Trump funda una nueva ¡®religi¨®n¡¯ para 2024
El presidente alimenta la idea de una nueva carrera presidencial aferrado al bulo del fraude electoral y decidido a mantenerse en el centro de atenci¨®n mientras el Partido Republicano contiene el aliento
Los primeros pinitos de Donald Trump en la pol¨ªtica, cuando barruntaba presentarse a las elecciones presidenciales de 2012, los plant¨® sobre la teor¨ªa de que Barack Obama no hab¨ªa nacido en Estados Unidos, sino en Kenia, y, por tanto, era un presidente ileg¨ªtimo. El bulo, fomentado sobre todo por miembros del movimiento ultraconservador del Tea Party contra el primer presidente negro de la historia, encontr¨® en el magnate neoyorquino a su mejor embajador. Trump pase¨® por todas las televisiones alen...
Los primeros pinitos de Donald Trump en la pol¨ªtica, cuando barruntaba presentarse a las elecciones presidenciales de 2012, los plant¨® sobre la teor¨ªa de que Barack Obama no hab¨ªa nacido en Estados Unidos, sino en Kenia, y, por tanto, era un presidente ileg¨ªtimo. El bulo, fomentado sobre todo por miembros del movimiento ultraconservador del Tea Party contra el primer presidente negro de la historia, encontr¨® en el magnate neoyorquino a su mejor embajador. Trump pase¨® por todas las televisiones alentando esas especulaciones, ofreciendo incluso donaciones millonarias si alguien le daba una prueba del nacimiento de Obama en suelo americano.
La mentira rod¨® y rod¨®, engordando como una bola de nieve, hasta el punto de que en abril de 2011 el dem¨®crata se vio obligado a ense?ar p¨²blicamente su certificado de nacimiento: 4 de agosto de 1961 en Honolul¨² (Haw¨¢i). Y, aun as¨ª, Trump sigui¨® alentando las dudas, cuestionando la validez de esos documentos. El birtherismo (del ingl¨¦s, nacimiento), como se conoce a esa teor¨ªa conspirativa, sobrevivi¨® durante a?os, convertido casi en una ideolog¨ªa, que apelaba de forma t¨¢cita a las bajas pasiones racistas. No fue hasta septiembre de 2016 cuando Trump rectific¨® (y endos¨® el origen del embuste a Hillary Clinton, otra falsedad). Para entonces, un 21% de los estadounidenses (33% en el caso de los votantes republicanos) cre¨ªa que el presidente dem¨®crata hab¨ªa nacido fuera de Estados Unidos y un 21% dec¨ªa ignorarlo.
Hoy, en la idea de unas elecciones fraudulentas que est¨¢n a punto de colocar en la Casa Blanca a un presidente ileg¨ªtimo ha encontrado Donald Trump el nuevo pegamento, la nueva religi¨®n con la que mantener activas y unidas a sus bases. El republicano no perdi¨® contra Joe Biden, le robaron la victoria a trav¨¦s de m¨²ltiples fechor¨ªas en todos los Estados clave. Ese relato, que m¨¢s de la mitad de sus votantes cree fidedigno (seg¨²n las diferentes encuestas elaboradas desde el d¨ªa de la elecci¨®n, el 3 de noviembre), cimenta su nueva cruzada. Una cruzada por la democracia que, seg¨²n dijo ya en una fiesta esta semana, tiene un objetivo ¨²ltimo: volver a ganar las presidenciales en 2024.
Solo Grover Cleveland, el primer presidente dem¨®crata elegido tras la Guerra Civil (1885-1889), ha conseguido a lo largo de la historia de Estados Unidos volver a la Casa Blanca para un segundo mandato (1893-1897) cuatro a?os despu¨¦s de haber perdido en las urnas. Otros, como Ulysses Grant o Theodore Roosevelt, lo intentaron y fracasaron. ¡°Una vez los presidentes pierden, aunque ahora cueste imaginarlo, el inter¨¦s p¨²blico en su figura baja ostensiblemente y es dif¨ªcil reconstruir ese apoyo para una nueva campa?a electoral. Adem¨¢s de eso, el hecho de que un presidente pierda una elecci¨®n indica debilidad y los partidos pol¨ªticos son reticentes a invertir sus recursos y su futuro en alguien que puede no conseguirles de nuevo la Casa Blanca¡±, explica Julian Zelizer, historiador y profesor de Pol¨ªticas P¨²blicas de la Universidad de Princeton.
Nadie tiene muy claro estos d¨ªas en Washington que Trump hable en serio y qu¨¦ pretende dejando claro que aspira a una nueva presidencia. Pero es evidente su inter¨¦s en que se hable de ello. El republicano ha difundido la idea de volver a presentarse en 2024 entre sus allegados desde que se celebraron las elecciones y el pasado martes, durante una fiesta con republicanos en la Casa Blanca, lo hizo con sus propias palabras ante un p¨²blico numeroso. ¡°Han sido cuatro a?os fabulosos, estamos intentando tener otros cuatro a?os. Si no es as¨ª, os ver¨¦ en cuatro a?os¡±, se?al¨®, en un discurso grabado por asistentes y difundido por los medios. Tendr¨¢ entonces 78 a?os, los mismos que ahora Biden. Algunas fuentes del c¨ªrculo del presidente, bajo condici¨®n de anonimato, han llegado a decir que anunciar¨¢ formalmente su candidatura antes de que acabe este a?o, o el mismo d¨ªa de la toma de posesi¨®n de Biden, el 20 de enero, para ara?ar el protagonismo.
La diferencia entre Trump y Grover Cleveland, ese ¨²nico presidente en la historia que recuper¨® la Casa Blanca tras perderla, es que el segundo gan¨® las dos elecciones tambi¨¦n con la mayor¨ªa de votos populares. Y Trump fue presidente sacando casi tres millones de votos individuales menos que Clinton en 2016 y, esta vez, ha perdido por seis millones de diferencia respecto a Biden. Aun as¨ª, los republicanos observan su capacidad de agitar a las masas y los 74 millones de votos que ha obtenido ¨D11 m¨¢s que en 2016¨D como un term¨®metro y callan pese al esperpento en que se ha convertido su cruzada judicial contra los comicios.
El equipo legal de Trump ha perdido todos y cada uno de las decenas de pleitos impulsados. El viernes, en el lapso de tres horas, entre demandas y recursos, los tribunales le tumbaron cinco de las ¨²ltimas iniciativas, en Minnesota, Michigan, Arizona, Wisconsin y Nevada. Autoridades republicanas y dem¨®cratas de dichos Estados han respaldado las garant¨ªas del sistema. Pero, como ocurri¨® con el certificado de nacimiento de Barack Obama, nada de eso basta y resulta muy probable que, dentro de unos a?os, millones de estadounidenses sigan respondiendo en encuestas que en noviembre de 2020 hubo un gran fraude electoral y Biden gan¨® de forma sucia.
Desde el d¨ªa de las elecciones, agitando los fantasmas del fraude, la campa?a de Trump ha recaudado ya 200 millones de d¨®lares (unos 165 millones de euros) de donantes y la mayor¨ªa se destina a un Comit¨¦ de Acci¨®n Pol¨ªtica cuyo fin es sufragar sus actividades pol¨ªticas pospresidenciales, bajo el nombre de Salve a Am¨¦rica. Seg¨²n una encuesta de Morning Consult y Pol¨ªtico publicada la semana pasada, un 53% de los votantes republicanos apoyar¨ªa a Trump en unas primarias para 2024, seguido a mucha distancia por otros nombres que se barajan como futuro candidatos: el vicepresidente Mike Pence (12%), el senador Tom Cotton o la exembajadora ante la ONU Nikki Haley, que quedan por debajo del 5%.
Trump vuelve a marcar el paso a un Partido Republicano que, como ocurri¨® con el Dem¨®crata tras la derrota de 2016, debe ahora abrir su proceso de reflexi¨®n y selecci¨®n de un l¨ªder para recuperar el Gobierno. ¡°La idea de que vaya a presentarse en 2024 me parece absurda, pero todo el tiempo que pase mientras amenaza con hacerlo, o mientras se lo plantea, o si lo hace, va en detrimento del Partido Republicano, porque los nuevos aspirantes se van a quedar congelados. No van a ser capaces de captar financiaci¨®n, de reclutar voluntarios. Deben esperar a que deje el escenario¡±, apunta el estratega republicano Rick Tyler. ¡°Tampoco veo a ninguno de los posibles relevos con la capacidad de liderazgo y visi¨®n alternativa que lleve a los seguidores de Trump a abandonarlo. As¨ª que Trump va a dominar el campo republicano todo el tiempo que ¨¦l quiera, pero no va a volver a ser presidente¡±, a?ade.
Mientras, Trump hace caja: buena parte de su actividad pol¨ªtica ha servido para engrosar los ingresos de sus negocios, con estancias en sus lujosos establecimientos, y eso puede continuar. Por ejemplo, los posibles sobrecostes cobrados por su hotel de la ciudad de Washington con motivo de la inauguraci¨®n presidencal, en enero de 2017, est¨¢n ahora en los tribunales.
Fuera de la Casa Blanca, deber¨¢ demostrar su capacidad de mantenerse en el centro de atenci¨®n y marcar la agenda republicana, de ganarle la partida al tiempo y el precedente de la historia. Pero tambi¨¦n le esperan otros retos m¨¢s prosaicos que pueden dejar en nada cualquiera de estas aspiraciones actuales: los m¨¢s de 400 millones de d¨®lares de deuda que lastran su grupo empresarial y el riesgo de hasta una docena de posibles delitos federales, por los que, mientras ejerciera la presidencia, no pod¨ªa ser procesado: de obstrucci¨®n a la justicia a fraude fiscal, pasando por difamaci¨®n o financiaci¨®n ilegal de campa?a.
Los republicanos contienen el aliento mientras tanto. El 5 de enero, el partido se juega en Georgia en una segunda vuelta la elecci¨®n sobre dos esca?os del Senado que pueden decidir su mayor¨ªa en la C¨¢mara alta de Estados Unidos y, con ella, la posibilidad de dejar a la Administraci¨®n de Biden maniatada. Desautorizar a Trump puede restarles votos, corroborar las acusaciones de fraude puede desmovilizar a los votantes y abre grietas con las autoridades locales, tambi¨¦n republicanas. De momento, gana el silencio: The Washington Post pregunt¨® esta semana a los 249 miembros republicanos del Senado y la C¨¢mara de Representantes en Washington y 221 se negaron a se?alar a Biden como ganador. El a¨²n presidente tiene previsto acudir este s¨¢bado a Georgia a darse un ba?o de masas y, probablemente, avivar la teor¨ªa del robo electoral. El agente del caos sigue en el escenario.
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