Un mes de asedio de Israel en Gaza: m¨¢s de 10.000 muertos y un rastro de destrucci¨®n sin precedentes
Los vecinos de la Franja se indignan ante el abandono internacional, mientras describen c¨®mo se sobrevive bajo las bombas un mes despu¨¦s de los ataques de Ham¨¢s que desencadenaron la respuesta israel¨ª
¡°Cada d¨ªa es m¨¢s duro que el anterior. Todo supone una batalla, hasta conseguir las cosas m¨¢s b¨¢sicas¡±, relata desde Gaza a trav¨¦s de mensajes de voz Rania, una mujer de 51 a?os empleada de una organizaci¨®n de derechos humanos. Por eso no acaba de comprender que, un mes y m¨¢s de 10.000 muertos despu¨¦s como consecuencia de los ataques de Israel, cifras de fuentes sanitarias de Gaza, donde gobierna Ham¨¢s, la comunidad internacional no sea capaz de detener la ofensiva israel¨ª. ¡°Digo ante todo el mundo, ante todo el universo, que esto es una verg¨¹enza. ?Nos hab¨¦is fallado! Y os hab¨¦is fallado a vosotros mismos si es que os consider¨¢is seres humanos, porque esto no deber¨ªa suceder, no deber¨ªais permitirlo¡±, lanza con la voz entrecortada. La destrucci¨®n provocada en Gaza en un mes de operaciones, particularmente desde la invasi¨®n terrestre del pasado 27 de octubre, no tiene parang¨®n con ofensivas anteriores, tanto en v¨ªctimas mortales y heridos como en edificios destruidos.
En 2014, durante los 51 d¨ªas de la Operaci¨®n Margen Protector ¨Dque hasta ese momento hab¨ªa sido la peor ofensiva militar desde que Israel saliera de Gaza en 2005¨D dej¨® 2.205 muertos palestinos, de ellos 538 menores de edad, seg¨²n datos de Naciones Unidas. Las cifras ¡ªuna quinta parte de las muertes registradas ahora en apenas un mes¡ª palidecen con el balance actual. Con esa realidad en mente, Rania asegura que estas semanas, pese a llevar 22 a?os viviendo en Gaza, le han servido para empezar a perder la esperanza en la comunidad internacional y en la justicia internacional: ¡°S¨¦ que pueden hacer algo y no lo est¨¢n haciendo. Esto es, simplemente, un crimen contra la humanidad¡±. Esa indignaci¨®n por sentirse abandonados es compartida con otros testimonios recogidos por EL PA?S.
Alguno, como Refaat Alareer, profesor de 44 a?os de la Universidad Isl¨¢mica de Gaza, una de las que ha sido bombardeada, y padre de cuatro hijas y dos hijos, contesta a las preguntas desde Ciudad de Gaza con los zambombazos resonando al tel¨¦fono. ¡°Una amiga, desesperada, da a sus hijos bebidas energ¨¦ticas a falta de agua; mucha gente est¨¢ cayendo enferma por consumir agua contaminada¡±. Los paneles solares, explica, es lo que los mantiene conectados al mundo. De ellos dependen los ordenadores, los tel¨¦fonos o la capacidad de publicar en redes sociales. ¡°Est¨¢n mandando Gaza cien a?os atr¨¢s¡±, describe se?alando a la comunidad internacional, de izquierda y derecha, como ¡°c¨®mplice¡± del ¡°exterminio¡± que lleva a cabo Israel, que asegura tener ya rodeada la ciudad y la Franja dividida en dos partes.
Las llamadas para proteger a la poblaci¨®n civil del enclave palestino siguen sin ser atendidas por Israel tras 31 d¨ªas de operaci¨®n militar por tierra mar y aire en respuesta al ataque de Ham¨¢s que dej¨®, seg¨²n el balance de las autoridades israel¨ªes, m¨¢s de 1.400 muertos y m¨¢s de 240 rehenes en sus manos. ¡°Esto es como protagonizar una pel¨ªcula de terror, que nunca te hubieras imaginado y agradecer como un regalo que cada d¨ªa sigues vivo¡±, describe en sus mensajes Saeb Alzard, de 27 a?os y vecino de Ciudad de Gaza. Su padre muri¨® despu¨¦s de que su casa fuera bombardeada el viernes 13 de octubre. Ahora reside con unos familiares.
Cada ma?ana, cuenta Alzard, tienen por delante distintas ¡°misiones y retos¡± como son lograr agua, comida y suministro el¨¦ctrico. A veces, la sacan de los vecinos que tienen pozos, otras van a buscarla a dep¨®sitos y, aunque es ¡°raro¡±, hay ocasiones en las que la reparten las autoridades. La base de la alimentaci¨®n es el ¡°pan con algo m¨¢s¡± y hay d¨ªas que cocinan con le?a o reciben alimentos de organizaciones caritativas. ¡°Y todav¨ªa nos queda algo de dinero si es que encontramos algo que comprar¡±, detalla Alzard, que ya relat¨® al EL PA?S la matanza en el hospital Al Ahli del 17 de octubre.
¡°?Matar a gente de hambre en el siglo XXI? Israel nos est¨¢ matando con la complicidad no solo de Occidente, sino tambi¨¦n de los pa¨ªses ¨¢rabes. Nos quieren a los palestinos callados, sin reclamar nuestra libertad¡±, se indigna Refaat Alareer, calificando de ¡°broma¡± la ayuda humanitaria que entra desde Egipto por el paso fronterizo de Rafah. A la familia del profesor le quedan latas como para una semana, calcula. ¡°Estamos comiendo y bebiendo aproximadamente un cuarto de lo habitual. Hace 10 d¨ªas que no me ducho. En cuanto a comida, todav¨ªa se pueden comprar en la calle tomates, pepinos, patatas, pimientos y listo, pero cada vez hay menos vendedores desde que los tanques llegaron aqu¨ª¡±, cuenta refiri¨¦ndose a la invasi¨®n terrestre emprendida el 27 de octubre. Rania afirma que en Rafah, la localidad sure?a junto a la frontera donde vive tras salir de la capital, las verduras es lo que sigue siendo m¨¢s accesible, pero que nada de carne o pollo ¡°en condiciones¡± que puedan aportarles algo de prote¨ªnas.
Comunicarse con los habitantes de Gaza no es sencillo. Los mensajes de Rania, que prefiere por seguridad no dar su apellido ni el nombre de la ONG para la que trabaja, aparecen en la pantalla 24 horas despu¨¦s de que el enviado especial de EL PA?S le hiciera llegar las preguntas. Entre medias, la noche del s¨¢bado al domingo, descrita como una de las peores del mes por el profesor de la Universidad Isl¨¢mica. ¡°Lo peor son las noches, un infierno. Vivimos instalados en la pesadilla, en un horror sin precedentes. Anoche, Israel cort¨® las comunicaciones y empez¨® a bombardear como nunca¡±, detalla. ¡°Los que m¨¢s sufren son los ni?os y, como padre, estoy desesperado porque no puedo protegerlos. Si ni siquiera puedo protegerme a m¨ª mismo¡¡±, lamenta comparando la destrucci¨®n de Gaza con la de la II Guerra Mundial.
Tres semanas despu¨¦s, no solo no hay visos de que el primer ministro, Benjam¨ªn Netanyahu, vaya a aceptar un alto el fuego, aunque sea temporal, sino que la crisis humanitaria no deja de agravarse, seg¨²n los testimonios recogidos. ¡°Yo he visto mucho, he visto mucho antes de esto, pero esto no es normal y me lleva a pensar que esto no ocurre para castigarnos, no. Es para echarnos de Gaza y convertir Gaza en tierra quemada. Nada va a poder volver a ser como antes¡±, subraya Rania.
A ello se une la mella en la salud mental. ¡°Lo peor pasa por nuestras mentes de forma permanente, sobre todo cuando no hay conexi¨®n. Tenemos familiares en todos sitios. Estamos en permanente estado de preocupaci¨®n por aquellos que se encuentran en otros puntos de Gaza. La ¨²nica satisfacci¨®n es que a veces puedes llamarlos y comprobar que siguen todav¨ªa vivos. Y si perdemos eso, va a ser muy duro¡±, describe entre l¨¢grimas Rania, que perdi¨® su casa en el distrito de Al Soudaniya, al noroeste de Ciudad de Gaza, antes de instalarse a la fuerza en Rafah. Incluso en esa zona, considerada la m¨¢s segura, Rania describe lo ¡°traumatizados¡± que est¨¢n los ni?os. ¡°No podemos ni siquiera mover una silla en el suelo, porque se desata el p¨¢nico en sus ojos. Cualquier ruido, cualquier sonido¡¡±, a?ade mientras de fondo se escucha alguno de esos llantos.
La mujer, seg¨²n su relato, vive junto a otros 23 familiares en un piso de menos de 100 metros cuadrados. ¡°No tenemos ni intimidad ni dignidad¡±. Se ¡°api?an¡± personas de todas las edades. Tambi¨¦n mayores. Hay enfermos cr¨®nicos sin acceso a sus tratamientos o medicinas para el coraz¨®n, la diabetes o la presi¨®n sangu¨ªnea. Rania alerta tambi¨¦n de que las temperaturas est¨¢n bajando y cada vez est¨¢n m¨¢s expuestos a catarros e infecciones y no disponen de jarabe para la tos, antibi¨®ticos o antipir¨¦ticos. Adem¨¢s, algunos de los familiares, antes de poder llegar a Rafah, vivieron el bombardeo del mercado de Al Nuseirat, un campo de refugiados ubicado en el medio de la Franja. ¡°Presenciaron escenas indescriptibles, partes de gente¡ no se puede describir, no se puede describir¡±, enfatiza.
¡°No estamos en guerra con la gente de Gaza¡±, volvi¨® a repetir el ej¨¦rcito de Israel este lunes a trav¨¦s de su cuenta de la red social X (antes Twitter) mientras mostraba un v¨ªdeo grabado desde el aire de ciudadanos andando por lo que afirman es una v¨ªa de evacuaci¨®n hacia zona segura. Tratan as¨ª de sacudirse las acusaciones de no hacer nada, pese a los medios de los que disponen, para que la cifra de muertos se haya disparado m¨¢s all¨¢ de los 10.000, de los que m¨¢s de 4.000 son ni?os.
Israel est¨¢ recurriendo a la ¡°guerra psicol¨®gica¡± y a la ¡°limpieza ¨¦tnica¡± para que los habitantes de Gaza acaben instalados en el desierto egipcio del Sina¨ª, afirma Haidar Eid, profesor de Literatura Poscolonial y Posmoderna de la Universidad Al Aqsa, a trav¨¦s de notas de voz. ¡°Lo que vivimos hoy es la continuaci¨®n de la Nakba, cuando comenz¨® el apartheid¡±, a?ade Eid, que tambi¨¦n ha dado varios tumbos por la Franja desde que dej¨® su casa en el barrio de Rimal, en la capital, antes de acabar en Rafah. ¡°Israel quiere que dejemos el norte hacia zona segura, al sur del valle de Gaza, pero tambi¨¦n aqu¨ª mantienen los ataques¡±, lamenta.
Entre los testimonios recogidos, varios recurren a comparar la actual guerra con la Nakba, el desplazamiento forzoso al que oblig¨® Israel de cientos de miles de palestinos para poder fundar su Estado en 1948. ¡°Estamos viviendo una segunda Nakba. Est¨¢n haciendo que nuestra vida sea imposible y que Gaza sea un lugar inhabitable. Esto no es una agresi¨®n normal o comparable a lo ocurrido en las ¨²ltimas dos d¨¦cadas¡±, comenta Rania refiri¨¦ndose a anteriores picos de violencia en Gaza, como en 2014 y 2009. En t¨¦rminos similares se expresa el profesor Alareer, un aficionado del F¨²tbol Club Barcelona que apenas puede seguir los resultados y las noticias de la Liga. ¡°?Visca el Bar?a!¡±, lanza en medio de un testimonio repleto de horrores y lamentos.
¡°Siento miedo a perder a uno de mis seres queridos, el miedo a no saber qu¨¦ es lo que nos va a deparar el futuro. Todo el mundo se pregunta qu¨¦ es lo que va a suceder. Ninguno lo sabemos. ?C¨®mo podemos cargar con esto en nuestras conciencias?¡±, expresa Rania. ¡°Nosotros estamos viviendo en casa de familiares. Nuestra vida es mucho m¨¢s f¨¢cil y confortable que la de la mayor¨ªa¡±, agradece. M¨¢s al norte, en la ciudad asediada todo es m¨¢s complicado como relata Saeb Alzard: ¡°Nos despertamos a menudo durante la noche por el sonido de las bombas. A veces acabamos todos juntos en medio del patio tratando de calmar a los ni?os antes de volver a la cama. Pero algo acabamos durmiendo. As¨ª que, cuando nos despertamos y vemos la ma?ana, respiramos de manera profunda y agradecemos a dios que seguimos vivos¡±.
Sigue toda la informaci¨®n internacional en Facebook y X, o en nuestra newsletter semanal.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.