Una comunidad que no vota en bloque
A pesar de ser principalmente dem¨®cratas, los votantes de origen latinoamericano est¨¢n atravesados por tantas divisiones como las de una colectividad de treinta millones de personas
La nunca predecible cuenta de Twitter de Donald Trump ha incorporado un nuevo tono a su gama de obsesiones. El pasado s¨¢bado a 11 puso en un mismo saco de 280 caracteres a Fidel Castro, Hugo Ch¨¢vez (aunados en la cada vez m¨¢s c¨¦lebre etiqueta de ¡°castrochavismo¡±), los dos miembros m¨¢s destacados del ala izquierda del Partido Dem¨®crata (la senadora de origen puertorrique?o Alexandria Ocasio-Cortez, y el excandidato Bernie Sanders), y a su rival en esta carrera, Joe Biden.
Joe Biden is a PUPPET of CASTRO-CHAVISTAS like Crazy Bernie, AOC and Castro-lover Karen Bass. Biden is supported by socialist Gustavo Petro, a major LOSER and former M-19 guerrilla leader. Biden is weak on socialism and will betray Colombia. I stand with you!
— Donald J. Trump (@realDonaldTrump) 10 de octubre de 2020
A duras penas es casual este mensaje. Se trata de un intento, bastante poco sutil, de cautivar el voto latino empujando a su contrincante hacia el extremo contrario al suyo. La presunci¨®n es que ese ¡°voto latino¡± le reh¨²ye a cualquier cosa que suene a izquierda a un continente que ha pasado por experiencias autoritarias traum¨¢ticas desde esa orilla. Es el estereotipo del votante de origen cubano (ahora tambi¨¦n el proveniente de Venezuela), sobre todo en Miami: liberal-conservador, fiel a los Republicanos tanto por sus valores tradicionales como por una suerte de lecci¨®n aprendida a la fuerza sobre el socialismo.
Pero a este perfil se contrapone otro, casi opuesto: el progresista preocupado por la discriminaci¨®n racial que se cuela hasta el discurso presidencial y las pol¨ªticas con las que se recibe a los migrantes en la frontera sur, que en este mandato llegan hasta la separaci¨®n de n¨²cleos familiares.
El segundo estereotipo es estad¨ªsticamente algo m¨¢s cercano a la realidad, pero ninguno de los dos es m¨¢s que una caricatura interesada. Pongamos ambas como cara y sello de una misma moneda llamada ¡°voto latino¡±: digamos que cada vez que una persona de ra¨ªces latinas emita un voto, esa moneda subir¨¢ y bajar¨¢. En esta elecci¨®n al menos, en siete de cada diez ocasiones el resultado se parecer¨¢ m¨¢s a la sgunda imagen, resultando un azul dem¨®crata. En tres de cada diez, sin embargo, caer¨¢ rojo, con voto a Trump. Pero ni estas cifras est¨¢n dadas, ni la analog¨ªa de la moneda recoge bien la enorme complejidad inherente a un colectivo que ya suma 30.000.000 de almas: el de los votantes latinos en EEUU.
? Un rompecabezas
La paradoja central del voto latino qued¨® n¨ªtidamente definida por Stephanie Valencia en una reciente entrevista a Politico: la exasesora de Barack Obama y cofundadora de la encuestadora Equis Research, explica que los latinos aspiran al mismo tiempo a construir poder pol¨ªtico present¨¢ndose como un ¡°monolito¡± que act¨²a en bloque, pero contemplando los matices decisivos que uno halla inevitablemente en su interior. La regla 7-3 establecida con la moneda es el resultado de esta tensi¨®n, que queda tambi¨¦n capturado en esta encuesta reciente de la consultora Latino Decisions.
Este 69-28 est¨¢ en la banda baja del abanico de posibles divisiones rojo-azul observadas en las ¨²ltimas d¨¦cadas. Bob Dole, rival republicano de Clinton en 1996, se qued¨® a¨²n m¨¢s abajo: en el 21% del total de votos hispanos. George W. Bush alcanzar¨ªa un 44% ocho a?os despu¨¦s. Ahora mismo, Trump no est¨¢ ni tan mal como el primero, ni mucho menos tan bien como el segundo. Quitando la divisi¨®n por afiliaci¨®n partidista, la m¨¢s consecuente es la de nacionalidad de origen familiar: su brecha negativa de popularidad respecto a Biden es seis veces mayor entre personas de origen dominicano, que entre los cubano-americanos. A ello se a?ade la distancia generacional con el momento de migraci¨®n: los nacidos en EEUU continental muestran datos de afiliaci¨®n a los candidatos sensiblemente m¨¢s similares al de sus compatriotas no hispanos.
Las divisiones de g¨¦nero, estudios y la generacional tambi¨¦n juegan su papel, pero lo interesante es que no lo hacen exactamente igual que entre el conjunto del electorado. La brecha de g¨¦nero respecto a Trump es casi inexistente, y al mismo tiempo su rival dem¨®crata es menos popular entre las mujeres de lo que cabr¨ªa esperar. Adem¨¢s, la divisi¨®n educativa opera de manera opuesta a c¨®mo lo hace entre los blancos no hispanos: a menos estudios (y presumiblemente menos ingresos), menor es la popularidad de Trump. En este caso, la cercan¨ªa a las pol¨ªticas republicanas de libertad econ¨®mica (o a las dem¨®cratas de apoyo y redistribuci¨®n) siguen el patr¨®n cl¨¢sico que correlaciona con oportunidades. En comunicaci¨®n pol¨ªtica y estrategia electoral se dir¨ªa que Trump y su partido conectan mejor con los ¡°valores de los hombres que se ven como hechos a s¨ª mismos¡±, o algo parecido. En ciencia pol¨ªtica a esto se le llama voto de clase, simplemente.
? Asuntos candentes
En los dos estereotipos de votante latino, el azul se preocupa por discriminaci¨®n racial, igualdad econ¨®mica y, sobre todo, migraci¨®n; el rojo comparte el ¨¦nfasis econ¨®mico, pero le a?adir¨ªa aspectos morales decisivos. En realidad, lo que m¨¢s preocupa a una comunidad desproporcionadamente afectada por la pandemia seg¨²n los datos epidemiol¨®gicos es la covid y el acceso a salud. A rengl¨®n seguido, los efectos laborales y de ingresos de la misma.
Los segmentos de origen o edad complican y matizan a¨²n m¨¢s la imagen: el virus, asunto ya completamente polarizado en EE UU, importa notablemente menos a las familias con ra¨ªces cubanas o sudamericanas, precisamente las que menos negativamente valoran a Trump.
Son los votantes registrados como dem¨®cratas y los de herencia dominicana (un grupo tradicionalmente movilizado por este partido) quienes se sit¨²an en el otro extremo. El acceso a salud agobia m¨¢s a quienes anclan su pasado en Centroam¨¦rica, comunidades habitualmente excluidas del acceso a b¨¢sicos de cuidado por lo complicado de sus trayectorias migratorias, pero no a los cubano-estadounidenses, mucho m¨¢s establecidos. A ellos les preocupa mucho m¨¢s el trabajo. El rasgo definitorio del estereotipo progresista del migrante preocupado por cuestiones migratorias, de discriminaci¨®n y de cambios en un sistema de justicia criminal que env¨ªa cantidades desproporcionadas de hispanos (y afroamericanos) a prisi¨®n es propio de los j¨®venes y nacidos fuera del EEUU continental.
Es justamente en la reducci¨®n de injusticia racial, pero tambi¨¦n en la cobertura de salud y en el manejo de la epidemia, que Biden cuenta con mayor diferencial de confianza: cuando LatinoDecisions pregunta a los votantes latinos en cu¨¢l de los dos candidatos deposita m¨¢s fe respecto a retos espec¨ªficos, Biden cuenta con ventajas n¨ªtidas (de +35, +40, incluso +50) entre la mayor¨ªa de segmentos. Destaca la visi¨®n positiva en bloque de latinos con estudios b¨¢sicos, angloparlantes o de origen centroamericano. Pero tambi¨¦n llama la atenci¨®n la escasa confianza con la que cuenta el candidato dem¨®crata por parte de los de ancestro mexicano: en materia econ¨®mica, Trump cuenta con mayor credibilidad neta en un grupo que est¨¢ no poco definido por su asimilaci¨®n. No hay que olvidar que alrededor de un 50% de los latinos se definen tambi¨¦n como blancos, seg¨²n datos del Censo de EE UU, y es probable que una parte mayoritaria de ellos tengan un origen mexicano cada vez m¨¢s difuminado (y en consecuencia pol¨ªticamente asimilado).
En cualquier caso, la econom¨ªa es claramente el punto d¨¦bil de Biden entre los votantes latinos: invariablemente, cualquier grupo conf¨ªa menos en su capacidad de levantarla que en su habilidad con otros asuntos. El otro flanco de ataque es el mantenimiento de orden p¨²blico (¡°ley y orden¡±, seg¨²n el eslogan heredado de Richard Nixon y machaconamente repetido por Trump). En un contexto de fuertes protestas encabezadas por el movimiento Black Lives Matter, los republicanos han tratado de vender seguridad frente al caos. Y aunque una abrumadora mayor¨ªa de latinos apoyan la esencia de las marchas, cuando se aterriza a la propuesta concreta de retirarle fondos a la polic¨ªa (una de las banderas del ala m¨¢s progresista de los dem¨®cratas) las diferencias dentro de las comunidades latinas se hacen evidentes.
Hombres, j¨®venes, con menor nivel de estudios y nacidos en el extranjero: realmente, el perfil objetivo m¨¢s probable de abusos policiales. Ellos son los que apoyan con mayor ah¨ªnco el famoso eslogan ¡°defund the police¡± (¡°desfinancia a la polic¨ªa¡±). Tambi¨¦n se advierte de nuevo la brecha Centroam¨¦rica-Cuba, aunque en este caso con lo de origen puertorrique?o acompa?ando al segundo grupo y los de pasado sudamericano, al primero. Con ello volvemos a la que es, en realidad, la principal divisi¨®n en el coraz¨®n de la comunidad latina: el pasado nacional, y su complicada relaci¨®n con cada asunto en juego.
? Un continente en un pa¨ªs
Para terminar de abarcar la variedad del voto latino, podemos contraponer en un gr¨¢fico de dos ejes el porcentaje de electorado de cada origen al que le preocupa uno de los cinco problemas clave, y el margen de confianza superior que tienen Biden o Trump en la soluci¨®n correspondiente. El resultado es una nube de posiciones que va desde los dominicano-americanos en su preocupaci¨®n por la covid y confianza en el aspirante dem¨®crata para manejarla, hasta los mexicano-americanos con su poca fe en el mismo para hacer lo mismo (algo que preocupa a un 44%) o para producir trabajos (apenas 21% de inter¨¦s).
La reducci¨®n de discriminaci¨®n ocupa el lugar inferior derecho del gr¨¢fico: fe en los dem¨®cratas, pero comparativamente menor importancia, con las personas de origen mexicano de nuevo destacando como descre¨ªdos de los azules. En cobertura de salud, por su parte, la varianza en inter¨¦s y opini¨®n sobre qui¨¦n est¨¢ m¨¢s capacitado para solucionarla es todav¨ªa mayor.
As¨ª uno puede repetir este ejercicio hasta el agotamiento, convirtiendo el simple (de hecho, simplista) juego de cara o sello en un tablero mucho m¨¢s complejo, en el que la adquisici¨®n de posiciones de cada uno de los candidatos puede acabar decidiendo la elecci¨®n: 30.000.000 de votos potenciales bien valen una elecci¨®n que en 2016 se decidi¨® por apenas 100.000. Y tambi¨¦n algo m¨¢s que lanzar una moneda al aire.
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