?Debo ense?ar a mi hija el mar?
En el mundo contempor¨¢neo casi todo, la comida, la cultura, la informaci¨®n, est¨¢ al alcance la mano: se pierde as¨ª la experiencia del descubrimiento
Hay gente que no ve el mar hasta los 15 a?os, y siempre recuerda c¨®mo fue ver el mar por primera vez, qu¨¦ d¨ªa era, qui¨¦n le llev¨®, cu¨¢nto tembl¨® ante la visi¨®n del horizonte y la espuma de las olas. Como al comienzo de Cien a?os de soledad cuando, ante el pelot¨®n de fusilamiento, el coronel Aureliano Buend¨ªa recuerda ¡°aquella tarde remota en que su padre lo llev¨® a conocer el hielo¡±. Es raro no ver el mar hasta la adolescencia, pero tambi¨¦n es bonito verlo de repente. ?Qu¨¦ pensar¨¢ esa g...
Hay gente que no ve el mar hasta los 15 a?os, y siempre recuerda c¨®mo fue ver el mar por primera vez, qu¨¦ d¨ªa era, qui¨¦n le llev¨®, cu¨¢nto tembl¨® ante la visi¨®n del horizonte y la espuma de las olas. Como al comienzo de Cien a?os de soledad cuando, ante el pelot¨®n de fusilamiento, el coronel Aureliano Buend¨ªa recuerda ¡°aquella tarde remota en que su padre lo llev¨® a conocer el hielo¡±. Es raro no ver el mar hasta la adolescencia, pero tambi¨¦n es bonito verlo de repente. ?Qu¨¦ pensar¨¢ esa gente del mar, del hielo? Al menos siempre tienen una historia que contar.
Me crie cerca del mar, de modo que no recuerdo el momento en el que vi el mar por vez primera. M¨¢s bien el mar fue creciendo conmigo, en perfecta sincron¨ªa con el resto del mundo alrededor. Las nubes, las aceras, la violencia. Ahora el mar, tan insistente, me alucina y me atormenta, porque siempre me habla de la eternidad y de la muerte. Me pregunto si deber¨ªa mostrar el mar a Candela, y que crezca con la presencia cotidiana del salitre, o alejarla de la orilla hasta que sea adolescente y luego ella pueda decir: ¡°Recuerdo el d¨ªa que mi padre me llev¨® a ver el mar, y el mar me pareci¨® tal cosa¡±. Ser¨ªa robarle el mar durante algunos a?os, pero regalarle algo que hoy en d¨ªa escasea: un descubrimiento.
En realidad, Candela ya ha visto el mar varias veces: el del sur, el del levante y el del norte, el de verdad, ese Cant¨¢brico furioso y salado que embate los acantilados y que promete llevarnos a las profundidades sin retorno. Sin embargo, a Candela le ha dado igual la mar oc¨¦ana, se ha quedado mirando cualquier cosa peque?a al alcance de su mano o de su pie, incapaz de abarcar la grandeza terror¨ªfica de lo que se le propon¨ªa. A¨²n estamos a tiempo de ocultarlo.
La pena es que ahora ya casi no hay casi descubrimientos. Recuerdo descubrir, progresivamente, a lo largo de mi vida, el arroz tres delicias, la pizza, el sushi, los tacos, por ¨²ltimo, ese poke hawaiano que me hubiera gustado no descubrir nunca. En la Espa?a de los ochenta y los noventa, cuando crec¨ª, la comida extranjera iba entrando poco a poco y con recelo a un pa¨ªs de lentejas y truchas. Candela, en cuanto cobre conciencia, lo tendr¨¢ todo a su disposici¨®n.
La era de internet lleg¨® cuando yo ten¨ªa apenas 15 a?os. Fui desentra?ando la red, las p¨¢ginas web, los blogs, los chats, hasta que surgieron las redes sociales y, finalmente, la inteligencia artificial. Cada paso fue un aprendizaje progresivo que me despert¨® al prodigio y los peligros. Candela, en cambio, lo tendr¨¢ todo a mano, la m¨²sica en Spotify, el cine en mil sitios, los libros. Desconocer¨¢ lo que es anhelar un disco y dispondr¨¢ de informaci¨®n en abundancia. Tendr¨¢ a su disposici¨®n la cultura humana en su totalidad, en una ¨¦poca en la que parece que ya no se puede inventar nada m¨¢s all¨¢ de la nostalgia y el pastiche posmoderno. Quiz¨¢s sea Candela quien invente algo nuevo.
Candela habitar¨¢ un mundo en el que todos parecen estar hastiados de todo, donde todo parece haber sido contemplado en exceso, donde todo es conocido y est¨¢ disponible al instante. Me pregunto c¨®mo podr¨¦ hacer yo para que, m¨¢s all¨¢ de la infancia primigenia, pueda seguir descubriendo algo del mundo. Por eso no s¨¦ si seguir llev¨¢ndola al mar o hacer que lo descubra en el futuro, si es que queda.
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