_
_
_
_

Conversaci¨®n con Mercedes Barcha

El periodista H¨¦ctor Feliciano platic¨® con la esposa de Garc¨ªa M¨¢rquez en Cartagena de Indias y el texto se incluy¨® en el libro 'Gabo periodista', de la Fundaci¨®n Gabo

Mercedes Barcha, en Cartagena de Indias, Colombia, en 2014.
Mercedes Barcha, en Cartagena de Indias, Colombia, en 2014.LUIS ACOSTA (AFP)

?Por qu¨¦ sigues siendo tan del Caribe?, me dirijo de ese modo a Mercedes Barcha, la esposa del escritor Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez.

Nos encontramos los tres sentados en el portal que da al patio interior de su casa en Cartagena de Indias (Colombia). En medio del calor del cambio a la estaci¨®n de lluvias la ciudad suda humedad. Mercedes responde, pausada, con una amplia sonrisa, llena de satisfacci¨®n. Le encanta que le recuerden sus or¨ªgenes. Lleva viviendo m¨¢s de 50 a?os fuera de Colombia y, sin embargo, parece como si nunca hubiera dejado esta regi¨®n.

Y, contin¨²o, ?si te describo como una caribe?a parca?

La pregunta le intriga. Me mira. Su cara es elegante, ancha, de p¨®mulos altos, los ojos una pizca obl¨ªcuos y una mirada que es, a veces, como una risa, y, otras, podr¨ªa calificarse de orgullosa. De las facciones de su rostro me pregunto cu¨¢l es la huella que habr¨¢ dejado en ¨¦l su abuelo paterno, originario de Egipto.

Mercedes transforma la sonrisa que lleva en los labios. Ahora es tenue, y el adjetivo parco se pasea un rato entre ella y Garc¨ªa M¨¢rquez. Mira a su esposo intencionadamente, como si buscara la respuesta en su rostro. Toma un sorbo de jugo de moras. ¡°La griter¨ªa me atormenta¡±, declara como si diera una respuesta. Cuenta, entonces, c¨®mo la noche anterior quiso abandonar la sala de un restaurante de la ciudad por causa del barullo que all¨ª encontr¨®. ¡°Me atormentan las conversaciones cruzadas¡±, explica. ¡°No soporto los gritos, las habladur¨ªas de aqu¨ª. En M¨¦xico no hay eso. Habla uno, oye el otro. Soy tranquila, m¨¢s bien¡±.

Vive en M¨¦xico, pero, como dice, con calma, es coste?a, al igual que su esposo. Naci¨® en 1932, cinco a?os despu¨¦s que ¨¦l. En Magangu¨¦, para ser precisos, un pueblo en las tierras del interior del Caribe colombiano, a orillas del r¨ªo Magdalena. All¨ª se cri¨® y, m¨¢s tarde, fue con su familia a vivir a Sucre y a la ciudad de Barranquilla.

La pareja regresa a menudo a Colombia y cada vez permanecen m¨¢s tiempo en el pa¨ªs, porque el ambiente ha cambiado y, adem¨¢s, porque con los a?os Colombia no ha dejado de gustarles.

Sigue ah¨ª la leve sonrisa, juntos los labios. Menciono la sonrisa y solo entonces Mercedes cae en cuenta de que la sigue teniendo. ¡°La sonrisa permanente¡±, dice, ¡°esa no me la veo yo. Es c¨®mo te ven los otros. Yo, no me veo. Te has dado cuenta t¨²¡±, acusa casi, como despej¨¢ndose de toda responsabilidad. Es cierto lo que de ella dice uno de sus familiares: cuando Mercedes aprecia, la sonrisa se ampl¨ªa; si desprecia o rechaza o duda, la sonrisa ser¨¢ corta.

Por su acento y por la pronunciaci¨®n, Mercedes sigue siendo, sin duda, originaria del Caribe. A pesar del tiempo vivido fuera, alarga vocales por doquier, se sigue tragando las eses o recortando los finales de las palabras y tampoco insiste mucho en las enes. Se sabe, tambi¨¦n, que viene de la costa por las palabras que, de pronto, emplea en una conversaci¨®n en que sale un aj¨¢ de apoyo o un aj¨¢ esc¨¦ptico, o surge el adjetivo bagaceado, del bagazo de la ca?a de az¨²car, cuando explica y lamenta: ¡°La palabra pueblo y la palabra democracia las detesto ya. Las han bagaceado¡±. Tambi¨¦n, cuando emplea la frase ¡°se alborot¨® el paraco¡±, una imagen de la zona que se refiere al cabello alborotado y rebelde, o cuando recuerda que ley¨® avorazada ¡ªcon voracidad¡ª por primera vez Cien a?os de soledad. Es coste?a, adem¨¢s, pues la delata su paladar. Sigue prefiriendo un buen desayuno de yuca con suero y de arepa de huevo a cualquier otro plato. ¡°Cuando estoy en Cartagena¡±, explica lament¨¢ndose de no poder comer as¨ª cada d¨ªa, ¡°porque en M¨¦xico no hay nada de eso¡±. Y, por los gestos de sus manos es del Caribe. O, por los de los labios, que usa, fruncidos, para darle sentido un¨ªvoco al mundo cuando, a veces, se alargan como un pico para se?alar alg¨²n objeto localizado all¨¢ o m¨¢s all¨¢ o aqu¨ª mismo o para expresar su desacuerdo o su desprecio.

El escritor, con su mujer, Mercedes Barcha, en Barcelona en 1969.
El escritor, con su mujer, Mercedes Barcha, en Barcelona en 1969.

Desconcierta, a la persona poco acostumbrada a los matices de esa regi¨®n, que Mercedes no hable mucho. En nuestra entrevista le sentar¨¢ mejor la brevedad. No habr¨¢ redundancias o andamiajes de palabras o de gesticulaciones que emplean algunos caribe?os. Ning¨²n florilegio verbal. Ni palabras malgastadas o el palabreo interminable que, a veces, se escucha en algunos pa¨ªses de la Cuenca. En su hablar, la el¨ªpsis caribe?a es reina.

Y, sin embargo, sus parientes y amigos la describen como una gran conversadora, que opina con facilidad. En esta entrevista no ser¨¢ as¨ª. Acaso, porque Mercedes, La Gaba, como la llaman a veces, desconf¨ªa de la prensa. Aunque, hoy, no nos incluye ni a Gabo ni a m¨ª en ese oficio.

¡°Los periodistas est¨¢n busc¨¢ndole siempre tres patas al gato¡±, afirma. Entiendo que alude m¨¢s que nada a ciertas especulaciones que se han hecho de la vida de los Gabos. As¨ª los llaman algunos amigos, convocando a dos personas en una o, si se quiere, a una en dos. Para Mercedes, la vida privada, es muy amplia, abarca mucha superficie.

Mercedes s¨ª es elocuente. A lo largo de nuestras conversaciones, cuando Mercedes dice, dice. Sin desperdicio y con destilado humor negro o mofa; a veces, con el propio desd¨¦n integrado.

Nunca ha tomado protagonismo en la vida de la pareja, aunque ha estado siempre en el centro mismo, desde que se casaron en 1958. De Mercedes, en realidad, se sabe poco. Hasta ahora ha concedido dos cortas entrevistas que datan de los a?os ochenta. Convers¨® s¨®lo una vez con el bi¨®grafo ingl¨¦s de su esposo y, luego, explica sin apelaci¨®n posible, no quiso verlo m¨¢s.

De ella, se ha sabido ¨²nicamente lo que ha querido que se sepa: que ha sido, como dice, buena esposa y buena madre; que ha acompa?ado a Garc¨ªa M¨¢rquez en las buenas y en las malas.

En Cartagena, nos encontr¨¢bamos sentados alrededor de una mesa de pajilla, los tres, en la casa ubicada cerca del mar y de las murallas que rodean la parte norte de la antigua ciudad. Se trata de una residencia moderna de color ladrillo, dise?ada a sus gustos por el arquitecto colombiano Rogelio Salmona. Detr¨¢s de m¨ª, se ergu¨ªan unas palmeras tra¨ªdas de Panam¨¢, de tronco fino color bermejo que, de alg¨²n modo indirecto, recuerdan a guacamayos. Dos macetas con unas buganvilias color lila claro enmarcan la mesa que da al patio interior. La misma flor que cunde en el patio de M¨¦xico.

Era la segunda vez que nos encontr¨¢bamos para conversar. La pareja Garc¨ªa Barcha se encontraba aqu¨ª de vacaciones, lejos de su residencia principal en Ciudad de M¨¦xico.

En esa ciudad, en su casa mexicana de Jardines del Pedregal, hab¨ªa comenzado, unos meses atr¨¢s, nuestra conversaci¨®n. Fue all¨ª en donde Mercedes empez¨® a responder, durante horas, a mis preguntas. Y, en donde, ca¨ª en cuenta m¨¢s que nunca que era, antes que nada, coste?a.

All¨ª nos hab¨ªa invitado a pasar a la pieza en la parte trasera de la casa. ¡°Vengan¡±, nos hab¨ªa solicitado con hospitalidad y con curiosidad. Mercedes se hab¨ªa acomodado r¨¢pidamente sobre uno de los sof¨¢s blancos y mullidos de aquella terraza cubierta y con vidrieras que da al c¨¦sped del patio. Un chal de algod¨®n color rojo coral le cubr¨ªa las piernas. Fumaba un cigarillo mientras, en la mano, atend¨ªa un vaso con whisky, su preferido. Recordaba a la joven elegante de huesos amplios y cuello alargado de las fotos de mediados del siglo pasado por quien Garc¨ªa M¨¢rquez hab¨ªa bautizado La Jirafa, su primera columna en El Heraldo de Barranquilla en 1950.

El escritor colombiano Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez con su esposa, Mercedes Barcha, en Aracataca, en 2007.
El escritor colombiano Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez con su esposa, Mercedes Barcha, en Aracataca, en 2007.ALEJANDRA VEGA (AFP)

Al fondo del c¨¦sped, un alto pared¨®n de piedra que trepa y cubre otra buganvilia de ese color fucsia subido que se da en la aridez del valle de M¨¦xico. Se siente c¨®moda Mercedes en este pa¨ªs, en donde la familia ha vivido, con algunas interrupciones, desde los a?os sesenta.

La entrevista me hab¨ªa llegado sin pre¨¢mbulos. El d¨ªa antes Mercedes nos dijo, a Jaime Abello, director general de la Fundaci¨®n Nuevo Periodismo Iberoamericano, y a m¨ª que regres¨¢ramos al d¨ªa siguiente a la casa. ¡°Despu¨¦s de las cinco¡±, precis¨®, luego del almuerzo. Me iba a conceder una entrevista. Hab¨ªa venido preparado para hacer unas breves preguntas a Garc¨ªa M¨¢rquez, pero no para entrevistar a su mujer.

Sentado en la residencia mexicana observaba c¨®mo la decoraci¨®n de la casa era sencilla, c¨®moda, pr¨¢ctica. No se advierten se?as de pretensi¨®n ni los rid¨ªculos estil¨ªsticos que, en otras casas, trama la vanidad. Una parienta que la conoce en la intimidad explica que la ¨²nica vanidad de Mercedes es su propia solidez, ¡°No hay vanidad¡±.

Mercedes comienza por los datos de su vida. Es la mayor de seis hermanos y su padre era boticario, al igual que el padre de Garc¨ªa M¨¢rquez.

Demetrio Barcha simpatizaba con el Partido Liberal, en la ¨¦poca de principios de La Violencia, en los a?os cuarenta, cuando, en Colombia, la afiliaci¨®n pol¨ªtica era un asunto de vida o de muerte. Y, adem¨¢s, la familia toda de un simpatizante quedaba entonces marcada con su mismo partido. ¡°Yo era liberal y mi pap¨¢ era liberal¡±, explica Mercedes. Para sentirse protegidos, los Barcha se vieron forzados a mudarse varias veces de ciudad.

Mercedes conoci¨® muy joven a Garc¨ªa M¨¢rquez. Se ha dicho que se encontraron por primera vez cuando era una ni?a de apenas ocho o nueve a?os y que, a los 12, ya Garc¨ªa M¨¢rquez le pidi¨® que se casaran. Los cinco a?os de edad que le lleva a su mujer hac¨ªan, entonces, un mundo de diferencia.

Una dificultad para precisar ese primer encuentro entre los dos reside en que las fechas y los recuerdos de Garc¨ªa M¨¢rquez y de sus hermanos no coinciden. Son muchos los cuentos. Y, variados. Por otra parte, Mercedes no confirma ese primer enamoramiento. ¡°No recuerdo¡±, dijo, todav¨ªa con una sorprendente burla juguetona de enamorada escurridiza. Es seguro, sin embargo, que su esposo la conoce en el pueblo de Magangu¨¦, cuando Mercedes tiene 12 a?os y que volver¨¢ a verla en Sucre, en 1945, al a?o siguiente. Se dice que es, en esta ¨²ltima fecha, cuando Garc¨ªa M¨¢rquez le comenta a su padre que ya conoce a su futura esposa. Pero, ni Mercedes, ni Garc¨ªa M¨¢rquez, ninguno de los dos, lo asegura en la terraza de su residencia en M¨¦xico. No es que no recuerden el a?o exacto, es que ninguno de los dos quiere comprometerse. Nuestra conversaci¨®n no hace m¨¢s que comenzar.

No me encontraba solo con Mercedes en la casa del D. F. Sentados conmigo, en los sof¨¢s blancos dispuestos en herradura, se encontraba toda una comitiva: a mi derecha, el propio Jaime Abello, a mi izquierda, Jaime Garc¨ªa M¨¢rquez, uno de los 14 hermanos del escritor, y a su izquierda, Gabito, como Mercedes y sus ¨ªntimos apodan al escritor. Hab¨ªa aun m¨¢s gente cerca, pues en otras dependencias de la casa, esperaban impacientemente a que concluyera nuestra entrevista, Margarita M¨¢rquez, prima hermana y secretaria de Garc¨ªa M¨¢rquez que hab¨ªa venido de visita desde Bogot¨¢; una segunda Margarita, la esposa de Jaime Garc¨ªa M¨¢rquez, que estaba de paso de Cartagena, y M¨®nica, la ayudante personal de Garc¨ªa M¨¢rquez. Tem¨ªa, pues, a cada momento, mucho jefe, poco indio, demasiada interrupci¨®n y poca concentraci¨®n; y que nos encamin¨¢ramos hacia una entrevista m¨¢s bien oficial y multitudinaria. Sent¨ªa, adem¨¢s, que nuestra muchedumbre pudiera impedir que se estableciera ese par¨¦ntesis de intimidad necesario para una buena conversaci¨®n.

La calma de Mercedes impuso r¨¢pidamente una queda autoridad. Se trat¨®, pues, de una entrevista personal, con algo de apoyo por parte de la familia, con ella como personaje y voz central y la costa caribe?a como origen; un revuelto familiar con n¨²cleo duro, como mucho de lo que ocurre en la vida de la pareja Garc¨ªa Barcha; como si ellos, la familia extendida y unos pocos amigos fueran una comarca grande y port¨¢til.

Acord¨¦ con Mercedes en que bastaba con relatarnos su vida y que el hilo conductor ser¨ªa el orden cronol¨®gico, la l¨ªnea recta. La entrevista ser¨ªa m¨¢s bien una conversaci¨®n, con sus zonas de inter¨¦s o de desinter¨¦s, y en la que s¨®lo llegar¨ªamos hasta donde ella quisiera.

Garc¨ªa M¨¢rquez intervendr¨ªa, continuando ese di¨¢logo ininterrumpido que sostiene con su esposa desde hace d¨¦cadas. Los otros apuntalaban discretamente, dando precisiones; escuchando la incitaban a recordar.

No traje grabadoras a nuestra cita. Perturbar¨ªa, pens¨¦. Acert¨¦. Mercedes es consciente, por primera vez, de que publicar¨¦ sus palabras. Le pregunto si llamar¨ªa terraza al sal¨®n trasero rodeado de vidrieras en donde nos encontramos. Me mira sorprendida, abre unos ojos de repente inocentes. S¨ª, contesta. Cae en cuenta, con algo de susto, de que en mi mente voy ya redactando nuestra conversaci¨®n.

Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez y su esposa, Mercedes Barcha, al recibir la noticia del premio Nobel, en 1982.
Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez y su esposa, Mercedes Barcha, al recibir la noticia del premio Nobel, en 1982.?lbum familiar de Mercedes Barcha / Gabo Periodista / FNPI) (EL PA?S)

Responder¨¢ escuetos s¨ª o no, sin m¨¢s, a muchas de las preguntas que he tenido que preparar r¨¢pidamente. El tipo de respuesta ¨²nica que m¨¢s se teme de un entrevistado. La mayor¨ªa de las veces pronuncia con amplitud unos abarcadores s¨ª o no, como si se tratara de grandes movimientos de brazos; pero, en una entrevista escrita, esas respuestas expresivas no dejan de ser un mero s¨ª o no. Otras veces, Mercedes ni siquiera retoma las palabras de las preguntas y contesta ¡°As¨ª fue¡±, sin detalles, sin explicaciones. El g¨¦nero de entrevistado que pone a un periodista a emplear, a hurgar en todos sus recursos.

En definitiva, hay algo de bueno en la sobriedad de su hablar. Dar¨¢ tiempo para escuchar lentamente, anotando, precisando las palabras de sus respuestas.

Mercedes dirige la mirada hacia el patio de su casa en M¨¦xico y toma un sorbo del vaso. Al fondo de aquel se encuentra una estructura blanca de una sola planta en forma de ele, constru¨ªda contra el muro trasero del terreno. Se trata del estudio de Garc¨ªa M¨¢rquez, el lugar que contiene su biblioteca, en donde ha escrito muchos de sus libros, El amor en los tiempos del c¨®lera, Noticia de un secuestro, La C¨¢ndida Er¨¦ndira y su t¨ªa desalmada, El amor y otros demonios, El general en su laberinto, las memorias Vivir para contarla y, m¨¢s recientemente, Mis putas tristes.

Intento resucitar el tema de aquel primer encuentro entre los dos. ?Desde cu¨¢ndo Garc¨ªa M¨¢rquez est¨¢ medio enamorado?, pregunto. ¡°?Medio?¡±, contesta Mercedes, ¡°completo¡±. Lo dice, de nuevo, con sorna y cari?o. R¨ªe comedido, pero r¨ªe sabroso. Ambos se miran de soslayo y Mercedes le sonr¨ªe tanto a Garc¨ªa M¨¢rquez como a m¨ª. Pero, hasta aqu¨ª llega su respuesta.

Entre Mercedes y Garc¨ªa M¨¢rquez no existi¨® nunca un noviazgo cl¨¢sico. S¨ª existieron amores de lejos. Garc¨ªa M¨¢rquez era, en un principio, amigo del padre de Mercedes, o, acaso, enamorado t¨ªmido, astutamente buscaba la amistad del padre para acercarse a la hija.

En 1950, se encuentra nuevamente con ella, que vive entonces en Barranquilla. Aunque no revela el nombre de su enamorada se sabe que en La Jirafa, la columna mencionada que publicaba en el diario de la ciudad, hablaba de Mercedes cuando, en diciembre de ese a?o, titul¨® una de ellas La amiga.

El escrito del joven periodista de 23 a?os es ya una declaraci¨®n de amor y una descripci¨®n de la adolescente,

Si, has crecido mucho desde la ¨²ltima vez, hace tres a?os, escribe., ¡­Creo que antes ten¨ªas los p¨®mulos menos pronunciados¡­, Pareces una mujer oriental¡­.

Demetrio Barcha pronto abri¨® una farmacia por la que pasaban a conversar Garc¨ªa M¨¢rquez y sus amigos, que ya comenzaban a destacar como escritores y periodistas del Grupo de Barranquilla.

¡°Yo conoc¨ªa a Alfonso (Fuenmayor), a Germ¨¢n (Vargas), a Alvaro (Cepeda Samudio)¡±, recuerda Mercedes. ¡°Eran amigos de pap¨¢. En ese momento ellos eran unos bohemios locos. Yo, una ni?a pura. Yo iba al colegio de las monjas en Medell¨ªn¡±, explica, pues curs¨® estudios hasta el bachillerato en colegios de monjas del pa¨ªs, una estricta educaci¨®n cat¨®lica.

Le pregunto cu¨¢ndo ley¨® lo que escrib¨ªa el joven Garc¨ªa M¨¢rquez. ¡°Lo leo por primera vez en La Jirafa¡±, contesta sin sentir necesidad de agregar m¨¢s. Insisto. Repite la misma frase, calmadamente, sin insistir. La breve respuesta parece no darle importancia a la existencia de Garc¨ªa M¨¢rquez en aquellos a?os. Sin embargo, contesta como una chica que sabe de qu¨¦ se trata la pregunta, pero que se hace todav¨ªa la dif¨ªcil con su pretendiente, que est¨¢ sentado frente a ella en la terraza de su residencia en Ciudad de M¨¦xico.

La pareja al llegar a Aracataca, en 2007.
La pareja al llegar a Aracataca, en 2007.William Fernando Martinez (ASSOCIATED PRESS)

?Qu¨¦ sent¨ªa cuando lo le¨ªa entonces, antes del noviazgo y del matrimonio? ¡°Nada¡±, confirma Mercedes sobriamente. ¡°Lo le¨ª y ya. Me gust¨® y ya. Dec¨ªa, mira lo que escribe Gabito¡±.

Pregunto si alguno de aquellos art¨ªculos de peri¨®dico la ha marcado.

¡°Marcarme, nada¡±, advierte para que las cosas queden claras. ¡°Puede ser lo que m¨¢s me gusta. Porque El N¨¢ufrago es una de esas y La Montesi tambi¨¦n¡±.

As¨ª, en 1955 ley¨® lo que llama El n¨¢ufrago, la historia del marino colombiano, Luis Alejandro Velasco, que cae al mar Caribe desde un destructor de la Marina Nacional y sobrevive, al garete, durante 10 d¨ªas. La historia, contada por el joven Garc¨ªa M¨¢rquez, fue un ¨¦xito period¨ªstico en el diario El Espectador de Bogot¨¢, en donde se public¨® a lo largo de 14 entregas. La serie se convertir¨ªa en el libro Relato de un n¨¢ufrago.

Con La Montesi, Mercedes se refiere a las corresponsal¨ªas que, desde Italia, Garc¨ªa M¨¢rquez env¨ªaba a El Espectador sobre la extra?a muerte de Wilma Montesi, asesinada en una playa romana bajo circunstancias nunca esclarecidas. A partir de 1955, el joven corresponsal escribi¨® sobre la investigaci¨®n polic¨ªaca, que caus¨® gran revuelo en la Italia de aquella ¨¦poca.

En julio de ese mismo a?o Garc¨ªa M¨¢rquez hab¨ªa viajado a Europa para instalarse como corresponsal para El Espectador. La relaci¨®n amorosa ser¨ªa aun m¨¢s distante.

De repente, Garc¨ªa M¨¢rquez interviene en la entrevista. El di¨¢logo permanente entre Mercedes y su Gabito contin¨²a.

¡°Yo sal¨ª de Barranquilla¡±, precisa, ¡°y cuando iba tempran¨ªsimo para el aeropuerto, tempranito, pas¨¦ por su casa y Mercedes estaba sentada en el suelo¡±.

¡°Yo, no lo vi¡±, tajante, interrumpe Mercedes, rotunda. Pone ¨¦nfasis en el ¡°yo¡± para recalcar, ir¨®nica, una situaci¨®n que ocurri¨® hace m¨¢s de 50 a?os. Como una pretendida que, todav¨ªa hoy, coquetea, medio en broma y medio en serio, haci¨¦ndose desear y que trata al aspirante con indiferencia o, peor, con el l¨¢tigo del desprecio.

¡°Y, me dije¡±, insiste Garc¨ªa M¨¢rquez, ¡°mejor sigo y le escribo desde all¨¢. Y, le escrib¨ª una carta en el avi¨®n¡±.

Tuvo tiempo para hacerlo. El vuelo de Barranquilla a Par¨ªs tom¨® 36 horas. ¡°En la primera escala¡±, Garc¨ªa M¨¢rquez contin¨²a, ¡°le mand¨¦ la primera carta. Yo le dec¨ªa en la carta, si no recibo respuesta, no volver¨¦ a Colombia¡±.

Mercedes escribe de vuelta, lo que equival¨ªa a una suerte de aceptaci¨®n del compromiso. Garc¨ªa M¨¢rquez llega en julio a Suiza. ¡°Desde Ginebra¡±, concluye, ¡°nos empezamos a escribir¡±.

Regreso a Mercedes y pregunto, ¡°?Flirtearon por escrito?¡±. Quisiera que sus respuestas fueran m¨¢s expl¨ªcitas. ¡°No¡±, aclara Mercedes, ¡°pura carta¡±. No hay desperdicio en sus palabras. ?Ocurre antes o despu¨¦s de los art¨ªculos sobre la Montesi? ¡°Ah¨ª ya nos escrib¨ªamos¡±, recuerda.

Se empe?a, con la tenue sonrisa en los labios, en explicar lo que era un noviazgo en su ¨¦poca. ¡°Desde que se me declara, yo, hasta el matrimonio, ?lo oyeron?, esperando. Ustedes se r¨ªen¡± ¡ªMercedes nos mira a Jaime Abello y a m¨ª¡ª, ¡°porque no entienden. Antes las cosas eran as¨ª. Era todo muy tradicional. Y, aquello va haci¨¦ndose¡±.

Aquel noviazgo por escrito continu¨® durante toda la estad¨ªa de Garc¨ªa M¨¢rquez en Europa y, luego, cuando se traslada a Venezuela en diciembre de 1957 para escribir en revistas de ese pa¨ªs. Culmina en marzo de 1958, cuando la pareja se casa en Barranquilla. Mercedes ten¨ªa 25 a?os de edad y Gabito 31. Se embarcan inmediatamente para Caracas. Se conoc¨ªan poco cara a cara; mucho, por correspondencia.

Sobre el destino de las numerosas cartas de amor que se dirigieron entre dos continentes existen varias versiones p¨²blicas. En ¨¦stas, Garc¨ªa M¨¢rquez cuenta, directa o indirectamente, que, en ese mismo a?o de 1958, el escritor compra a Mercedes las 650 hojas de aquella correspondencia amorosa por unos bol¨ªvares para que ¨¦sta las destruya.

Ahora, entre ambos, me presentan una nueva versi¨®n, por sus peque?as variantes.

¡°Las tir¨¦ todas en la chimenea. Se las compr¨¦ por mil pesos¡±, afirma Garc¨ªa M¨¢rquez.

¡°Las echaste en la basura¡±, Mercedes corrige y especifica, ¡°porque en Caracas no hab¨ªa chimeneas¡±. Podr¨ªamos a?adir que en Venezuela no se usaban tampoco los pesos. El humor va dirigido tanto a Garc¨ªa M¨¢rquez como a nosotros. El reproche serio y juguet¨®n llega con cari?o para su esposo. ¡°Cari?o, para que las cosas, todo, quede claro¡±.

Meses m¨¢s tarde, Mercedes dar¨¢ una ¨²ltim¨ªsima versi¨®n, definitiva, Garc¨ªa M¨¢rquez compr¨® las cartas por 100 d¨®lares, una buena suma en aquella ¨¦poca.

En este jugueteo entre los dos, que apuntala la conversaci¨®n, Mercedes va solt¨¢ndose. Se deja ir a describir o a conversar; es decir, agrega, a sus breves respuestas, una o dos palabras por aqu¨ª o por all¨¢.

¡°En Caracas viv¨ªamos normal¡±, dice. ¡°Gabito rabajaba con Plinio¡±. Plinio Apuleyo Mendoza es el amigo colombiano de estudios y de trabajo, desde los primeros a?os de la d¨¦cada de los cincuenta en Bogot¨¢, con quien Garc¨ªa M¨¢rquez viajar¨¢ a los pa¨ªses de Europa Oriental y que, desde Caracas, lo rescata haci¨¦ndole regresar de Europa a trabajar para las revistas Momento, Elite y Venezuela Gr¨¢fica.

Le pregunto a Mercedes si trabajaba en esa ¨¦poca. ¡°Nunca he trabajado. ?Para qu¨¦? Yo no s¨¦ hacer nada¡±. Responde, sincera y sin el m¨ªnimo indicio de falsa modestia.

?A pesar de las dificultades econ¨®micas de aquellos a?os?. Aprovecha para aclarar que no todos aquellos a?os ¡°felices e indocumentados¡± fueron de vacas flacas. Los tiempos dif¨ªciles fueron aquellos de la escritura de Cien a?os de soledad, m¨¢s tarde, cuando viv¨ªan en M¨¦xico.

¡°Es solo Cien a?os¡±, aclara Mercedes. ¡°Nada m¨¢s en un momento¡±.

Volviendo a los a?os venezolanos, Mercedes recuerda sobre todo el mes de enero de 1959, cuando Castro derroca a Batista en Cuba. Pocas semanas despu¨¦s, un representante del nuevo gobierno cubano llega a la oficina de Garc¨ªa M¨¢rquez en Caracas y lo invita a viajar a La Habana en avi¨®n. All¨ª, cubrir¨¢ los juicios p¨²blicos de los antiguos partidarios de Batista.

¡°Yo estaba en Barranquilla y Gabito se va a La Habana¡±, cuenta Mercedes. Viaja junto con Plinio Mendoza. Mercedes lo cuenta as¨ª, como si esa frase fuera suficiente, para nosotros, para evocar toda una ¨¦poca.

La Revoluci¨®n Cubana trastoca el continente, la izquierda y la derecha, la vida social, la cultura, el mundo intelectual. En los tres d¨ªas que Garc¨ªa M¨¢rquez pasa en La Habana, cuando aun todos pod¨ªan encontrar lo que quer¨ªan en la revoluci¨®n, conoce a varios de sus l¨ªderes y presencia situaciones que lo empujar¨¢n a comprometerse m¨¢s en la pol¨ªtica.

Con el benepl¨¢cito y el dinero de los cubanos, el periodista argentino Jorge Masetti crea Prensa Latina, una agencia de noticias latinoamericana. Con oficinas en todas las capitales de la regi¨®n, el nuevo proyecto capta entonces a los mejores periodistas que escriben en espa?ol y, por supuesto, Garc¨ªa M¨¢rquez se encuentra entre ellos.

¡°Nos fuimos a Bogot¨¢¡±, recuerda Mercedes, ¡°porque abren Prensa Latina all¨¢. Plinio era el jefe¡±.

Le pregunto por sus posiciones pol¨ªticas en la ¨¦poca. ¡°No ten¨ªa ninguna¡±, confiesa.

Y, sobre la situaci¨®n de la familia, pues en agosto de 1959 nace Rodrigo, su primer hijo, en Bogot¨¢. Garc¨ªa M¨¢rquez entra de nuevo en la conversaci¨®n. ¡°No hab¨ªa que pelear (entre nosotros) porque no hab¨ªa ni plata para pelear¡±.

¡°En aquella ¨¦poca¡±, retoma Mercedes la conversaci¨®n, ¡°uno se casaba. La obligaci¨®n de ¨¦l era mantener a la se?ora y punto. En la iglesia el cura dice: ¡®Te doy una compa?era y no una esclava¡¯, pero, uno lo invierte: ¡®Una esclava te doy¡±.

Lanza una sonrisa maliciosa, de ni?a que habla con sobreentendidos. Mir¨¢ndome con sus ojos vivaces y risue?os busca mi sonrisa.

Gabriel Garcia Marquez y su mujer, Mercedes Barcha, en octubre de 2010.
Gabriel Garcia Marquez y su mujer, Mercedes Barcha, en octubre de 2010. Edgar Negrete

Mientras m¨¢s se avanza en la entrevista, en la conversaci¨®n, m¨¢s Mercedes, calma, va despoj¨¢ndose uno a uno de los a?os y m¨¢s f¨¢cil es imaginarla, seg¨²n ella cuenta, como la traviesa colegiala que fumaba cigarrillos Lucky Strike a escondidas con sus primas en el pueblo de Sincelejo.

En 1960, Garc¨ªa M¨¢rquez viaja con Masetti por varios pa¨ªses de Am¨¦rica Latina estableciendo contactos para la nueva agencia noticiosa. Cuando, en enero de 1961, surge un nuevo puesto en la oficina de Prensa Latina en Nueva York, la familia se trasporta a esta ciudad, instal¨¢ndose en el hotel Webster, en la calle 45 Oeste de Manhattan. Desde all¨ª, Mercedes sale cada d¨ªa a pasear con su beb¨¦ por la Quinta Avenida y el Parque Central. ¡°As¨ª, me paseaba¡±, dice escuetamente, como si esas tres palabras nos dieran para imaginarla caminando cada d¨ªa por las calles de la ciudad.

La estad¨ªa en Nueva York durar¨¢ solamente cinco meses. Para su sorpresa, Garc¨ªa M¨¢rquez hab¨ªa encontrado una oficina agitada y asediada, por fuera, por los anticastristas que amenazaban con incendiar los locales o asesinar a sus periodistas y, por dentro, por los comunistas ortodoxos cubanos y europeos que quer¨ªan excluir del liderazgo de la agencia a periodistas jovenes como Gabo y sus amigos.

Pregunto a Mercedes c¨®mo fue vivir en aquellas circunstancias. ¡°Me daban miedo esas cosas¡±, dice. ¡°Como yo no sab¨ªa, ni me contaban...¡±.

Entra Garc¨ªa M¨¢rquez nuevamente en el ruedo. ¡°Yo quer¨ªa protegerla de todo eso. Yo, no le pasaba los problemas, ni nada de eso¡±. Mercedes agrega: ¡°Gabito me dijo que lo amenazaban en la oficina¡±. Prontamente, Garc¨ªa M¨¢rquez renuncia a su puesto.

¡°En Prensa Latina se pleitea con los comunistas ortodoxos y con el periodismo¡±, dice Mercedes, ¡°y se viene a M¨¦xico. Para hacer cine¡±. Por un tiempo, pues, se distancia de lo que ocurre en Cuba.

Mercedes recuerda qu¨¦ personaje e incidente de aquella ¨¦poca la marc¨®. ¡°Me impact¨® la muerte de Kennedy¡±, responde.

Me sorprende escuchar el nombre del presidente de los Estados Unidos que apoy¨® la invasi¨®n de Playa Gir¨®n o de Bah¨ªa de Cochinos en 1961 y que fue asesinado en 1963.

¡°Yo estaba peleada con los cubanos desde Nueva York¡±, aclara, y no le importaba lo que dijeran o pensaran.

Al abandonar el puesto en Prensa Latina les quedan solo 200 d¨®lares como toda fortuna para llegar a M¨¦xico. A mediados de junio de 1961, los Garc¨ªa Barcha toman un autob¨²s de l¨ªnea Greyhound en direcci¨®n a la frontera. El viaje los llevar¨¢ por la costa este de los Estados Unidos y por los Estados sure?os de Virginia, las Carolinas, Georgia, Alabama, Misisip¨ª, Luisiana y Tejas.

¡°Yo era lector de la literatura del Sur y quer¨ªa ver todo aquello¡±, confirma Garc¨ªa M¨¢rquez.

¡°El viaje era por Faulkner. Una cosa es leerlo y otra cosa, verlo¡±, explica Mercedes como si ya hubi¨¦ramos experimentado el racismo sure?o. ¡°Llegamos a un hotel y all¨ª me prohib¨ªan la entrada porque dijeron, ¡®La se?ora es mexicana¡¯, y tuve que ense?arles el pasaporte¡±.

¡°Habl¨¢bamos de todo durante el viaje. Yo viajaba y ve¨ªa el Sur como si hubiera vivido ah¨ª por lo que le¨ªa¡±, dice Garc¨ªa M¨¢rquez.

¡°Me imagino que Gabito me comentaba las casas del Sur, ?sabes?. Esas casonas blancas con columnas¡±, intenta recordar Mercedes.

?Cu¨¢nto dur¨® el viaje?, pregunto. Garc¨ªa M¨¢rquez responde velozmente: ¡°Todav¨ªa sigue¡±. M¨¢s seria, Mercedes contesta: ¡°Como un mes de Nueva York a Laredo (Tejas) y de Laredo a Ciudad de M¨¦xico¡±.

Y, ?c¨®mo se comunicaban con la gente en ese recorrido estadounidense? ¡°Gabito, en esa ¨¦poca, hablaba ingl¨¦s¡±, contesta Mercedes.

Sorprendido por la respuesta me vuelvo hacia ¨¦l. ¡°Donde ten¨ªa que hablarlo, me sal¨ªa¡±, rectifica. ¡°Me toca hablarlo y lo chapurreo¡±.

En M¨¦xico vivir¨¢n un primer tiempo, de 1961 a 1967, a?o de la publicaci¨®n de Cien a?os de soledad. En abril de1962 nace all¨ª Gonzalo, el segundo hijo de la pareja. Al principio de la estad¨ªa, Garc¨ªa M¨¢rquez, a pesar de ser un periodista establecido y de tener ya varios libros publicados, se aleja, hubiera parecido que definitivamente, del periodismo y de la literatura.

¡°[Gabo] Hac¨ªa publicidad y guiones. Cuando llegamos hac¨ªa unos programas de radio para la Universidad¡­ y las revistas de [Gustavo] Alatriste¡±, explica Mercedes, refiri¨¦ndose con estas ¨²ltimas a La Familia y Sucesos para todos, publicaciones mexicanas de corte popular que el escritor dirige por unos dieciocho meses antes de dedicarse a escribir guiones cinematogr¨¢ficos.

Al igual que en Venezuela, Mercedes solo se ocupa de la casa. ¡°Yo nunca he trabajado¡±, recuerda. ¡°Yo pas¨¦ de mi pap¨¢ a aqu¨ª. Si no hab¨ªa papeles para trabajar¡±, agrega. ¡°?ramos indocumentados. A Gabito le daban unos permisos con el cine. El conoc¨ªa a una gente¡±.

En los a?os siguientes la familia se ve obligada a vivir con gran estrechez econ¨®mica. ¡°Como ¨¦ramos j¨®venes no te enteras. Es que como yo nunca he sido dram¨¢tica. Eso es un equipo¡±.

Escaseaba tanto el dinero que, como ya es sabido, no tienen el dinero suficiente para mandar el manuscrito completo de Cien a?os por correo a Editorial Sudamericana en Argentina y tienen que enviar primero una mitad.

Mientras viven en Ciudad de M¨¦xico, se publica Cien a?os de soledad en Buenos Aires, luego de a?o y medio de escritura. El libro se convierte en una verdadera sensaci¨®n literaria continental.

¡°Cuando me lo mandaron de [Editorial] Sudamericana¡±, cuenta Mercedes, ¡°lo le¨ª en la cama y Gabito estaba acostado al lado m¨ªo, a ver c¨®mo reaccionaba¡±. Y, ?c¨®mo lo ley¨®? ¡°Lo le¨ª avorazada¡±, responde con aquel adjetivo coste?o, como corresponde.

Pregunto: ¡°?No hab¨ªa le¨ªdo los borradores o el manuscrito?¡±.

¡°Yo, lo leo por escrito [impreso]¡±, confirma. ¡°A m¨ª no me gusta nada de eso [de leer manuscritos]¡±.

De los libros de Garc¨ªa M¨¢rquez, ?cu¨¢l le gusta m¨¢s?.

¡°?A m¨ª? Cien a?os de soledad. ?No es?¡±, pregunta y me mira a los ojos, como dudando sin duda alguna, insistiendo suavecito. ¡°Me lo he le¨ªdo tres veces. Es una maravilla. Ese cap¨ªtulo de la lluvia y de la peste. ?Esa ?rsula! La pobre ?rsula es una maravilla¡±, dice. Por fin, Mercedes se nos entusiasma, con mucha tranquilidad: ¡°?Es que es como un torrente!. Uno pasa de cap¨ªtulo y no se da cuenta. Cuando vas de un cap¨ªtulo a otro, t¨² no lo notas¡±.

Lo afirma alegre con una sonrisa, a esta edad, levemente t¨ªmida. Mercedes no sabe que tiene la autoridad que le da toda una vida de lectora vivida con Garc¨ªa M¨¢rquez.

¡°En el 1967 nos vamos a Espa?a¡±, recuerda Mercedes. ¡°Y, antes, a Argentina. All¨ª conocimos a Tom¨¢s Eloy [Mart¨ªnez], que era un ni?o¡±. Mercedes no cae en cuenta de que el ni?o argentino del que habla ten¨ªa la misma edad que ella. Mart¨ªnez se convertir¨¢ en amigo ¨ªntimo de la pareja hasta su muerte en enero de 2010.

En Argentina, la publicaci¨®n de Cien a?os transformar¨ªa a Garc¨ªa M¨¢rquez, de la noche a la ma?ana, en un personaje p¨²blico internacional. Los argentinos devoran la novela, se vende en los supermercados y las amas de casa adquieren sus ejemplares cuando van de compras. Con el ¨¦xito, la familia abandona M¨¦xico y se mudar¨¢ a Europa, en donde residir¨¢ hasta 1975.

Interviene, entonces, Jaime Garc¨ªa M¨¢rquez, el hermano del escritor que ha estado escuchando la conversaci¨®n. ¡°En Buenos Aires, [Gabito] dijo: ¡®Yo lo que s¨¦ es echar cuentos¡¯ y cuenta la Cr¨®nica de una muerte anunciada¡±. La narra en p¨²blico en Argentina unos 14 a?os antes de publicarla en 1981. El relato trata de un amigo de Garc¨ªa M¨¢rquez, asesinado por los hermanos de la muchacha a la que deshonr¨®.

Pareciera que Mercedes comenzara, ahora, a estas alturas de la entrevista, a sentir que el alboroto nuestro, las intervenciones, las precisiones que le exigen mis preguntas, la agobia. Se calla un poco a ver si concluyo nuestro encuentro en su casa del D.F.

Se me ocurre que los recuerdos de Mercedes no enga?an al que los escucha con detenimiento. Con el pasar de los a?os sus verdaderas memorias y an¨¦cdotas, sus preferidas, se han convertido pr¨¢cticamente solo en aquellas que preceden o de poco rebasan la publicaci¨®n de Cien a?os; aquellas vivencias ¨ªntimas cuando las cosas en la familia no parec¨ªan tener un rumbo definido, cuando estaban aun haci¨¦ndose, forj¨¢ndose o que, en realidad, s¨ª marcaban ya un destino, pero que no se advert¨ªa aun.

Las concibe del mismo modo que el propio Garc¨ªa M¨¢rquez, cuando los dos eran ¡°felices e indocumentados¡±. El resto de la historia que viene despu¨¦s se debe a aquellos primeros a?os an¨®nimos. A?os que, para ellos, contaron; los que cuando se recuerdan se siente que tuvieron m¨¢s sustancia y fuerza, m¨¢s an¨¦cdotas, exactitud, m¨¢s detalles. El tiempo que llega despu¨¦s, se vive como l¨®gica consecuencia del primero.

Pregunto nuevamente por el incidente hist¨®rico que m¨¢s impacto tiene en ella en aquellos a?os posteriores a Cien a?os de soledad. Sin titubear, Mercedes contesta que fue la muerte de Salvador Allende en septiembre de 1973. Es la segunda muerte de un presidente que la impresiona en dos d¨¦cadas corridas.

¡°Gabito est¨¢ en Bogot¨¢ y yo estaba en la costa. Y llego a Bogot¨¢ y Gabito me dice: ¡®est¨¢n dispar¨¢ndole a Allende en La Moneda¡±.

Garc¨ªa M¨¢rquez, acompa?ado de su esposa, Mercedes Barcha, y de sus hijos, Gonzalo y Rodrigo.
Garc¨ªa M¨¢rquez, acompa?ado de su esposa, Mercedes Barcha, y de sus hijos, Gonzalo y Rodrigo.Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez Papers (Harry Ransom Center)

Es este, acaso, el incidente pol¨ªtico que m¨¢s marcar¨¢, tambi¨¦n, en esa d¨¦cada la carrera de escritor y de periodista de Garc¨ªa M¨¢rquez. Con el golpe de estado en Chile, Garc¨ªa M¨¢rquez promete abandonar la escritura de novelas hasta que caiga el Gobierno de Pinochet. Y, encuentra la motivaci¨®n para retomar el periodismo, descuidado desde 1961, cuando la experiencia con Prensa Latina en Nueva York.

¡°En Alternativa, era solo colaborador y comienza el periodismo de nuevo¡±, Mercedes aclara. Se refiere a la creaci¨®n en Colombia de la revista Alternativa, que funda en febrero de 1974 junto a los periodistas Enrique Santos y Antonio Caballero.

Les pregunto a ambos cu¨¢l es la raz¨®n para ese regreso.

Mercedes se detiene. Con su sonrisa, mira a Garc¨ªa M¨¢rquez. Este responde: ¡°Independientemente de todo, yo siempre segu¨ªa leyendo. De pol¨ªtica, de todo¡±.

Con sus pocas palabras Mercedes aclara: ¡°Era como natural¡±. Lo dice con ese alargar de vocales oriundo de la costa, y deja entender que la vuelta al periodismo y a la escritura de novelas fue m¨¢s bien un proceso, poco a poco. Natural, pues. ¡°No es por Allende¡±, insiste.

Insisto un poco m¨¢s, manteni¨¦ndome en el tema.

¡°Siempre he estado en la vida¡±, concluye Garc¨ªa M¨¢rquez. Mercedes agrega, dirigi¨¦ndose esta vez a su esposo: ¡°Yo recuerdo que una vez t¨² dijiste, est¨¢ pasando esto, est¨¢ pasando aquello y dijiste que quer¨ªas volver a escribir¡±.

¡°Yo siempre lo he visto igual, el periodismo, la literatura¡±, concluye Garc¨ªa M¨¢rquez.

Las preguntas hacen menos mella en mi interlocutora que al principio. Mercedes no aspira a ser una entrevistada de largo aliento. Cuando acaba con una respuesta, acaba. Comienzo a preguntar sobre temas m¨¢s generales, antes de que me anuncien que se sec¨® el pozo.

Mercedes es lectora asidua de diarios. Lee regularmente varios cada d¨ªa. ¡°EL PA?S [de Espa?a] es el que m¨¢s me gusta¡±, afirma. ¡°[En los diarios] Uno tropieza todos los d¨ªas con tanta mala escritura¡±. Me pregunto si, acaso todav¨ªa enamorada, su modelo ejemplar no ser¨¢n por siempre los escritos period¨ªsticos de Garc¨ªa M¨¢rquez.

Recuerdo que Miguel Angel Asturias, premio N¨®bel de Literatura en 1967, se lamentaba de haber sido honrado con casi 70 a?os. De haber recibido el premio en su juventud o en su madurez, dec¨ªa, hubiera olvidado sus propias dudas sobre el valor de su obra y hubiera escrito novelas aun m¨¢s ambiciosas. Para Garc¨ªa M¨¢rquez las cosas fueron diferentes, pues, en 1982, ten¨ªa solamente 55 a?os.

¡°El Nobel me volvi¨® viejo¡±, dice. ¡°Lleg¨® en un momento en el que uno se convierte viejo. Ya no me dejo tocar¡±.

Desde su propia perspectiva, Mercedes piensa en esos a?os y agrega: ¡°Era antes peor [la algarab¨ªa alrededor de su esposo]. El Nobel era una culminaci¨®n del alboroto. Fue, entonces, que se alborot¨® el paraco¡±, concluye empleando la frase coste?a.

Abordo un plano m¨¢s ¨ªntimo. Dos elementos surgen espont¨¢neamente, las amistades y la estabilidad familiar.

Despu¨¦s de la publicaci¨®n de Cien a?os y de la recepci¨®n del premio Nobel , comenz¨® una noria de nuevas amistades y de conocidos ¨Ccientos de ellos¨C seguida por una permanente filtraci¨®n y selecci¨®n.

Pregunto, pues quiero saber c¨®mo manejaban a los escritores, pol¨ªticos, hombres de Estado, periodistas, artistas y lectores corrientes que se les acercaban.

Garc¨ªa M¨¢rquez comienza una breve respuesta y Mercedes lo mira entretanto. Parecen estar de acuerdo. ¡°Hay distintas categor¨ªas de amistades¡±, dice, ¡°seg¨²n las circunstancias¡±.

No se expanden. Insisto. Le pregunto a Mercedes, pues ten¨ªan y tienen aun una gran cantidad de amigos, ?c¨®mo se proteg¨ªan?.

Garc¨ªa M¨¢rquez nuevamente responde: ¡°Porque sab¨ªa huir, cu¨¢les s¨ª y cu¨¢les no. Yo, lo ¨²nico que s¨¦ con seguridad es que jam¨¢s me ligu¨¦ con quien no tuviera que ligarme. Todos los d¨ªas de la vida, nosotros siempre hemos estado del buen lado¡±.

?Lo que le ha dado la seguridad a lo largo de la vida con Garc¨ªa M¨¢rquez?, pregunto a Mercedes. ¡°La familia¡±, responde autom¨¢ticamente, ¡°familias estables. T¨² sab¨ªas quien era tu pap¨¢ y tu mam¨¢¡±. Regresa siempre a su origen.

?Cu¨¢l es la clave de m¨¢s de medio siglo de matrimonio?

¡°Aqu¨ª todo es igual¡±, dice. ¡°Aqu¨ª son los vasos comunicantes¡±.

¡°Los periodistas le buscan siempre demasiadas patas al gato¡±, repite lo ya dicho, requintando, para asegurarse de que entend¨ª.

Explica que entre ella y Carmen Balcells, la agente literaria en Barcelona, administran los bienes del escritor. ¡°Carmen Balcells es un genio¡±, aclara.

Jaime Abello interviene, pues tampoco quiere que se desv¨ªe la conversaci¨®n. Quiere saber exactamente c¨®mo ha sido vivir con Garc¨ªa M¨¢rquez por m¨¢s de medio siglo.

¡°Para m¨ª, es normal¡±, responde. Se le insiste.

¡°Para m¨ª, todo es natural. Pero, naces as¨ª. Y, c¨®mo fastidian con eso, inventando historias, eso es as¨ª o no es as¨ª¡±.

Para Mercedes, las cosas son claras. En realidad, si la comprendi¨¦ramos a cabalidad no hubiera habido ninguna necesidad de realizar esta entrevista. Tanta pregunta; si todo es transparente y obvio. Las respuestas son, para ella, evidentes. El gato, cuatro patas solamente. Y, tambi¨¦n, aunque se preste al juego de la pregunta y la respuesta, existe siempre la cautela con los periodistas.

¡°[Gabito] Dice que nunca me ha visto con problemas existenciales¡±, Mercedes aclara. ¡°Yo soy as¨ª¡±.

Sin orgullo cuenta lo siguiente, lo hace sin pretender nada, como una an¨¦cdota neutra que la resume: ¡°Yo le d¨ª una cita a una muchacha en el Sanborn?s de Obreg¨®n y la encuentro temblorosa y le pregunto ¡®?por qu¨¦?¡¯, y me dice: ¡®Ay, se?ora es que yo la esperaba con joyas y pieles¡±. Con explicaciones de este tipo, Mercedes se protege de tener que agregar m¨¢s palabras.

¡°Es que ella no sabe qui¨¦n es¡±, remacha Garc¨ªa M¨¢rquez. Es evidente, sin embargo, que s¨ª quiere seguir siendo lo que ha sido.

Como todo segundo encuentro, el que tuvo lugar en la casa de Cartagena no fue igual al primero en el D.F. Cambia el lugar, el ambiente, cambian los temas, cambia, por supuesto, la gente, su disposici¨®n. En realidad, para Mercedes la entrevista hab¨ªa conclu¨ªdo en M¨¦xico. El encuentro de Cartagena era una ?apa tropical, m¨¢s breve e ¨ªntima.

Observo que en la costa, por su porte, por su vestimenta, Mercedes se encuentra m¨¢s a gusto. Habr¨¢ menos detalles de qu¨¦ hablar. A menudo, lo que uno es no se dice, ni con detalles, ni con recuerdos precisos.

Aprovecho y pregunto: ?C¨®mo definir¨ªas la vida pasada con Garc¨ªa M¨¢rquez?

¡°Sin pleitos¡±, responde, ¡°como que se ha hecho muy corta. Porque, oye, cincuentid¨®s a?os son cincuentid¨®s a?os. Vivida tranquila. C¨®mo se pas¨® todo tan r¨¢pido¡±.

Garc¨ªa M¨¢rquez interviene: ¡°Es que est¨¢bamos muy ocupados, en nosotros mismos. Los hijos eran los juguetes m¨¢s berracos. Ahora, los hijos somos nosotros. Son ellos los pap¨¢s¡±.

¡°Muy divertida la vida nuestra¡±, concluye Mercedes.

Observo que muchos de sus allegados afirman que Mercedes es la columna de la pareja.

¡°Eso dice la gente¡±, comenta. ¡°No s¨¦ por qu¨¦ lo dicen. ?Por qu¨¦? El que hace las cosas es Gabo. Es que nosotros somos, como dicen los j¨®venes, unos dinosaurios. Me gusto como soy, indica, no quisiera ser otra persona¡±.

¡°Yo quisiera cambiarla, pero no se deja¡±, bromea Garc¨ªa M¨¢rquez. ¡°Es firme, con el pu?o as¨ª¡±. Lo cierra lentamente. ¡°Suave, pero firme. ?Se puede decir eso? Nosotros¡±, contin¨²a el escritor, ¡°hablamos de muchas cosas en la cama. Nos arreglamos¡±.

¡°El matrimonio es como una sociedad, pero hay que ser amigos¡±, a?ade Mercedes.

¡°S¨ª¡±, dice Garc¨ªa M¨¢rquez, ¡°pero hay que ponerle trabajo. Es un oficio muy jodido. Desde que uno se despierta¡±.

Pasamos a los hijos y a su crianza en pa¨ªses extranjeros.

¡°Los hijos, de aqu¨ª [Colombia] no tienen nada¡±, explica Mercedes. ¡°Uno se cri¨® en M¨¦xico y Par¨ªs y el otro en los Estados Unidos¡±.

Continuamos asociando temas en el calor sofocante que ya comenzaba a ceder. Le hago observar a Mercedes que en sus conversaciones emplea constantemente palabras del vocabulario de la costa colombiana. Sorprendida, con otra gran sonrisa de satisfacci¨®n, responde sesgado: ¡°A veces, cuando vuelvo ac¨¢, yo tengo que hacer doblaje. Es las palabras [mexicanas] que no saben¡±.

Garc¨ªa M¨¢rquez pidi¨® otra copa de vino blanco. El vaso de jugo de mora de Mercedes segu¨ªa medio lleno sobre la mesa. El tema enorme que flotaba en el aire de aquella casa abierta de Cartagena era, ?c¨®mo se sigue siendo coste?o a lo largo de tantos a?os de vivir fuera de la regi¨®n y del pa¨ªs?

Garc¨ªa M¨¢rquez escuchaba. Mercedes y yo conversamos sobre Conrad, Nabokov, Beckett que, al igual que Garc¨ªa M¨¢rquez, pasaron muchos a?os de su vida en otro pa¨ªs que el suyo. Acordamos, sin embargo, que al terminar escribiendo en el idioma de ese otro pa¨ªs, que no hablaba su lengua materna, vivieron otra experiencia. Son escritores que se adentran cuerpo y alma en otra lengua que la suya.

¡°Y, Conrad, ?su mujer era inglesa?¡±, pregunt¨® Mercedes como si buscara el detalle decisivo de la biograf¨ªa del escritor brit¨¢nico polaco. No conoc¨ªa yo entonces la respuesta. Supuse que, en materia de identidad, Mercedes, probablemente por experiencia propia, considera clave la nacionalidad de la mujer en la pareja. La respuesta ¡ªla se?ora de Conrad era inglesa¡ª le da acaso la raz¨®n.

Platicamos otro poco sobre aquellos escritores que, a pesar de residir por voluntad propia en el extranjero, se mantienen siempre apegados a la lengua y a la cultura en la que nacieron, no importa el n¨²mero de a?os vividos fuera.

Mercedes trajo a colaci¨®n a Julio Cort¨¢zar. ¡°Cort¨¢zar ten¨ªa su acento¡±, observ¨®, ¡°pero sigui¨® siendo argentino¡±. Buen ejemplo, pens¨¦.

¡°Pa?uno es normal¡±, afirm¨®. Hablaba en nombre de la pareja. ¡°Creo que hay gente que quiere¡±. Mercedes llegaba a una conclusi¨®n, hay que quererlo, la identidad es tambi¨¦n deseo y af¨¢n. No se iba una leve sonrisa de sus labios. ¡°Creo que hay gente que quiere¡±, repiti¨®.

Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo

?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?

Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.

?Por qu¨¦ est¨¢s viendo esto?

Flecha

Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.

En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PA?S
Recomendaciones EL PA?S
_
_
seductrice.net
universo-virtual.com
buytrendz.net
thisforall.net
benchpressgains.com
qthzb.com
mindhunter9.com
dwjqp1.com
secure-signup.net
ahaayy.com
tressesindia.com
puresybian.com
krpano-chs.com
cre8workshop.com
hdkino.org
peixun021.com
qz786.com
utahperformingartscenter.org
worldqrmconference.com
shangyuwh.com
eejssdfsdfdfjsd.com
playminecraftfreeonline.com
trekvietnamtour.com
your-business-articles.com
essaywritingservice10.com
hindusamaaj.com
joggingvideo.com
wandercoups.com
wormblaster.net
tongchengchuyange0004.com
internetknowing.com
breachurch.com
peachesnginburlesque.com
dataarchitectoo.com
clientfunnelformula.com
30pps.com
cherylroll.com
ks2252.com
prowp.net
webmanicura.com
sofietsshotel.com
facetorch.com
nylawyerreview.com
apapromotions.com
shareparelli.com
goeaglepointe.com
thegreenmanpubphuket.com
karotorossian.com
publicsensor.com
taiwandefence.com
epcsur.com
southstills.com
tvtv98.com
thewellington-hotel.com
bccaipiao.com
colectoresindustrialesgs.com
shenanddcg.com
capriartfilmfestival.com
replicabreitlingsale.com
thaiamarinnewtoncorner.com
gkmcww.com
mbnkbj.com
andrewbrennandesign.com
cod54.com
luobinzhang.com
faithfirst.net
zjyc28.com
tongchengjinyeyouyue0004.com
nhuan6.com
kftz5k.com
oldgardensflowers.com
lightupthefloor.com
bahamamamas-stjohns.com
ly2818.com
905onthebay.com
fonemenu.com
notanothermovie.com
ukrainehighclassescort.com
meincmagazine.com
av-5858.com
yallerdawg.com
donkeythemovie.com
corporatehospitalitygroup.com
boboyy88.com
miteinander-lernen.com
dannayconsulting.com
officialtomsshoesoutletstore.com
forsale-amoxil-amoxicillin.net
generictadalafil-canada.net
guitarlessonseastlondon.com
lesliesrestaurants.com
mattyno9.com
nri-homeloans.com
rtgvisas-qatar.com
salbutamolventolinonline.net
sportsinjuries.info
wedsna.com
rgkntk.com
bkkmarketplace.com
zxqcwx.com
breakupprogram.com
boxcardc.com
unblockyoutubeindonesia.com
fabulousbookmark.com
beat-the.com
guatemala-sailfishing-vacations-charters.com
magie-marketing.com
kingstonliteracy.com
guitaraffinity.com
eurelookinggoodapparel.com
howtolosecheekfat.net
marioncma.org
oliviadavismusic.com
shantelcampbellrealestate.com
shopleborn13.com
topindiafree.com
v-visitors.net
djjky.com
053hh.com
originbluei.com
baucishotel.com
33kkn.com
intrinsiqresearch.com
mariaescort-kiev.com
mymaguk.com
sponsored4u.com
crimsonclass.com
bataillenavale.com
searchtile.com
ze-stribrnych-struh.com
zenithalhype.com
modalpkv.com
bouisset-lafforgue.com
useupload.com
37r.net
autoankauf-muenster.com
bantinbongda.net
bilgius.com
brabustermagazine.com
indigrow.org
miicrosofts.net
mysmiletravel.com
selinasims.com
spellcubesapp.com
usa-faction.com
hypoallergenicdogsnames.com
dailyupdatez.com
foodphotographyreviews.com
cricutcom-setup.com
chprowebdesign.com
katyrealty-kanepa.com
tasramar.com
bilgipinari.org
four-am.com
indiarepublicday.com
inquick-enbooks.com
iracmpi.com
kakaschoenen.com
lsm99flash.com
nana1255.com
ngen-niagara.com
technwzs.com
virtualonlinecasino1345.com
wallpapertop.net
casino-natali.com
iprofit-internet.com
denochemexicana.com
eventhalfkg.com
medcon-taiwan.com
life-himawari.com
myriamshomes.com
nightmarevue.com
healthandfitnesslives.com
androidnews-jp.com
allstarsru.com
bestofthebuckeyestate.com
bestofthefirststate.com
bestwireless7.com
britsmile.com
declarationintermittent.com
findhereall.com
jingyou888.com
lsm99deal.com
lsm99galaxy.com
moozatech.com
nuagh.com
patliyo.com
philomenamagikz.net
rckouba.net
saturnunipessoallda.com
tallahasseefrolics.com
thematurehardcore.net
totalenvironment-inthatquietearth.com
velislavakaymakanova.com
vermontenergetic.com
kakakpintar.com
begorgeouslady.com
1800birks4u.com
2wheelstogo.com
6strip4you.com
bigdata-world.net
emailandco.net
gacapal.com
jharpost.com
krishnaastro.com
lsm99credit.com
mascalzonicampani.com
sitemapxml.org
thecityslums.net
topagh.com
flairnetwebdesign.com
rajasthancarservices.com
bangkaeair.com
beneventocoupon.com
noternet.org
oqtive.com
smilebrightrx.com
decollage-etiquette.com
1millionbestdownloads.com
7658.info
bidbass.com
devlopworldtech.com
digitalmarketingrajkot.com
fluginfo.net
naqlafshk.com
passion-decouverte.com
playsirius.com
spacceleratorintl.com
stikyballs.com
top10way.com
yokidsyogurt.com
zszyhl.com
16firthcrescent.com
abogadolaboralistamd.com
apk2wap.com
aromacremeria.com
banparacard.com
bosmanraws.com
businessproviderblog.com
caltonosa.com
calvaryrevivalchurch.org
chastenedsoulwithabrokenheart.com
cheminotsgardcevennes.com
cooksspot.com
cqxzpt.com
deesywig.com
deltacartoonmaps.com
despixelsetdeshommes.com
duocoracaobrasileiro.com
fareshopbd.com
goodpainspills.com
hemendekor.com
kobisitecdn.com
makaigoods.com
mgs1454.com
piccadillyresidences.com
radiolaondafresca.com
rubendorf.com
searchengineimprov.com
sellmyhrvahome.com
shugahouseessentials.com
sonihullquad.com
subtractkilos.com
valeriekelmansky.com
vipasdigitalmarketing.com
voolivrerj.com
zeelonggroup.com
1015southrockhill.com
10x10b.com
111-online-casinos.com
191cb.com
3665arpentunitd.com
aitesonics.com
bag-shokunin.com
brightotech.com
communication-digitale-services.com
covoakland.org
dariaprimapack.com
freefortniteaccountss.com
gatebizglobal.com
global1entertainmentnews.com
greatytene.com
hiroshiwakita.com
iktodaypk.com
jahatsakong.com
meadowbrookgolfgroup.com
newsbharati.net
platinumstudiosdesign.com
slotxogamesplay.com
strikestaruk.com
trucosdefortnite.com
ufabetrune.com
weddedtowhitmore.com
12940brycecanyonunitb.com
1311dietrichoaks.com
2monarchtraceunit303.com
601legendhill.com
850elaine.com
adieusolasomade.com
andora-ke.com
bestslotxogames.com
cannagomcallen.com
endlesslyhot.com
iestpjva.com
ouqprint.com
pwmaplefest.com
qtylmr.com
rb88betting.com
buscadogues.com
1007macfm.com
born-wild.com
growthinvests.com
promocode-casino.com
proyectogalgoargentina.com
wbthompson-art.com
whitemountainwheels.com
7thavehvl.com
developmethis.com
funkydogbowties.com
travelodgegrandjunction.com
gao-town.com
globalmarketsuite.com
blogshippo.com
hdbka.com
proboards67.com
outletonline-michaelkors.com
kalkis-research.com
thuthuatit.net
buckcash.com
hollistercanada.com
docterror.com
asadart.com
vmayke.org
erwincomputers.com
dirimart.org
okkii.com
loteriasdecehegin.com
mountanalog.com
healingtaobritain.com
ttxmonitor.com
nwordpress.com
11bolabonanza.com