Obama como baza final de Biden contra los indecisos
El candidato dem¨®crata apela al expresidente para movilizar a un electorado cuyo desencanto fue clave en la victoria republicana hace cuatro a?os
En Estados Unidos la dependencia del coche es tan acusada ¡ªla propia vastedad del pa¨ªs y sus ciudades lo justifica¡ª que los automovilistas pueden realizar un sinf¨ªn de actividades sin necesidad de descabalgar: ver pel¨ªculas, comprar hamburguesas, asistir a una misa o incluso hacerse la prueba de la covid-19. De lo que no hab¨ªa constancia hasta ahora era de la modalidad de los autom¨ªtines, como los que esta campa?a est¨¢ protagonizando el candidato dem¨®crata Joe Biden: su exquisito cuidado ante el coronavirus se ha convertido en marca registrada de su tercera carrera hacia la Casa Blanca. Este s¨¢bado, la caravana de Biden aparc¨® en sendas localidades del Estado de Michigan, uno de los que pueden definir el resultado de las elecciones, por la ma?ana en Flint (100.000 habitantes) y por la tarde en Detroit, la somnolienta ¡ªel adjetivo favorito de Trump para descalificar a su rival¡ª capital del autom¨®vil.
En los dos actos Biden estuvo acompa?ado por el expresidente Barack Obama, y en el segundo, tambi¨¦n estaba prevista la presencia del cantante Stevie Wonder. No es una casualidad. En la recta final de la campa?a Biden ha decidido echar mano de la artiller¨ªa pesada y ha pasado a hacer campa?a con el primer presidente negro de la naci¨®n, esperando movilizar as¨ª a los votantes afroamericanos decisivos en la derrota dem¨®crata de 2016. En 2016, Trump aprovech¨® la baja participaci¨®n electoral entre los votantes negros de Michigan para hacerse con el Estado. Desde la semana pasada, Barack Obama ha puesto su popularidad y su experiencia mitinera al servicio de Biden y ha protagonizado varios actos en los que ha criticado repetidamente la respuesta de Trump a la pandemia, en un tono que no hab¨ªa empleado nunca en estos cuatro a?os de Administraci¨®n republicana.
Horas antes del inicio del automitin de Biden, en el aparcamiento de un instituto a las afueras de Flint, una larga fila de coches aguardaba para entrar. ¡°?Me dejar¨¢n pasar si no llevo entrada?¡±, preguntaba al volante Loreen, con una mascarilla con los nombres del ticket dem¨®crata. ¡°Ya he votado por correo, pero me hace mucha ilusi¨®n ver a Obama¡ y con un poco de suerte tambi¨¦n a nuestro pr¨®ximo presidente¡±. El acceso, prohibido a los peatones ¡ªuna triste condici¨®n que convierte al ciudadano a pie en paria¡ª, estaba protegido por decenas de polic¨ªas y una tupida hilera de autobuses escolares a lo largo de todo el per¨ªmetro, de ah¨ª que al aparcamiento solo accedieran unas pocas decenas de automovilistas, previa comprobaci¨®n de sus datos en el listado de invitados. Enfrente del campus, a la orilla de un barrio modesto que conoci¨® ¨¦pocas mejores, una amplia fila de coches aparcaba sobre el c¨¦sped, detr¨¢s de un centenar de personas que tampoco hab¨ªan obtenido acreditaci¨®n para entrar. Eran en su mayor¨ªa vecinos del barrio y de Flint, todos afroamericanos, y una docena de blancos de localidades vecinas.
¡°?Que si vivimos aqu¨ª?¡±, pregunta muy sorprendida Maureen, rubia transl¨²cida, acompa?ada de su hijo Stephen al volante de un 4x4 tan habitual en los barrios residenciales. ¡°Noooo, vivimos a una hora de camino, pero el viaje merece la pena para animar a Biden en los ¨²ltimos momentos. No queremos m¨¢s a Trump, ya basta de destruir el pa¨ªs¡±. Maureen y Stephen, que tambi¨¦n hab¨ªan votado por correo, intentaron registrarse para acceder al evento, ¡°pero era demasiado complicado, est¨¢ visto que el acceso est¨¢ muy limitado a gente importante y cercana al partido¡±. El paso de la gobernadora de Michigan, Gretchen Whitmer, en un todoterreno de lunas tintadas levanta m¨¢s aplausos entre los congregados en este parking que el de la caravana de los oradores, poderosa pero discreta.
La que s¨ª es negra y es de Flint es Ruth Gilmore, una pastora evang¨¦lica que roza los 70 a?os, envuelta en una toquilla y con gruesos calcetines de lana para aliviar el fr¨ªo. ¡°Estamos dejados de la mano de Dios, como somos pobres y somos negros no se nos trata con el respeto que merece todo ser humano, y eso es precisamente lo que me gusta de Biden, su humanidad, su compasi¨®n, c¨®mo mira y se dirige a la gente, importante o no; c¨®mo le brillan los ojos cuando interacciona con un ni?o o un anciano¡±, explica, aunque el fervor no es de extra?ar en su caso. ¡°He votado dem¨®crata toda la vida, ?c¨®mo voy a votar a los republicanos, para que nos machaquen m¨¢s? Necesitamos inversi¨®n, puestos de trabajo, desarrollo y progreso, y a cambio solo nos dan agua contaminada¡±, dice la pastora, en alusi¨®n a un caso que sacudi¨® Flint hace un lustro, por el suministro de agua contaminada con plomo a la poblaci¨®n porque surg¨ªa de una fuente m¨¢s barata.
Contra la divisi¨®n
El acceso al parking del instituto, del que solo se avizora la perfecta formaci¨®n de veh¨ªculos y dos gr¨²as inmensas para la cobertura de televisiones y fot¨®grafos, deja fuera tambi¨¦n a unos cuantos periodistas, pero en la calle hay entretenimiento de sobra: enseguida se establece un duelo de pitidos de claxon y alg¨²n que otro insulto entre los simpatizantes dem¨®cratas congregados y unas cuantas furgonetas trumpistas, que pasan haciendo peinetas y gestos algo m¨¢s feos a sus antagonistas. La caja de los veh¨ªculos est¨¢ erizada de m¨¢stiles con banderas de la campa?a de Trump y otras en las que el presidente aparece caracterizado como Terminator, francamente muy poco favorecido, pero el rifirrafe entre unos y otros no pasa a mayores ¡°porque es s¨¢bado, hace sol y adem¨¢s es Halloween, aunque por culpa de la pandemia parece un d¨ªa normal¡±, bromea Rose, con una pancarta de Biden en una mano y en la otra el gorro de capirote de bruja, disfrazada a la perfecta usanza de la popular fiesta ya de ma?ana.
¡°Flint, quedan tres d¨ªas. En tres d¨ªas podemos poner fin a la presidencia de un hombre que ha dividido al pa¨ªs, que ha fracasado a la hora de protegerlo, que ha encendido las llamas del odio a lo largo y ancho de Am¨¦rica. El mensaje va a ser alto y claro: es hora de que Trump haga las maletas y se vaya a casa, ya hemos tenido bastante caos, bastantes tuits, bastante miedo, odio, fracaso, irresponsabilidad¡±, resuena la voz de Biden por los altavoces, y los invitados del c¨¦sped rompen a aplaudir.
Entusiasmada, Diane Smith, una pensionista rubia agazapada tras un gorro de lana, estalla en hurras y casi en l¨¢grimas. ¡°Trump ha llevado a este pa¨ªs a un lugar inimaginable. El odio, el racismo, la misoginia, su actitud con los que son d¨¦biles no son de recibo en un pa¨ªs tan grande como este, construido con el esfuerzo de todos. Ya no nos queda imaginaci¨®n, ni fuerza, para otros cuatro a?os semejantes¡±, sentencia.
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