El horror y la indiferencia ante las llamas en Grecia conviven puerta con puerta
Los escasos habitantes de Yanuli que no han sido evacuados luchan por salvar sus casas en el decimotercer d¨ªa del peor incendio registrado en la UE. A solo ocho kil¨®metros, nadie parece prestar atenci¨®n a la gigantesca columna de humo que se divisa
Jristos es un agente forestal jubilado que conoce como la palma de su mano los montes del Parque Nacional de Dadi¨¢, en la provincia griega de Evros. Conduce su coche particular hasta el frente del incendio, que se extiende por el bosque hasta donde alcanza la vista y que es ya el mayor registrado nunca por la UE. En este punto las llamas avanzan lentas porque el viento sopla en direcci¨®n hacia la parte ya quemada. No hay bomberos cerca. Los esfuerzos se concentran en otros puntos donde el fuego avanza a mayor velocidad. Jristos mira con impotencia. ¡°?Qu¨¦ hago? ?Cojo una rama y golpeo? No servir¨ªa de nada¡±, se dice a s¨ª mismo. El agente forestal da cifras escalofriantes: han ardido 52 kil¨®metros cuadrados de pino salgare?o, es decir, casi todos los ejemplares grandes, y ahora la amenaza se cierne sobre otros ocho de la variedad m¨¢s peque?a de estos ¨¢rboles, donde se concentran los panales de abejas, una de las fuentes de riqueza de la zona. ¡°Si cambia la direcci¨®n del viento estamos perdidos¡±, advierte.
Al igual que las llamas, Jristos est¨¢ cerca de Yanuli, un peque?o pueblo situado en la entrada del Parque Nacional. Sus escasos habitantes fueron evacuados el mi¨¦rcoles por la noche, cuando el fuego amenazaba sus viviendas. Junto a ellos, tambi¨¦n fueron evacuados 15 migrantes que acababan de atravesar la frontera con Turqu¨ªa de manera clandestina y se encontraban all¨ª por casualidad. Pero no todos se fueron. Alexandros, le?ador jubilado, se ha quedado a proteger su casa. ¡°Es lo ¨²nico que tengo, si se quema lo pierdo todo¡±, asegura. Tanto ¨¦l como su vecino han pasado la noche alerta.
Un vecino de Alexandros hace autoestop para ir a Sufl¨ª, el pueblo contiguo. Aunque apenas les separan ocho kil¨®metros, cuando llega le parece un planeta diferente. Sufl¨ª est¨¢ tan cerca del incendio que el mi¨¦rcoles por la noche sus residentes recibieron un SMS de Protecci¨®n Civil en el que se les advert¨ªa de que estuvieran preparados para una eventual evacuaci¨®n. Pero a simple vista no parece afectar a la vida de la localidad. Aunque desde sus calles se ve, amenazante, la gigantesca columna de humo que sale de las inmediaciones de Yanuli, nadie parece prestarle atenci¨®n.
Todas las tiendas est¨¢n abiertas. En un comercio de ultramarinos situado en la entrada del pueblo, el tendero ni siquiera entiende que la pregunta ¡°?c¨®mo va la cosa?¡± se refiere a los incendios. Despu¨¦s de casi dos semanas, los vecinos se han acostumbrado a ver pasar camiones de bomberos a toda velocidad. Ya nadie levanta la vista cuando les sobrevuela a baja altura un helic¨®ptero. De hecho, se nota mucha m¨¢s actividad que el d¨ªa anterior y las terrazas de los caf¨¦s funcionan con toda normalidad. En una de ellas, un grupo de jubilados comenta la actualidad. Hablan del partido de la Champions League que perdi¨® el mi¨¦rcoles el AEK frente al Amberes.
En Tijer¨®, a 10 kil¨®metros de Sufl¨ª, el recepcionista de un hotel demuestra no estar muy informado. ¡°No s¨¦, no he visto nada. Ah¨ª arriba [en referencia a Yanuli] debe haber algo¡±, reconoce sin mostrar preocupaci¨®n. Un empleado de una estaci¨®n de servicio cercana tampoco parece intranquilo. M¨¢s bien hastiado. Preguntado por el tema, esgrime una sonrisa y suelta una broma: ¡°A ver si el fuego llega ya a Bulgaria para que lo apaguen los [bomberos] b¨²lgaros, porque se ve que los nuestros no pueden¡±.
Mientras, en Yanuli, el panorama es devastador. Esta localidad est¨¢ dentro del extenso per¨ªmetro de seguridad, cuyos accesos la polic¨ªa vigila. Aunque est¨¢ prohibido, tras insistir un poco, un agente permite el paso mientras insiste, con malos modos, que es bajo estricta responsabilidad de quien traspasa el control. Durante la ma?ana, varios residentes han vuelto para comprobar si sus casas est¨¢n en pie. Afortunadamente, las han encontrado intactas. En otros pueblos de la regi¨®n s¨ª se han quemado viviendas. El incendio cumple ya su decimotercera jornada.
Alexandros lleg¨® de Kazajist¨¢n en 1994, como la mayor¨ªa de los habitantes del pueblo, en un programa de reubicaci¨®n que el Estado griego ofreci¨® a los p¨®nticos, los griegos del mar Negro. La mayor¨ªa ha vivido desde entonces del bosque que ahora ven arder, bien en la industria maderera o en la conservaci¨®n del mismo. Junto al pueblo hay un cuartel y all¨ª varios edificios s¨ª han quedado calcinados. Varios militares de diferente rango eval¨²an los da?os. Llevan mascarillas FFP2. No cuesta respirar, pero se nota picor en ojos y garganta.
Alexandros no se protege la cara. Lleva toda la ma?ana dando vueltas con su ciclomotor; ¨¦l sabe exactamente por qu¨¦ caminos acceder a las llamas e insiste en dar indicaciones a dos bomberos. Uno de ellos, el agente Kazagoritis, le responde que ellos no pueden decidir nada de manera aut¨®noma. Ha llegado para reforzar el dispositivo, que cuenta ya con la participaci¨®n de medio millar de efectivos.
Lejos de estar controlado
Kazagoritis y su compa?ero no son optimistas. Aunque aclaran que no disponen de toda la informaci¨®n, est¨¢n seguros de que el fuego todav¨ªa est¨¢ lejos de ser controlado. Es cuesti¨®n de d¨ªas m¨¢s que de horas. Dos veh¨ªculos que transportan soldados se detienen junto a ellos. Acaban de llegar desde Orestiada, ciudad situada un poco m¨¢s al norte, cerca de la triple frontera entre Grecia, Turqu¨ªa y Bulgaria. El capit¨¢n Kaliorgios pregunta una direcci¨®n a los bomberos. ¡°Nos han dicho que vengamos a Yanuli a ayudar en lo que se pueda¡±, les comenta. Kazagoritis les muestra por d¨®nde llegar, pero les advierte:
¡ª Si veis fuego, no pas¨¦is.
¡ª Ya hemos pasado a trav¨¦s del fuego.
Entretanto, un helic¨®ptero carga agua en unos dep¨®sitos de goma instalados en un prado cercano, que a su vez son surtidos por camiones cisterna. A las 14.30, cuando las condiciones son favorables, vuelven los hidroaviones. Son seis, perfectamente alineados en dos grupos de tres, y repostan en el mar, a 40 kil¨®metros al sur. Toda esa distancia la componen prados y bosques carbonizados.
Una columna compuesta por 11 veh¨ªculos llega a Sufl¨ª. Son bomberos eslovacos que llegaron a Grecia hace dos semanas. Primero actuaron en un incendio cerca de Atenas y desde el jueves est¨¢n trabajando en Evros. Alexandros insiste en explicar que hay un camino de tierra detr¨¢s del cementerio por el que se accede al lugar donde descarga el helic¨®ptero. Se queda un poco m¨¢s tranquilo cuando le confirman que los eslovacos van para all¨¢.
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