Democracias opuestas: Benito Ju¨¢rez y Napole¨®n III
Benito Ju¨¢rez no se lanz¨® en contra del periodismo. Cuando finaliz¨® la intervenci¨®n francesa puso en vigor la Ley Zarco, muy abierta en materia de libertad de prensa
Se cumplen 215 a?os del natalicio de Benito Ju¨¢rez, principal integrante del pante¨®n heroico mexicano. Fue un pol¨ªtico controvertido, pero tras su muerte las facciones liberales se reconciliaron con su memoria, como han mostrado las historiadoras Carmen V¨¢zquez Mantec¨®n y Rebeca Villalobos.
Esa memoria, como todas, est¨¢ llena de olvidos convenientes. No se recuerdan sus actividades contra el pueblo binniz¨¢ ni su desbordada simpat¨ªa por los pol¨ªticos y empresarios estadounidenses. Tampoco suele destacarse su habilidad pol¨ªtica. Como si se?alar que era un hombre ambicioso, que hizo de todo para conservar el poder, da?ara su inmaculada imagen. Benito Ju¨¢rez era un civil sin mando de tropa; rodeado de militares criollos, m¨¢s j¨®venes que ¨¦l, igualmente ambiciosos, con amplias clientelas pol¨ªticas y gente armada a su disposici¨®n. Ese abogado ind¨ªgena, de pocas palabras, consigui¨® en un par de a?os mediante argucias legales y alianzas, sacar de la competencia por el poder a los generales Manuel Doblado, Santiago Vidaurri y Jes¨²s Gonz¨¢lez Ortega. Eso me parece muy admirable. Con la ley en la mano, retuvo la presidencia hasta 1872, cuando muri¨®.
La cualidad m¨¢s destacada de Ju¨¢rez en el relato patri¨®tico del pasado mexicano es la defensa de la soberan¨ªa frente a la intervenci¨®n francesa. Se suele confrontar su figura con la de Maximiliano de Habsburgo, el emperador sostenido por las bayonetas europeas. Me parece m¨¢s fruct¨ªfera la comparaci¨®n entre el presidente mexicano y el emperador de los franceses, pues da cuenta de dos formas distintas de concebir la democracia.
Ju¨¢rez lleg¨® a la presidencia de M¨¦xico sin ser electo para ese cargo. A finales de 1857, los conservadores se rebelaron contra la Constituci¨®n. El presidente de la rep¨²blica, Ignacio Comonfort, secund¨® el golpe de Estado. Al final, ni los liberales ni los conservadores respetaron su investidura. Legalmente, en ausencia del titular del poder ejecutivo, el cargo correspond¨ªa al presidente de la Suprema Corte de Justicia, puesto que ostentaba Benito Ju¨¢rez. Durante aquellos a?os de guerra civil, su legitimidad emanaba de la Constituci¨®n, no de los votos. Cuando concluy¨® ese conflicto, Ju¨¢rez gan¨® por vez primera una contienda electoral por la presidencia de la rep¨²blica, pero la intervenci¨®n militar francesa ocasionar¨ªa que, en uso de poderes extraordinarios, alargara su mandato. No sobra decir que esto fue muy criticado, no por los conservadores, sino por numerosos liberales.
Para Ju¨¢rez, ocupar el cargo m¨¢s importante del poder ejecutivo nacional no depend¨ªa exclusivamente del voto popular sino de la Constituci¨®n y las leyes. Solo en una ocasi¨®n apel¨® al pueblo soberano. En la convocatoria de agosto de 1867 para elegir diputados al Congreso de la Uni¨®n, presidente y magistrados del poder judicial, introdujo un plebiscito para saltarse las leyes. Gan¨® la votaci¨®n a la presidencia, pero no consigui¨® su objetivo de dividir al poder legislativo. Nunca m¨¢s intent¨® algo parecido.
Su n¨¦mesis, Napole¨®n III, prefer¨ªa la democracia directa. En La d¨¦mocratie inachev¨¦e, Pierre Rosanvallon mostr¨® c¨®mo desde 1848 los bonapartistas promovieron el plebiscito como mecanismo id¨®neo de la democracia. En 1851 y en 1852, Luis Napole¨®n convoc¨® al pueblo soberano para reformar las leyes y el orden pol¨ªtico franc¨¦s.
Estas llamadas a la participaci¨®n directa del pueblo condujeron al emperador a afirmar que ¨¦l mismo ¡°ya no es un hombre, sino que es un pueblo¡±. En 1870, cuando hizo un nuevo plebiscito, exigi¨® unanimidad. La voluntad del pueblo solo pod¨ªa ser una. No se cancelaba la pluralidad, pero s¨ª se descalificaba, pues se asum¨ªa que las posiciones pol¨ªticas opuestas al emperador (quien ¡°encarnaba al pueblo¡±) solo pod¨ªan ser motivadas por intereses perversos, prejuicios o enga?os.
Esto condujo al repudio de las organizaciones pol¨ªticas aut¨®nomas. Los clubes pol¨ªticos, las logias, las asociaciones de ciudadanos, fueron considerados innecesarios y perniciosos para la democracia por los bonapartistas, pues la relaci¨®n entre el pueblo y el emperador deb¨ªa ser directa, sin intermediarios. En este lado del Atl¨¢ntico, Benito Ju¨¢rez construy¨® su carrera pol¨ªtica precisamente a trav¨¦s de sociedades c¨ªvicas, como el Club Reforma y su peri¨®dico El republicano.
Alexis de Tocqueville hab¨ªa publicado en la d¨¦cada de 1830 De la d¨¦mocratie en Am¨¦rique. Los republicanos franceses y los mexicanos no admiraban tanto las instituciones de Estados Unidos, sino la organizaci¨®n democr¨¢tica de esa sociedad. Las asociaciones c¨ªvicas, las juntas de vecinos, las logias, daban sentido a la democracia. Ju¨¢rez cre¨ªa en eso; Napole¨®n III, no. Para el emperador, lo mejor era la versi¨®n m¨¢s pobre de la democracia, la que reduce el papel de la sociedad a escuchar a su l¨ªder y salir a votar sus iniciativas.
Los bonapartistas acusaban, con raz¨®n, que detr¨¢s de cada club, de cada peri¨®dico, hay intereses particulares. Ju¨¢rez tambi¨¦n lo sab¨ªa, pero no los descalific¨®. Critic¨® a los lerdistas y porfiristas, pero no la existencia de esas formas de participaci¨®n pol¨ªtica.
Cuando V¨ªctor Hugo, amigo por correspondencia de Ju¨¢rez, public¨® el panfleto Napol¨¦on le petit, fue perseguido y exiliado. En M¨¦xico, la prensa liberal, vocera de organizaciones pol¨ªticas, criticaba y ridiculizaba al presidente constantemente. Ju¨¢rez no se lanz¨® en contra del periodismo. Por el contrario, cuando finaliz¨® la intervenci¨®n francesa abrog¨® la restrictiva Ley Lafragua y puso en vigor la Ley Zarco, mucho m¨¢s abierta en materia de libertad de prensa. Sab¨ªa que los medios de comunicaci¨®n tienen intereses, pero tambi¨¦n que la democracia funciona mejor cuando se critica al gobierno.
Napole¨®n III construy¨® un r¨¦gimen autocr¨¢tico, aunque se asum¨ªa un emperador democr¨¢tico que convocaba directamente al pueblo, enfrentado a las organizaciones y medios que desde su punto de vista desvirtuaban la soberan¨ªa popular. Ju¨¢rez, en cambio, asum¨ªa una democracia con la Constituci¨®n, con periodismo cr¨ªtico, con organizaciones c¨ªvicas. Si hizo eso es porque, como se?al¨® su bi¨®grafo Brian Hamnett, el presidente era republicano, no pretendi¨® establecer una dictadura.
El legado de la concepci¨®n juarista de la democracia pervivi¨® durante d¨¦cadas. Al finalizar la primera d¨¦cada del siglo XX, los clubes pol¨ªticos liberales y sus peri¨®dicos impulsaron la campa?a antirreleccionista de Francisco I. Madero y contribuyeron a la ca¨ªda de la dictadura de Porfirio D¨ªaz en 1911.
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