?Por qu¨¦ mi hijo me cae mal?
Las expectativas en la crianza puede frustrar a padres y madres, haci¨¦ndoles sentir que sus reto?os no les gustan. ?Es normal? Dos expertas contestan
?Nos pueden caer mal nuestros hijos? ?Es normal que pase? La psic¨®loga Sara Tarr¨¦s contesta afirmativamente y sin margen de dudas. Cuenta que las causas por las que se puede llegar a pensar eso son varias. Una es el desfase entre las expectativas generadas y la realidad: ¡°Por ejemplo, creemos en expresiones como ¡®dormir como un beb¨¦', como si lo hicieran profundamente y del tir¨®n, y no, nos damos de bruces con peque?os que se ...
?Nos pueden caer mal nuestros hijos? ?Es normal que pase? La psic¨®loga Sara Tarr¨¦s contesta afirmativamente y sin margen de dudas. Cuenta que las causas por las que se puede llegar a pensar eso son varias. Una es el desfase entre las expectativas generadas y la realidad: ¡°Por ejemplo, creemos en expresiones como ¡®dormir como un beb¨¦', como si lo hicieran profundamente y del tir¨®n, y no, nos damos de bruces con peque?os que se despiertan cada poco, demandan mucho y la experiencia de sue?o y descanso empeora considerablemente¡±. Las expectativas en la crianza y la educaci¨®n puede que frustren a padres y madres, haci¨¦ndoles sentir que sus reto?os no les son simp¨¢ticos. Es normal y puede que pasajero.
La psic¨®loga Gema Casta?o comenta que el deseo maternal juega un papel importante. Hace relativamente poco trat¨® a una paciente que pas¨® por un proceso de rechazo de su primog¨¦nito y ¡°no fue capaz de aceptar que era madre hasta que no tuvo a sus siguientes hijos¡±. ¡°Hay veces que si la llegada no es deseada puede generar un cierto rechazo hacia el nuevo miembro de la familia, ya que supone un cambio dr¨¢stico en nuestras vidas¡±, afirma esta experta. Si la maternidad y paternidad deseada ya pone la vida patas arriba y cuesta mentalizarse, la que ha llegado sin ser mentalmente planificada y procesada, puede que arranque con un sentimiento confuso o incluso negativo.
Las psic¨®logas cuentan que madres y padres pueden sentir cierto rechazo con aquellos hijos que en sus comportamientos reflejan todo aquello que les molesta de ellos mismos. Casta?o ha hecho terapia con una madre que ten¨ªa problemas de espejeo. ¡°Verbalizaba su dificultad para interactuar con uno de sus hijos, llegando a plantearse si le quer¨ªa menos¡±, relata. Trabajando en sesi¨®n, llegaron a la conclusi¨®n de que la mujer ve¨ªa en ¨¦l algunas partes de ella misma que hab¨ªan sido rechazadas por su entorno cuando era peque?a y que ella repel¨ªa: ¡°El trabajo terap¨¦utico ha ido encaminado a la aceptaci¨®n de su propia forma de ser, para poder aceptar la de su hijo¡±.
Otra de las razones m¨¢s repetidas es la alta demanda de las criaturas. Aunque Casta?o considera que ¡°bien, lo que se dice bien, no est¨¢ que nuestro hijo nos caiga mal¡±, s¨ª que puede llegar un momento donde el cansancio f¨ªsico y emocional sea tan intenso ¡°que lleve a los padres y madres a querer alejarse, aunque sea temporalmente¡±. La psic¨®loga se?ala que si esto sucede es importante pedir ayuda y dejarse apoyar por el entorno.
Lo de caer bien o mal son conceptos muy relativos, adem¨¢s de que no son categor¨ªas inamovibles: puede que una temporada se tenga ese sentimiento y luego volver a vivirlo todo con el m¨¢ximo de amor y felicidad, seg¨²n explican. Las expertas tambi¨¦n se?alan que, en ocasiones, se confunde lo de caer mal con tener m¨¢s o menos afinidad con uno u otro hijo: ¡°Cada ni?o es un mundo y puede que los padres y madres se encuentren m¨¢s a gusto con uno que con otro¡±.
Ahora bien, ?c¨®mo se puede gestionar que un hijo nos guste menos que otro? Tarr¨¦s asegura que lo mejor que se puede hacer es preguntarse por qu¨¦ gusta m¨¢s uno que otro: ¡°Dar respuesta a esta cuesti¨®n con una lista de conductas concretas nos facilitar¨¢ saber por d¨®nde empezar, porque la cuesti¨®n est¨¢ m¨¢s en nuestras manos, en las de los adultos¡±. La psic¨®loga afirma que uno de los primeros pasos que se deben dar es cambiar el foco con el que se mira al ni?o: ¡°Fijarse m¨¢s en todo aquello que hace correctamente y menos en aquello que a uno le disgusta, aunque esto no significa que no se deban corregir conductas inapropiadas o disruptivas¡±. Significa darse cuenta de que en el hijo que gusta menos no todo es negativo: ¡°Para hacerlo es imprescindible empatizar con ¨¦l, ver por qu¨¦ se comporta del modo que lo hace y hasta qu¨¦ punto este comportamiento es una respuesta a nuestro modo de hacer con ¨¦l¡±.
Una soluci¨®n m¨¢s concreta, seg¨²n Tarr¨¦s, es tratar de buscar tiempo a solas con el hijo con el que se siente menos vinculaci¨®n para as¨ª reconectar: ¡°Hacer alguna actividad conjunta que permita generar experiencias agradables y darle la vuelta a la situaci¨®n, por ejemplo. Tenemos que aceptar que en el momento actual tenemos estos sentimientos y que esto no nos hace ser peores madres, solo son emociones que nos est¨¢n intentando decir alguna cosa que debemos escuchar¡±.
?Y en la adolescencia?
La adolescencia puede ser un gran tormento en la relaci¨®n de los padres y madres con sus hijos. Para Casta?o es un proceso de cambio, donde el joven necesita separarse de sus progenitores para encontrar su propia identidad y construirse como la persona adulta que ser¨¢. Dice que para ello es muy importante el grupo de iguales, con el que puede identificarse. ¡°Este proceso de separaci¨®n puede ser m¨¢s o menos brusco, pero es necesario que se produzca. El trabajo de los padres es permitir que los hijos se separen durante esta etapa, para que despu¨¦s tengan ganas de volver durante la edad adulta¡±, asegura.
?Qu¨¦ hay que hacer para sobrellevarlo? Tarr¨¦s contesta: ¡°Dialogar, buscar momentos de complicidad, intentar saber cu¨¢les son sus gustos musicales, cu¨¢les son sus ¨ªdolos del momento, las series que les interesan... pero sin interrogar¡±. Se?ala que este di¨¢logo debe fluir sin ser impuesto, respetando la intimidad, la individualidad, la necesidad de soledad que necesitan. Y, sobre todo, receta paciencia: ¡°Calma y mucha mano izquierda. El autoritarismo, al igual que el exceso de permisividad, no son buenos consejeros en ninguna de las fases por las que pasan los hijos, mucho menos en la adolescencia¡±.
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