La conversi¨®n del ¡®para¨ªso¡¯ del comandante nazi de Auschwitz en un centro contra el extremismo
El Proyecto Contra el Extremismo (CEP) abre la casa de Rudolf H?ss de la pel¨ªcula ¡®La zona de inter¨¦s¡¯ en el 80? aniversario de la liberaci¨®n del campo de exterminio
El comandante nazi Rudolf H?ss y su esposa, Hedwig, la describ¨ªan como el ¡°para¨ªso¡±. Era una vivienda unifamiliar de dos pisos con un hermoso jard¨ªn, dos piscinas, un invernadero, sauna y establos para los caballos. Frente a la fachada delantera discurr¨ªa un r¨ªo, con un bosque cercano. La parte trasera del jard¨ªn compart¨ªa muro, sin embargo, con uno de los lugares m¨¢s oscuros creados por el ser humano: Auschwitz, el campo de exterminio donde H?ss desarroll¨® la maquinaria para ...
El comandante nazi Rudolf H?ss y su esposa, Hedwig, la describ¨ªan como el ¡°para¨ªso¡±. Era una vivienda unifamiliar de dos pisos con un hermoso jard¨ªn, dos piscinas, un invernadero, sauna y establos para los caballos. Frente a la fachada delantera discurr¨ªa un r¨ªo, con un bosque cercano. La parte trasera del jard¨ªn compart¨ªa muro, sin embargo, con uno de los lugares m¨¢s oscuros creados por el ser humano: Auschwitz, el campo de exterminio donde H?ss desarroll¨® la maquinaria para matar de forma masiva a m¨¢s de 1,1 millones de personas, la inmensa mayor¨ªa de ellos jud¨ªos. El Proyecto Contra el Extremismo (CEP, en sus siglas en ingl¨¦s) ha comprado la casa, protagonista de la pel¨ªcula La zona de inter¨¦s, para convertirla en un centro de investigaci¨®n sobre el antisemitismo, el extremismo y la radicalizaci¨®n.
La cinta de 2023 del brit¨¢nico Jonathan Glazer, basada en la novela hom¨®nima de Martin Amis, retrata la vida normal, casi id¨ªlica, de la familia H?ss en el n¨²mero 88 de la calle Legion¨®w de Oswiecim, en la Polonia ocupada. El campo no se ve, ni sus v¨ªctimas, en el film. Solo las torres de vigilancia, los barracones al otro lado del muro coronado por alambre de espino. Pero se escucha el ruido permanente de las c¨¢maras de gas, los gritos de los presidiarios, algunos disparos. Se aprecia casi el olor de los cuerpos calcinados y se ve el humo negro de los crematorios. Tambi¨¦n c¨®mo emplean ceniza, se entiende que de los jud¨ªos asesinados, en trabajos de jardiner¨ªa. La maldad m¨¢s pura como una presencia molesta en la cotidianidad de los H?ss.
Al explorar la casa ¡ªque abrir¨¢ este lunes sus puertas coincidiendo con el 80? aniversario de la liberaci¨®n de Auschwitz en 1945¡ª, la presencia del campo es sobrecogedora, por m¨¢s que el comandante intentase opacar las ventanas para no ver ni ser visto. La mejor panor¨¢mica estaba arriba, en las habitaciones de los ni?os ¡ªeran cinco, la m¨¢s peque?a nacida all¨ª¡ª. Desde all¨ª se ve¨ªa la chimenea, a apenas 150 metros, de la c¨¢mara de gas n¨²mero uno. All¨ª mismo mataban tambi¨¦n de un disparo en la cabeza a los prisioneros rebeldes.
Mark Wallace, director ejecutivo del Proyecto Contra el Extremismo, evita mencionar el nombre de H?ss. La organizaci¨®n tampoco quiere dar detalles sobre a qu¨¦ se destinaba cada habitaci¨®n, excepto el cuarto de los ni?os y el despacho, donde exhiben en el suelo objetos encontrados en el desv¨¢n pertenecientes a la familia nazi, y a m¨¢s altura, en una vitrina, un uniforme de un presidiario. O el ¨²nico lugar de la casa que s¨ª sale en la pel¨ªcula ¡ªel resto se grab¨® en otra vivienda de la localidad¡ª, el lavabo junto al t¨²nel que conectaba la casa con el campo, en el que H?ss se lavaba despu¨¦s de violar a mujeres, nunca jud¨ªas.
El proyecto, insiste Wallace, no va de conmemorar ni de recordar al comandante. ¡°Me da igual qui¨¦n era y qu¨¦ cargo ten¨ªa. Perpetr¨® la mayor crueldad posible, fruto del extremismo, viviendo en una casa ordinaria¡±, explica la v¨ªspera de la apertura. Este antiguo diplom¨¢tico advierte contra cualquier ¡°glorificaci¨®n¡± de la vida de esta supuesta familia normal. Lo que buscaban, cuando decidieron comprar la vivienda a los descendientes de la familia polaca propietaria de la casa, junto con otra vivienda de los a?os cincuenta en la misma parcela, era crear un ¡°lugar para la acci¨®n¡±. No un museo ni un memorial ¡°sobre el estilo de vida nazi¡±.
¡°Tenemos que unirnos para luchar contra el auge de los extremismos y la ultraderecha que nos rodea¡±, explica el diplom¨¢tico, antiguo embajador de EE UU ante la ONU. ¡°La casa la vamos a convertir en el centro de la lucha contra este extremismo y el antisemitismo¡±, continua. El arquitecto Daniel Libeskind, conocido por obras como el Museo Jud¨ªo de Berl¨ªn, ser¨¢ el encargado de resignificar el espacio, en cuya puerta ya han colocado una mezuz¨¢, una cajita que contiene un pergamino con dos versos de la Tor¨¢ que protege las viviendas jud¨ªas. Wallace avanza algunas ideas, a grandes rasgos, de su visi¨®n: ¡°Tiraremos muros y suelos para crear un hueco, un vac¨ªo¡±.
Casa 88
Al frente del proyecto, que esperan terminar antes de un par de a?os, est¨¢ el polaco Jacek Purski. Lo han bautizado como Centro Auschwitz de Investigaci¨®n sobre el Odio, el Extremismo y la Radicalizaci¨®n (ARCHER), o Casa 88, que es el n¨²mero de la vivienda y, de forma nada casual, un c¨®digo usado por los nazis que significa Heil Hitler (porque la h ocupa el octavo lugar del alfabeto). Donde vivieron los H?ss se celebrar¨¢n eventos, se convocar¨¢ a artistas, se har¨¢ una llamada constante a la acci¨®n de los visitantes que lleguen despu¨¦s de recorrer los campos. Una vez borrada toda huella del jefe nazi, en ese espacio se investigar¨¢ sobre ¡°el proceso de radicalizaci¨®n, para prevenirlo y combatirlo¡±, explica Purski. El lema de ¡°nunca m¨¢s¡± no es suficiente, repite. ¡°Es el momento de pasar a la acci¨®n y de centrarnos en el presente y el futuro¡±.
La Casa 88 ser¨¢ tambi¨¦n un lugar para el arte. Este domingo inundaba la villa las melod¨ªas que sal¨ªan de la planta baja, de las manos del compositor y music¨®logo italiano Francesco Lotoro, al piano. El maestro lleva tres d¨¦cadas investigando y documentando la m¨²sica que se compuso y son¨® en campos de concentraci¨®n y de exterminio de todo el mundo, entre 1933 y 1953. ¡°Donde hay campos, hay gente. Y donde hay gente, hay m¨²sica¡±, explica.
Lotoro ha recogido m¨¢s de 10.000 partituras a partir de notas escritas en todo tipo de soportes, incluidos trozos de papel higi¨¦nico escondidos en los campos. Tambi¨¦n instrumentos. A veces las melod¨ªas estaban solo en la memoria de los supervivientes y brotaban despu¨¦s de horas de entrevistas. ¡°Son canciones, himnos, marchas. No se puede imaginar la belleza que guardaban en el coraz¨®n¡±, dice. Los estilos de la colecci¨®n son tan variados como la poblaci¨®n de los campos, de or¨ªgenes y grupos de edad muy diversos. Pero hay un elemento com¨²n: ¡°Se puede sentir el dolor¡±.
Tocar y cantar no estaba prohibido en los campos, aunque las autoridades controlaban los textos. En Auschwitz, explica la historiadora Agatha Miodowska, pon¨ªan a la orquesta junto al crematorio para acallar el sonido. Lotoro cuenta que ¡°la m¨²sica es un alimento com¨²n para todo el mundo, y entre los guardias nazis tambi¨¦n hab¨ªa m¨²sicos¡±. ¡°A veces se creaba una relaci¨®n extra?a entre las autoridades y los presos, y la m¨²sica eliminaba las diferencias entre unos y otros por unas horas, aunque fuera el mundo fuese otro¡±.
El CEP de Wallace llevaba tiempo detr¨¢s de la casa, que compraron finalmente en verano del a?o pasado. Se encontraba en la conocida como zona de inter¨¦s, un ¨¢rea prohibida de 40 kil¨®metros cuadrados donde estaban los campos de concentraci¨®n, trabajo y exterminio. Los nazis se la expropiaron en 1939 a su due?o original, un militar polaco que la construy¨® en 1937.
Tras la guerra la compr¨® una familia polaca, que vivi¨® all¨ª durante d¨¦cadas. En 2009 se present¨® en esa direcci¨®n el periodista Thomas Harding. Fue acompa?ado de Reiner, un nieto de H?ss, pero no les dejaron acceder. Este domingo Harding, autor de Hanns y Rudolf, por fin estaba dentro, para contar desde ah¨ª la historia de su t¨ªo abuelo Hanns Alexander, un jud¨ªo alem¨¢n que huy¨® de la Alemania nazi y se alist¨® al ej¨¦rcito brit¨¢nico. Fue ¨¦l quien detuvo y llev¨® ante Nurenberg a H?ss, que se ocultaba en Flensburg, cerca de la frontera con Dinamarca, bajo un apellido falso: Franzlang.
¡°Cuando le preguntaron en el juicio de Nurenberg si hab¨ªa matado a tres millones de jud¨ªos, respondi¨®: ¡®No, solo a 2,5 millones¡¯. Estaba orgulloso¡±, recuerda Wallace sobre el comandante, sin pronunciar su nombre. ¡°Esta era su vida y su objetivo era el acto m¨¢s extremista posible¡±, contin¨²a. La aniquilaci¨®n de forma industrial de cientos de miles de personas. ¡°Yo no quiero recordarle, sino utilizarlo para luchar contra el extremismo¡±, insiste en una salita de ese ¡°para¨ªso¡±, desde el que se pudo ver, tambi¨¦n, la horca en la que colgaron a H?ss en 1947.