D¨ªas y noches bajo la artiller¨ªa en Donb¨¢s, el epicentro de la guerra interminable de Ucrania
Sin agua corriente ni gas, quienes resisten en algunas de las ciudades ucranias cercanas al frente oriental se refugian en colmenas subterr¨¢neas cuando la guerra va a cumplir dos a?os
Cuando en mayo de 2022 las tropas rusas ocuparon Lim¨¢n, la ciudad en la que naci¨® y en la que bautiz¨® a sus dos hijos, Liuba Dmitrieva a¨²n cre¨ªa posibles sus sue?os de juventud. Esos en los que se jubilaba de su trabajo como t¨¦cnica de laboratorio y pasaba la vejez junto a su esposo en el c¨¢lido mar Negro. Pensaba en el sol cuando el ej¨¦rcito ucranio recuper¨® el control de Lim¨¢n, hace 14 meses. Esos pensamientos se fueron apagando cuando enterr¨® a su marido, este oto?o. Dice que ya no sue?a. Acurrucada en un catre que ocupa casi por completo su h¨²medo trastero subterr¨¢neo, que se ha convertido en su dormitorio desde hace ya casi dos a?os, cierra unos trist¨ªsimos ojos marrones y, cuenta que solo piensa en que pase un d¨ªa. Y luego otro. Y el siguiente. ¡°Algunos predicen que esta guerra terminar¨¢ en 2025, pero ?qu¨¦ podemos saber nosotros?¡±, se pregunta Dmitrieva. ¡°La mayor¨ªa solo queremos volver a ser gente com¨²n y corriente¡±, lamenta.
Lim¨¢n, en la regi¨®n de Donetsk, que una vez fue una activa localidad ferroviaria de 20.000 habitantes, sobrevive sin gas ni agua ¡ªahora, con una bamboleante electricidad¡ª desde los primeros meses de la invasi¨®n. Los pocos habitantes que quedan, como Dmitrieva, de 65 a?os, resisten en esas peque?as y hondas colmenas convertidas en refugios contra la tormenta de artiller¨ªa que lanza Rusia contra una ciudadan¨ªa que dice querer ¡°liberar¡±.
En la calle, el suelo cubierto de nieve retumba. A lo lejos, se escuchan varias explosiones y Dmitrieva, que ha salido a recoger agua a la fuente del patio en una noche particularmente luminosa, por la luna casi llena, se arrebuja en su abrigo, carga el cubo y apresura su paso hacia el s¨®tano. Su vecino Vitali, que duerme en uno de los rincones del refugio, talla madera. La otra esquina es el espacio de Sergu¨¦i. El hombre, ¡°muy letrado¡±, describe Vitali, que fue ferroviario, ha colocado un peque?o sof¨¢ en el que descansa un libro abierto y un icono. Han tenido chinches y ratones en ese h¨²medo hogar. ¡°Yo ten¨ªa un apartamento con cuadros de paisajes, con un piano. Ya no queda nada¡±, cuenta Vitali.
La guerra es una sucesi¨®n de d¨ªas y noches eternas en Lim¨¢n y otras ciudades del este de Ucrania, donde las heridas de la invasi¨®n a gran escala lanzada por Vlad¨ªmir Putin en 2022 se mezclan con la guerra de Donb¨¢s ¡ªpatrocinada por el Kremlin e iniciada ya en 2014¡ª en un territorio duro y particularmente castigado por la historia. Cuando la invasi¨®n iniciada por Mosc¨² va a entrar en su tercer a?o, un tiempo que se suma a los ocho anteriores de la guerra en el este de Ucrania, muchos en esas colmenas subterr¨¢neas han perdido la esperanza.
No ha ido como se esperaba la contraofensiva ucrania en las llanuras del sur y en el r¨ªo Dni¨¦per. Ni en el flanco oriental, en terreno ¨¢rido, plagado de bosques minados y aldeas destruidas. Desde el verano, Rusia, con un alt¨ªsimo coste humano y material, ha tomado peque?as franjas de territorio en la regi¨®n de Zaporiyia y en las de Donetsk y Lugansk (donde ya hab¨ªa ocupado un gran porcentaje de territorio) que Ucrania hab¨ªa logrado reconquistar. Para Kiev, las bajas tambi¨¦n son grandes.
No son enclaves decisivos ni que supongan un punto de inflexi¨®n que gire la balanza de fuerzas hacia Mosc¨², se?ala un oficial de inteligencia occidental, pero eso, unido a su estrategia de abastecimiento de armas y movilizaci¨®n militar, consolida la idea de que Putin se prepara para una guerra larga en la que su objetivo sigue siendo ¡°someter¡± a Ucrania. Una guerra que, sobre todo, vuelve a convertir a Donb¨¢s ¡ªdonde se libr¨® la batalla por Bajmut y ahora se luchan los combates m¨¢s cruentos en ciudades como Avdiivka o Chasiv Yar¡ª en la trinchera de una guerra interminable.
La batalla se ha convertido, m¨¢s que en ning¨²n otro momento, en una pugna de posiciones, de desgaste, en la que se lucha ferozmente, metro a metro, con una mezcla sangrienta de armas del siglo XX ¨Dcomo los tanques de fabricaci¨®n sovi¨¦tica que cuajan las carreteras cosidas a misilazos y socavones que conducen a Lim¨¢n¨D con t¨¦cnicas del siglo XXI, como los drones de reconocimiento y ataque que se han convertido en esenciales para ambas partes. ¡°Es muy dif¨ªcil vivir as¨ª, es casi insoportable. A veces pienso que ya da igual todo. Sobre todo para nosotros, los viejos¡±, se duele Dmitrieva, atus¨¢ndose el cabello trigue?o bajo un gorro que dice que ya nunca se quita.
Ucrania inicia el a?o 2024 con el sur y el este parcialmente ocupados, con nuevos ataques masivos con misiles y drones contra ciudades y pueblos de todo el pa¨ªs ¡ªtambi¨¦n los m¨¢s alejados del frente¡ª y con una ciudadan¨ªa exhausta. Pese a todo, en las trincheras, en los refugios y tambi¨¦n en los bares, cafeter¨ªas y restaurantes de las ciudades, no triunfa el derrotismo.
El pa¨ªs invadido por Rusia tiene una nueva perspectiva europea, con la apertura de negociaciones de adhesi¨®n a la UE. Pero a la vez, un camino duro de reformas para asumir sus est¨¢ndares y una v¨ªa llena de incertidumbres ante un apoyo occidental que flaquea y sin el que no podr¨¢ resistir al invasor ruso, como ha alertado Washington. En EE UU las luchas internas (fundamentalmente en el Partido Republicano) mantienen congelada la aprobaci¨®n de un paquete de 61.000 millones de d¨®lares (55.000 millones de euros) para Kiev. Fondos que se unen a otro paquete similar que la UE trata de sacar adelante y que los Veintisiete debatir¨¢n el 1 de febrero.
Dependientes de la ayuda humanitaria
Oleksandr y Katia Marchenko no bajan al refugio. Su casa, en un segundo piso de un peque?o bloque de apartamentos de Lim¨¢n, es como una peque?a isla de normalidad. Excepto por el pasillo lleno de garrafas de agua y la pila de le?a acumulada en el descansillo. El matrimonio, que hac¨ªa algunas bromas el pasado febrero, cuando EL PA?S visit¨® su casa cuatro meses despu¨¦s de que la ciudad volviera a manos ucranias, sonr¨ªe mucho menos ahora. Oleksandr se pasa los d¨ªas escuchando un peque?o transistor, sentado en la mesa de estudio de lo que fue el cuarto de una de sus hijas. Su esposa teje una bufanda. De vez en cuando salen a pasear, cuenta ella, a recoger la pensi¨®n y a comprar comida, para su despensa y tambi¨¦n para su gato. Un par de peque?as tiendas de ultramarinos han reabierto en Lim¨¢n, pero muchas de las personas que quedan, con bajos recursos, dependen de la ayuda humanitaria.
Ahora, adem¨¢s, el n¨²mero de voluntarios ha menguado. Queda aproximadamente el 10% de los que participaron durante los primeros compases de la invasi¨®n a gran escala, dice Iliya Borchuk, de la organizaci¨®n Voluntarios de Dnipr¨®. En las celebraciones del a?o nuevo en 2023, Borchuk llen¨® su camioneta con frascos de conservas, nueces, embutidos y regalos y se acerc¨® a Lim¨¢n.
Este a?o, acudi¨® en Navidad, pero no hubo regalos. Solo latas, algo de fiambre y calcetines de lana para algunos de los pensionistas. ¡°La gente pensaba que la guerra no ser¨ªa tan larga y ahora trata de seguir con sus vidas. Pero, sobre todo, tiene menos dinero¡±, apunta el voluntario. ?l mismo, que dirig¨ªa un circo de artistas en Druzhkivka, otra ciudad de Donb¨¢s, tuvo que disolver la compa?¨ªa cuando empez¨® la guerra y pas¨® a trabajar como conductor para una empresa de transporte. Hace unas semanas, tambi¨¦n perdi¨® ese trabajo y ahora va, jornada a jornada, como repartidor.
En la isla del matrimonio Marchenko, a la vuelta de la esquina de un edificio incendiado y no muy lejos de la avenida que conduce a la hoy ruinosa estaci¨®n del tren, Oleksandr habla de la pr¨®xima primavera. ¡°Tenemos que ir a la casa de campo. All¨ª, hay unas bayas rojas y gordas estupendas para hacer mermelada y licor casero¡±, dice el hombre, vestido y afeitado como un primor. Su esposa tuerce el gesto. ¡°La pr¨®xima primavera¡ Qui¨¦n sabe qu¨¦ va a quedar entonces. Todos los d¨ªas tengo miedo de que se incendie¡±, comenta. Y concluye: ¡°All¨ª pasamos momentos muy felices. Es solo a unos kil¨®metros de aqu¨ª, pero en nuestra memoria es como si all¨ª no hubiera guerra¡±.
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