Hochschild: ¡°Puedes trabajar y ser madre, si aceptas el c¨®digo de honor de ser la ¨²ltima en salir de la oficina¡±
La soci¨®loga estadounidense publicaba hace m¨¢s de 20 a?os ¡®La doble jornada¡¯. En ¨¦l, se plantean cuestiones como las horas que dedica cada padre a las tareas del hogar y al cuidado de sus hijos
Ser madre, cuidar, y tener un trabajo remunerado y que esto parezca apasionante. Se pasa por alto, claro, que las normas han sido dise?adas a la medida de la poblaci¨®n masculina o que los hombres no asumen por igual el reparto de tareas dom¨¦sticas o de cuidados. Sobre esto, la soci¨®loga estadounidense Arlie R. Hochschild publicaba hace m¨¢s de 20 a?os La doble jornada, un ensayo en el que...
Ser madre, cuidar, y tener un trabajo remunerado y que esto parezca apasionante. Se pasa por alto, claro, que las normas han sido dise?adas a la medida de la poblaci¨®n masculina o que los hombres no asumen por igual el reparto de tareas dom¨¦sticas o de cuidados. Sobre esto, la soci¨®loga estadounidense Arlie R. Hochschild publicaba hace m¨¢s de 20 a?os La doble jornada, un ensayo en el que exploraba la vida interna de las familias entre 1970 y 1980. En ¨¦l se planteaban cuestiones como las horas que dedica cada miembro de la pareja a las tareas del hogar y al cuidado de sus hijos e hijas, c¨®mo afrontan el d¨ªa a d¨ªa las parejas en las que ambos tienen un trabajo remunerado y, al mismo tiempo, deben cuidar, o si puede conseguirse la armon¨ªa conyugal sin que exista un reparto real de las responsabilidades en casa. Para todos estos interrogantes, una respuesta que explica muchos de los problemas ¨Cantiguos y actuales¨C de las familias: ¡°Las reglas del juego est¨¢n pensadas para gente sin familia¡±. Ahora, la editorial Capit¨¢n Swing publica en castellano en Espa?a este ensayo sin que haya perdido un ¨¢pice de actualidad.
PREGUNTA. Actualmente tenemos un feminismo adaptado al orden establecido, muy en la l¨ªnea neoliberal. Lo vemos en los discursos dominantes actuales en torno a la conciliaci¨®n, que se centran en la productividad, las barreras, los techos de cristal, desde una mirada capitalista. ?C¨®mo dir¨ªa que afecta esto a nuestras maternidades?
RESPUESTA: Mirando hacia atr¨¢s en la cultura estadounidense, vemos que durante los ¨²ltimos 50 a?os ha habido ciertos temas de los movimientos de mujeres que han sido aceptados en la corriente principal de la vida estadounidense a trav¨¦s de lo que Herbert Marcuse llam¨® resistencia a trav¨¦s de la incorporaci¨®n. La cultura estadounidense incorpor¨® del feminismo lo que encaja con el capitalismo y el individualismo. Pero sobre todo resisti¨® al resto. Deja que las mujeres se unan al juego tal como ha sido hasta ahora. Puedes trabajar, y ser madre, si aceptas el c¨®digo de honor asociado a ser la ¨²ltima en salir de la oficina o aceptar un estilo masculino de hablar. Pero, ?una jornada laboral m¨¢s flexible? ?Legitimidad para que los hombres se acojan a la baja por paternidad? ?Lugar de trabajo m¨¢s cooperativo o con sentido de prop¨®sito? No.
P. ?Son necesarias pol¨ªticas p¨²blicas enfocadas a las mujeres y a la maternidad desde un punto de vista menos productivo? ?Se puede avanzar sin poner los cuidados en el centro de los discursos y las pol¨ªticas?
R. No, no se puede. El cuidado es el n¨²cleo. Necesitamos reconocer que todav¨ªa estamos en una ¡°revoluci¨®n estancada¡±, como la llamo en La doble jornada. Las mujeres han cambiado. Sin embargo, el lugar de trabajo al que van, y los hombres con los que regresan a casa, no han cambiado ni tanto ni tan r¨¢pido.
Si continuamos en esta revoluci¨®n estancada ?¨Cde mujeres cambiantes, pero ideales de virilidad inmutables, lugar de trabajo inmutable para ambos g¨¦neros, cuidado de ni?os y cultura inmutables?¨C, podemos seguir adelante, pero nos har¨¢ da?o a todos. Har¨¢ da?o a nuestros hijos, a nuestros socios, a nosotros mismos, a nuestro trabajo e incluso a nuestras empresas, que tambi¨¦n sufrir¨¢n porque habr¨¢ m¨¢s d¨ªas libres por enfermedad y divorcio.
P. Entonces, a¨²n teniendo el privilegio de la corresponsabilidad y del poder llevarse el ni?o al trabajo, como le ocurri¨® a usted, ?es incompatible tener un trabajo y tener una familia con esas estructuras creadas para sostener lo productivo?
R. Exactamente. Necesitamos que la cultura y la sociedad se pongan al d¨ªa para validar el ¡°nuevo hombre¡± y el ¡°nuevo lugar de trabajo¡±. En esencia, necesitamos modernizar nuestras ideas extrayendo lo mejor del ¡°mundo de las mujeres¡± ¨Cvalor en el cuidado, la familia y la comunidad¨C y lo mejor del ¡°mundo de los hombres¡± ¨Cvalor en el trabajo y el ¨¢mbito p¨²blico¨C. Ocurre que no hemos llegado a esto y que, adem¨¢s, desde que comenzamos a desmantelar en la d¨¦cada de 1970 la revoluci¨®n estancada, los mundos de ricos y pobres est¨¢n mucho m¨¢s divididos que antes. Hemos ganado m¨¢s multimillonarios y m¨¢s personas sin hogar. Las reformas a nivel laboral y la mejora de los salarios tienden a reservarse para los empleos medios y altos, y no para los de abajo. As¨ª que, al mismo tiempo, necesitamos asegurarnos de tener un ¡°trabajo¡± significativo bien pagado y una familia feliz que equilibrar.
P. A veces tambi¨¦n parece que solo le damos valor a cuidar cuando ellos se incorporan a los cuidados. Hasta entonces son devaluados, se consideran algo que no es tan digno como salir de casa a un empleo remunerado. ?Tenemos tambi¨¦n que hacer un trabajo a nivel social para cambiar esta concepci¨®n?
R. Lo entiendo completamente. Pero tenemos que dejar atr¨¢s nuestro resentimiento y tomar como nuestra causa y contribuci¨®n la necesidad de visualizar el ¨¦xito de una manera que integre los cuidados. Consid¨¦relo como una expansi¨®n gigantesca ¨Cpara todos?¨C de la idea de ¡°diversidad cultural¡±.
P. La soci¨®loga Monique Haicault hac¨ªa referencia en la d¨¦cada de los 80 a la carga mental como ese ¡°estar pendientes de todo¡±; algo que no parece afectar con la misma intensidad a la mayor¨ªa de hombres. ?C¨®mo dir¨ªa que ha evolucionado este asunto?
R. Las mujeres todav¨ªa hacen la mayor parte de la planificaci¨®n dom¨¦stica y los hombres forman parte de esa divisi¨®n previa. Algunos hombres est¨¢n felices de tener a sus esposas a cargo y dicen: ¡°Hola, cari?o, solo dime qu¨¦ necesitas hacer¡±. Otros sienten que ellas tienen todo el control del hogar. Un hombre me dijo: ¡°Amo a mi esposa, pero en casa, es todo ¡°Haz esto. Haz eso¡±. Ella necesita aprender a delegar¡±.
P. Su marido, Adam, ha cuidado de sus hijos ¡°como si fuera una madre¡± y que en su entorno tambi¨¦n ha sido igual en otras familias. En nuestra casa ocurre algo parecido y por eso decimos muchas veces que vivimos en una burbuja, porque sabemos que no es lo habitual.
R. S¨ª. Fue fant¨¢stico. Ahora Adam y yo somos abuelos y esto no ha cambiado. Hace un momento son¨® el tel¨¦fono en nuestros dos estudios y ambos respondimos al mismo tiempo. Era nuestra nieta de 15 a?os, Rosa. Llamaba porque necesitaba que la llevaran a la casa de su amiga. ¡°?Te llevo yo!¡±, se ofreci¨® Adam. El reparto de tareas, compartir, establece un patr¨®n que se entiende a lo largo de toda la vida.
P. Hace poco una compa?era me dec¨ªa que nuestras madres lo ten¨ªan m¨¢s f¨¢cil porque la mayor¨ªa eran ¡°solo¡± amas de casa y, por tanto, ¡°solo¡± ten¨ªan que centrarse en un trabajo. ?Dir¨ªa que lo tenemos m¨¢s dif¨ªcil las mujeres que somos madres hoy en comparaci¨®n con nuestras madres o nuestras abuelas?
R. La mayor¨ªa de las mujeres estadounidenses quieren trabajar fuera de casa, pero no largas jornadas. La investigaci¨®n tambi¨¦n muestra que, ir¨®nicamente, los maridos de mujeres trabajadoras aprecian su trabajo de cuidados m¨¢s de lo que los maridos de amas de casa aprecian el trabajo de cuidados de sus esposas. Tal vez para generaciones anteriores fuera aparentemente ¡°m¨¢s f¨¢cil¡±, pero eso no hizo per se a las mujeres m¨¢s felices.
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