Evros se consume entre cenizas, olor a quemado y odio al migrante
Mientras los bomberos e hidroaviones trabajan d¨ªa y noche en Grecia contra el mayor incendio registrado nunca en la UE, algunos locales culpan de las llamas a Turqu¨ªa y los refugiados
En la regi¨®n griega de Evros, fronteriza con Turqu¨ªa, el fuego contin¨²a fuera de control un d¨ªa despu¨¦s de que la Comisi¨®n Europea hablara del ¡°mayor incendio forestal registrado nunca en la UE¡±. Es la ma?ana del duod¨¦cimo d¨ªa de actividad. Este mi¨¦rcoles ha amanecido con menos viento que las jornadas anteriores, lo que da esperanzas a los centenares de bomberos que trabajan en su extinci¨®n. Los hidroaviones han reanudado sus vuelos a las 5.00 de la ma?ana, con las primeras luces del alba.
Tasos y Leftheris conducen por una carretera que se abre entre un mar de cenizas sin cruzarse con ning¨²n otro coche. Son polic¨ªas, pero visten un uniforme verde que les hace parecer militares. Est¨¢n agotados. Llevan 12 jornadas trabajando sin descanso. En ese paisaje fantasmag¨®rico solo ha quedado en pie un b¨²nker que hasta el martes estaba camuflado entre ¨¢rboles, hoy totalmente carbonizados. Es el punto donde los agentes dan media vuelta para seguir su ronda. Al final de la carretera secundaria queda un cartel en el que a¨²n se puede leer: ¡°El bosque es valioso, no enciendas fuego¡±.
Tasos y Leftheris creen que el incendio se ha extinguido. La superficie afectada es tan grande que, desde donde est¨¢n, en Lefkimmi, no se entiende que la situaci¨®n est¨¢ lejos de estar controlada. A medida que avanza la ma?ana el panorama se complica y ellos tambi¨¦n ser¨¢n conscientes de que todav¨ªa les queda mucho trabajo por delante.
No hay consenso sobre la cifra real de v¨ªctimas; las autoridades no han dado un n¨²mero oficial. Los medios afines al Gobierno sostienen que son 20 las personas que han muerto: 19 migrantes y un ganadero. Organizaciones pro derechos humanos elevan la cifra hasta 27, al sumar otro grupo de ocho migrantes que las autoridades no han confirmado.
Zona de frontera
Hay un elemento distintivo respecto a los fuegos que este mismo verano han carbonizado ¨¢reas enormes de otras regiones griegas: la paranoia. A diferencia de Rodas o Corf¨², esta es una zona de frontera donde la desconfianza ante el extranjero est¨¢ fort¨ªsimamente arraigada.
Soufli es una peque?a localidad que se encuentra en el l¨ªmite de seguridad y a menos de dos kil¨®metros de la frontera turca. Huele a quemado y el horizonte hace horas que no se ve, pero la vida sigue. Hay una taberna abierta, presidida por un gran escudo del club de f¨²tbol AEK. En su tele suenan, a todo volumen, canciones de laik¨®, el g¨¦nero musical m¨¢s popular de los a?os sesenta y setenta. Todo el mundo habla de las llamas cuando entra. A algunos les pican los ojos del humo.
El camarero, Panagiotis, charla tranquilamente con uno de los clientes, que ha hecho una pausa para comer. Se trata de Jaralavos Boizos, de 40 a?os, fontanero, que estos d¨ªas colabora en las labores de extinci¨®n haciendo todo tipo de tareas. Hoy ha abierto, junto a otros vecinos, un cortafuegos. ¡°Nos parte el coraz¨®n ver lo que est¨¢ pasando¡±, dice mientras apura una cerveza. Despu¨¦s de tantos d¨ªas, hablan del suceso con resignada familiaridad. Boizos se queja de que la clase pol¨ªtica tiene abandonada esta regi¨®n fronteriza. ¡°En Atenas solo se acuerdan de Evros cuando ya es demasiado tarde y nos imponen soluciones insuficientes sin contar con la gente local¡±. Se refiere a los incendios, pero tambi¨¦n a las pol¨ªticas migratorias que, opina, no blindan suficientemente las fronteras.
Boizos y Panagiotis opinan que son cuestiones relacionadas: creen que los autores son los refugiados. Utilizan la palabra lazrometan¨¢stes, un t¨¦rmino peyorativo traducible como ¡°inmigrantes clandestinos¡±. La extrema derecha griega instiga la idea de que los refugiados son una especie de peones de los enemigos de Grecia ¡ªconcretamente, el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, y, en general, el islam¡ª para atacar la soberan¨ªa del pa¨ªs, al que ven como un estandarte del cristianismo. Los fuegos cada vez m¨¢s habituales se explicar¨ªan como un plan para desestabilizar el pa¨ªs, y no como una consecuencia del cambio clim¨¢tico. Y, en esa l¨®gica, los refugiados ser¨ªan los ejecutores del plan.
¡ª?Pero por qu¨¦ los migrantes querr¨ªan quemar el bosque?
¡ª¡°Yo solo soy un fontanero, pr¨¢cticamente analfabeto¡±, responde Boizos encogi¨¦ndose de brazos.
Arguiri, la camarera, interviene desde el fondo de la sala: ¡°No entendemos por qu¨¦, pero aqu¨ª todos pensamos que lo han hecho ellos¡±.
El cuerpo de bomberos informa de que sus esfuerzos se concentran ahora en tres focos: Lefkimmi, Kotro?¨¢ y Tris Brises. Tambi¨¦n hay llamas en Kassitera, a 30 kil¨®metros al oeste. El fuego ha arrasado un ¨¢rea tan grande y distante que los frentes ya no parecen del mismo origen. Desde el coraz¨®n del parque natural de Dadi¨¢ surge una columna de humo enorme que forma una gran nube blanca y gris; despu¨¦s se extiende hacia el norte durante decenas de kil¨®metros hasta diluirse en una neblina que cubre el horizonte. Cada 10 minutos, aproximadamente, cuatro hidroaviones y dos helic¨®pteros vierten miles de litros de agua, en una coreograf¨ªa con trayectorias cruzadas que podr¨ªa ser calificada como bella si no fuera porque se trata de una tragedia humana, ambiental y social de dimensiones incalculables.
En cada intersecci¨®n hay un veh¨ªculo de bomberos. En uno de los camiones est¨¢n Vasilis y Thanasis, dos agentes de Alejandr¨®polis que aseguran que nunca hab¨ªan visto nada similar a las llamas que han combatido estas dos semanas. ¡°Era como esos incendios en Canad¨¢ que vemos por la tele¡±, dice Vasilis. Junto a ellos pasa un cami¨®n militar que transporta un buld¨®cer para abrir cortafuegos. Aunque se ha quemado una superficie enorme, a¨²n hay mucho bosque que salvar.
Varios empleados municipales se niegan a dar informaci¨®n sobre los frentes activos. Pero no hace falta conocer bien la comarca ni poseer un gran sentido de la orientaci¨®n para encontrar a los bomberos realizando su labor: basta con conducir hacia la columna de humo, visible desde la propia capital, Alejandr¨®polis. Cuando acaba la carretera comienzan varias pistas de tierra transitables que atraviesan el parque de Dadi¨¢. Por ellas circulan decenas de camiones de bomberos y del ej¨¦rcito. Una agente de bomberos que prefiere no dar su nombre se detiene en cada uno de ellos y toma apuntes en una carpeta. ¡°La situaci¨®n a¨²n es confusa, todav¨ªa no consigo hacerme a la idea del cuadro general¡±, explica.
A las 14.00, hora local, llega otro veh¨ªculo del mismo cuerpo y anuncia: ¡°El viento ha cambiado. Se tiene que ir de aqu¨ª todo el mundo¡±. En realidad, ¡°todo el mundo¡± se reduce a los bomberos y al reportero de EL PA?S. No hay nadie m¨¢s en el lugar. Una hora despu¨¦s, todos los tel¨¦fonos de la zona reciben un SMS remitido por Protecci¨®n Civil que anuncia una nueva evacuaci¨®n: ¡°Si est¨¢ usted en S¨ªdiro, al¨¦jese hacia Mega Derio. Incendio forestal en su zona. Siga las instrucciones de las autoridades.¡±
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