La pregunta de la elecci¨®n
Aunque escandalice, la democracia ha dejado de ser ¨²til para resolver los problemas cotidianos: para las rentas medias y bajas, el peligro es la inflaci¨®n, no la conspiraci¨®n radical
Joe Biden y otros l¨ªderes pol¨ªticos dem¨®cratas ¡ªcomo Barack Obama, que est¨¢ teniendo un gran protagonismo electoral en estas semanas¡ª plantean las elecciones del pr¨®ximo d¨ªa 8 como unos comicios decisivos para el futuro de la democracia en Estados Unidos de Am¨¦rica. A su juicio, no est¨¢ en juego qui¨¦n gana, solamente, sino el mismo sistema de libertades que representan los valores de su pa¨ªs.
Biden inaugur¨® este marco el pasado primero de septiembre en su importante discurso en Filadelfia: ¡°Dem¨®cratas, independientes, republicanos de la corriente principal: debemos ser m¨¢s fuertes, m¨¢s decididos y comprometidos con salvar la democracia estadounidense de lo que lo est¨¢n los republicanos de MAGA con destruir la democracia estadounidense¡±.
Aunque lo cierto es que este enfoque, casi dram¨¢tico, de excepcionalidad moral no coincide con amplios sectores de la opini¨®n p¨²blica que, de manera m¨¢s terrenal y pragm¨¢tica, han dejado de reverenciar la democracia y su sistema de contrapesos y alternativas como un valor supremo, y apuestan por sistemas de corte autocr¨¢tico o tecnocr¨¢tico. As¨ª lo muestra un estudio del Pew Research Center en una encuesta a 17 pa¨ªses: la democracia representativa y la directa son una buena forma de gobierno en su pa¨ªs, pero ¡°una media del 49% cre¨ªa que un sistema en el que ¡®expertos, no funcionarios electos, toman decisiones de acuerdo con lo que creen que es mejor para el pa¨ªs¡¯ ser¨ªa muy o algo bueno¡±.
Otros estudios, de ¨¢mbito latinoamericano, van m¨¢s lejos todav¨ªa. De acuerdo con la ¨²ltima edici¨®n del Latinobar¨®metro, a casi tres de cada 10 latinoamericanos les da lo mismo un r¨¦gimen democr¨¢tico que uno no democr¨¢tico. Y, seg¨²n un estudio de la Vanderbilt University, en la mayor¨ªa de los pa¨ªses de Am¨¦rica Latina y el Caribe, m¨¢s del 50% prefiere un sistema que garantice asistencia material a uno que garantice elecciones.
Es en este contexto, y tras el excelente resultado de Jair Bolsonaro en Brasil (por cada voto que consigui¨® Lula entre la primera y la segunda vuelta, ¨¦l consigui¨® casi dos y medio), la estrategia de plantear una disyuntiva casi hist¨®rica de ribetes moralizantes (nosotros los dem¨®cratas somos los buenos frente a la derecha radical que son un peligro) puede impedir ver la realidad de cara y con toda su crudeza. Bernie Sanders ya advirti¨®, en este sentido, que los dem¨®cratas estaban dejando de lado la agenda econ¨®mica y eso pod¨ªa tener un duro coste electoral.
Aunque escandalice, para una gran mayor¨ªa, especialmente los perdedores de la crisis pospand¨¦mica, la democracia ha dejado de ser ¨²til, segura y eficaz para resolver los problemas cotidianos. No se puede hablar de democracia a quien lo ha perdido casi todo, tiene serias dificultades para llegar a fin de mes, su salario ¡ªsi lo tiene¡ª se deprecia con la inflaci¨®n y ha tenido que recortar la adquisici¨®n de alimentos por la carest¨ªa de la canasta b¨¢sica. Hoy, para las rentas medias y bajas, el peligro es la inflaci¨®n, no la conspiraci¨®n radical.
Los extremistas explotan estos humores sociales con una doble vara. Por una parte, usan los procesos electorales para avanzar y, por otra, los cuestionan y relativizan cuando no consiguen sus objetivos, asociando los valores democr¨¢ticos a los males que padecen muchos perdedores de esta larga crisis, agravada por el conflicto militar en Ucrania. Los dem¨®cratas, atrapados por el esencialismo de esos principios, no consiguen zafarse de esta llave de judo republicana que les han hecho, donde, adem¨¢s, se muestra a los liberales como peores gestores de la econom¨ªa y sin la firmeza necesaria para resolver los problemas reales de la mayor¨ªa.
Hay que aceptar, sin aspavientos ni reproches, que, pospandemia, se ha producido una alteraci¨®n significativa de valores y que lo personal e individual ¡ªdespu¨¦s de comprobar la fragilidad de la vida y la precariedad de un futuro no superador ni garantista¡ª est¨¢ galvanizando a las mayor¨ªas sociales tras una agenda cortoplacista, de urgencias inmediatas, de per¨ªmetros peque?os y cotidianos, y de prioridades b¨¢sicas. No se le pueden exigir hero¨ªsmos intelectuales a las personas que tienen miedo, dolor, resentimiento o angustia. La altura moral, para quien se la pueda pagar. Pero la mayor¨ªa no est¨¢ en estas condiciones.
Las midterms son unas elecciones decisivas para saber cu¨¢l es la verdadera pregunta de las elecciones: ?Est¨¢ en riesgo la democracia o est¨¢ en riesgo la econom¨ªa personal, familiar y cotidiana? ?Son los dem¨®cratas de siempre o estos nuevos republicanos m¨¢s radicales los mejores conductores en tiempo sombr¨ªos y de zozobra generalizada?
Donald Trump, con su instinto depredador, intuye el clima de ¨¦poca y ve estas elecciones como el pre¨¢mbulo necesario, adem¨¢s, para su posible candidatura: ?Y ahora, para que nuestro pa¨ªs sea exitoso y seguro y glorioso, muy, muy, muy, probablemente lo har¨¦ de nuevo, ?de acuerdo? Preparaos. Es todo lo que os digo. Muy pronto?, dijo hace unos d¨ªas. Aunque no lo tendr¨¢ f¨¢cil. El gobernador de La Florida, Ron DeSantis, puede ver relanzadas sus aspiraciones presidenciales, si consigue el excelente resultado que anticipan las encuestas recientes.
Ambos, Trump y DeSantis, creen que las elecciones del 8 de noviembre resolver¨¢n algo m¨¢s que un resultado: instalar¨¢n la demanda de liderazgos extremos, sin complejos, sin ambig¨¹edades y, si es necesario, sin escr¨²pulos. Pero apegados a un lenguaje y a una agenda permeable, a este clima social inestable e insaciable, de demandas urgentes e impacientes.
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