Prigozhin. As¨ª hubiera sido en la liquidaci¨®n de un familiar o un amigo ¡ªalgo perfectamente plausible y probable¡ª, pero este no era el caso.
Las palabras de condolencia a la familia no son una formalidad, pero tampoco un gesto para enmascarar la realidad del crimen de Estado. Son, por el contrario, un reconocimiento. Del valor del fallecido y del merecido final tr¨¢gico. Por tanto, tambi¨¦n de la responsabilidad personal que le corresponde como jefe de Estado, equivalente a la autor¨ªa. El resultado de la investigaci¨®n anunciada, como el del rosario de asesinatos de los que es responsable, ya lo conocemos. Prigozhin fue un hombre de talento y de destino dif¨ªcil. Hizo grandes contribuciones a la causa com¨²n. Consigui¨® alcanzar los resultados que deseaba, para su beneficio y para el de todos. Pero tambi¨¦n cometi¨® errores graves. ?Alguien pod¨ªa esperar que no los pagara?
Como elogio f¨²nebre, m¨¢s que condolencias, son frases para los anales. En ellas se condensan las reglas morales que rigen en el actual sistema autocr¨¢tico del Kremlin, bien conocido e incluso comprendido por la poblaci¨®n rusa. No son una novedad aportada por el hundimiento de la Uni¨®n Sovi¨¦tica, sino que vienen de lejos, de muy lejos. De Iv¨¢n el Terrible, si se quiere, fundador de la primera polic¨ªa de Estado, la oprichnina, seg¨²n la leyenda. De Pedro el Grande y Catalina, y luego la tambi¨¦n legendaria ojrana de los ¨²ltimos Romanov en el siglo XIX. De la cheka de Lenin y de la GPU y la NKVD de Stalin y el KGB de Jruschov, naturalmente, los referentes inmediatos de Putin, el agente m¨¢s destacado y c¨¦lebre, y el que m¨¢s lejos y m¨¢s arriba ha llegado en la escalera del poder.
Nadie puede oponerse y menos traicionar al zar sin pagar un precio, con frecuencia el m¨¢s alto, el de la vida. La autoridad y el poder del Estado residen en este principio, que los bolcheviques y Stalin supieron aplicar en proporciones y dimensiones hasta entonces desconocidas. Al zar no le puede temblar el pulso. En cuanto desfallece, su autoridad se desmorona y su poder peligra. Cualquier cesi¨®n es una derrota. Cualquier desaf¨ªo sin respuesta severa, una humillaci¨®n. La polic¨ªa, los tribunales, los diputados, el coro de los medios de comunicaci¨®n, todo debe someterse a la exigencia vertical de este poder absoluto.
La doctrina autocr¨¢tica es contundente: no hay otra forma de gobernar la inmensa Rusia, el mayor y m¨¢s diverso imperio territorial del mundo, que solo se mantiene si se expande y empieza a desmoronarse en cuanto se le cuestiona y se retrae. Los conceptos liberales y democr¨¢ticos que han servido en otras partes para la construcci¨®n de estados fuertes no valen para Rusia. La divisi¨®n de poderes, el Estado de derecho, la democracia representativa, el pluralismo pol¨ªtico y la diversidad de partidos solo son ¨²tiles como adornos para el poder absoluto y sin l¨ªmites del zar. Eso es lo que funciona en Rusia y lo que gusta cada vez m¨¢s en otras partes del mundo, donde la fuerza de la ley retrocede en favor de la ley de la fuerza.
Es el poder sincero y desnudo, sin hipocres¨ªas ni sentimentalismos. Manda quien manda. Y manda sobre la vida y la muerte. Incluso all¨ª donde la pena de muerte ha sido abolida en la formalidad de la Constituci¨®n y de las leyes, como sucede en la Federaci¨®n Rusa. No necesita su reconocimiento legal porque se aplica con una flexibilidad pavorosa. En las c¨¢rceles y en las comisar¨ªas. Con veneno o con pistola. Mediante accidentes simulados o con cat¨¢strofes a¨¦reas que no ofrecen dudas sobre la autor¨ªa.
El poder de Putin, tan letal como el de sus antecesores, es fruto de una hibridaci¨®n en la que confluyen la cultura violenta de la Lubianka, sede de los servicios policiales y secretos, y la del crimen organizado, fundidas ambas en unas mafias que se apoderaron del Estado y de la econom¨ªa con el hundimiento de la Uni¨®n Sovi¨¦tica y las privatizaciones corruptas. Tambi¨¦n los m¨¦todos de liquidaci¨®n son un cruce h¨ªbrido, propios a la vez de la polic¨ªa pol¨ªtica y de los g¨¢nsteres. Lo son incluso las fr¨ªas palabras de Putin en su mensaje f¨²nebre, siempre cautelosas y claras, m¨¢s de amenaza a quienes sue?en en desafiar su poder que de sentida condolencia a la familia.
Sigue toda la informaci¨®n internacional en Facebook y Twitter, o en nuestra newsletter semanal.