¡®El desorden que dejas¡¯: ?tienen que ayudar los ni?os en las tareas dom¨¦sticas?
Lo normal es que a ciertas edades nuestros hijos se vayan responsabilizando poco a poco, lo que traducido al lenguaje paternal es el hechizo: ¡°O recoges tu mierda o te lo tiro todo¡±
Todos hemos sido ni?os y adolescentes y hemos podido convivir sin problemas con el caos que reinaba en nuestra habitaci¨®n, con la ropa sucia en el suelo, con las mesas llenas de papeles y una ventilaci¨®n de zulo abandonado. Esta tolerancia a la mierda desaparece cuando te conviertes en padre, pero gen¨¦ticamente se transmite a tus hijos, que honran la tradici¨®n de ensuciar y desordenar todo lo posible.
El mito de S¨ªsifo nos habla de un homb...
Todos hemos sido ni?os y adolescentes y hemos podido convivir sin problemas con el caos que reinaba en nuestra habitaci¨®n, con la ropa sucia en el suelo, con las mesas llenas de papeles y una ventilaci¨®n de zulo abandonado. Esta tolerancia a la mierda desaparece cuando te conviertes en padre, pero gen¨¦ticamente se transmite a tus hijos, que honran la tradici¨®n de ensuciar y desordenar todo lo posible.
El mito de S¨ªsifo nos habla de un hombre condenado a empujar una roca hasta la cima de una monta?a, pero la roca siempre se le cae y ¨¦l tiene que bajar a recogerla y volverla a empujar. Muchos nos sentimos as¨ª cuando hacemos los barridos de cami¨®n escoba recopilando y ordenando los juguetes abandonados por los ni?os en toda la casa.
Alguien pragm¨¢tico nos dir¨¢ que dejemos los trastos en el suelo, porque no se puede desordenar lo que ya est¨¢ desordenado, y no tiene sentido agotarse en una tarea que tendr¨¢ que repetirse el d¨ªa siguiente.
A ver: es verdad que si no recogemos los platos de la mesa puede ser que lleguen insectos de visita, pero las moscas y las hormigas pasan de los juguetes. La cuesti¨®n es que el desorden no solo estresa, puede ser mortal. No por rollos zen ni feng-shui, sino porque cuando paseamos al beb¨¦ de madrugada con las luces apagadas para que se duerma otra vez, todos hemos resbalado o tropezado con l¨¢pices, rotuladores o juguetes que preparaban una emboscada.
Y no olvidemos el apartado de las manchas. Que s¨ª, que m¨¢s o menos se encarga de esto la lavadora -en horario barato, por favor-, pero ?qu¨¦ impulsa a una mente infantil a limpiarse la boca con la manga o secarse las manos pringosas en la camiseta, teniendo al lado unas preciosas y abandonadas servilletas?
Lo normal es que a ciertas edades los ni?os se vayan responsabilizando poco a poco de sus tareas dom¨¦sticas, lo que traducido al lenguaje paternal es el hechizo, ¡°o recoges tu mierda o te lo tiro todo¡±.
Pero no es algo que surja de manera espont¨¢nea. Y a menos que la criatura persiga un fin ¨²ltimo como regalos, chucher¨ªas o ver la tele, y se afane r¨¢pido a complacernos, lo m¨¢s normal es que la propuesta sea rechazada y se abra un rato de debate o negociaci¨®n pol¨¦mica.
Si dicen que un h¨¢bito necesita 21 d¨ªas para imponerse, por muy l¨²dico que se lo pintemos, si se niegan o tardan en actuar, al final tenemos que controlarnos para no acabar resoplando y haciendo nosotros la gesti¨®n porque vamos m¨¢s r¨¢pido.
En internet encontrar¨¦is muchas recomendaciones de tareas seg¨²n la edad, desde guardar los juguetes, a vestirse solos, prepararse la mochila o ba?arse sin ahogarse. Todas estas acciones los empoderan y nos aligeran algo a nosotros, pero hasta que sean totalmente aut¨®nomos nos conformar¨ªamos con que valoraran y agradecieran el servicio de ¡°mayordomos 24 horas¡±.
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